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viernes, 29 de agosto de 2014

¿Hay algún beneficio en el sufrimiento?

MUCHAS personas se amargan cuando se encaran a intenso sufrimiento. Otras que pasan por la misma experiencia o hasta por peores experiencias llegan a ser más compasivas y tiernas en sus sentimientos para con sus semejantes humanos. De manera similar, hay personas que niegan la existencia misma de Dios cuando son sometidas a dificultades prolongadas, mientras que otras pasan por pruebas severas con fe inquebrantable en el Todopoderoso. ¿Por qué sucede esto?

A menudo las personas se amargan y pierden la fe debido a que se consideran demasiado importantes y no reconocen que son humanos pecaminosos que viven en un mundo que pasa por alto las leyes de Dios. Incorrectamente atribuyen al Todopoderoso las cosas malas de las cuales los hombres son culpables. Por lo tanto, no aprenden nada provechoso de las dificultades y, después que experimentan alivio, quizás reflejen aun más características indeseables que anteriormente.

Para que esto no suceda en nuestro caso, debemos hacer un esfuerzo por beneficiarnos de todo lo que pudiera acontecernos. Para esto se requiere que tengamos el punto de vista correcto en cuanto al sufrimiento humano. El libro bíblico de Lamentaciones ayuda mucho a poner este asunto en la perspectiva correcta.

Mantenga la esperanza
El libro mismo contiene cinco poemas en los que se expresa lamento por la terrible destrucción que le sobrevino a Jerusalén a manos de los babilonios. En el tercer poema, el profeta Jeremías, llevado por el espíritu de Dios, desahoga sus sentimientos intensos y los transfiere a la entera nación en la figura de un hombre físicamente capacitado. (Lamentaciones 3:1.) Aunque Jeremías sufrió junto con la entera nación, la experiencia no lo amargó. Él esperaba con optimismo el tiempo cuando el favor de Dios estaría con Su pueblo de nuevo, y aceptó lo que le ocurrió a la nación como una justa ejecución del juicio divino.

La esperanza de una liberación en el futuro sustentó a Jeremías. Leemos: “Sin falta se acordará tu alma [Jehová mismo] y se inclinará sobre mí. Esto es lo que traeré de vuelta a mi corazón. Por eso mostraré una actitud de espera”. (Lamentaciones 3:20, 21.) No había ninguna duda en la mente de Jeremías de que Jehová con el tiempo miraría con aprobación a Su pueblo arrepentido. Es cierto que ellos habían sido sumamente humillados en derrota completa. Pero Jehová bajaría, por decirlo así, de su alta posición en el cielo para levantarlos de su estado degradado. Con esto presente, Jeremías podía consolar su corazón y esperar con paciencia hasta que Jehová actuara a favor de Su pueblo arrepentido.

Así que, cuando estemos pasando por una experiencia angustiosa, no deberíamos perder la esperanza. Debemos recordar el hecho de que las pruebas tienen un comienzo y también tienen un fin. El Altísimo nunca permitirá que sus siervos fieles sufran indefinidamente junto con las personas que no están dedicadas a él. Por esa razón deberíamos esperar con paciencia hasta que Jehová traiga alivio seguro.

El mismo hecho de que la persona todavía esté viva debería darle razón para tener esperanza. En el tiempo de Jeremías la ciudad de Jerusalén y la tierra de Judá fueron desoladas, y muchos israelitas perecieron. Aun así, hubo sobrevivientes. Esto dio la seguridad de que Dios continuaría mostrándole misericordia a su pueblo. Leemos: “Son los hechos de bondad amorosa de Jehová el que no nos hayamos acabado, porque sus misericordias ciertamente no terminan. Son nuevas cada mañana. Es abundante tu fidelidad. ‘Jehová es la parte que me corresponde —ha dicho mi alma—, por eso mostraré una actitud de espera por él’”. (Lamentaciones 3:22-24.)

Si no fuera por la bondad amorosa de Dios y el interés compasivo en su pueblo, no habría habido ningún sobreviviente entre los israelitas. Pero Jehová Dios sí mostró misericordia. De modo que sus expresiones de misericordia continuarían fluyendo hacia su pueblo y serían renovadas cada mañana. El hecho de que la fidelidad de Jehová es abundante aseguraba que se podía depender de sus misericordias. Estas serían constantes, y nunca débiles ni ineficaces. Puesto que el Altísimo permaneció como la parte que le correspondía —o herencia— a su pueblo, había buena razón para que ellos continuaran a la espera de un cambio en las circunstancias difíciles en las que él les había permitido hallarse debido a su infidelidad.

Cómo esperar con paciencia
¿Qué debería caracterizar a tal espera? El libro de Lamentaciones contesta: “Bueno es Jehová al que espera en él, al alma que sigue buscándolo. Bueno es que uno espere, aun callado, la salvación de Jehová. Bueno le es al hombre físicamente capacitado llevar el yugo durante su juventud. Que se siente solitario y se quede callado, porque él le ha impuesto algo. Que ponga su boca en el mismísimo polvo. Quizás exista una esperanza. Que dé su mejilla al mismísimo que lo golpea. Que tenga suficiente cantidad de oprobio”. (Lamentaciones 3:25-30.)

Note que durante dicho tiempo de aflicción uno debería continuar esperando en Dios con optimismo por alivio, y acercarse más a él. La persona querrá ser paciente y esperar callada o sin quejarse hasta que el Todopoderoso haya traído la liberación o salvación. Por lo tanto, es muy beneficioso el que uno aprenda a llevar un yugo de sufrimiento durante su juventud. ¿Por qué? Porque esto hará que sea mucho más fácil para uno aguantar una experiencia similar más tarde en la vida sin perder la esperanza. El saber que se ha enfrentado a grandes dificultades anteriormente le dará una base para tener la esperanza de que podrá hacerlo de nuevo.

Ahora bien, cuando se le ha impuesto un yugo de aflicción a una persona, esta no debería estar corriendo por todas partes expresando sus quejas. No, más bien, debería sentarse solitaria, como alguien en duelo, y permanecer callada. Debería postrarse con su boca en el mismísimo polvo. Esto significa que debería someterse humildemente a las pruebas que Dios ha permitido que experimente, y debería esperar con optimismo la liberación venidera.

No debería alzarse en rebelión contra sus perseguidores, sino aguantar con paciencia el abuso físico y verbal. Esto nos hace recordar la manera como Jesucristo se comportó. El registro bíblico dice: “Cuando lo estaban injuriando, no se puso a injuriar en cambio. Cuando estaba sufriendo, no se puso a amenazar, sino que siguió encomendándose al que juzga con justicia”. (1 Pedro 2:23.)

Otro punto vital que debemos recordar cuando experimentemos sufrimiento es el hecho de que Dios no aprueba las cosas odiosas que los hombres quizás hagan. Sin embargo, el Altísimo sí permite que ciertas cosas sucedan con un buen propósito en mira. Esto se expresa bien en las siguientes palabras del libro de Lamentaciones:

“Porque Jehová no seguirá desechando hasta tiempo indefinido. Porque aunque haya causado desconsuelo, también ciertamente mostrará misericordia conforme a la abundancia de su bondad amorosa. Porque no de su propio corazón ha afligido ni desconsuela a los hijos de los hombres. El aplastar debajo de los pies de uno a todos los prisioneros de la tierra, el desviar el juicio de un hombre físicamente capacitado delante del rostro del Altísimo, el torcer a un hombre en su causa judicial, no lo ha aprobado Jehová mismo”. (Lamentaciones 3:31-36.)


En el caso de los infieles israelitas, Jehová Dios les permitió sufrir una terrible experiencia a manos de los babilonios. Los desechó hasta el grado de permitir que fueran llevados al exilio. No obstante, lo hizo con un buen propósito en mira, a saber, producir un resto arrepentido de entre los sobrevivientes y su prole. Para con este resto Jehová mostraría misericordia. El Todopoderoso no sintió ningún placer en castigar a los israelitas.

No fue el deseo de su corazón causarles desconsuelo y aflicción al entregarlos en manos de sus enemigos. Jehová no apoyó el terrible trato que estos dieron a su pueblo. Él no miraba con aprobación a los hombres que oprimían a los prisioneros de guerra, a los que negaban al hombre sus derechos dados por Dios ni a los que rehusaban rendir justicia en un caso legal.

Por consiguiente, cuando nosotros suframos en manos de los hombres, no debemos culpar a Dios por los males que los hombres cometan. El Altísimo no aprueba la opresión ni la violencia de ellos. Al fin y al cabo ellos tendrán que responderle por sus hechos malos.

No obstante, la gente pudiera causarse sufrimiento a sí misma. Los israelitas infieles dieron la espalda a Jehová Dios, rechazando su cuidado protector. Entonces, con justicia, él los abandonó a sus enemigos. De modo que no tenían base para quejarse respecto a lo que les había sobrevenido. Esto se enfatiza en la pregunta: “¿Cómo puede un hombre viviente entregarse a quejas, un hombre físicamente capacitado, a causa de su pecado?”. (Lamentaciones 3:39.)

En vez de quejarse, los israelitas deberían haberse vuelto a Jehová con arrepentimiento, suplicándole misericordia. Leemos: “De veras escudriñemos nuestros caminos y explorémoslos, y volvámonos, sí, hasta Jehová. Levantemos nuestro corazón junto con las palmas de nuestras manos a Dios en los cielos: ‘Nosotros mismos hemos transgredido, y nos hemos portado rebeldemente’”. (Lamentaciones 3:40-42.)

En efecto, no era tiempo para quejarse. Era un tiempo para que examinaran cuidadosamente sus caminos, su derrotero en la vida o conducta, y para considerar en lo que habían resultado. Más bien que continuar en sus propios caminos para perjuicio suyo, debían regresar a Jehová y obedecer sus mandatos. Las expresiones exteriores de arrepentimiento —el meramente levantar las palmas de las manos en oración— no era suficiente. Era necesario que se arrepintieran sinceramente de sus transgresiones.

Así que, cuando experimentemos sufrimiento, deberíamos examinar nuestro derrotero en la vida. ¿Nos hemos acarreado problemas nosotros mismos debido a que pasamos por alto la ley de Dios? Si así es, entonces no tenemos base para culpar al Altísimo. Más bien, deberíamos mostrar que nos hemos beneficiado de la dolorosa disciplina mediante abandonar el derrotero incorrecto y volvernos a Dios con arrepentimiento.

Si nos hemos esforzado por llevar una vida recta y aun experimentamos aflicción, no debemos olvidar que Dios no aprueba lo que los inicuos quizás nos hagan. Mientras tanto, deberíamos someternos humildemente a nuestras pruebas, esperando con paciencia y sin quejarnos hasta que Jehová Dios traiga alivio. Nos beneficiaremos si ponemos en práctica el consejo de la Palabra de Dios cuando nos encaremos al sufrimiento.

Jeremías, compositor de Lamentaciones, podía escribir sobre el sufrimiento por experiencia propia. Aprendamos a ser pacientes, a aguantar y a depender completamente de Jehová. Nunca imitemos el proceder odioso del hombre opresivo, sino continuemos siendo bondadosos y compasivos para con nuestro semejante.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 15 de Febrero de 1987. Lea el folleto: "La Biblia y su mensaje". Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.

jueves, 28 de agosto de 2014

¿Tiene usted una mente inquisitiva?

LA CURIOSIDAD es el “deseo de saber”. Una curiosidad intensa hace que uno anhele aprender, adquirir información sobre las cosas. Jehová implantó este anhelo en nosotros, y casi desde el momento en que nacemos sentimos el impulso de explorar el mundo que nos rodea. Nuestra existencia misma es un proceso de aprendizaje interminable. Si hemos de alcanzar la madurez y ser adultos bien adaptados, necesitamos satisfacer nuestra curiosidad, nuestro deseo de adquirir entendimiento.

