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domingo, 6 de octubre de 2013

¿Tiene usted una fe como la de Elías?

Ejemplos de fe

LA SOCIEDAD humana de hoy socava la fe. Los intelectuales se burlan de la existencia de Dios. Los religiosos hipócritas hacen de Dios un objeto de burla. Y en el mundo seglar es cada vez más común ver que la gente se comporta como si Dios sencillamente no importara. Sea que tales actitudes intimiden a las personas, las desanimen o despierten en ellas la apatía, en todo caso el resultado es el mismo: Su fe es socavada. ¡Con razón el apóstol Pablo llamó a la falta de fe “el pecado que fácilmente nos enreda”! (Hebreos 12:1.)

Tal vez por eso Pablo se esforzó por dirigir nuestra atención a la vida de hombres y mujeres de fe firme. (Hebreos, capítulo 11.) Esos ejemplos pueden animarnos y fortalecer nuestra fe. Por ejemplo, consideremos el caso del profeta Elías y concentrémonos solo en la primera parte de su larga y satisfactoria carrera profética. Vivió durante la gobernación del rey Acab y su esposa pagana, la reina Jezabel, en un tiempo en que, como ahora, la fe en el Dios verdadero había decaído.

El corrupto reino de diez tribus

¡Qué pareja formaban! Acab fue el séptimo rey del reino de 10 tribus de Israel. Aunque los seis reyes que le antecedieron habían sido inicuos, Acab era peor. No solo perpetuó la adoración corrupta de becerros en el país, sino que se casó con la princesa extranjera Jezabel, lo cual introdujo una intensificada forma de adoración del dios falso Baal, una como jamás se había conocido en el país. (1 Reyes 16:30-33.)

Jezabel había sido adoradora de Baal desde la infancia. Su padre, Etbaal, sacerdote de Astoret (esposa de Baal), había asesinado a otros para llegar a ser rey de Sidón, el reino justamente al norte de Israel. Jezabel ejerció influencia en su esposo, quien era moralmente débil, para establecer el baalismo en Israel.

En poco tiempo había en el país 450 profetas del dios falso Baal y 400 profetas de la diosa Aserá, y todos comían a la mesa del rey. ¡Qué repugnante era su forma de adoración a los ojos del Dios verdadero, Jehová!

Entre las características de aquella religión repulsiva se hallaban los símbolos fálicos, los ritos de fertilidad, los prostitutos de templo (tanto hombres como mujeres) y hasta sacrificios de niños. Con la aprobación de Acab, la adoración de Baal se esparció sin estorbo por todo el reino.

Millones de israelitas olvidaron a Jehová, el Creador de la Tierra y su ciclo del agua. Para ellos era Baal quien bendecía el país con lluvias al final de cada temporada de sequía. Cada año cifraban su esperanza en ese ‘Jinete de las Nubes’, el llamado dios de la fertilidad y la época lluviosa, para que terminara la sequía. Año tras año llegaban las lluvias. Año tras año Baal recibía la gloria por ello.

Elías proclama una sequía

Probablemente fue al final de un largo y seco verano —precisamente cuando la gente esperaba que Baal trajera las lluvias dadoras de vida— que Elías apareció en la escena. Entra repentinamente en el registro bíblico como un trueno. Se nos dice poco sobre sus antecedentes, y nada acerca de su familia. Pero a diferencia de los truenos, Elías no resultó ser el precursor de una tempestad de lluvia. Anunció a Acab: “¡Tan ciertamente como que vive Jehová el Dios de Israel, delante de quien en efecto estoy de pie, no habrá durante estos años ni rocío ni lluvia, excepto por orden de mi palabra!”. (1 Reyes 17:1.)

Imagínese a este hombre con rústica vestimenta de pelo. Es nativo de las escarpadas colinas de Galaad, y probablemente se crió entre los humildes pastores de rebaños. Está de pie ante el poderoso rey Acab, quizás allí en su enorme palacio, con su famosa casa de marfil, sus abundantes y exóticas decoraciones e imponentes ídolos. Allí, en la bulliciosa ciudad amurallada de Samaria, donde casi se ha echado al olvido la adoración de Jehová, Elías dice a Acab que el dios de él, ese Baal, es impotente, es nada. ¡Pues este año y en años por venir, declara Elías, no habrá ni lluvia ni rocío!

