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viernes, 2 de mayo de 2014

No tenga miedo (Segunda parte)

EL REGISTRO DE DIOS COMO PROVEEDOR

Considere el caso de David el siervo fiel de Jehová. El rey Saúl se hizo sumamente celoso de la popularidad de David y tramó darle muerte. Aunque los esfuerzos de Saúl por librarse de David fracasaron vez tras vez, David se vio obligado a huir por su vida, y más tarde se le unieron unos cuatrocientos hombres. (1 Sam. 22:1, 22)

Todo israelita que ayudara a David y sus hombres se colocaba en un grave aprieto con el rey Saúl, puesto que éstos estaban en condición de proscritos. Precisamente lo que pensaba Saúl acerca de todo apoyador de David se manifiesta por lo que le sucedió al sumo sacerdote Ahimelec y su casa. Ahimelec, pensando que David estaba prestando servicio al rey Saúl, le dio pan y una espada. Por esta acción, Saúl mandó que Ahimelec y su casa fueran muertos. Solo escapó un hijo, Abiatar.—1 Sam. 22:9-20.

Sin embargo, la actitud enconada de Saúl y de otros israelitas no impidió que Jehová usara a ciertos individuos para ayudar a sus siervos. Esto se ilustra bien en un incidente que envolvió al rico Nabal y su esposa Abigaíl. David y sus hombres habían protegido el rebaño y a los pastores de Nabal de modo que no sufrieran pérdidas.

Por este servicio, David y sus asociados tenían derecho a alguna consideración. Sin embargo, cuando David le envió mensajeros a Nabal y le pidió cualesquier abastecimientos que estuviera dispuesto a dar, Nabal les gritó reprensiones. Pero Abigaíl valerosamente echó su suerte con David, reconociendo que Dios lo había escogido para la gobernación real. Obró rápidamente al juntar abundantes abastecimientos para él y sus hombres. Así, por medio de Abigaíl, Jehová proveyó lo que ellos necesitaban.—1 Sam. 25:9-19, 23-31.

Más notable todavía es el hecho de que verdaderos enemigos de los israelitas les mostraran favor a David y sus hombres. David había sido un guerrero sobresaliente en las campañas contra los filisteos. Las israelitas, al recibir a los victoriosos que regresaban, cantaban: “Saúl ha derribado sus miles, y David sus decenas de miles.” (1 Sam. 18:7)

Por lo tanto, se podría pensar que el territorio filisteo sería uno de los últimos lugares donde David y sus hombres podrían hallar seguridad. Y sin embargo sí hallaron refugio allí. El rey filisteo Aquís quedó impresionado favorablemente por David y sus hombres, y les dio la ciudad de Siclag como morada suya. Nunca pudo descubrir que David y sus hombres continuaban siendo israelitas leales. (1 Sam. 27:1-6)

Aquís hasta los defendió ante señores y príncipes filisteos como él. Después de eso le dijo a David: “Tan ciertamente como que vive Jehová, tú eres recto, y tu salir y tu entrar conmigo en el campamento ha sido bueno a mis ojos.” (1 Sam. 29:2-6) Por consiguiente, sin saberlo, Aquís sirvió de instrumento de Jehová para ayudar a David.

En muchas otras ocasiones Jehová Dios dispuso la salida para David y suministró exactamente lo que su siervo necesitaba. Debido a la manera maravillosa en que Jehová lo había ayudado, David confiaba en que nunca sería desamparado. “En caso de que mi propio padre y mi propia madre de veras me dejaran,” dijo David, “aun Jehová mismo me acogería.”—Sal. 27:10.

