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domingo, 15 de septiembre de 2013

Yo fui sobreviviente cuando se hundió el ‘Titanic’

TODO comenzó mientras visitaba a mis padres y a mi tío en Florida. Esto fue hace unos meses, poco antes de que muriera mi tío. Como de costumbre, fuimos al Salón del Reino de los testigos de Jehová el domingo por la mañana para asistir a un discurso público. Oímos un excelente discurso intitulado “¿Será usted sobreviviente de los ‘últimos días’?” De regreso a casa, mi tío dijo: “Ese discurso me recordó la ocasión en que sobreviví a un desastre terrible.” Pausó por un momento, luego agregó: “Tú sabes, yo fui sobreviviente cuando se hundió el Titanic.”

Luego pedí a mi tío, Louis Garrett, que me relatara lo que sucedió cuando estuvo en el Titanic.

“Déjame retroceder hasta el principio,” él dijo. “Nací en 1900, en Hakoor, Líbano, una pequeña aldea montañesa situada a unos 135 kilómetros al norte de Beirut. Mi familia poseía y operaba un molino de piedra movido por agua que molía el trigo hasta convertirlo en harina. Mi padre era el molinero de la aldea. Se llegó a la decisión de que la familia emigraría a los Estados Unidos. En 1904 mi madre y mis dos hermanas dejaron el Líbano. Luego, en 1906, mi hermano mayor partió para los Estados Unidos. Para completar la emigración de la familia, mi padre, mi hermana y yo habíamos de partir para los Estados Unidos en 1912.

“En marzo de 1912, navegamos a Marsella, Francia. Mientras estuvimos allí, reservamos pasaje en el Titanic para navegar en la primera travesía de éste a Nueva York. La fecha de partida era el 10 de abril de 1912. Tuvimos que dejar a nuestro padre en Marsella porque, debido a una infección en el ojo, no pasó el examen físico que se requería.” Mi tío sonrió y exclamó: “¡Fue un cambio de sucesos muy afortunado para él!”

A continuación, dijo: “Mi hermana tenía 14 años de edad y yo tenía 12 años cuando nos embarcamos en el Titanic. Nos entristeció el dejar a nuestro padre, pero nos entusiasmó el estar a bordo del paquebote real Titanic, el navío más grande, más rápido y más lujoso de aquella época... ¡y, según se decía, no podía hundirse! Había más de 2.200 personas a bordo, entre las cuales estaba alguna de la gente más acaudalada y más influyente de aquel tiempo. Muchos estaban a bordo del Titanic para celebrar el viaje inaugural. El hacer esto era como un símbolo de distinción entre las personas prominentes de la sociedad. El barco iba a la velocidad que se esperaba. La llegada a Nueva York se había fijado para el miércoles 17 de abril. El agua estaba tranquila y el tiempo fresco, como era de esperar en abril.

“El domingo 14 de abril, nuestro quinto día en el mar, el tiempo se puso excepcionalmente frío... era un frío tan crudo que muy pocas personas estaban afuera en la cubierta de paseo. Supimos que se había advertido que había icebergs en la región. No se creía que apareciera ninguno en el rumbo del barco, de modo que el Titanic siguió adelante a toda velocidad. Pero, el capitán del Californian, otro barco que se hallaba en el Atlántico Norte, envió al Titanic una advertencia por radio de que se habían visto icebergs en nuestro rumbo. No se hizo caso de este mensaje. El precio que se pagó por la confianza excesiva del capitán Smith ciertamente fue muy alto: casi 700 compañeros tripulantes y más de 800 pasajeros.

“A eso de las 11:45 de la noche del domingo 14 de abril mi hermana y yo nos despertamos al sentir una sacudida. Ella estaba en la litera superior del camarote y gritó: ‘¡Algo está mal!’