Esto es especialmente cierto a nivel espiritual. Nuestras perspectivas de vida eterna dependen de lo que aprendamos acerca de Jehová Dios. (Juan 17:3.) La Biblia nos dice que él desea que inquiramos acerca de él, que ‘busquemos a tientas y verdaderamente lo hallemos’. (Hechos 17:23, 24, 27.) Si reprimimos nuestra curiosidad o no dejamos que se desarrolle, nuestro progreso será muy lento. De hecho, una falta de interés en los asuntos espirituales puede traernos la muerte. (Salmo 119:33, 34; Oseas 4:6.)

Por consiguiente, desde tiempos antiguos al pueblo de Jehová siempre se le enfatizó la necesidad de recibir instrucción y conocimiento con el fin de satisfacer el deseo correcto de aprender. (Deuteronomio 6:6, 7; 31:12; 2 Crónicas 17:9.) Jesús, el Mesías, fue el maestro más grande que ha habido en la Tierra. (Mateo 9:35.) Sus discípulos siguieron su ejemplo.

Aun encarándose a la oposición, ‘continuaron sin cesar enseñando y declarando las buenas nuevas’. (Hechos 5:42.) Su enseñar estimuló interés en las mentes inquisitivas. Muchas personas fueron como los habitantes de Berea, que respondieron ‘con suma prontitud de ánimo, y examinaron con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas eran así’. (Hechos 17:11.)

De manera similar, muchas actividades de la congregación cristiana de tiempos modernos se centran en enseñar. Así, la congregación cumple con uno de los propósitos principales de su existencia, a saber, la promoción y satisfacción del deseo de aprender tocante a Jehová y sus propósitos. Esta clase de curiosidad es sana y provechosa.

Los límites apropiados de la curiosidad
No obstante, algunas veces a los niños hay que protegerlos contra su propia curiosidad. Cuando un infante trata de tocar algo caliente o, por curiosidad, se lleva algún objeto de cristal a la boca para ver a qué sabe, puede hacerse daño. En estos casos no entorpecemos su crecimiento cuando impedimos que satisfaga su curiosidad.

Para cuando los hijos tienen más edad, de nuevo su curiosidad puede meterlos en aprietos. Un joven adolescente puede sentir mucha curiosidad por el contenido de una revista pornográfica. O puede ser que una joven adolescente, por curiosidad, experimente con el uso del tabaco u otras drogas. Puede suceder que un grupo de jóvenes se junte para tomar cerveza en demasía y emborracharse, ¡solo para ver qué se siente! De nuevo, no estamos restringiendo el desarrollo natural del adolescente cuando desanimamos esta clase de curiosidad.

¿Existen áreas en las que la curiosidad de un cristiano maduro pudiera meterlo en problemas? Sí; de seguro. Pablo le aconsejó a Timoteo que se cuidara de las personas que se aprovechan de la curiosidad del cristiano en un esfuerzo por subvertir su fe. “Oh Timoteo —dijo Pablo—, guarda lo que ha sido depositado a tu cuidado, apartándote de las vanas palabrerías que violan lo que es santo, y de las contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento’. Por ostentar tal conocimiento algunos se han desviado de la fe.” (1 Timoteo 6:20, 21.)

En su segunda carta a Timoteo, Pablo añadió esta advertencia: “Estos mismos se han desviado de la verdad, diciendo que la resurrección ya ha sucedido; y están subvirtiendo la fe de algunos”. (2 Timoteo 2:18.) ¿Puede usted imaginarse la curiosidad que despertarían expresiones como aquella? Personas incautas quizás se preguntaron: ‘¿Qué querrán decir estos hombres? ¿Cómo pueden decir que la resurrección ha acontecido?’. Intrigados, quizás les escucharon. ¿Con qué resultado? La fe de algunos fue subvertida. El escuchar habla de aquella clase por curiosidad era peligroso, tal como lo es experimentar con drogas o con la pornografía.

¿Significa esto que los cristianos son de mentalidad estrecha, que no están dispuestos a escuchar las opiniones de otras personas? No, ese no es el punto. Más bien, a los cristianos se les aconseja que eviten exponer la mente a cosas que más adelante pueden causarles daño. ¡Solo imagínese lo diferente que hubiera sido la historia si Eva hubiera rehusado complacer su curiosidad como lo hizo al escuchar las palabras engañosas de Satanás el Diablo! (Génesis 3:1-6.)

El apóstol Pablo previno a los ancianos de Éfeso acerca de los “lobos” que, manifestando el mismo espíritu de Satanás respecto a Eva, ‘hablarían cosas aviesas para arrastrar a los discípulos tras de sí’. (Hechos 20:29, 30.) Estos usan “palabras fingidas” con el propósito de ‘explotarnos’. Estas palabras comunican ideas que son venenosas para la espiritualidad del cristiano. (2 Pedro 2:3.)

Si usted supiera que cierta bebida era venenosa, ¿la bebería por curiosidad para probar a qué sabe, o para ver si su cuerpo sería lo suficientemente fuerte para resistir el veneno? ¡Por supuesto que no! De igual modo, ¿es sensato exponer su mente a palabras que tienen el propósito de engañarlo y alejarlo de la verdad? ¡Difícilmente!

Cuídese de las filosofías mundanas
La curiosidad también puede hacernos daño si nos conduce a investigar las filosofías mundanas. La filosofía se define como “los esfuerzos humanos por comprender e interpretar por el razonamiento y la especulación la entera experiencia humana, las causas y principios fundamentales de la realidad”.

Sin embargo, en el fondo las personas que proponen filosofías humanas terminan pareciéndose a los que “siempre están aprendiendo y, sin embargo, nunca pueden llegar a un conocimiento exacto de la verdad”. (2 Timoteo 3:7.) Su fracaso se debe a una falla fundamental: Cifran su confianza en la sabiduría humana más bien que en la sabiduría que viene de Dios.

Esta falla la expuso con franqueza el apóstol Pablo. Él habló a los corintios acerca de “la sabiduría de este mundo”, la cual es “necedad para con Dios”. (1 Corintios 3:19.) También previno a los romanos en contra de los que eran “casquivanos en sus razonamientos”. (Romanos 1:21, 22.)

Jehová es la fuente de todo lo que tenemos. Con toda razón recurrimos a él para obtener “conocimiento exacto y pleno discernimiento” y para que nos revele “las cosas profundas de Dios”. (Filipenses 1:9; 1 Corintios 2:10.) La fuente principal de la sabiduría que viene de Dios es su Palabra, la Biblia.

Puesto que las filosofías humanas hacen caso omiso de la Palabra de Dios, nunca deberíamos subestimar el peligro que presentan. El pensar filosófico moderno ha seducido a muchos maestros de la cristiandad y los ha llevado a aceptar la doctrina de la evolución. Hasta dejan de creer que la Biblia es inspirada —al aceptar los estudios críticos contra ella— en un esfuerzo por obtener respetabilidad intelectual.

Las filosofías políticas y sociales que hacen hincapié en la libertad personal han producido una epidemia de abortos, inmoralidad sexual, abuso de drogas y otras prácticas destructivas. Hoy el pensar materialista conduce a la mayoría de la gente a medir la felicidad y la prosperidad en la vida por las posesiones materiales.
Todas estas filosofías representan esfuerzos por resolver los problemas o buscar la felicidad mediante el razonamiento humano sin la ayuda de Dios.

Todas pasan por alto la verdad básica que Jeremías reconoció: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. (Jeremías 10:23.) Nuestra felicidad y nuestra salvación dependen de nuestra obediencia a Jehová y de que confiemos en él.

Por lo tanto, es el proceder sensato resistir la tentación de dar rienda suelta a nuestra curiosidad y exponer nuestra mente a las ideas humanas que pueden corromper nuestro pensar y con el tiempo dejarnos confusos y perdidos entre los que no tienen esperanza.

La curiosidad tocante al fin que se aproxima
Desde que Jehová reveló en Edén que tenía el propósito de eliminar los efectos malignos de la rebelión de Satanás, Sus siervos fieles siempre han tenido viva curiosidad por saber cómo se desenvolvería el propósito divino. Pues, ¡hasta los ángeles han tenido curiosidad en cuanto a esto! (1 Pedro 1:12.)

En los días de Jesús, muchas personas estuvieron intensamente interesadas en saber con exactitud cuándo vendría el Reino. Sin embargo, varias veces Jesús les dijo que no era la voluntad de Jehová que ellos lo supieran. (Mateo 25:13; Marcos 13:32; Hechos 1:6, 7.) Todo intento de fijar una fecha exacta sería inútil. En vez de eso, él les dio la sabia exhortación de que prestaran atención a sus responsabilidades cristianas y mantuvieran día tras día un sentido de urgencia. (Lucas 21:34-36.)

En la actualidad, los acontecimientos mundiales proporcionan evidencia contundente de que el fin está cerca, y abunda la curiosidad por saber la fecha en que ocurrirá. Probablemente ciertos desenvolvimientos convencieron a algunos de que habían descubierto el día y la hora. Cuando sus esperanzas no se materializaron, se sintieron muy angustiados, quizás hasta el punto de desistir de servir a Dios. Es mucho mejor dejar este asunto en las manos de Jehová, confiando en que él traerá el fin al tiempo debido. Se nos ha provisto todo lo que necesitamos para estar listos.

Se necesita equilibrio
Así, pues, al igual que muchas otras cosas de la vida, nuestra curiosidad puede ser una bendición o una maldición. Dirigida debidamente, puede revelar inestimables gemas de conocimiento que traen gozo y consuelo. Una curiosidad sana por aprender acerca del Creador, su voluntad y sus propósitos puede ser profundamente satisfaciente y provechosa.

Una curiosidad desenfrenada y mórbida puede atraernos hacia un pantano de especulación y teorías humanas donde la fe genuina y la devoción piadosa no pueden sobrevivir. Por lo tanto, cuando nuestra curiosidad amenaza con conducirnos a algún proceder o pensamiento de cuestionable provecho, ‘guardémonos para que no vayamos a ser llevados [...] y caigamos de nuestra propia constancia’. (2 Pedro 3:17.)

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 15 de Febrero de 1987. Lea el folleto: "Escuche a Dios y vivirá para siempre". Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Las costumbres, o los principios bíblicos ¿cuáles rigen su vida?

CIERTO japonés que visitaba un país asiático quedó escandalizado por lo que vio. Su anfitrión, utilizando sus propios palillos de comer, rebuscó en la bandeja que contenía la carne, seleccionó un buen pedazo, y entonces lo colocó en el tazón de arroz de su huésped. En Japón, esto se consideraría malos modales. Nadie usaría sus propios palillos de comer para sacar comida del plato del cual todos se sirven, a menos que primero los invirtiera de manera que la parte que se coloca en la boca no tocara la comida. Sin embargo, el anfitrión solo trataba de mostrarle honra a su huésped, más bien que de ofenderlo. ¡Lo que era inconcebible en Japón era un gesto de respeto en este país!

¡Cuánto varían las costumbres! ¡Qué insignificantes son muchas de ellas! ¿Y quién puede decir cuáles son las mejores? No obstante, algunas costumbres se basan en supersticiones o en enseñanzas falsas. Para las personas cuya conciencia ha sido educada por la Biblia, tales costumbres claramente han de evitarse. ¿Qué puede ayudarle a alguien que desea agradar a Dios a determinar qué costumbres puede observar y hasta qué grado? El seguir los principios bíblicos, pues el cristiano acepta la Biblia como la norma que se debe seguir, prescindiendo de dónde viva.

La aplicación de los principios bíblicos
Se ha demostrado ampliamente que en realidad la Palabra de Dios obra con gran poder en el corazón de la persona humilde y pone la vida de esta en armonía cada vez más estrecha con la voluntad de Dios. El apóstol Pablo dijo que los cristianos de Tesalónica recibieron la Palabra de Dios “como lo que verdaderamente es, como la palabra de Dios, la cual también está obrando en ustedes los creyentes”. (1 Tesalonicenses 2:13.)

Esa Palabra es tan poderosa que, tal como señala 1 Corintios 6:9-11, hizo que muchos de la antigua Corinto —ciudad conocida por su libertinaje— abandonaran su modo de vivir anterior lleno de robos, fornicación, borrachera y homosexualidad. ¿Está obrando también en usted la Palabra de Dios? ¿Rigen en su vida los principios de ella al grado máximo, capacitándole para discernir qué hacer cuando se encara a ciertas costumbres locales?

