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miércoles, 26 de febrero de 2014

Deuteronomio nos exhorta a servir a Jehová con gozo sincero (Segunda parte)

En un segundo discurso, Moisés repite primero las Diez Palabras y habla de cuando fue dada la Ley. Se pone énfasis en amar a Jehová con todo el corazón, alma y fuerza vital. Se hace resaltar el hecho de que se debe instruir a los hijos.

Siete naciones de Canaán, junto con los accesorios que utilizan en la adoración falsa, son designadas para recibir destrucción.

A los israelitas se les dice que no fueron escogidos debido a su justicia, sino porque Jehová es fiel y cumple los pactos que hace. Una vez hayan entrado en la Tierra Prometida, tienen que seguir siendo obedientes y no olvidarse de Dios. Se repasan varios casos de desobediencia, y se muestra que es esencial tener amor y temor sincero a Dios.
Se ponen ante Israel las bendiciones y las invocaciones de mal, y se insta al pueblo a obedecer a Dios. (Deuteronomio 5:1–11:32.)

A continuación se mencionan muchas leyes que afectarán la vida en la Tierra Prometida. Entre ellas hay disposiciones reglamentarias con respecto a destruir todo vestigio de religión inmunda, comer carne y disponer de la sangre, tratar con falsos profetas y la apostasía, los alimentos limpios y los inmundos, y el diezmo. Se dan detalles sobre la liberación de deudas, la esclavitud y los animales primogénitos. Se consideran las tres fiestas anuales, así como ciertos asuntos judiciales y ciertas leyes para los reyes y los levitas. Después que se dan advertencias contra el espiritismo, se predice la venida de un profeta como Moisés. (Deuteronomio 12:1–18:22.)

Entre otras disposiciones reglamentarias que se mencionan están las que tienen que ver con las ciudades de refugio, la exención militar, la limpieza de culpa por derramamiento de sangre, el casarse con cautivas, la primogenitura, los hijos rebeldes, el respeto a la propiedad de los demás y a la vida, asuntos de índole sexual, y con los que son inelegibles para ser miembros de la congregación.

Entre otras leyes que se dan están además las relacionadas con los esclavos, el pago de intereses y los votos. Este discurso termina dando disposiciones reglamentarias sobre asuntos como el divorcio, los préstamos, el mostrar bondad a los huérfanos y a las viudas, el matrimonio de cuñado, las pesas exactas, la ofrenda de las primicias y el diezmo. (Deuteronomio 19:1–26:19.)

El segundo discurso de Moisés


6:6-9—¿Debe entenderse literalmente el mandamiento de ‘atar la ley de Dios como señal sobre la mano’?
Estos versículos no apoyan la práctica de usar filacterias (cajitas que contienen textos bíblicos). Más bien, señala a una aplicación simbólica. (Compárese con Éxodo 13:9; Proverbios 7:2, 3.) No se dice que los mandamientos habían de escribirse en algo que alguien usaría o que habían de fijarse a los postes de las puertas y a las puertas.

Los israelitas habían de mantener siempre a la vista los mandamientos de Dios,
sea que estuvieran en casa, en el camino o cerca de las puertas de la ciudad. Habían de conservar en el corazón la ley de Dios, enseñarla a sus hijos y demostrar con acciones (como se expresaría mediante las manos) que se adherían a ella. El pueblo había de identificarse con la ley de Jehová, tal como si hubiera estado escrita entre sus ojos para que todos la vieran.

De igual manera, los testigos de Jehová deben demostrar que son siervos obedientes de Dios. El corazón los mueve a obedecer la Palabra de Jehová, y llenan la mente con cosas que son verdaderas, de seria consideración, justas, amables, virtuosas y dignas de alabanza. Se esfuerzan en todos los aspectos por mostrar que los mandamientos de Jehová están ante ellos en todo momento. (Filipenses 4:8; Colosenses 3:23.)

8:3, 4—¿Significa esto solamente que se repuso el suministro de ropa?


La provisión del maná fue un milagro continuo. Así también lo fue el hecho de que no se les gastara la ropa ni se les hincharan los pies durante los 40 años que los israelitas vagaron por el desierto. Si simplemente se hubiera renovado de modo normal el suministro de ropa, aquello no hubiera sido ningún milagro. No habría envuelta ninguna dificultad en usar la misma ropa durante todos aquellos años, pues la ropa de los niños podía pasarse a los más jovencitos, y habría llegado a haber ropa disponible para otros a medida que fueran muriendo personas adultas.