¿Cómo obtuvo él semejante fe? ¿No se sintió intimidado al estar de pie ante aquel arrogante rey apóstata? Tal vez. Más de mil años después, Santiago, medio hermano de Jesús, nos asegura que Elías era “hombre de sentimientos semejantes a los nuestros”. (Santiago 5:17.)

Pero note las palabras de Elías: “Tan ciertamente como que vive Jehová el Dios de Israel, delante de quien en efecto estoy de pie”. Elías tenía presente que, como siervo de Jehová, estaba de pie ante un trono mucho más elevado que el de Acab... ¡el trono del Señor Soberano del universo! Elías era un representante, un emisario, de ese trono. Con eso en mente, ¿por qué había de temer a Acab, un insignificante monarca humano que había perdido la bendición de Jehová?

No fue casualidad el que Jehová fuera tan real para Elías. Sin duda el profeta había estudiado el registro de los tratos de Dios con Su pueblo. Jehová había advertido a los judíos que los castigaría con sequía y hambre si se volvían a adorar dioses falsos. (Deuteronomio 11:16, 17.) Con confianza en que Jehová siempre cumple su palabra, Elías “oró que no lloviera”. (Santiago 5:17.)

Manifiesta fe al seguir instrucciones

Sin embargo, por el momento la proclamación de Elías puso en peligro su vida. Era tiempo de manifestar otro aspecto de su fe. Para permanecer vivo, tenía que ser fiel a las siguientes instrucciones de Jehová: “Vete de aquí, y tienes que dirigirte hacia el este y ocultarte junto al valle torrencial de Kerit, que está al este del Jordán. Y tiene que suceder que debes beber del valle torrencial, y ciertamente daré orden a los cuervos para que te suministren alimento allí”. (1 Reyes 17:3, 4.)

Elías obedeció inmediatamente. Para sobrevivir a la sequía y el hambre que le sobrevendría a su país, tendría que depender de cualesquiera provisiones que Jehová le hiciera. Eso no sería fácil. Significaba esconderse y vivir en completo aislamiento por meses consecutivos.

Significaba comer carne y pan que le trajeran los cuervos —aves carroñeras consideradas inmundas según la Ley de Moisés—, y confiar en Jehová en que tal carne no era carroña, sino carne desangrada apropiadamente de acuerdo con la ley. Aquel milagro prolongado parece tan improbable a algunos comentaristas bíblicos que sugieren que la palabra original aquí tiene que haber significado “árabes” y no “cuervos” en absoluto. Pero los cuervos eran la selección ideal.

¡Nadie sospecharía que esas despreciables aves inmundas que volaban hacia el desierto con trozos de comida en realidad estuvieran alimentando a Elías, a quien Acab y Jezabel buscaban en todos los reinos en derredor! (1 Reyes 18:3, 4, 10.)

A medida que la sequía persistía, puede que Elías se haya preocupado cada vez más debido a su abastecimiento de agua en el valle torrencial de Kerit. La mayoría de los valles torrenciales de Israel se secan durante las sequías, y “al cabo de algunos días” este también se secó. ¿Puede imaginarse cómo se sintió Elías cuando el agua fue disminuyendo hasta convertirse en un chorrito y día tras día las charcas iban secándose? De seguro tiene que haberse preguntado qué ocurriría cuando se terminara el agua.

No obstante, Elías permaneció fielmente donde estaba. No fue sino hasta que se secó el chorro que Jehová le dio las siguientes instrucciones. Al profeta se le dijo que fuera a Sarepta. Allí hallaría alimento en la casa de una viuda. (1 Reyes 17:7-9.)

¡Sarepta! Ese pueblo pertenecía a la ciudad de Sidón, ¡de donde procedía Jezabel y donde su propio padre había gobernado como rey! ¿Sería un lugar seguro? Puede que Elías se haya preguntado eso. Pero “él se levantó y se fue”. (1 Reyes 17:10.)

Jehová provee sustento y vida

Su obediencia fue recompensada al poco tiempo. Se encontró con la viuda tal como se había predicho y halló en ella la clase de fe que tanto faltaba entre sus coterráneos. Esta viuda pobre tenía solo suficiente harina y aceite para preparar una última comida para ella y su hijito.