A veces es obvio que una costumbre está directamente en conflicto con los principios bíblicos. En tales casos, la persona que conozca las normas de Jehová y desee agradarle evitará dichas costumbres. Por ejemplo, puede que la costumbre sea la de quemar incienso en un funeral para apaciguar al fallecido o a su “alma difunta”, o para darle una buena despedida y alegrar su “alma”. O tal vez se hagan en miniatura casas, aparatos de televisión, automóviles, y otras cosas así, con el fin de quemarlos y proporcionar satisfacción al difunto en el mundo de los espíritus.

Sin embargo, el cristiano que cree en la declaración bíblica de que los muertos “no están conscientes de nada en absoluto” sabe que tales prácticas se basan en creencias falsas y, por lo tanto, las evita. (Eclesiastés 9:5, 10; Salmo 146:4.)
No obstante, cuando una costumbre no viola directamente los principios bíblicos, sino que sencillamente dificulta servir de lleno a Jehová Dios, es más difícil definir los límites y mostrar que los principios bíblicos rigen en la vida de uno.

Existen costumbres muy diseminadas que pueden afectar la relación de uno con Jehová, y entre ellas figuran: la alta estima en que se tiene la educación académica y una vida próspera, la sujeción a los padres durante toda la vida, y el que estos sean quienes escojan al futuro cónyuge de sus hijos. ¿Cómo pueden aplicarse los principios bíblicos en estas situaciones?

El seguir los principios bíblicos, el mejor camino
“¡KUNGSHI, kungshi fa tsai!” (¡Felicidades y que llegue a ser rico!) Este saludo chino que se acostumbra dar durante el Año Nuevo da énfasis a la prosperidad material que es tan común en el mundo. Cuando uno procura capacitarse para hacerse rico, puede que sus estudios académicos casi lleguen al punto de convertirse en objeto de adoración. En muchos países orientales la preocupación principal de los padres es, por lo general, matricular a sus hijos en la mejor escuela de párvulos para que así puedan entrar en la mejor escuela primaria, el mejor colegio de enseñanza superior y la mejor universidad. De manera similar, en el Occidente muchas personas se ocupan en la búsqueda de la opulencia y la vida fácil que esta proporciona.

¿Qué comparación existe entre la costumbre de estar ocupado en una búsqueda de índole materialista y los principios bíblicos? “Los que están resueltos a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y dañinos, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina”, advierte el apóstol Pablo. Él continúa diciendo: “Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y, procurando realizar este amor, algunos han sido descarriados de la fe y se han acribillado con muchos dolores”. (1 Timoteo 6:9, 10.)

Señalando a un hecho que con tanta frecuencia es evidente cuando la gente tiene como objetivo principal en su vida metas materialistas, Eclesiastés 5:10 declara: “Un simple amador de la plata no estará satisfecho con plata, ni ningún amador de la riqueza con los ingresos. Esto también es vanidad”.

¡Con cuánta frecuencia se ve a un esposo y una esposa trabajar arduamente para obtener todos los lujos que ofrece la vida solo para encontrarse tan ocupados que nunca están en el hogar para disfrutar de sus posesiones! Por contraste, antes de darle a Timoteo la mencionada advertencia, Pablo declaró: “Ciertamente es un medio de gran ganancia, esta devoción piadosa junto con autosuficiencia. Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas”. (1 Timoteo 6:6, 8.) Además, Proverbios 28:20 agrega: “El hombre de actos fieles recibirá muchas bendiciones, pero el que está apresurándose a ganar riquezas no permanecerá inocente”.

¡Qué trágico es ver a personas, que de otra manera serían amistosas y hospitalarias, sacrificar los elevados principios de la honradez, la dignidad y la ética en sus esfuerzos por acumular más y más riquezas!
Dentro del círculo de la familia

Es la costumbre de algunos pueblos y tribus el esperar que sus hijos —especialmente las hijas, quienes con el tiempo saldrán del hogar para casarse— vayan a trabajar y envíen una mensualidad a casa para demostrar su piedad filial y pagar a sus padres por haberlos criado. Por ejemplo, en una familia de testigos de Jehová, la hija dijo a sus padres que le gustaría mudarse a una ciudad con el fin de hacerse precursora (ministra de tiempo completo). ¡Imagínese el desaliento que sintió cuando sus padres le dijeron que ellos querían que fuera a trabajar para que enviara a casa una mensualidad con el fin de ayudarlos! No, no es que ellos estuvieran en necesidad financiera.

De modo que el principio de que los hijos deben cuidar de sus padres cuando estos son ancianos, están enfermos o necesitados no aplicaba en este caso. (Mateo 15:4-6; 1 Timoteo 5:8.) Era sencillamente un asunto de que es costumbre en su tribu que los hijos ayuden a enriquecer a la familia. Aunque usualmente eso es necesario debido a la falta de provisiones, esta costumbre se estaba siguiendo solo para guardar las apariencias ante la comunidad o por estar infectada con el deseo de hoy en día de “fa tsai”.

Al consultar el padre con un anciano cristiano, se le animó a que leyera varios textos bíblicos antes de tomar una decisión. Entre los textos que se le señalaron estuvo 2 Corintios 12:14, donde Pablo declara este principio: “Porque los hijos no deben ahorrar para los padres, sino los padres para los hijos”. Después de considerar este principio bíblico y otros, los padres de la joven tomaron su decisión. ¡Qué encantada estaba la hija cuando se le dio permiso —y hasta alguna ayuda financiera— para hacerse precursora regular!

La sujeción, ¿hasta qué grado?
Otro terreno en que las costumbres locales y actitudes corrientes a menudo chocan con los principios bíblicos es el de la sujeción. En algunos países es la costumbre exigir de los hijos sujeción absoluta a los padres y otras autoridades en todos los aspectos de la vida. No es poco común en tales lugares que hombres de 40 años o hasta de más edad rehúsen leer cualquier literatura de una religión diferente a la de sus padres y tomar cualquier decisión importante sin primero consultar con sus padres por temor a desagradarlos. No obstante, en tales países se está haciendo cada vez más común que los jóvenes se rebelen contra sus padres.

La Biblia, con su punto de vista equilibrado, nos ayuda a evitar estos dos extremos. El principio de la sujeción relativa a las autoridades humanas se declara claramente en Hechos 4:19 y 5:29. Nótese también cómo Pablo anima a los hijos a ser obedientes a los padres, y no obstante, muestra que esto tiene algunas limitaciones al decir: “Hijos, sean obedientes a sus padres en unión con el Señor, porque esto es justo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’; que es el primer mandato con promesa”. (Efesios 6:1-3.)

Otro principio bíblico que afectará el grado de la sujeción de uno a los padres es la sujeción de la esposa a su esposo. “Que las esposas estén en sujeción a sus esposos como al Señor, porque el esposo es cabeza de la esposa”, escribió el apóstol Pablo. Él, entonces, amplió este principio recordando lo que Jehová dijo tras haber unido en matrimonio a la primera pareja humana: “Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su esposa, y los dos llegarán a ser una sola carne”. (Efesios 5:22-31.)

No obstante, ¿qué hay de la costumbre que existe en muchos países de que el hijo se quede viviendo en el hogar de sus padres después de haber contraído nupcias? La Biblia indica que, por lo menos en los tiempos precristianos, los adoradores de Jehová hacían esto con frecuencia. En tales circunstancias, el padre de la casa permanecía como el cabeza patriarcal de la familia, pero cada esposa habría de sujetarse a su propio esposo.

En algunos países, no obstante, frecuentemente la suegra termina siendo cabeza de la nuera. Esto le dificulta más al hijo poner en práctica el principio de la jefatura de esposo, y a la esposa el estar verdaderamente en sujeción a su esposo. No obstante, el hijo tendrá que equilibrar el respeto que tiene a sus padres con la necesidad de ser el cabeza de su propio hogar, si ha de tener a Jehová como la tercera hebra de la simbólica ‘cuerda triple que no puede ser rota fácilmente en dos’. (Eclesiastés 4:12.)

En algunos países se presenta una situación aun más dificultosa cuando un hombre se casa con una mujer en cuya familia no hay un heredero varón. El siguiente caso es típico de la situación difícil en que se encuentran muchos de esos hombres cuando más adelante en su vida aprenden los principios bíblicos y tratan de aplicarlos. Un joven católico se casó con una muchacha que venía de una familia católica. Desde el mismo principio se dio cuenta de que la familia de ella lo miraba despectivamente y de que lo consideraba poco más que un obrero sin paga de quien se esperaba que engendrara hijos para que el nombre de la familia se perpetuara.

Tal como es la costumbre en ese sistema social, él tenía que renunciar a su propio nombre y permitir que a sus hijos se les considerara como los herederos de la propiedad de la familia materna. Cuando este hombre aprendió el principio de la jefatura en la familia y trató de aplicarlo, su esposa respondió como el resto de la familia de ella: ‘¡No trajiste nada a esta familia, así que no tienes voz alguna tocante a cómo se harán las cosas!’.

Aunque no todos los matrimonios llegan a ese extremo, se puede ver con facilidad que en los lugares donde esa costumbre es común y se espera la sujeción del esposo, se suscitarán problemas al aplicarse los principios bíblicos respecto a la jefatura. Se le dificulta mucho a un esposo cristiano ejercer su jefatura amorosa sobre su propia familia e igualmente se le dificulta a la esposa estar en sujeción a su esposo con “profundo respeto” más bien que en sujeción a sus padres bajo cuyo techo probablemente continúan viviendo. (Efesios 5:33.)

Otro ejemplo de cómo los principios bíblicos pueden chocar con las costumbres locales tiene que ver con el que los padres decidan con quién se han de casar sus hijos. Para los hijos cristianos que tienen padres incrédulos esto, por lo general, presenta un verdadero problema, pues los padres creen que han fracasado si sus hijos no están casados para cierta edad. De modo que una gran presión, incluso palizas, se ejerce para obligar a los hijos, y especialmente a las hijas, a casarse. Cuando escasean los cristianos disponibles para casarse, los padres incrédulos harán casi cualquier cosa por preparar un casamiento para su hijo o hija; pero el cristiano recordará el principio de casarse “solo en el Señor”. (1 Corintios 7:39; Deuteronomio 7:3, 4.)

Los beneficios de obedecer los principios bíblicos
La sobresaliente belleza de los principios bíblicos es que pueden traer mejoras a la vida de cualquier persona que desee aplicarlos, prescindiendo del lugar donde viva. Estos son consecuentes y unen a las familias. Hacen que las personas sean más honradas y que lleguen a ser mejores esposos y padres, mejores esposas y madres, mejores hijos, mejores empleados. Estas personas pueden sobreponerse a los problemas causados por las costumbres locales conflictivas y equilibrar la aplicación de esas costumbres que, aunque no van directamente en contra de lo que es la voluntad de Dios para el hombre, dificultan más el amoldarse a esa voluntad de Él. ¿Cómo puede lograrse eso?

En primer lugar, al igual que los cristianos de Tesalónica, es necesario que usted acepte el hecho de que la Biblia es realmente “la palabra de Dios”. Esto significa reconocer que ella es verdaderamente sabiduría de la Fuente más elevada. Segundo, usted tiene que esforzarse por aprender lo que la “palabra de Dios” dice para su bien. Aprenda a aislar los principios y las leyes de Dios a medida que lee y estudia la Biblia. El tercer paso consiste en dejar que esa palabra ‘obre en usted’. (1 Tesalonicenses 2:13.)

Esto implica tener una asociación estrecha con las congregaciones del pueblo de Dios que ahora existen en más de 200 países e islas del mar. Es esto precisamente lo que ha hecho de la hermandad mundial de los testigos de Jehová una hermandad de obras y no solo de nombre.

