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miércoles, 14 de mayo de 2014

Hemos buscado primero el Reino (Segunda parte)

RELATADO POR OLIVE SPRINGATE
Actividad posbélica y luego Galaad


Cuando terminó la II Guerra Mundial, en 1945, trabajaba en territorio aislado, en Whaley Bridge (Derbyshire). La mañana que se anunció el alto el fuego, visitamos y consolamos a la gente, que estaba hastiada de la guerra y sus consecuencias: huérfanos, viudas y cuerpos mutilados.

Algunos meses después la Sociedad pidió voluntarios para predicar en Irlanda, la “isla esmeralda”. En aquel tiempo solo había unos ciento cuarenta testigos de Jehová en la isla, de modo que se consideraba territorio misional. En unos cuantos meses se asignaron a Irlanda unos cuarenta precursores especiales, y yo fui una de ellos.

Después de trabajar por un tiempo en Coleraine y Cookstown, en el norte, se nos asignó a mí y a otros tres a Drogheda, en la costa oriental. Aunque los irlandeses son muy afectuosos y hospitalarios por naturaleza, el prejuicio religioso era fuerte. Por ello, en todo un año solo pudimos dejar a la gente unas pocas ayudas para el estudio de la Biblia (en realidad, solo un libro y unos cuantos folletos).

Durante nuestra estancia en Drogheda, un día iba en bicicleta de una granja a otra cuando un granjero joven irrumpió súbitamente en la carretera. Miró a un lado y a otro, y luego preguntó en voz baja: “¿Es usted testigo de Jehová?”. Cuando le contesté que sí, siguió: “Anoche tuve una fuerte discusión con mi novia sobre ustedes, y terminamos nuestra relación.

Ella insistía en que son comunistas, como afirman el sacerdote católico y los periódicos, pero yo le dije que no podía ser, pues ustedes van públicamente de casa en casa”.

Le di un folleto para que lo leyera, que escondió rápidamente en el bolsillo, y quedamos para vernos y hablar más al anochecer, pues me dijo: “Si me ven hablando con usted, perderé mi empleo”.

Aquella noche dos de nosotras nos reunimos con él y respondimos sus muchas preguntas. Parecía convencido de que era la verdad, y prometió volver a nuestra casa otra noche para aprender más. Nunca regresó, de modo que pensamos que unos ciclistas lo reconocieron aquella primera noche y probablemente perdió el empleo. Siempre nos hemos preguntado si habrá llegado a ser Testigo.

En 1949, después de asistir a la asamblea de distrito de Brighton, en la costa sur de Inglaterra, varios de nosotros recibimos invitaciones para la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, en el estado de Nueva York. Un total de 26 Testigos ingleses asistimos a la clase decimoquinta, que se graduó el 30 de julio de 1950, durante la asamblea internacional del Estadio Yankee.

Nuestro ministerio en Brasil


Al año siguiente me asignaron a São Paulo (Brasil), una de las ciudades de mayor crecimiento del mundo. En aquel tiempo tenía solo cinco congregaciones de testigos de Jehová, pero ahora hay casi seiscientas. ¡Qué contraste con el servicio en Irlanda! Muchas de las casas de nuestro territorio de São Paulo eran mansiones rodeadas de verjas altas con artísticas puertas de hierro forjado.

Con el paso de los años llegaron nuevas asignaciones. Tuve el privilegio de ayudar a formar nuevas congregaciones en el interior del estado de São Paulo, una en Jundiaí en 1955, y otra en Piracicaba en 1958. Más tarde, en 1960, mi hermana Sonia fue mi compañera misional, y se nos asignó a Pôrto Alegre, la capital del estado de Rio Grande do Sul. Quizás se pregunten cómo llegó ella a Brasil.