“’Vuelve a dormir,’ le dije a ella. ‘Te preocupas demasiado.’ Poco después, cierto hombre de edad avanzada, a quien conocimos a bordo del barco y que mostró un interés paternal por nosotros, vino a nuestro camarote y nos dijo de manera tranquila: ‘Salgan del camarote y suban a la cubierta superior. No se molesten en llevar sus pertenencias por ahora. Vendrán por ellas más tarde.’

“Teníamos boletos de tercera clase, lo cual significaba que podíamos subir a la cubierta de segunda clase. Pero los que tenían boletos de segunda y tercera clase no podían pasar por una entrada custodiada que llevaba a la cubierta superior de primera clase. No obstante, se nos dijo que sería prudente que subiéramos a la cubierta superior de primera clase a fin de tener mayor oportunidad de meternos en un bote salvavidas. La única manera de lograr esto era por medio de subir cinco o seis cubiertas desde la cubierta de tercera clase por una escalera de hierro hasta llegar a los botes salvavidas que quedaban arriba. Hicimos esto con mucha dificultad, pues a mi hermana se le hizo difícil subir la escalera de hierro. Pero con la ayuda de otros pasajeros logramos hacerlo.

“¡Qué espectáculo! Quedaban pocos botes salvavidas. La tripulación solo estaba permitiendo que las mujeres y los niños subieran a bordo de los botes salvavidas... no había suficientes botes para todos. Vimos a mujeres llorando porque no querían abandonar a sus esposos; esposos suplicando a sus esposas e hijos que se apresuraran a meterse en los botes salvavidas. En medio de este tremendo desorden e histeria en masa estábamos mi hermana y yo, dos niños inmigrantes que no sabían hablar inglés, que estaban más asustados de lo que uno pudiera pensar, y que iban llorando en busca de ayuda.

“Estaban llenando el último bote salvavidas. Un caballero de mediana edad estaba con su esposa jovencita que estaba encinta. Le ayudó a entrar en el bote salvavidas, luego echó una mirada hacia la cubierta y vio que otros querían ir a bordo. Dio un beso de despedida a su esposa, y, al regresar a la cubierta, agarró a la primera persona que halló en su paso. Felizmente, yo estaba en el lugar apropiado al tiempo apropiado, de modo que él me puso en el bote salvavidas. Grité para que ayudaran a mi hermana que se había quedado paralizada de miedo. Con la ayuda de otras personas, a ella también la metieron en el bote salvavidas. ¿Quién fue el valiente que ejecutó este acto de bondad? Se nos dijo que fue John Jacob Astor IV. En aquel entonces, él tenía 48 años de edad y su esposa, Madeleine, tenía 19 años de edad. Estaban viajando a los Estados Unidos porque querían que su hijo naciera allá. Se escribieron muchos relatos en los periódicos acerca de cómo John Jacob Astor dio su vida por un inmigrante joven.

“Yo estaba feliz de estar en el bote salvavidas, pero aún sentía tristeza por los que quedaron en el Titanic. Al mirar atrás hacia aquel barco grande y hermoso pude observarlo desde una perspectiva diferente y, como algunas de las luces todavía estaban encendidas, pude ver el tamaño y la belleza del barco. En la quietud de la noche, y puesto que el agua conducía tan bien el sonido, podíamos oír la orquesta tocando en la cubierta y a la gente cantando ‘Más cerca de ti, Dios mío.’ La tripulación de los botes salvavidas alejó éstos del barco lo más que pudo. Se temía que hubiera una succión cuando el buque se hundiera por completo en las profundidades del océano. Eso no ocurrió, y tampoco hubo una explosión como habían creído algunos que habría. Las aguas estaban excepcionalmente tranquilas aquella noche, y eso fue afortunado, porque la mayoría de los botes salvavidas estaban requetellenos de gente.