Ante todo, el pueblo de Jehová se interesa por estar unido con Dios, permitiendo que los principios bíblicos rijan en su vida. ¿Con qué resultados? Una verdadera unidad duradera con otras personas que también están en unión con Dios, así como paz mental que lo sostiene a uno en las situaciones que se presentan en el actual sistema de cosas. (Filipenses 4:6, 7.) Tal unidad y relación estrecha con Dios y con otros es una ayuda positiva para mejorar la calidad de la vida ahora y da la promesa de vida eterna en el nuevo y justo sistema donde todas las cosas al fin se pondrán completamente bajo sujeción a la voluntad de Dios. (1 Timoteo 4:8; 1 Corintios 15:28.)

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Febrero de 1987. Lea el interesante tema: ¿Cómo nos ayudan los principios bíblicos?. Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.

martes, 26 de agosto de 2014

Mateo proclama: ¡Ha venido el Mesías!

¿Cuales fueron los acontecimientos más importantes que jamás hayan tenido lugar en la historia de la humanidad? Sin la más leve sombra de duda, éstos fueron el nacimiento, el ministerio, la muerte, la resurrección y la ascensión al cielo de Jesucristo, el hijo de Dios.

Fiel al principio divino de que ‘por boca de dos o tres testigos todo asunto tiene que ser establecido,’ Jehová Dios se encargó de que se registraran cuatro relatos acerca de la vida de Jesucristo para probar la veracidad de estos acontecimientos. (Deuteronomio 17:6; 2 Corintios 13:1) Las cuatro personas que Él utilizó para esto fueron Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Se ha comentado correctamente que cada uno de estos cuatro escritores tiene su propio tema al escribir, su propio propósito, refleja su propia personalidad y tiene en mente a sus lectores inmediatos.

Se sabe poco acerca de Mateo, el primero de los escritores. Sin embargo, podemos llegar a la conclusión de que fue un hombre modesto, porque solamente en su relato se menciona que él había sido un despreciado recaudador de impuestos. (Mateo 9:9) ¡Y con razón se despreciaba a los recaudadores de impuestos! ¡En primer lugar, ellos representaban el yugo romano donde más dolía, en el bolsillo!

Aún más, eran notorios por abusar de sus privilegios hasta el grado de ser concusionarios. Las palabras del recaudador de impuestos, Zaqueo, indican esto. Después que Jesús había venido al hogar de Zaqueo, éste cambió su disposición de corazón, pues dijo: “Todo cuanto le arranqué a persona alguna por acusación falsa le devuelvo el cuádruplo.” (Lucas 19:8) Pero parece que puede haber poca duda en cuanto a la honradez de Mateo como agente de rentas públicas; si no Jesús no le hubiese invitado enseguida a dejar su trabajo para que fuera Su seguidor.

Desde el tiempo de la desobediencia de Adán en el Edén, Jehová Dios había predicho, por medio de una frase enigmática, la venida del Mesías, llamándolo la “descendencia” de la mujer. Ya en el tiempo del rey David, se llamó al que habría de venir, el “ungido” de Dios. El profeta Daniel, en particular, predijo la venida del Mesías. (Génesis 3:15; 22:17, 18; Salmo 2:2; Daniel 9:24-27) Que el Mesías por tanto tiempo esperado por fin hubiese venido verdaderamente fue una noticia tan emocionante que Mateo no perdió tiempo en proclamarla por medio de su Evangelio. De acuerdo con los mejores datos disponibles, parece que él bien pudo haber escrito su relato en fecha tan temprana como para el 41 E.C.

Características del evangelio
Se puede ver muy claramente que Mateo se proponía que el relato de su Evangelio sirviera como un puente entre los acontecimientos registrados en las Escrituras Hebreas y aquellos que tienen que ver con la vida del Mesías. Según el testimonio de historiadores de la iglesia primitiva, Mateo primero escribió su Evangelio en hebreo y más tarde hizo una copia en griego. En apoyo de este punto de vista está el hecho de que todas sus citas de las Escrituras más antiguas no son citas tomadas de la Versión de los Setenta en griego, como hacen a menudo los otros escritores de los Evangelios, sino del texto hebreo.

En armonía con su tema, a saber, que Jesucristo verdaderamente era el Mesías prometido, Mateo, en más ocasiones que los demás escritores, muestra cómo la vida y las obras de Jesús cumplieron la profecía bíblica. (Compare Mateo 8:16, 17 con Marcos 1:34 y Lucas 4:40.) Además, Mateo dio más énfasis que cualquiera de los otros escritores de los Evangelios al tema del “reino de los cielos,” razón por la cual se ha llamado a su Evangelio el “Evangelio del Reino.”—Mateo 4:17; 5:3; 11:12; 22:2.

Por su escrito se puede ver claramente que Mateo había sido un recaudador de impuestos. En primer lugar, él apreciaba intensamente la gran bondad inmerecida que se le confirió como recaudador de impuestos que llegó a ser un apóstol del Mesías. Así hallamos que él es el único que registra el que Jesús diera énfasis al hecho de que se requiere misericordia y no simplemente sacrificios. Es interesante ver que solamente Mateo nos brinda las consoladoras palabras de Jesús que comienzan con la invitación: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré.”—Mateo 9:9-13; 11:28-30; 12:7; 18:21-35.
El que Mateo haya sido un recaudador de impuestos también se hace patente por la atención que da a las cifras. Él es el único que nos dice que Judas traicionó a Jesús por 30 piezas de plata. (Mateo 26:15) Además, en los pasajes donde otros escritores mencionan solamente una cosa o ponen las cosas en singular, Mateo es más específico y menciona dos cosas o las pone en plural. (Compare Mateo 4:3; 8:28; 20:29, 30 con Marcos 5:2; 10:46, 47; Lucas 4:3; 8:27; 18:35-38.) De hecho, parece que Mateo era aficionado a los números. Por eso en el capítulo seis encontramos que él alista siete peticiones en la Oración Modelo (comparado con las cinco que menciona Lucas), siete parábolas en el capítulo 13, y en el capítulo 23, siete ayes que Jesucristo pronunció contra el clero judío de su día. Y Mateo desglosa la genealogía de Jesús en tres grupos de 14 nombres cada uno.—Mateo 1:1-17.

Los rasgos distintivos del Evangelio de Mateo también se hacen patentes cuando notamos como su relato complementa el de Lucas. Pero esto es de esperar si tomamos en consideración que el modo de pensar de un recaudador de impuestos es diferente al de un médico. Tampoco podemos pasar por alto el papel que desempeñó en este asunto el espíritu santo. Además, Mateo estaba escribiendo para convencer a los judíos fieles de que Jesús era el Mesías por tanto tiempo esperado, mientras que Lucas presenta a Jesús como el Salvador de toda la humanidad.

Por eso, al registrar la genealogía de Jesús, Mateo se remonta solamente hasta Abrahán a través de la línea de David, mientras que Lucas al registrarla se remonta hasta ‘Adán el hijo de Dios.’ (Mateo 1:1-16; Lucas 3:23-38) Evidentemente Mateo traza el linaje legal de Jesús por medio de Su padrastro José, mientras que Lucas la traza por medio del linaje natural de Su madre María. Mateo registra que un ángel se apareció a José, el padrastro de Jesús. Lucas nos relata que el ángel Gabriel se apareció a María, la madre de Jesús. Igualmente, Mateo nos habla de astrólogos que vinieron a visitar al niño Jesús, ‘el rey de los judíos,’ y que trajeron regalos costosos, mientras que Lucas nos habla de pastores humildes a quienes se les invitó a ver al Salvador recién nacido.

Mateo presenta al Mesías
Al registrar la vida de Jesús, Mateo no desperdició oportunidad de probar que Jesús en verdad era el Mesías prometido. ¿Cómo lo hizo? Por medio de remitir a las Escrituras Hebreas unas 100 veces para apoyar su tema. Por ejemplo, al dar los detalles sobre el nacimiento de Jesús él recalca que el que Jesús naciera de una virgen judía fue en cumplimiento de la profecía. (Isaías 7:14; Mateo 1:21-23)

Cuando registra la huida de José y su familia para escapar del decreto homicida del rey Herodes, Mateo señala que esto sucedió así para que se cumpliera la escritura que dice: “De Egipto llamé a mi hijo.” (Oseas 11:1; Mateo 2:14, 15) La aflicción que sobrevino a causa de la orden de Herodes de matar, en Belén y sus distritos, a todos los varoncitos que tuvieran dos años de edad o menos, también se había predicho, como lo indica Mateo.—Jeremías 31:15; Mateo 2:16-18.

En los capítulos tres y cuatro Mateo presenta al precursor de Jesús, Juan el Bautizante, nos habla de cuando él bautizó a Jesús y de cómo Dios mismo hizo reconocimiento de que Jesús es Su Hijo. Entonces sigue la tentación triple a la que se sometió a Jesús en el desierto y el comienzo del ministerio de Jesús de predicar “el reino de los cielos se ha acercado,” a la vez que ejecuta muchos milagros de curación. Se muestra que la predicación de Jesús es otro cumplimiento de la profecía.—Isaías 9:1, 2; Mateo 4:13-17.

Aparte de lo que escribió en los últimos 10 capítulos, Mateo hace muy pocos esfuerzos por presentar los asuntos en orden cronológico. Puesto que el Sermón del Monte de Jesús contiene enseñanza tan sobresaliente, Mateo lo presenta inmediatamente después de informar acerca del comienzo del ministerio de Jesús, aunque en realidad éste fue pronunciado aproximadamente un año más tarde.

No hay duda de que éste es el sermón más sobresaliente que jamás se haya pronunciado, y Mateo es el que nos presenta el informe más completo de él. Este comienza con nueve ‘felicidades’ verdaderamente consoladoras para todos los amantes de la verdad y la justicia. De paso, sírvase notar que éstas son “felicidades,” y no “bienaventuranzas,” razón por la cual muchas traducciones modernas tales como la Nueva Biblia Española y la Versión Popular usan “dichosos” en lugar de “bienaventurados,” y el Nuevo Testamento de la Versión Popular usa “felices” tal como lo hace la Traducción del Nuevo Mundo.

El Sermón del Monte también contiene la Regla Áurea. En armonía con su tema, Mateo declara que Jesús no había venido para destruir la ley de Moisés sino para cumplirla y que en realidad la Regla Áurea es la síntesis de la Ley y los profetas.—Mateo 5:17; 7:12.


Parece que Mateo estaba especialmente impresionado por la enseñanza de Jesús. En comparación con los otros Evangelios, no solo es más extenso su relato del Sermón del Monte, sino que también lo son su informe respecto a la ocasión cuando Jesús envió a Sus 12 apóstoles (capítulo 10), su relato de las siete parábolas tocante al Reino (capítulo 13) y el registro del consejo que Jesús dio sobre lo necesario de mostrar misericordia, de estar dispuesto a perdonar “setenta y siete veces.”—Capítulo 18.

En los capítulos 8, 9, 11, 12 y 14-17, Mateo nos informa principalmente acerca de los muchos milagros que Jesucristo ejecutó, tales como el haber alimentado a 5.000 personas en una ocasión y a “cuatro mil varones, además de mujeres y niñitos en otra ocasión.” Estos capítulos también contienen las censuras de Jesús contra los caudillos religiosos judíos quienes eran inicuos voluntariosos, hipócritas, y que habían cometido el pecado imperdonable.

Además, en estos capítulos encontramos la confesión de Pedro “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” y la descripción de la transfiguración, en la cual Jehová Dios nuevamente dio testimonio de que Jesucristo en realidad es Su Hijo.—Mateo 16:16; 17:1-9.

Los días finales del ministerio de Jesús
Al considerar ahora los acontecimientos finales del ministerio de Jesús, hallamos que Mateo ha escrito las cosas en el orden en que sucedieron. La mayor parte de las cosas que Mateo había registrado previamente sucedieron en Galilea, pero ahora toca brevemente lo que tiene que ver con el ministerio posterior de Jesús en Perea.