Sonia y mamá siguieron sirviendo de precursoras juntas en Inglaterra después de la II Guerra Mundial. Pero a principios de los años cincuenta operaron a mamá de cáncer, lo que la dejó demasiado débil para ir de casa en casa, aunque podía dirigir estudios bíblicos y escribir cartas. Sonia continuaba siendo precursora y al mismo tiempo cuidaba a mamá.

En 1959 tuvo el privilegio de asistir a la clase trigésimo tercera de Galaad y fue asignada a Brasil. Entretanto, Beryl cuidó de mamá hasta su muerte, en 1962. Para entonces Beryl se había casado, y ella y su familia todavía siguen fielmente a Jehová.
En Brasil, Sonia y yo ayudamos a varias personas a alcanzar la dedicación y el bautismo.

Sin embargo, uno de los problemas que muchos brasileños tenían era el de legalizar su matrimonio. Debido a la dificultad de obtener un divorcio en Brasil, no era extraño que las parejas vivieran juntas sin casarse. Así era especialmente cuando uno de los dos se había separado de su cónyuge legal.

Una señora llamada Eva se hallaba en esa situación cuando me puse en contacto con ella. Su cónyuge legal había desaparecido, de modo que pusimos un anuncio en la radio para localizarlo.

Cuando conocimos su paradero, acompañé a Eva a la ciudad donde él vivía para conseguir que firmara un documento que la dejara libre, a fin de legalizar su matrimonio con el hombre soltero con el que entonces vivía. En la audiencia ante el juez, se nos pidió a Eva y a mí que explicáramos por qué quería ella legalizar su situación marital. El juez quedó sorprendido y muy satisfecho por la explicación que se le dio.

En otra ocasión acompañé a una de mis estudiantes de la Biblia al abogado para arreglar su caso. De nuevo se dio un buen testimonio en cuanto al matrimonio y las normas morales de Dios. En este caso el costo del divorcio era tan elevado que ambos tuvieron que trabajar para pagar los honorarios.

Pero para esos nuevos estudiantes de la Biblia, el esfuerzo valía la pena. Sonia y yo tuvimos el privilegio de ser testigos de su matrimonio, y luego, junto con sus tres hijos adolescentes, escuchamos un breve discurso bíblico en su hogar.

Una vida rica y remuneradora

Cuando Sonia y yo dedicamos nuestra vida a Jehová y nos hicimos precursoras, queríamos, de ser posible, que el ministerio de tiempo completo fuera nuestra carrera de toda la vida. Nunca pensamos mucho en qué sucedería cuando envejeciéramos o en caso de enfermedad o dificultades económicas. No obstante, tal como Jehová prometió, nunca nos abandonó. (Hebreos 13:6.)

Sí, por supuesto, a veces nos ha faltado el dinero. Una vez mi compañera y yo comimos bocadillos de perejil al mediodía durante todo un año, pero nunca nos hemos muerto de hambre ni se han quedado sin atender nuestras necesidades básicas.

Con el paso de los años, nuestras energías han disminuido. A mediados de los años ochenta ambas fuimos sometidas a intervenciones quirúrgicas serias que supusieron una prueba severa para nosotras, ya que restringieron bastante nuestra predicación. En enero de 1987, se nos invitó a formar parte del personal de la sede nacional de los testigos de Jehová de Brasil.

Nuestra gran familia de más de mil miembros está ubicada a unos 140 kilómetros de São Paulo, en un hermoso complejo de edificios, donde imprimimos publicaciones bíblicas para Brasil y otras partes de Sudamérica. Aquí recibimos el cuidado amoroso de siervos devotos de Dios.

Cuando llegué a Brasil, en 1951, había unos cuatro mil predicadores del mensaje del Reino, pero ahora hay más de trescientos sesenta y seis mil. Nuestro compasivo Padre celestial en verdad nos ha añadido ‘todas las otras cosas’ porque hemos buscado primero el Reino. (Mateo 6:33.)
 
Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Febrero de 1994. Puede leer mas experiencias en el "Anuario de los testigos de Jehová 2014".