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sábado, 2 de noviembre de 2013

He visto vidas maravillosamente transformadas (Como lo relató Percy Iszlaub) Segunda y ultima parte

COMENZANDO UNA NUEVA VIDA
En julio de 1940 Ilma y yo decidimos ir a la asamblea de Sydney y después comenzar a participar en la obra de predicar de tiempo completo, o, según decimos, servir de precursores. Dejé mi trabajo como encargado del garaje, y vendimos todos nuestros muebles, los cuales habíamos acabado de comprar. Llamé a Norman para hablarle de nuestros planes. Él me dijo: “¡Espérame! ¡Espérame! ¡Yo también voy!” De modo que Norman y su hermana Beatrice se unieron a nosotros.

Durante una asamblea fortalecedora de la fe que se celebró el 24 de julio de 1940, los cuatro simbolizamos nuestra dedicación a Dios por medio del bautismo en agua. Después de eso, fuimos a la oficina sucursal de la Sociedad Watch Tower en Sydney y pedimos que nos asignaran como precursores. Fuimos asignados a la ciudad de Townsville, North Queensland.

La vida nueva que acabábamos de emprender no era fácil. Pero era remuneradora, y nos sentíamos felices porque confiábamos en que estábamos haciendo lo que agradaba a Jehová Dios.

La temporada lluviosa de North Queensland se extiende desde noviembre hasta enero. A veces caían diariamente 39 centímetros, o más, de lluvia, lo cual causaba inundaciones repentinas. En una ocasión estuvimos aislados por varios días entre dos ríos desbordados. Cuando nuestro abastecimiento de alimento se agotó, comimos tomates silvestres.

A medida que la guerra mundial fue progresando, aumentó el prejuicio en contra de los testigos de Jehová. En enero de 1941 el gobierno proscribió nuestras actividades en Australia. Pero nosotros continuamos efectuando nuestra obra de predicar.

Norman y yo salíamos el lunes por la mañana para cubrir zonas rurales distantes. Solíamos montar dos cajas de libros en una bicicleta, y en la otra llevábamos colchas, una sartén para freír y un recipiente de agua para el té. Mientras tanto, Ilma y Beatrice testificaban en el pueblo hasta que nosotros regresábamos el viernes por la noche.

A veces nuestro suministro de alimento se hacía escaso, y Norman y yo nos quedábamos sin comer por uno o dos días. Luego intercambiábamos libros por alimento. O, en ciertas ocasiones, cortábamos madera a cambio de una comida. De noche solíamos dormir bajo el viejo puente de algún riachuelo, o, más frecuentemente, bajo un árbol. Para mantener a raya a las multitudes de mosquitos, quemábamos estiércol de ganado, un montón al pie de nuestra colcha y otro montón a la cabeza.

AUMENTAN NUESTROS PRIVILEGIOS DE SERVICIO


Después de unos meses de servir como precursores, regresamos un día a nuestro hogar y encontramos una carta procedente de la Sociedad Watch Tower. Era una invitación para servir en Betel, las oficinas centrales de la sucursal de los testigos de Jehová en Sydney. Aceptamos con gozo. Pero poco después de haber comenzado a trabajar nosotros en Betel, el gobierno ordenó que todos los miembros de la familia de Betel salieran del hogar, y expropió a la Sociedad.

Ilma y yo fuimos asignados a trabajar en Melbourne. Durante la proscripción predicábamos solo con la Biblia, y cada uno trabajaba sin compañía tan discretamente como era posible. A veces nos sentíamos algo solitarios, pero recibimos bendiciones. Ilma lo relata de esta manera: “Un día estaba trabajando sola y prediqué a una señora de edad mediana acerca del paraíso terrestre. Ella inmediatamente reconoció la verdad bíblica. Estudió y se unió a nosotros, aunque para ese tiempo estábamos bajo proscripción.” La proscripción fue quitada en junio de 1943.

Para el año 1947 estábamos en la obra de circuito en New South Wales, donde serví de representante viajero de los testigos de Jehová. Ahora se nos extendió un nuevo privilegio... una invitación para asistir a la Escuela Bíblica de Galaad de la Watch Tower, una escuela para entrenar a misioneros en los Estados Unidos, en el estado de Nueva York. ¿Qué haríamos?

Puesto que yo había dejado la escuela a los 14 años, sentí temor, porque pensaba que no estaba capacitado para asistir a esta escuela.

Pero al adoptar el punto de vista de que la invitación era la voluntad de Dios, nuestra respuesta fue igual a la de Su profeta Isaías: ‘¡Aquí estamos! Envíanos a nosotros.’ (Isa. 6:8)

Así, en enero de 1948, y junto con otros 17 hermanos de Australia y Nueva Zelanda —entre los cuales estaba mi anterior compañero de servicio de precursor, Norman Bellotti— partimos hacia los Estados Unidos.
Después de cinco meses de intensa instrucción bíblica, recibimos nuestras asignaciones misionales. La nuestra fue el Japón.