Los opositores religiosos ponen a prueba a Jesús respecto al tema del divorcio, con la esperanza de confundirlo. Pero en lugar de eso, quedan desconcertados debido a la sabiduría y el conocimiento superior de las Escrituras que Jesús posee: La única razón válida para el divorcio es “la fornicación.” Un gobernante joven y rico muy pagado de sí mismo viene a Jesús y le pregunta qué tiene que hacer para obtener vida eterna, pero se retira con mucho menos estimación de su propia benignidad, ya que para él su riqueza era más importante que la vida eterna. El espíritu de competencia divide a los apóstoles, lo que hace que Jesús tenga que recordarles que él ‘no vino para que se le sirviera, sino para ministrar y para dar su alma en rescate en cambio por muchos.’—Mateo 19:1–20:34.

Durante la última semana de la vida de Jesús como hombre en la Tierra, cambia la escena a Betania y Jerusalén, y leemos de su entrada triunfal en esta última ciudad. Después de este acontecimiento Jesús va al templo y lo limpia por medio de expulsar a todos los estafadores religiosos. Luego, pronuncia una parábola acerca de los cultivadores que asesinaron a cierto heredero de una viña y así les hace saber a sus enemigos que él sabe lo que ellos tienen en mente.—Mateo 21:1-46.

Aunque en repetidas ocasiones han sido derrotados en discusiones previas con Jesús, los opositores religiosos tratan nuevamente de ponerlo en aprietos por medio de hacerle preguntas engañosas acerca de pagar el impopular impuesto romano, de la resurrección y sobre cuál es el más grande mandamiento. Él los silencia por medio de darles respuestas sabias basadas en las Escrituras. Entonces, Jesús aconseja a sus discípulos sobre la necesidad de ser humildes. También dirige censuras punzantes a sus opositores religiosos hipócritas, y pronuncia siete ayes. A causa de la oposición de ellos su casa se les dejaría abandonada.—Mateo 22:1–23:39.

Los comentarios que hicieron algunos de sus apóstoles en cuanto al esplendor del templo de Herodes proveen a Jesús la oportunidad de pronunciar su gran profecía concerniente al fin del sistema de cosas judío, y en cuanto a su regreso, su parusía, palabras que han tenido un cumplimiento sorprendente, especialmente desde 1914. Después, Jesús pronuncia tres parábolas que han tenido cumplimiento en nuestro día, la parábola de las vírgenes sabias y las necias, la de los talentos y la de las cabras y las ovejas.—Mateo 24:1–25:46.

Mateo es el único de los testigos oculares que procede a darnos la descripción de cómo Jesús instituyó la Cena del Señor en conmemoración de su muerte. Mateo prosigue y nos relata la experiencia de Jesús en Getsemaní, el arresto, el que Pedro lo negara, el juicio de Cristo, la vacilación de Pilato y el que éste se lavara las manos, y entonces, el que Jesús fuera fijado en el madero como rey de los judíos en medio de dos criminales en la colina conocida como el Calvario.—Mateo 26:1-75.

Cuando Jesús fue arrestado todos sus apóstoles huyeron, y ciertamente se sintieron muy desalentados de espíritu a causa del giro que tomaron los acontecimientos. Pero no por mucho tiempo. Al tercer día se enteran acerca de la resurrección de Jesús de entre los muertos. Después, sin lugar a duda poco antes de su ascensión al cielo, ellos se reúnen con Jesús en Galilea, donde él les da la comisión de despedida: “Por lo tanto vayan y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos . . . Y, ¡miren! estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas.”—Mateo 28:19, 20.

Es indiscutible, Mateo prueba la veracidad de su tema, que Jesús de Nazaret ciertamente es el Mesías, el Hijo de Dios. Mateo hace esto por medio de señalar a las muchas profecías que Jesús cumplió, a los milagros que Jesús ejecutó y a las verdades que Jesús enseñó. Indudablemente Mateo tenía una mente aguda y apreciativa, avivada por el espíritu santo de Dios. Puesto que el espíritu de Dios lo dirigió y le recordó las cosas que Jehová Dios deseaba que se registraran, él pudo escribir un registro extenso y poderoso sobre la vida de Jesús.

¡Cuán agradecidos podemos estar a JehováQue realmente lleguemos nosotros a familiarizarnos con el relato de modo que podamos vivir conforme a los principios que Jesús estableció y también dar a conocer a otros, en toda oportunidad que tengamos, las “buenas nuevas” Dios que, para registrar un relato del ministerio de Jesús tan fortalecedor de la fe, haya inspirado a un siervo suyo y seguidor de su Hijo que fuera tan humilde, honrado y desinteresado!

Que realmente lleguemos nosotros a familiarizarnos con el relato de modo que podamos vivir conforme a los principios que Jesús estableció y también dar a conocer a otros, en toda oportunidad que tengamos, las “buenas nuevas”
de que el Mesías que había sido prometido por tanto tiempo ha venido al tiempo señalado de Dios en cumplimiento de muchas profecías que se registraron en las Escrituras Hebreas.—Mateo 24:14.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Mayo de 1982. Lea el interesante artículo ¿Qué hará el reino por usted?. Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.

lunes, 25 de agosto de 2014

Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos.

Albert Einstein


“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”. Él le dijo: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente’. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a él, es este: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas”.

Mateo 22: 36 al 40

viernes, 22 de agosto de 2014

El Reino ¿es una realidad para usted?

“Mi reino no es parte de este mundo. Si mi reino fuera parte de este mundo, mis servidores habrían peleado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero, como es el caso, mi reino no es de esta fuente.”—Juan 18:36.

HACE más de 2.600 años Isaías, con vista profética, dijo lo siguiente respecto al asunto de gobierno y reino:

“Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; y el gobierno principesco vendrá a estar sobre su hombro. Y por nombre se le llamará Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. De la abundancia del gobierno principesco y de la paz no habrá fin, sobre el trono de David y sobre su reino a fin de establecerlo firmemente y sustentarlo por medio del derecho y por medio de la justicia, desde ahora en adelante y hasta tiempo indefinido. El mismísimo celo de Jehová de los ejércitos hará esto.” (Isa. 9:6, 7)

Siglos antes de que Isaías escribiera eso, nuestro Padre celestial habló figurativamente de este mismo reino y gobierno y de cómo entraría en acción. Encabezado por la ‘descendencia de Su mujer,’ habría de dar un golpe de muerte al archienemigo del gobierno del Reino.—Gén. 3:15.

El Creador del cielo y la Tierra no dejó que esa promesa original muriera. Años después, Jehová dijo a su amigo Abrahán:

“Ciertamente bendeciré a los que te bendigan, y al que invoque mal sobre ti lo maldeciré, y ciertamente se bendecirán por medio de ti todas las familias del suelo.” (Gén. 12:3)

La bendición para “todas las familias del suelo” se realizaría únicamente por medio del cumplimiento de aquella primera promesa, y Abrahán reconoció esto. Por eso, el apóstol cristiano Pablo informa:

“Por fe [Abrahán] residió como forastero en la tierra de la promesa como en tierra extranjera, y moró en tiendas con Isaac y Jacob, herederos con él de la mismísima promesa. Porque esperaba la ciudad [reino] que tiene fundamentos verdaderos, cuyo edificador y hacedor es Dios.” (Heb. 11:9, 10)

Abrahán estaba tan absorto en su esperanza en el gobierno de ese Reino que actuó como extranjero y como residente forastero, aunque estaba residiendo en la Tierra Prometida.

¿Qué punto de vista adoptamos nosotros personalmente acerca de este mundo? ¿Nos vemos como ‘extranjeros’ y ‘forasteros,’ aunque quizás estemos morando en la tierra de nuestro nacimiento con nuestra propia raza? ¿Nos consideran diferentes de otras personas los de nuestra comunidad? ¿Nos ven como personas separadas de las demás? Si no, ¿cuán fuerte es nuestra fe en el gobierno del Reino? ¿Estamos simplemente ‘entremezclándonos’ con nuestra comunidad, o somos amigos de Dios, como lo fue Abrahán?—Sant. 2:23.

Jehová mantuvo viva aquella esperanza dentro de Abrahán por medio de recordarle mucho más tarde:

“Seguramente te bendeciré y seguramente multiplicaré tu descendencia como las estrellas de los cielos y como los granos de arena que hay en la orilla del mar; y tu descendencia tomará posesión de la puerta de sus enemigos. Y por medio de tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra debido a que has escuchado mi voz.” (Gén. 22:17, 18)

En realidad, por medio de la misma “descendencia” que se menciona en Génesis 3:15 se bendecirían, no solo algunas, sino todas las naciones de la tierra. Sí, y también lo haría todo individuo de esas naciones, sin importar de qué raza fuera, ni si fuera rico o pobre, con tal que reconociera y confesara la importancia de aquella “descendencia.” En realidad, en conformidad con el resultado de las cosas, “todo el que ejerce fe en él no [será] destruido, sino que [tendrá] vida eterna.” Hay oportunidad para que muchos sean súbditos de ese gobierno, si ejercen fe.—Juan 3:16; Hech. 10:34, 35.

¿Cómo sabemos que Jesucristo fue verdaderamente aquella “descendencia” principal de Abrahán? Con franqueza sorprendente, Pablo dice: “Ahora bien, las promesas se hablaron a Abrahán y a su descendencia. No dice: ‘Y a descendencias,’ como si se tratara de muchos, sino como tratándose de uno solo: ‘Y a tu descendencia,’ que es Cristo.” (Gál. 3:16) Entonces, al escribir a los cristianos efesios, el apóstol señala a cómo Jehová maneja los asuntos respecto a la unificación de los discípulos de Jesús bajo Cristo, la prometida “Descendencia” y Rey, y a poner al resto de la humanidad en la Tierra en armonía con Dios mediante Su Hijo. Pablo escribió:

“Es según su beneplácito que él se propuso en sí mismo para una administración al límite cabal de los tiempos señalados, a saber, de reunir todas las cosas de nuevo en el Cristo, las cosas que están en los cielos y las cosas que están sobre la tierra.”—Efe. 1:8-10.

EL GOBIERNO DEL REINO LLEGA A SER LA CUESTIÓN
Antes de residir temporáneamente en la Tierra, “el Cristo” había actuado como la Palabra, Verbo (o Logos), el vocero de nuestro Padre celestial. (Juan 1:1) De modo que Jesús estaba enterado de las profecías registradas en Génesis 3:15 e Isaías 9:6, 7. Estaba al tanto de las palabras dirigidas a Abrahán. (Gén. 12:3; 22:17, 18) Adicionalmente, estaba consciente del hecho de que él sería el que cumpliría las maravillosas promesas relacionadas con la descendencia prometida y con el gobierno del Reino.

Durante la residencia temporal de Jesús en la Tierra y especialmente los tres años y medio de su ministerio, Jesús llamó atención al papel de rey que desempeñaría. De sus labios se oyeron tales expresiones como “el reino de Dios en medio de ustedes está” y “el reino de Dios se ha acercado.” Por medio de sus muchas ilustraciones y parábolas, Jesús llamó atención a ese reino.—Mat. 13:1-52; Mar. 1:14, 15; Luc. 17:21.

Como la persona designada para ser Rey, Jesús también hizo muchas cosas milagrosas. Por medio del poder del espíritu santo, anduvo sobre el agua. Dio vista a los ciegos y oído a los sordos. Jesús sanó a los enfermos y cojos, y devolvió la vida a los muertos. Si tal hombre estuviera hoy día ante un entrevistador de la televisión, ¡imagínese las preguntas que probablemente le dirigirían! ‘¿Es usted el hombre que anduvo sobre el agua? ¿Cómo pudo usted dar vista a los ciegos, oído a los sordos y vida a los muertos? ¿Cómo es posible eso?’ Bueno, cuando se halló ante el “entrevistador” Poncio Pilato, ¿qué hizo Jesucristo?

Sobresalientemente Jesús hizo del Reino la cuestión de importancia. Por decirlo así, Pilato siguió dócilmente a Cristo en esto al continuar con el tema del gobierno del reino y enfatizarlo. Por supuesto, Pilato no pudo hacer otra cosa, debido a la manera diestra en que Jesús manejó los asuntos en aquellas últimas horas de su vida terrestre. Tomemos nuestras Biblias y dirijámonos al capítulo 18, versículo 33, del Evangelio de Juan.