Puesto que la cantidad de israelitas era casi la misma al terminar el viaje por el desierto que al comenzar a vagar, el suministro original de ropa sería más o menos apropiado durante los 40 años. (Números 2:32; 26:51.)

14:21—Puesto que los israelitas no podían comer “ningún cuerpo ya muerto”, ¿por qué podían darlo a un residente forastero o venderlo a un extranjero?

Como Legislador Supremo, Jehová tenía el derecho de poner ciertas restricciones solo a los israelitas. Ellos eran “un pueblo santo” para Él. Otras naciones no observaban esta prohibición de no comer un animal que hubiera muerto por sí solo. No había nada injusto en dar un cadáver que no hubiera sido desangrado a un residente forastero o venderlo a un extranjero, pues los israelitas no se valían del engaño, y el que lo recibía o lo compraba actuaba voluntariamente.

Pudiera añadirse que Deuteronomio 14:21 está en armonía con Levítico 17:10, donde se prohibía que el residente forastero comiera sangre. Un residente forastero que fuera prosélito no había de comer sangre, pero esta prohibición no aplicaba a un residente forastero que no fuera totalmente prosélito. Puede que tal persona tuviera usos para el cadáver de un animal no desangrado que un israelita o prosélito fiel considerara inmundo.

17:5-7—¿Por qué se requería que viniera primero la mano de los testigos sobre una persona sentenciada a muerte?


Todos en Israel habían de mostrar celo por la adoración verdadera y estar deseosos de ver que permaneciera limpia la organización y no se causara ningún oprobio al nombre de Jehová. Los testigos habían de mostrar tal celo tomando la delantera en ejecutar el juicio. (Compárese con Números 25:6-9; Deuteronomio 13:6-11.)

Por supuesto, una cosa era testificar contra alguien, y otra muy diferente ejecutar al individuo. Esto haría que un testigo pensara con mucha cautela al prestar declaración, y sólo una persona inicua daría falso testimonio, pues sabía que sería la primera en actuar para dar muerte al hombre o la mujer. Los testigos de Jehová pueden aplicar estos principios al desplegar celo por la limpieza de la congregación y también ser muy cuidadosos al dar testimonio veraz. Después de todo, cada uno de nosotros tiene que responder por sus actos al Juez Supremo, Jehová. (Mateo 12:36, 37.)

22:5—En vista de esta prohibición, ¿es apropiado que una mujer se ponga pantalones?


El propósito evidente de esta ley era evitar los abusos sexuales y la confusión en cuanto a la identidad sexual. En apariencia y atavío, normalmente el hombre quiere lucir masculino; y la mujer, femenina. Aunque en aquel entonces tanto los hombres como las mujeres usaban prendas de vestir parecidas a túnicas, había una diferencia entre la vestidura de los hombres y la de las mujeres.

De igual manera, en algunas partes de la Tierra hoy, tanto los hombres como las mujeres usan pantalones, aunque los estilos difieren para cada sexo. El principio en este texto no descartaría que a veces la cristiana se pusiera pantalones, como cuando trabaja en la casa o en una finca. Y según la costumbre local y la necesidad, los pantalones pudieran ser la prenda de vestir conveniente en climas muy fríos. La Biblia aconseja a las mujeres que “se adornen en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio”. (1 Timoteo 2:9, 10.)

24:6—¿En qué sentido podía ser como apoderarse de un alma el apoderarse de un molino de mano o de la muela superior de éste como prenda?

 
Generalmente, el pan se horneaba diariamente, y frecuentemente había que convertir en harina el grano. Así que el pan de cada día de una familia dependía del molino de mano. De manera misericordiosa, pues, la ley de Dios prohibía que alguien se apoderara del molino de mano de alguna persona o de la muela superior de éste.



El apoderarse de cualquiera de éstos resultaría en privar a la familia de su pan de cada día y equivaldría a apoderarse de un “alma” o el “medio de vida”.
 


Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 15 de Julio de 1984. Puede ser de su interés el tema: "Los milagros ¿De veras son posibles?. También disponible en audio libro. Ambos producidos y distribuidos por los testigos de Jehová.