VIDA MISIONAL EN EL JAPÓN

Nuestra primera asignación fue la ciudad de Kobe. Nuestro hogar misional estaba ubicado en una montaña alta, lo cual nos daba una vista deleitable del hermoso mar del Japón, con pintorescos barcos de todas formas y tamaños que iban en una dirección u otra por las rutas marinas. Un faro, que resplandecía fielmente día y noche, guiaba a los marineros para que evitaran chocar con las rocas sumergidas.

Un bondadoso médico que vivía al lado de nosotros se sintió impulsado a decir:

“Este hogar misional se convertirá en una fuente de luz espiritual para las personas de esta vecindad.”

¡Cuán ciertas resultaron ser sus palabras! En aquel entonces no vivían Testigos en la ciudad de Kobe, pero ahora hay 20 congregaciones con unos 1.400 publicadores del Reino allí. Las dos hijas del médico se bautizaron más de 20 años después en el área de Tokio.

Cuando llegamos a la casa que sería nuestro hogar ésta necesitaba una buena limpieza y no tenía muebles. La hierba del jardín estaba demasiado alta, de modo que la cortamos y la regamos por el suelo y por tres semanas dormimos sobre esta hierba con la ropa puesta, hasta que llegaron nuestras pertenencias.
Al principio se nos hizo bastante difícil aprender el idioma, especialmente a mí.

Decía a los hermanos cosas como “comer” (taberu) las ovejas en vez de “alimentar” (tabesaseru) las ovejas, o apoyar los “fideos” (udon) de La Atalaya en vez de apoyar la “campaña” (undo) de La Atalaya. No obstante, los hermanos siempre me ayudaron amorosamente en estos puntos difíciles, y seguimos adelante.

VIDAS TRANSFORMADAS... ALGO HERMOSO

Ilma y yo llevamos ahora más de 31 años en el Japón. Este ha llegado a ser nuestro hogar. Cuando llegamos, solo había tres Testigos nativos en todo el país. Ahora hay más de 58.400 de nuestros hermanos y hermanas que proclaman las buenas nuevas del Reino. Durante estos años he visto muchas vidas maravillosamente transformadas... personas que eran culpables de ‘transacciones dudosas’ en los negocios y otras que vivían vidas muy inmorales.

Pero luego las verdades de la Palabra de Dios llegaron al corazón de ellas, ¡y qué hermoso ha sido ver la transformación!

Pero para mí el cambio más dramático que una persona pudiera haber hecho en su vida personal fue el de Kimihiro Nakata, el trastornado y violento prisionero que había matado a dos hombres y que estaba en la sección para los sentenciados a muerte. ¡Qué joven tan manso y bondadoso llegó a ser! Era uno de los publicadores del Reino más celosos que he conocido.

Decía a los visitantes: “Cuando miro por la ventana de mi celda y veo el cielo azul, ¡cuánto desearía poder estar allá afuera ayudándoles a predicar!”

No obstante, aun desde la sección para los sentenciados a muerte Kimihiro ayudó a muchas personas. Escribió a las familias de las personas a quienes mató, les testificó, y ellas mostraron interés. También testificó extensamente a su propia familia. Estudió Braille y transcribió al Braille el libro “Sea Dios veraz,” el folleto “Estas buenas nuevas del reino” y artículos de La Atalaya y ¡Despertad! Estas publicaciones se distribuyeron en diferentes partes del Japón, incluso a escuelas para ciegos.

CONCENTRÁNDONOS EN LA ESPERANZA QUE ESTÁ POR DELANTE

El 10 de junio de 1959, un automóvil de la policía se detuvo frente a nuestro hogar misional. Kimihiro había solicitado mi presencia en su ejecución aquella mañana.
 
Nunca olvidaré las últimas palabras que me dijo: “Hoy siento una confianza firme en Jehová, en el sacrificio de rescate y en la esperanza de la resurrección. Dormiré por un tiempo, y, si es la voluntad de Jehová, los veré a todos en el paraíso.”

Kimihiro murió para satisfacer lo que la justicia exigía, dando ‘vida por vida.’ Pero no murió como un criminal empedernido y sin esperanza, sino como un fiel siervo dedicado y bautizado de Jehová.

Sí, he visto vidas maravillosamente transformadas... la vida de Kimihiro, y mi propia vida. Ilma, a pesar de que tiene problemas de salud, sigue siendo mi fiel compañera en el servicio de tiempo completo, un privilegio de que hemos disfrutado por más de 40 años. Ambos expresamos nuestro agradecimiento a Jehová, el Dios que puede transformar vidas.


Articulo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Septiembre de 1981, publicada por los Testigos de Jehová; pueden descargarse mas articulos del sitio oficial

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