La primera pregunta que Pilato le dirigió a Jesús fue: “¿Eres tú el rey de los judíos?” De modo que, en la mente del gobernador romano, ya se había fijado el tema. Era precisamente el tema con el cual era necesario proseguir aquel día, porque cuando Pilato había preguntado a los judíos qué acusación presentaban contra Jesús, habían dicho: “A este hombre lo hallamos subvirtiendo a nuestra nación y prohibiendo pagar impuestos a César y diciendo que él mismo es Cristo, un rey.” Fue propio, pues, que Pilato preguntara a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”—Luc. 23:1-3.

Si usted hubiese estado en el lugar de Jesús y se le hubiese hecho la misma pregunta, ¿qué respuesta habría dado? En un esfuerzo por conseguir un juicio más ligero, y así posiblemente evitar una sentencia de muerte, ¿habría usted relatado todo lo que hubiera o no hubiera hecho? Para la mayoría de las personas, ése hubiese sido el modo normal de responder, pero no lo fue para Jesús. Él pudiera haber desviado a Pilato del tema del Reino. Pero el gobierno del Reino realmente era el punto en cuestión. A través de las décadas el Reino siempre ha sido la cuestión, y ahora, con el pueblo de Dios del día moderno, la cuestión todavía es el Reino. Lo fue durante la II Guerra Mundial en la Alemania nazi, la Italia fascista, los Estados Unidos, Australia, Canadá y otras partes de la Tierra.

La cuestión ha sido: ¿Qué gobierno es supremo en la vida de la persona?... ¿el del hombre, o el de Dios? En los últimos tiempos, también, la cuestión sigue siendo la misma, sea en Malawi, China, o en cualquier otro país. El principal punto en cuestión no es uno que tenga que ver con transfusiones de sangre ni con ninguna otra prohibición, sino que siempre la cuestión es al fin: ¿Qué gobierno es esencialmente superior en la vida de la persona?

Jesús no contestó directamente la pregunta que le hizo Pilato, sino que respondió:

“Mi reino no es parte de este mundo. Si mi reino fuera parte de este mundo, mis servidores habrían peleado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero, como es el caso, mi reino no es de esta fuente.”

Note que en su breve respuesta Jesús mencionó el Reino tres veces. Esto hizo que Pilato y todos los que estaban escuchando volvieran al tema del gobierno del Reino, puesto que Pilato entonces dijo: “Bueno, pues, ¿eres tú rey?” (Juan 18:36, 37) La escena ya se había fijado firmemente en aquel escenario dramático, y nadie podría pasar por alto la razón por la cual Cristo se hallaba sometido a juicio. Note la sucesión de acontecimientos. Jesús respondió y dijo:

“Tú mismo dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz.”—Juan 18:37.


A estas alturas Pilato dijo a los líderes religiosos y a la chusma judía: “No hallo ningún crimen en este hombre.” Sin embargo, la muchedumbre insistió y le dijo a Pilato que la enseñanza de Jesús acerca del Reino se había esparcido por toda Judea, empezando desde Galilea. En aquel tiempo Herodes Antipas era tetrarca de Galilea y aspiraba al puesto de rey de los judíos. Según el parecer de Pilato, ¿qué pudiera ser más apropiado que el confrontar a Jesús con Herodes, ya que Herodes estaba en Jerusalén en aquella ocasión?

De modo que envió a Jesús a Herodes, quien le interrogó extensamente con la esperanza de que Jesús ejecutara alguna señal. Pero Jesús, el Rey ungido de Jehová, no tuvo el menor deseo de rebajar su dignidad real simplemente para satisfacer la curiosidad de Herodes. Permaneció callado. Sintiéndose frustrado, Herodes, el aspirante a rey, se burló de la dignidad real de Jesús e hizo que sus soldados vistieran a Jesús con una prenda de vestir regia y lo envió de nuevo a Pilato.—Luc. 23:4-11.

Aunque Pilato se hizo amigo de Herodes desde aquel día, eso no benefició a Herodes de modo alguno. De paso, podemos notar el contraste entre el resultado final del asunto de la dignidad real en el caso de Herodes y el de Jesús. La historia relata que, algunos años después, el ambicioso Herodes, al ser incitado por su adúltera esposa, Herodías, fue a Roma y le pidió dignidad real, el puesto de rey, al emperador Calígula. Pero esto airó a César, quien desterró a Herodes a Galia.

Herodes perdió su puesto y también sus riquezas. Jesús, por su parte, había rehusado dejar que lo hicieran rey terrestre. Se había despojado de todo lo que pudiera haber poseído aquí en la Tierra. (Mat. 8:20; Juan 6:15) Se humilló, haciéndose completamente sumiso a la voluntad de Jehová. Le ocasionó gozo cumplir con aquella voluntad y hacer del reino celestial su meta. “Por el gozo que fue puesto delante de él” aguantó toda la indignidad y el tormento que le pudieron imponer sus enemigos, pues sabía que su integridad hasta la muerte lo capacitaría para la gloriosa dignidad real que le esperaba.—Heb. 12:2; Mat. 25:31.

De nuevo Jesús se halló delante de Pilato. Y de nuevo se destacó la cuestión del Reino, puesto que Pilato preguntó a la chusma judía: “¿Desean que les ponga en libertad al rey de los judíos?” Pero el asunto no terminó allí. Los soldados romanos captaron el tema de que había dignidad real y gobierno como cuestión. En burla, hicieron una corona de espinas y tomaron una prenda de vestir exterior de color púrpura y se las pusieron a Jesús. Lo abofetearon a la vez que lo llamaron rey de los judíos. (Juan 18:39-19:3)

No hay nada que indique que Jesús haya tratado de quitarse aquella corona de espinas. Esta permaneció sobre su cabeza, y eso sirvió para hacer resaltar la cuestión de que se trataba. Nadie había de quedar en dudas. Cuando Pilato sugirió a los judíos que ellos mismos tomaran a Jesús y lo fijaran en un madero, ellos, muy astutamente, pero con falsedad, enfocaron el asunto como una infracción de la autoridad gubernamental de Roma, diciendo: “Si pones en libertad a éste no eres amigo de César. Todo el que se hace rey habla contra César.”—Juan 19:12.

Parecía que Pilato estaba sirviendo para el propósito de Dios en aquel día, como Ciro el persa lo había hecho en el pasado. (Compare con Isaías 45:1-7.) Luego Pilato empezó a llevar los asuntos a su culminación al decir: “¡Miren! ¡Su rey!” Ante eso, los judíos insistieron en que Jesús fuera fijado al madero, por lo cual Pilato preguntó: “¿A su rey fijo en un madero?” ¿Cómo respondieron? “No tenemos más rey que César.” (Juan 19:14, 15) En esencia, estas personas mismas estaban testificando acerca de la cuestión por la cual Cristo estaba a punto de ser muerto, y no fue necesario que Jesús dijera una sola palabra. Por boca de la chusma el asunto se estaba enfatizando muy bien.

Finalmente el énfasis sobre la cuestión del gobierno del Reino resaltó cuando Pilato hizo que en el madero de tormento de Jesús se colocara un título escrito en hebreo, latín y griego. Todos los que estaban presentes allí aquel día podían leerlo y no quedarían en duda en cuanto a por qué había acontecido la ejecución en el madero. Este título decía: “Jesús el nazareno el rey de los judíos.” Cuando los sacerdotes principales de los judíos vieron el título, se indignaron y dijeron a Pilato: “No escribas ‘El rey de los judíos,’ sino que él dijo: ‘Soy rey de los judíos.’” No obstante, Pilato respondió: “Lo que he escrito, he escrito.”—Juan 19:19-22.

Los acontecimientos dramáticos de aquel día penoso deberían hacer muy claro a todos los cristianos en qué asunto debería estar concentrada su vida hoy día. Todo siervo dedicado de Jehová debería hacer un examen para determinar cuán real es el Reino para él o para ella ¿Nos vemos como súbditos futuros de ese gobierno? ¿Qué esfuerzos estamos haciendo como apoyadores del gobierno del Reino? ¿Cuán celosa es nuestra actividad en apoyo de ese gobierno? ¡‘Que el Señor esté con el espíritu que manifestemos’ al apoyar el Reino!—2 Tim. 4:22.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Septiembre de 1981. Los testigos de Jehová lo invitan a la asamblea regional: "Sigamos buscando primero el reino de Dios"

El médico Lucas efectúa la mejor obra

¿QUÉ opina usted sobre los médicos? En el transcurso de la historia la gente ha estimado a los médicos. El concepto que se tenía de los curanderos en las sociedades primitivas era tan elevado como el que se tiene de los médicos en las sociedades modernas. ¿A qué se debe tal aprecio?

Aunque las facultades recuperativas de nuestro cuerpo vencen unas tres cuartas partes de nuestras enfermedades sin necesidad de asistencia médica, médicos concienzudos a menudo inspiran confianza y seguridad, lo cual puede ser de gran ayuda en la recuperación del paciente. Además, los médicos han podido ayudarnos por el conocimiento que tienen de remedios eficaces y técnicas curativas. Por lo tanto, muchas personas admiran a los médicos porque desempeñan una labor excepcionalmente buena.

Pero la Biblia nos habla sobre cierto médico dedicado que cambió de profesión a fin de poder efectuar el bien a un grado todavía mayor. Nos puso el ejemplo de cómo nosotros podemos dedicar nuestra vida a hacer el bien.

Este hombre, Lucas, vivió en el primer siglo E.C. El apóstol cristiano Pablo, llamó a Lucas “el médico amado,” y como veremos, los escritos de Lucas dan testimonio de que él era doctor en medicina. (Colosenses 4:14) No obstante, es de notar que Lucas no se destacó por algún tratamiento que él diera a los enfermos y los lesionados. Más bien, sobresalió por lo que efectuó después de hacerse cristiano.

Aunque Lucas probablemente pudiera haberse quedado en una ciudad y ganar un buen salario como médico, prefirió pasar penalidades acompañando a Pablo en viajes misionales. Y más tarde, Lucas se dedicó a efectuar investigaciones y escribir un Evangelio que relata la vida y el ministerio de Jesús. “Evangelio” significa “buenas nuevas.”

Mediante sus esfuerzos por esparcir las buenas nuevas cristianas, que incluyó el escribir su Evangelio y el libro de Hechos de los Apóstoles, Lucas demostró que el bien que una persona puede lograr con obras cristianas supera hasta lo que un médico experimentado pudiera lograr al proveer alivio temporal de la enfermedad y el sufrimiento. Pudiéramos comprender mejor la buena labor que realizó Lucas si notamos algunos hechos relacionados con Lucas y su relato del Evangelio.

El hombre tras el libro
Algunos han afirmado que Lucas era gentil debido a su nombre griego, su estilo de escribir y el hecho de que en Colosenses 4:10-14 Pablo habla de “los circuncisos” y luego menciona a Lucas. No obstante, eso es meramente una interpretación que contradice lo que indica Romanos 3:1, 2. Allí leemos que Dios encomendó sus sagradas declaraciones formales a ‘los judíos.’ Así, puede que Lucas haya sido un judío de habla griega con un nombre griego.

La manera de escribir de Lucas confirma que él era una persona culta. Escribió en griego con un estilo puro y fluido. Sus oraciones son más elaboradas que las de los otros Evangelios, y emplea un vocabulario más amplio.

La introducción del Evangelio también refleja que Lucas era una persona versada e instruida. Comienza así: “Puesto que muchos han emprendido la recopilación de una declaración de los hechos que entre nosotros son plenamente acreditados, así como nos los entregaron los que desde el principio llegaron a ser testigos oculares . . . , resolví también, porque he investigado todas las cosas desde el comienzo con exactitud, escribírtelas en orden lógico . . . para que conozcas plenamente la certeza de las cosas que se te han enseñado oralmente.” (Lucas 1:1-4) Esta introducción se parece a las introducciones de la literatura griega clásica.