Esto no quiere decir que David nunca experimentó temor. Ciertamente lo tuvo. Pero nunca temió que Jehová hubiera de abandonarlo completamente y dejarlo plantado. Bajo inspiración, David escribió:
“Mis opositores han seguido tirando mordiscos todo el día, porque hay muchos que están guerreando contra mí altivamente.
Cualquier día que me dé miedo, yo, por mi parte, confiaré aun en ti. En unión con Dios alabaré su palabra. En Dios he cifrado mi confianza; no tendré miedo. ¿Qué puede hacerme la carne?”—Sal. 56:2-4.
Pudiera suceder que las circunstancias parecieran absolutamente desesperanzadas. Pero éstas no impedirán que Jehová Dios se encargue de que sus siervos reciban lo que él piense que necesitan. Un caso a propósito es el del profeta Jeremías. Durante el terrible sitio de Jerusalén, se vio en cautiverio como prisionero. Había poco abastecimiento de alimento.

Tan desesperada llegó a ser la situación que con el tiempo algunas mujeres comieron la carne de sus propios hijos. (Lam. 2:20) Pero ¿permitió Jehová Dios que su profeta muriera de hambre? No. La Biblia informa: “Se le daba un pan redondo diariamente procedente de la calle de los panaderos, hasta que se agotó todo el pan de la ciudad.”—Jer. 37:21.

Hubo también la ocasión en que parecía seguro que Jeremías perecería. Los príncipes de Judá lo acusaron falsamente de sedición. Cediendo a ellos, Sedequías entregó al profeta en mano de ellos. Estos arrojaron a Jeremías en una cisterna llena de fango, para que muriera sin alimento. (Jer. 38:4-6)

A pesar del peligro que había para él mismo al tomar en cuenta el intenso odio que se le tenía al profeta de Jehová, un eunuco etíope, Ebed-melec, públicamente abordó al rey Sedequías para presentar una súplica a favor de Jeremías. La súplica de Ebed-melec recibió audiencia favorable.

Con el apoyo de treinta hombres, Ebed-melec después de eso rescató al profeta. Por haber servido en favor de los intereses de Jehová de esta manera, a Ebed-melec se le aseguró: “‘No serás dado en la mano de los hombres de quienes tú mismo estás asustado. Porque sin falta te suministraré un escape, y no caerás a espada; y ciertamente llegarás a tener tu alma como despojo, porque has confiado en mí,’ es la expresión de Jehová.”—Jer. 39:17, 18.

También, hoy, las personas que cifran su confianza en Jehová experimentan su cuidado amoroso.

MANTENGA CONFIANZA EN QUE JEHOVÁ PUEDE PROVEER


Prescindiendo de la presión económica a que tenga que enfrentarse, tenga presente que Jehová sustentará y remunerará a sus siervos hoy como lo hizo en el pasado. Él no olvidó la generosidad de los cristianos hebreos para con sus compañeros de creencia. El apóstol Pablo les recordó:
“Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su nombre, en que han servido a los santos y continúan sirviendo.” (Heb. 6:10)
Especialmente los judíos cristianizados que vivían en Jerusalén y el resto de Judea experimentaron el cuidado amoroso de Dios cuando se enfrentaron a adversidades. Impelidos por el espíritu de Dios, compañeros de creencia, entre ellos muchos no judíos, participaron en medidas de socorro que se organizaron a favor de ellos. (Hech. 11:28, 29; Rom. 15:25-27; 1 Cor. 16:1-3; 2 Cor. 9:5, 7)

No hay duda en cuanto a ello: aquellos hebreos tenían razones para confiar en que Jehová no los desampararía. Y él no nos desamparará a nosotros tampoco.

Con Jehová de ayudante suyo, ¿cómo sería posible que usted fracasara? Por lo tanto, resuélvase a salvaguardar su relación con él como su más valiosa posesión.

Esfuércese por mantener la actitud que se expresa en las siguientes palabras del salmista inspirado: “¿A quién tengo yo en los cielos? Y además de ti no tengo en efecto otro deleite en la tierra. Mi organismo y mi corazón han fallado. Dios es la roca de mi corazón y la parte que me corresponde hasta tiempo indefinido.” (Sal. 73:25, 26)

Cuando se encare a problemas, acuda a Jehová por fortaleza, con confianza en que le ayudará a permanecer como siervo aprobado de él.—1 Ped. 5:7.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Enero de 1977. Para ampliar el tema lea "Cuando azota la desgracia". Ambos publicados por los testigos de Jehová.