“Según los registros, el Titanic se hundió a eso de las 2:20 de la mañana del 15 de abril de 1912. Lo vi hundirse poco a poco en el océano hasta que llegó a su horrible fin. El momento en que se hundió me dejó con el recuerdo de algo que me atormenta hasta el día de hoy. Es el recuerdo del sonido horripilante de los gemidos y gritos de la gente que pedía ayuda con desesperación al ser arrojadas violentamente a las aguas glaciales. Casi todos murieron debido a la exposición al agua fría. Los sonidos duraron unos 45 minutos y luego desaparecieron.”

Mi tío se quedó callado por un rato mientras recordaba el suceso. Luego continuó diciendo: “Se había enviado la señal S.O.S., la petición de auxilio, a eso de la medianoche. El barco Carpathia de la Cunard White Star Line la recibió. Este buque se hallaba a unos 93 kilómetros de distancia e inmediatamente dio la vuelta, abandonó su rumbo hacia Gibraltar y se dirigió a toda máquina al rescate. Llegó a las 4:30 de la mañana. Es de interés que el buque Californian estaba solo a 32 kilómetros de distancia de donde se hundió el Titanic, pero el radiotelegrafista no recibió la S.O.S. debido a que estaba libre de servicio. Los informes posteriores revelaron que el Californian sí vio cohetes de señales en la noche, pero creían que los pasajeros del Titanic estaban celebrando el viaje inaugural con fuegos artificiales.

“El Carpathia completó las operaciones de rescate a eso de las 8:30 de la mañana. Nuestro bote salvavidas fue uno de los últimos que rescataron. Después que se nos puso a bordo del barco, se nos arropó bien, se nos dio té caliente y se nos hizo cómodos; me sentí feliz de estar vivo, aunque el abrigo y los zapatos que tenía puestos eran demasiado grandes para mí.

“Luego el capitán del Carpathia llamó a todos los sobrevivientes para que subiéramos a la cubierta y viéramos el iceberg. Según el recuerdo que se grabó en mi mente de niño de 12 años de edad, el iceberg era tan alto como una casa de dos pisos, mucho más ancho que ésta y tenía una especie de enorme chimenea. El barco nos dejó en Nueva York antes de continuar su viaje a Gibraltar, acto muy bondadoso de parte de la administración de la Cunard White Star Line. Llegamos a Nueva York el jueves 18 de abril a las 8:30 de la noche, y se nos llevó a los muelles de la Cunard White Star.

“Al recordar aquellas largas horas durante las cuales estuvimos en el bote salvavidas, ahora me parece milagroso que pudimos llegar a la seguridad del Carpathia. El frío crudo era casi insoportable. Nos apiñamos para mantenernos calientes. Las personas se comportaron amablemente las unas para con las otras. Recuerdo lo ventoso que estuvo sobre la cubierta del Carpathia. Los vientos habían aumentado a varios nudos por hora. Felizmente, los vientos no se desataron sino hasta que se terminó de ejecutar la misión de rescate. Si las aguas no hubieran permanecido tranquilas y sin olas durante ese tiempo, es dudoso que las operaciones de rescate se hubieran efectuado con tanto éxito.”

“¿Murió alguno de los que estaban en los botes salvavidas?,” le pregunté.
“De entre las personas que estaban en nuestro bote salvavidas, supe de solo una que murió a causa del frío. Envolvieron el cuerpo en una sábana y lo echaron por la borda.”
“¿Había algunos hombres en tu bote salvavidas?”
“Con la excepción de unos cuantos miembros de la tripulación que sirvieron de remeros, solo había mujeres y niños, tal como lo ordenó la tripulación. Una pareja joven que tenía un bebé engañó a la tripulación. La esposa fue muy lista; hizo que su esposo joven se vistiera de mujer, le cubrió la cabeza con un chal y le entregó el bebé. Él estaba en un bote salvavidas y ella en el nuestro. Ambos fueron rescatados por el Carpathia.