Aquí Lucas asegura a los lectores que él no se basa en rumores ni mera tradición oral. ¿Por qué da tal seguridad? Puesto que Lucas evidentemente no era discípulo de Jesús cuando Jesús estuvo en la Tierra, para preparar su Evangelio, Lucas tuvo que hacer cuidadosas investigaciones entre “testigos oculares.” Además, examinó documentos de la época en cuestión, “investigando todas las cosas desde el comienzo con exactitud.” Esto debería fortalecer nuestra confianza en los escritos de Lucas.

Pero, ¿cómo obtuvo Lucas la información minuciosa que contienen sus libros? En cierta parte del relato de los viajes de Pablo que se encuentra en el libro de los Hechos, el sujeto cambia de la tercera persona (“él,” “ellos”) a la primera persona (“nosotros”). De esto se puede ver que Lucas empezó a viajar con Pablo cuando éste hizo su segundo viaje misional. (Hechos 16:10) Es evidente que, cuando acompañó a Pablo a Jerusalén al final del tercer viaje, Lucas pudo entrevistar a hombres y mujeres que fueron testigos oculares del ministerio de Jesús. (Hechos 21:1, 7, 15-18) Puede que entonces también Lucas haya examinado documentos, tales como los que se usaron para preparar la genealogía que está en Lucas 3:23-38.

El apóstol Pablo estuvo encarcelado en Cesarea desde aproximadamente el año 56 hasta el 58 E.C. Puesto que Lucas escribió su Evangelio antes que el libro de los Hechos (que se completó alrededor del 61 E.C.), parece que Lucas empleó bien su tiempo al escribir su Evangelio mientras Pablo estaba en la prisión.

¿Qué debería buscar usted?
Usted hallará que es sumamente remunerador leer el enternecedor e informativo libro de Lucas, que fue escrito cuidadosamente. Al hacerlo, puede sacar mayor provecho de la lectura si busca ciertas características interesantes o rasgos singulares. Pudiéramos enumerar cuatro rasgos.

El primero es el uso de expresiones y descripciones médicas. Lucas también dio atención especial a las mujeres y a la oración, de modo que esté alerta a estos dos aspectos. El cuarto rasgo es que Lucas escribió para beneficio de todos. Para despertar el interés por el libro, notemos algunos ejemplos que ilustran estos cuatro rasgos.

Desde el punto de vista de un médico
Todos los Evangelios informan sobre los milagros de Jesús, pero a medida que usted lee el relato de Lucas observe con cuánta frecuencia él hace referencia a las curaciones de Jesús. Y preste atención al lenguaje que se usa y a los detalles que se ofrecen.

Por ejemplo, a menudo Lucas suministra cierta observación médica que Mateo y Marcos omiten. Mientras que en estos dos Evangelios se nos dice que Pedro le cortó la oreja a Malco, Lucas especifica que fue la oreja derecha y que Jesús restauró a su lugar el miembro amputado. ¿No es así como habla un médico? (Mateo 26:51; Marcos 14:47; Lucas 22:50, 51) De manera similar, Lucas informa con exactitud que la suegra de Pedro “estaba afligida con una fiebre alta,” que Jesús curó tanto a un hombre “lleno de lepra” así como a otro cuya “mano derecha estaba seca.”—Lucas 4:38, 39; 5:12-14; 6:6-10.

Hay muchas otras pruebas del punto de vista médico de Lucas. Al relatar que Jesús “curó a muchos de enfermedades y de penosas dolencias y de espíritus inicuos,” Lucas distinguió las curaciones que fueron exclusivamente de naturaleza física de las que estaban relacionadas con los demonios. (Lucas 7:21) Lucas es el único que nos dice que Jesús ‘entró en agonía’ mientras oraba poco antes que lo arrestaran y que “su sudor se hizo como gotas de sangre.” (Lucas 22:44)

Su interés en el aspecto médico puede verse en su relato de las parábolas de Jesús. Lucas es el único que nos narra la parábola del ‘buen samaritano.’ ¿Recuerda usted cómo el samaritano curó las heridas del hombre que él halló a lo largo del camino? Lo que Lucas describe está en armonía con la práctica médica de aquella época. (Lucas 10:29-37) Lucas suministra el único relato del ‘hombre rico y Lázaro.’ Y, ¿recuerda usted con cuánta precisión Lucas describió el problema de salud de Lázaro?

Busque este relato en Lucas 16:20. Mientras lo lee, note que en el versículo 24 el hombre rico exclama: “Estoy en angustia.” Lucas usó una palabra griega para dolor o aflicción que ningún otro escritor bíblico empleó, pero que médicos griegos como Hipócrates, Areteo y Galeno usaron a menudo.

Se preocupaba por las mujeres y la oración
Al leer el libro de Lucas busque indicaciones del interés compasivo que él mostraba para con las mujeres, lo cual tal vez refleje la naturaleza compasiva que lo atrajo a la medicina. Por ejemplo, en el primer capítulo está la única información que los Evangelios contienen sobre Elisabet, la madre de Juan el Bautizante, e incluso relata que ella sintió que la criatura saltó en la matriz. El mismo capítulo nos da una descripción enternecedora de cómo respondió María a la idea de ser la madre del Mesías.

Más adelante en el Evangelio de Lucas el lector aprende acerca de: La profetisa Ana; la viuda de Naín; la mujer que había sido pecadora pero que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas; las mujeres que usaron sus bienes para atender a las necesidades de Cristo; la curación que efectuó Jesús en una mujer que hacía mucho tiempo había estado padeciendo de flujo de sangre; la interacción doméstica entre Marta y María; la “hija de Abrahán” que había estado lisiada por 18 años y las parábolas de la mujer que perdió una moneda y la de la viuda y el juez.—Lucas 2:36-38; 7:11-15, 36-50; 8:1-3, 43-48; 10:38-41; 13:11-16; 15:8-10; 18:2-8.

¿Cree usted que esta lista incluye todas las referencias especiales que se hacen a las mujeres que se mencionan en el libro de Lucas? Bueno, si usted es mujer, si se interesa en el bienestar de las mujeres o si quisiera ver el interés compasivo que mostró el médico Lucas en las mujeres, lea todo el relato que él escribió y vea qué otras cosas descubre usted. A medida que haga esto, note con cuánta frecuencia Lucas menciona la oración.

Usted hallará que solo Lucas menciona ciertas oraciones de Jesús. Por ejemplo, Lucas es el único que nos dice que Jesús estaba orando cuando los cielos se abrieron y espíritu santo fue derramado sobre él y que más tarde Cristo pasó toda la noche en oración. (Lucas 3:21; 6:12) Otros ejemplos se encuentran en Lucas 5:16; 9:18, 28; 11:1; 23:46. Además, Lucas comparte con nosotros varias parábolas de Jesús relacionadas con la oración, tales como la de un amigo a quien se acude a la medianoche, la del juez injusto y la del fariseo y el recaudador de impuestos.—Lucas 11:5-13; 18:1-8, 10-14.

“Buenas nuevas” para todas las naciones
Parece que Mateo escribió su Evangelio especialmente para los judíos y que Marcos escribió el suyo para los romanos, pero Lucas escribió “buenas nuevas” para todas las naciones. Una indicación de esto es que Lucas traza la genealogía de Jesús hasta Adán, antepasado de toda la humanidad. (Lucas 3:23, 38; compare con Mateo 1:1, 16.) En su Evangelio, de interés universal, Lucas nos ayuda a ver que el mensaje y las obras de Cristo podían beneficiar a cualquier persona, prescindiendo de los antecedentes de ésta... un samaritano leproso, el acaudalado recaudador de impuestos y hasta un ladrón sentenciado que agonizaba en el madero. (Lucas 17:11-19; 19:2-10; 23:39-43)

Uno también percibe el interés de Lucas en todos los que estaban ‘perdidos’ puesto que registra las parábolas de Jesús sobre la oveja perdida, la moneda perdida, el hijo pródigo y la del fariseo y el recaudador de impuestos. (Lucas 15:4-32; 18:9-14) A medida que usted lea el Evangelio de Lucas, esté alerta a otros ejemplos en los que Lucas ofrece esperanza a todos.

Por supuesto, hay muchos otros rasgos singulares que pueden notarse en el Evangelio de Lucas. Pero la impresión en conjunto debería ser que se trata de un libro cuyo escritor fue un hombre instruido y cuidadoso, y que no obstante contiene un relato enternecedor y conmovedor de la vida de Jesús. Es un relato del Evangelio que hace resaltar que las “buenas nuevas” están ahora disponibles a todos.

Estas “buenas nuevas” se aprecian especialmente en nuestro tiempo. El médico Lucas es el único escritor de los Evangelios que registra la profecía de Jesús de que vendría el tiempo cuando, a causa de la angustia que habría en la Tierra durante la conclusión del sistema de cosas, ‘los hombres desmayarían por el temor y la expectativa.’ ¡Qué complacido también tiene que haberse sentido Lucas al registrar las animadoras palabras que se hallan en Lucas 21:25-28!


Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Junio de 1982. Para conocer mejor su Biblia lea el folleto: "La Biblia y su mensaje". Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.

jueves, 21 de agosto de 2014

Vuélvanse al pastor de sus almas

JESÚS pronunció dos enternecedoras parábolas que describen el intenso interés de Dios por aquellos que todavía pertenecen a su pueblo pero que se han descarriado. Solo imagínese la angustia que siente el pastor que deja a su rebaño de 99 ovejas y busca la oveja perdida en el desierto ‘hasta que la halla.’ O considere el ahínco de la mujer que pierde una moneda de dracma que quizás era parte de una colección de gran valor. Ella no escatima esfuerzo por conseguirla... enciende una lámpara y barre toda la casa ‘hasta que la halla.’ ¡Y cuánto regocijo siente al recuperarla!—Lucas 15:4-10.

Sin duda nos damos cuenta de que Jesús estaba hablando de personas que tienen una relación con Dios en virtud de su dedicación a él, pero que por diversas razones se han descarriado o se han ‘perdido.’ Quizás usted sea uno de éstos. Puede que usted se sienta conmovido por el gran esfuerzo que, según indican las parábolas, se hace por recuperar algo que se aprecia y por el regocijo que se siente cuando se recupera lo que se busca. Estas parábolas muestran el interés que tienen en usted Dios, el Hijo de Dios, los santos ángeles y sus hermanos y hermanas espirituales. La parábola que sigue a estas dos provee más detalles acerca del derrotero de uno que se ha ‘perdido.’

La parábola del hijo pródigo
En la parábola del hijo pródigo, Jesús muestra con intensidad conmovedora (1) por qué una persona podría descarriarse, (2) lo que puede suceder mientras está alejada, (3) lo que se requiere para volver y (4) la actitud de recibimiento que Dios muestra. Los dos hijos de la parábola pudieran ser comparados con personas que, como usted, han llegado a conocer al Padre, han disfrutado de ‘pan espiritual en abundancia’ en la casa de la fe y han dedicado su vida a Jehová.—Lucas 15:11-32.

Hay diversas razones por las que algunas personas, como el hijo menor, abandonan la “casa” de nuestro Padre celestial. A menudo se debe sencillamente al peso cada vez mayor de las “inquietudes de la vida.” (Lucas 21:34) En ocasiones la influencia que ejercen las malas asociaciones ha impedido que algunos “siguieran obedeciendo la verdad.” (Gálatas 5:7, 8, 10, 12) Resentimiento por algún asunto doctrinal puede haber causado que cierta cantidad de personas se haya ido “a las cosas de atrás.” (Juan 6:60-66)

Fundamentalmente, algunos cristianos, ya sea que lo hagan consciente o inconscientemente, han considerado que el ambiente en la casa espiritual de Jehová es muy restrictivo. Estos, como el hijo pródigo, ya no desean estar bajo el ojo vigilante del Padre. Buscan libertad de movimiento en un “país lejano.”