Sin embargo, aunque estaba en extrema necesidad, estuvo dispuesta a hacerle primero pan a Elías y a confiar en su promesa de que Jehová mantendría llenos los jarros de aceite y de harina de ella mientras tuviera necesidad.

¡No es de extrañar que Jesucristo haya evocado el fiel ejemplo de la viuda al denunciar a los israelitas infieles de su propio día! (1 Reyes 17:13-16; Lucas 4:25, 26.) (el audiodrama puede descargarse del siguiente enlace)

Con todo, aunque ejecutó aquel milagro, la fe de ambos, tanto la de la viuda como la de Elías, estaba por ser sometida a una prueba intensa. El hijo de ella murió de repente. Abrumada por el dolor, la viuda solo podía suponer que Elías, el “hombre del Dios verdadero”, tuvo que ver con ese golpe trágico. Se preguntó si se le estaba castigando por algún pecado del pasado. Pero Elías tomó al hijo muerto de los brazos de ella y lo llevó a una habitación arriba.

Elías sabía que Jehová podía proveer más que solo sustento. ¡Jehová es la fuente de la vida misma! Por eso Elías oró solícitamente repetidas veces para que se le restaurara la vida al niño.

Elías no fue el primero que mostró tal fe en la resurrección, pero, según el registro bíblico, fue el primero mediante quien se efectuó una. ¡El niño “llegó a vivir”! La madre debe haber desplegado un gozo digno de admiración cuando Elías le llevó su hijo y sencillamente le dijo: “Mira, tu hijo está vivo”. Sin duda ella le dijo con lágrimas en los ojos: “Ahora, de veras, sí sé que eres un hombre de Dios, y que la palabra de Jehová en tu boca es verdadera”. (1 Reyes 17:17-24.)

“Mi Dios es Jehová”

¡Qué conmovedor y apropiado que el nombre Elías signifique “Mi Dios es Jehová”! En tiempo de sequía y hambre Jehová le suministró comida y bebida; en tiempo de caos moral Jehová le dio guía práctica; en tiempo de muerte Jehová lo utilizó para restaurar vida. Y parece que cada vez que Elías tuvo que mostrar la fe que tenía en su Dios —mediante confiar en que Él proveería, al seguir Sus instrucciones y apoyarse en Él para santificar Su nombre— fue recompensado con otras razones para tener fe en Jehová.

Ese fue el patrón mientras siguió aceptando asignaciones difíciles, y hasta peligrosas, de su Dios, Jehová; de hecho, todavía estaban en el futuro algunos de los milagros más espectaculares que Elías ejecutaría. (Véase 1 Reyes, capítulo 18.)

Sucede algo similar en el caso de los siervos de Jehová hoy día. Puede que no se
nos alimente milagrosamente ni se nos utilice para ejecutar una resurrección; este no es el tiempo para milagros como esos. Sin embargo, Jehová no ha cambiado en lo más mínimo desde los días de Elías. (1 Corintios 13:8; Santiago 1:17.)

Quizás nosotros también recibamos asignaciones que nos desalienten, algunos territorios difíciles y peligrosos donde hay que predicar nuestro mensaje divino. Puede que afrontemos persecución. Tal vez hasta pasemos hambre. Pero tanto a las personas fieles como a su organización en conjunto Jehová ha demostrado vez tras vez que todavía dirige y protege a los que le sirven. Aún les da poder para que puedan llevar a cabo cualquier tarea que les asigne. Y todavía los ayuda a aguantar cualquier prueba que les sobrevenga en este mundo turbulento. (Salmo 55:22.)

Nota

Tanto Jesús como Santiago dicen que no llovió en el país por “tres años y seis meses”. Sin embargo, se dice que Elías se presentó ante Acab para poner fin a la sequía “al tercer año”... sin duda al contar desde el día en que anunció la sequía. Por lo tanto, tiene que haber sido después de una larga sequía cuando él estuvo por primera vez ante Acab. (Lucas 4:25; Santiago 5:17; 1 Reyes 18:1.)

¿Tiene usted, como Elías, fe en que Jehová satisfará las necesidades de sus siervos?

Articulo publicado en la revista La Atalaya del 01 de Abril de 1992, pueden descargarse mas temas en audio y pdf de la pagina oficial