“Al llegar a Nueva York, creíamos que se nos llevaría a la isla de Ellis para que pasáramos por los trámites de la inmigración. Pero, este procedimiento se suspendió debido al dolor y sufrimiento que ya habían aguantado los sobrevivientes. La Cruz Roja se encargó de la tarea de unirnos con nuestras familias. Mi hermano mayor, Isaac, estaba en Nueva York, y al encontrarnos con él sentimos una mezcla de gozo y tristeza. Mi padre seguía en Francia. Pero, llegamos a la conclusión de que si él hubiera estado en el Titanic con nosotros, no habría sobrevivido debido a la regla de solo dejar subir a los botes salvavidas a las mujeres y niños. Quizás hasta hubiera afectado el que nosotros estuviéramos entre los sobrevivientes. Se nos habría hecho difícil abandonar a papá a bordo del Titanic mientras procurábamos nuestra propia seguridad. Felizmente, él llegó sano y salvo en otro buque tres meses después.”

Mi tío pausó, sumido en sus reflexiones de aquella terrible experiencia. Finalmente, interrumpí su meditar. “Sobreviviste a aquella tragedia. Pero, dime, ¿cuándo aprendiste acerca de la inminente tribulación de los ‘últimos días’?”

“Déjame transportarte del año 1912 a 1930,” dijo él. “Un repartidor proveniente de Brooklyn, Nueva York, había visitado Jacksonville, Florida, donde residían la familia de mi hermano mayor y la mía, compuesta de mi esposa, mi hijo y yo. Mi hermano mayor había estado estudiando la Biblia con algunos testigos de Jehová que hablaban árabe. Él mismo había llegado a ser Testigo activo. El repartidor, llamado George Kafoory, celebraba varias reuniones para la gente que hablaba árabe. Recibí un ejemplar del libro El arpa de Dios en árabe. Después de tener muchos debates con mi hermano, me enfurecí a tal grado que por fin le dije: ‘Te niego como hermano porque has abandonado la religión griega ortodoxa, que es la que originalmente profesabas. No puedo creer que jamás volverás a hacer la señal de la cruz, símbolo de la trinidad.’

“Yo amaba a mi hermano y me perturbaba profundamente el que existiera esta brecha entre nosotros. Después de unos meses, encontré por casualidad el ejemplar de El arpa de Dios que yo había obtenido. Estaba polvoriento, pero lo abrí y comencé a leerlo temprano por la tarde, y seguí leyendo hasta después de la medianoche. La verdad de la Palabra de Dios comenzó a penetrarme el corazón. Participé en un estudio que se estaba conduciendo para personas de habla árabe, y me bauticé en 1933.

“Hubo otro suceso sobresaliente en mi vida. En 1949, mi situación económica me permitió hacer un viaje con el cual había soñado por muchos años. En el Líbano, tenía un medio hermano mayor a quien deseaba visitar y con quien quería compartir la esperanza del Reino. Durante el vuelo de regreso al Líbano, el trayecto que seguimos nos llevó por encima de Groenlandia y también muy cerca de donde se hundió el Titanic. Las emociones me vencieron mientras miraba hacia abajo y veía las aguas frías del Atlántico y meditaba en aquella triste ocasión.

“Una azafata, al ver cómo me corrían las lágrimas por el rostro, se inclinó silenciosamente, me dio unas palmaditas en el brazo y preguntó: ‘¿Le sucede algo? ¿Puedo prestarle ayuda?’ Le respondí: ‘No, solo estaba pensando en el tiempo en que tenía 12 años de edad. Estuve a bordo de un gran barco, el Titanic, que se hundió y en el cual 1.500 personas perdieron la vida dentro de esas mismas aguas allá abajo. Todavía no puedo olvidar aquella mañana de desesperación y los gritos por auxilio que se oían en la oscuridad y desde esas aguas glaciales.’ ‘Qué triste,’ dijo la azafata bonita de cabello oscuro. ‘Recuerdo haber leído acerca del desastre del Titanic.’