Solo, en un país lejano
El pródigo —después de haber malgastado todo su dinero— halló todo menos libertad y diversión. Su conducta tomó tal rumbo que llegó hasta el grado de ‘vivir una vida disoluta.’ Cuando vinieron tiempos difíciles, en su desesperación, “se colocó” con uno de los ciudadanos del país quien “lo envió” a guardar puercos... la tarea más baja que pudiera efectuar un judío. ¡El hasta anheló comer de la comida de los puercos!—Lucas 15:13-16.

Juan había sido anciano de congregación antes de su viaje, a un “país lejano” en sentido espiritual. “El seguir en la verdad es indudablemente una salvaguarda, pero cuando uno no está activo, uno baja la guardia,” declaró Juan. “Aun cuando pudiera ser que uno no haga nada que realmente sea malo, uno comienza a tolerar ciertas cositas. Uno se dice, ‘Bueno, yo no estoy asistiendo a ninguna de las reuniones de la congregación, así que, ¿realmente importa lo que haga?’”

Otro Testigo que estuvo inactivo por varios años confesó lo siguiente: “Yo realmente sí me envolví en mala conducta. Descubrí inmediatamente que no hay límite a lo bajo que una persona puede caer al asociarse con personas del mundo. La única manera de disfrutar de la asociación con ellos es manteniendo la boca cerrada en cuanto a Jehová. Cuando uno hace eso, se encamina a tener muchos problemas.”

Sin embargo muchos de los que se hacen inactivos no se deslizan a una “vida disoluta” como lo hizo el hijo pródigo de la parábola. Aun así todos llegan a estar conscientes de lo alejados que están de tener una relación estrecha con Dios. Una pareja inactiva “por 15 años nunca tomó la Biblia en las manos,” y sin embargo permanecieron castos en lo moral.

La esposa explica: “En sentido material las cosas nos fueron extremadamente bien durante aquellos años. Una puede llegar a creer que no necesita regresar a Jehová. Edificamos nuestra vida en torno a nuestro empleo y a nosotros mismos. Tratamos de cerrar nuestra mente a todo lo que nos recordara la verdad hasta el grado de mudarnos a otro lugar donde nadie nos conocía. Pero toda esa felicidad era superficial. En nuestro fuero interior estábamos destrozados. Por años mi esposo estuvo profundamente deprimido. Dejamos de orar aun antes de las comidas. Muchas noches no podía dormir como resultado de la inquietud que me causaba la verdad y porque me sentía culpable.” El esposo agregó: “Sentíamos que estábamos entre los sentenciados a muerte.”

El estar apartado de Jehová, el sentirse completamente solo en sentido espiritual, es una situación dolorosa. Una cristiana que estuvo inactiva dice: “No hay nada como tener el favor de Jehová. Es terrible hallarse en la situación de una sentirse mal y no poder orarle, o dudar que él contestará las oraciones de una.”

“Recobró el juicio”
El pródigo reconoció sus sentimientos espirituales interiores y respondió a ellos. Jesús dijo: “Recobró el juicio.” Las palabras griegas originales literalmente significan: “Volvió en sí.” El había estado “fuera de sí,” en un mundo irreal. Y ahora vino a estar consciente de su verdadera condición espiritual. Reflexionó en la paz y abundancia de que había disfrutado en el hogar de su padre.—Lucas 15:17.

Aunque el pródigo logró reconocer esto por sí mismo, a menudo a esto siguen varias consideraciones espirituales que despiertan sentimientos dormidos. Por ejemplo, Diane, mientras todavía estaba inactiva, le confesó a un Testigo con quien se había familiarizado: “No puedo regresar a Jehová. No le amo y sé que éste tiene que ser el motivo.” El Testigo le preguntó: “¿Amabas a tu esposo cuando él comenzó a hacerte la corte?” “No, ¿cómo podía amarlo? No le conocía,” contestó Diane.

“Entonces me di cuenta,” confesó Diane, “de que el amar a Jehová vendría con el conocerle otra vez. Más tarde me puse en comunicación con la congregación y pedí ayuda. Una pareja, bajo la dirección de los ancianos, estudió la Biblia con mi esposo y conmigo por más de un año, y estamos activos nuevamente.”
No obstante, uno de los mayores obstáculos para volver resulta del sentirse abrumado por culpa.

¿Habré ido demasiado lejos?
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo,” fue como se sintió el pródigo después que “recobró el juicio.” Otras personas se han sentido así... indignos de ser llamados miembros de la familia de Dios.—Lucas 15:17-19.

“Una se da cuenta de que le ha dado la espalda a Jehová a sabiendas. Este sentimiento de culpa me enfermaba,” confesó Virginia. “Cuando comencé a reactivarme, tuve una lucha grande para comenzar a orar nuevamente. Continuaba pensando: ‘¿Cómo va Jehová a querer saber de mí cuando yo le di la espalda?’”

Otros que se han apartado creían haber cometido el “pecado imperdonable.”
Aunque sabía que los pecados de su hijo eran muchísimos, ¿consideró el padre que éstos eran imperdonables? ¿Obró de manera fría e indiferente cuando su hijo regresó? ¡De ninguna manera! El había estado buscando a su hijo. “Mientras estaba él todavía lejos, su padre alcanzó a verlo,” según dice Jesús. (Lucas 15:20)

Quizás los vecinos solo hayan visto los andrajos que traía puestos, que estaba sucio y andaba descalzo, pero el padre lo vio a “él.” El padre sabía que su hijo había venido de muy lejos. Era obvio que el hijo había dejado su “vida disoluta” y estaba verdaderamente arrepentido.—Proverbios 28:13.

El padre corrió para abrazar a su hijo. El hijo a lo más esperaba ser un ‘asalariado,’ alguien que no fuera miembro de la casa y que en algunos respectos estuviera en peor situación que un esclavo. Nunca se hubiera imaginado la respuesta de su padre: “¡Pronto! Saquen una ropa larga, la mejor, y vístanlo con ella, pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies. Y traigan el torillo cebado, degüéllenlo y comamos y gocemos.” ¡De qué manera tan excelente ilustró Jesús la respuesta sincera del padre!—Lucas 15:22, 23.

El padre sabía que el hijo pródigo había pagado ya un precio alto... las cicatrices emocionales de haber estado “viviendo una vida disoluta” y haber perdido todo su dinero, la agonía de no tener amigos, alimento y abrigo durante un tiempo de hambre, la vergüenza de comer con los cerdos, y finalmente, el largo viaje de regreso a casa. Así también, Jehová comprende que uno verdaderamente sufre mientras está ‘perdido’ y que no es fácil volver.

Pero nuestro compasivo Padre celestial, quien es “abundante en bondad amorosa,” ‘no por todo tiempo seguirá criticando ni conforme a nuestros errores trae sobre nosotros lo que merecemos’ si estamos sinceramente arrepentidos y ‘enderezamos los asuntos’ con él. Algunos que hasta han cometido pecados crasos mientras estaban separados de la congregación cristiana, pero que vuelven verdaderamente arrepentidos y confiesan sus pecados ante los ancianos, pueden esperar que se les trate de manera amorosa y considerada que conduzca a una recuperación completa.—Salmo 103:8-10; 130:3; Isaías 1:18, 19.

Es cierto que la Biblia habla de algunos cristianos infieles a los que no se les perdonan sus pecados. No obstante, Pablo mostró que éstos “se oponen” a la Verdad y pisotean con desprecio el sacrificio de rescate al estimarlo como de valor ordinario. (Hebreos 10:26-31) Pero, ¿ha llegado usted alguna vez a tal extremo? El que usted considere sinceramente este material, en vez de despreciarlo, indica que usted todavía tiene algún amor por las cosas espirituales. El hecho de que usted se sienta culpable y perturbado en su corazón demuestra que usted no ha ido demasiado lejos. Puede estar seguro de que Jehová contestará su oración así como contestó la de David, quien suplicó: ‘Perdona mi error, porque es considerable.’—Salmo 25:11.

‘No tengas miedo. Yo ciertamente ayudaré’
Dos ancianos visitaron a una pareja inactiva que habían sido Testigos extraordinariamente celosos. Apenas había comenzado la conversación cuando el esposo inactivo comentó de manera defensiva que él sabía que debería estar en el servicio del campo predicando a otros. “No creo que debas estar haciendo eso en este preciso momento,” contestó Russell, uno de los ancianos, para sorpresa del esposo. “Si tuvieras un pariente enfermo, ¿le dirías que saliera y podara el césped? Bueno, tampoco nosotros vamos a decirte que salgas a ‘podar el césped.’

Deseamos que te mejores. ¿Qué podemos hacer para ayudarles?” La ayuda amorosa que los ancianos prestaron, incluso el extender hospitalidad de manera afectuosa, ayudó a la pareja a recuperarse espiritualmente, y el esposo hasta sirve otra vez de anciano.—Compare con Santiago 5:14, 15.

Algunos de los que se arrepienten titubean en cuanto a asociarse de nuevo porque se sienten incapaces de asumir de golpe todas las responsabilidades de un Testigo. Sin embargo, Jehová es razonable. Por lo general lo más práctico es que haya una recuperación gradual, paso a paso. Pablo dijo que algunos que en su día habían llegado a estar “embotados” espiritualmente necesitaban que alguien les enseñara otra vez las cosas elementales de la Verdad. (Hebreos 5:11, 12) Este alimento espiritual va fortaleciendo a la persona y hace posible que pueda dar otros pasos.

En una serie de entrevistas que se llevaron a cabo con Testigos que en cierta ocasión estuvieron inactivos, pero que más tarde se recuperaron, la mayoría de ellos indicó que habían necesitado que se les diera ayuda con regularidad. Y los que están en la congregación están más que dispuestos a brindar dicha ayuda. Tienen el mismo parecer de Jehová, quien dijo a su pueblo escogido: “No tengas miedo, porque yo estoy contigo. No mires por todos lados, porque yo soy tu Dios. Yo ciertamente te fortificaré. Yo cierta y verdaderamente te ayudaré.”—Isaías 41:10.
Sí, Dios dice: “Yo cierta y verdaderamente te ayudaré.”

Puede que usted tenga que romper con algunas malas asociaciones. Puede ser que tenga que encararse a oposición de parientes que no aprueben el que usted asista a las reuniones cristianas. Quizás haya ciertos asuntos que usted tenga que confesar a los ancianos. (Salmo 32:3-5) Pero nunca olvide que Jehová está allí para ayudarle. Un Testigo que se ha recobrado dijo: “Jehová simplemente me permitió ver el paso que tenía que dar, uno a la vez, y me ayudó grandemente.”

Otra hermana que se ha recobrado agregó: “Desde el momento que pisé el Salón del Reino todos mis viejos amigos comenzaron a abrazarme y a besarme. Simplemente me conmovió la felicidad que ellos desplegaron. Pensé: ‘¿A qué había estado temiendo?’” Aunque algunos pudieran tener una actitud semejante a la del hermano mayor del hijo pródigo, la inmensa mayoría de los hermanos de la congregación se regocijarán de verlo volver.—Lucas 15:25-32.

¿Por qué no lo comprueba usted mismo? Una cristiana que se recobró después de haber estado alejada por algún tiempo dijo: “No hay otro lugar donde se pueda hallar paz interior. Todo lo demás volvió a caer en su debido lugar tan pronto volví a estar activa espiritualmente otra vez. Este mundo no ofrece nada que valga la pena. Una se siente tan bien de saber que está agradando a Jehová y de que tiene su protección. Una puede dormir de noche. Ahora la vida de una es satisfaciente y se puede desarrollar verdadera esperanza de alcanzar vida en el Nuevo mundo.”

Si es usted una oveja que se ha descarriado, ¿por qué no invita al Testigo que le trajo esta revista para que le ayude a ponerse en comunicación con los ancianos de la congregación de su localidad? Sienta el gozo y el contentamiento que resulta de emprender el derrotero que describe Pedro: “Porque ustedes, como ovejas, andaban descarriados; pero ahora se han vuelto al pastor y superintendente de sus almas.”—1 Pedro 2:25.

Artículo publicado en la revista "La atalaya" del 01 de Agosto de 1982. Para ampliar el tema lea el folleto: ¿Quiénes hacen la voluntad de Jehová en nuestros días?. Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.