“Completé mi viaje al Líbano. Felizmente, mi medio hermano mayor estaba interesado en la Biblia. Más tarde él también llegó a ser un dedicado testigo cristiano de Jehová.”
Como conclusión a su relato, mi tío Louis expresó la esperanza de que el reino de Dios reemplazará el presente sistema de cosas satánico.

“La verdad de la Palabra de Dios,” él declaró, “ha sido una fuerza guiadora en mi vida. Estoy agradecido a Jehová de que me salvó la vida en el desastre del Titanic y de que he tenido la oportunidad de servirle ahora en estos críticos ‘últimos días.’” Mi tío vivió cerca de su hermano mayor y la esposa de éste y con ellos sirvió a Jehová lo mejor que pudo hasta el día de su muerte. Nunca dejó de orar para que la voluntad de Dios se hiciera en la Tierra como se hace en el cielo. (Mateo 6:9, 10) Él tenía la esperanza firme de que, si moría antes del Armagedón, Dios lo rescataría del poder de la sepultura por medio de una resurrección a la vida.

El “Titanic,” que medía 269 metros de largo, era el barco más grande de los mares. Su desplazamiento total excedía al de los acorazados de su día por 5.000 toneladas. Su casco estaba dividido en 16 compartimientos estancos, y, debido a que cuatro de éstos podían inundarse sin que el barco se hundiera, se consideraba que era imposible que el barco se hundiera. “En lo que tenía que ver con la seguridad, . . . se creía que se había tomado en cuenta hasta el último detalle al construir el ‘Titanic.’” (”Times” de Nueva York del 16 de abril de 1912) Pero el iceberg fatal hizo una abertura de 90 metros en el costado del buque, lo cual causó que se inundaran cinco de los compartimientos estancos, y el “Titanic,” que supuestamente nunca se hundiría, se fue a pique.
 
  • Miércoles 10 de abril: El “Titanic” salió de Southampton en su viaje inaugural, con aproximadamente 2.200 personas a bordo. Después de parar brevemente en Francia e Irlanda, se dirigió hacia Nueva York.

  • Domingo 14 de abril: El tiempo se volvió muy frío. Se advirtió al “Titanic” que había icebergs más adelante, y éste siguió su rumbo a 22 nudos. Poco después de la medianoche, dio contra un iceberg a unos 150 kilómetros al sur de los bancos de Terranova.

  • Lunes 15 de abril: El “Titanic” se hundió solo 2 horas y 40 minutos después del impacto; y murieron 1.500 personas. El barco estaba a 2.570 kilómetros al nordeste de su destino.

Articulo de la revista Despertad de 22 de Abril de 1982. Publicada por los testigos de Jehová. Pueden descargarse mas articulos de la pagina oficial en formatos pdf para su lectura, asi como mp3 y aac en audio.

3 comentarios:

Myfriend dijo...

Esta revista de 1982 fue la primera revista que llegó a mis manos de niño, la recuerdo con mucho cariño y espero en Dios tener la oportunidad de ser sobreviviente de estos últimos días y contar mi historia como la de este hno. Bendito sea Jehová nuestro Dios mismo de recibir la gloria y la honra. saludos. atte. Héctor Mtz. Lara

sam walser dijo...

Y pensar que los hombres se sacrificaron por las mujeres en esa noche, si supieran que ella ssaldrian a las calles gritando "una mujer necesita a un hombre como un pez necesita una bicicleta " no lo habrían hecho, que burrada hicieron!, son unas malagradecidas, y después los testigos dicen que la mujer es oprimida, ajaja, quien es oprimido aquí, eh?, si fuimos los hombres que morimos por ellas, perras inmorales!

Anónimo dijo...

Sinceramente no puedo creer que sean ciertas las declara raciones de. Las sobrevivientes. Será acaso que usted sea un mesofino y no lo sepa?