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miércoles, 26 de marzo de 2014

Jesucristo... ¿enviado por Dios? (Segunda y última parte)

Capítulo 6

DIÓ SU VIDA COMO RESCATE

Un rescate es algo que resulta en la liberación de alguien que se halla en cautiverio. Es algo que se paga para que dicha persona no pierda la vida. La vida humana perfecta de Jesús se dio para liberar a la humanidad del cautiverio al pecado y la muerte. (1 Pedro 1:18, 19; Efesios 1:7) ¿Por qué se necesitaba tal liberación?

Esto se debía a que Adán, el antepasado de todos nosotros, se había rebelado contra Dios. Así, el acto de desafuero de él lo había convertido en pecador, puesto que la Biblia explica que “el pecado es desafuero.” (1 Juan 3:4; 5:17) El resultado de esto fue que Adán no mereció recibir la dádiva divina de vida eterna. (Romanos 6:23)

Así que Adán perdió para sí la vida humana en perfección en una Tierra paradisíaca. También hizo así que todos los hijos que él tendría perdieran esta maravillosa perspectiva. Pero usted quizás pregunte: ‘¿Por qué tenían que morir todos sus hijos, si quien pecó fue Adán?’

Esto se debe a que Adán, al hacerse pecador, pasó el pecado y la muerte a sus hijos, incluso a todos los humanos que vivimos hoy. (Job 14:4; Romanos 5:12) “Todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios,” dice la Biblia. (Romanos 3:23; 1 Reyes 8:46) Hasta el piadoso David dijo: “Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre.” (Salmo 51:5) Por eso, la gente ha estado muriendo debido al pecado que ha heredado de Adán. Entonces, ¿cómo era posible que el sacrificio de la vida de Jesús librara a toda persona del cautiverio al pecado y la muerte?

En esto está envuelto un principio legal que se halla en la ley que Dios dio a la nación de Israel. Este declara que ‘se debe dar vida por vida.’ (Exodo 21:23; Deuteronomio 19:21)

Por su desobediencia, Adán el hombre perfecto perdió la vida perfecta en una Tierra paradisíaca para sí mismo y para todos sus hijos. Jesucristo dio su propia vida perfecta para volver a comprar lo que Adán había perdido. Sí, Jesús “se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos.” (1 Timoteo 2:5, 6)

A Jesús, por haber sido hombre perfecto, tal como lo había sido Adán, se le llama “el último Adán.” (1 Corintios 15:45) Ningún otro humano aparte de Jesús pudiera haber provisto el rescate. Esto se debe a que Jesús fue el único hombre que ha vivido que fue igual a Adán como hijo humano perfecto de Dios.—Salmo 49:7; Lucas 1:32; 3:38.

Jesús murió a los 33 1/2 años de edad. Pero al tercer día después de su muerte fue levantado de nuevo a la vida. Cuarenta días después regresó al cielo. (Hechos 1:3, 9-11) Allí, de nuevo como persona celestial, apareció “delante de la persona de Dios a favor nuestro,” con el valor de su sacrificio de rescate. (Hebreos 9:12, 24) En aquel tiempo se pagó el rescate a Dios en el cielo. Ahora se había hecho disponible liberación para la humanidad. Pero, ¿cuándo se realizarán sus beneficios?

En la actualidad el sacrificio de rescate de Jesús nos puede beneficiar. ¿Cómo? Por ejercer fe en ese sacrificio podemos disfrutar de una condición o posición de limpios delante de Dios y llegar a estar bajo su cuidado amoroso y tierno. (Revelación 7:9, 10, 13-15) Muchos de nosotros quizás cometimos terribles pecados antes de que llegáramos a conocer a Dios. Y aun ahora cometemos errores, los cuales a veces son muy graves.

Pero con el rescate como base podemos buscar libremente el perdón de Dios, con confianza en que él nos escuchará. (1 Juan 2:1, 2; 1 Corintios 6:9-11) Además, en los días venideros el rescate abrirá para nosotros el camino que nos llevará a recibir la dádiva divina de vida eterna en el nuevo mundo justo de Dios. (2 Pedro 3:13) En ese tiempo todos los que ejerzan fe en el rescate serán completamente librados del cautiverio al pecado y la muerte. ¡Podrán esperar vida eterna en perfección!

¿Qué efecto tiene en usted el llegar a saber del rescate? ¿No le llena el corazón de afecto para con Jehová el saber que él se interesa tanto en usted que ha dado a su Hijo amado a favor de usted? (Juan 3:16; 1 Juan 4:9, 10) Pero piense, además, en el amor de Cristo. El vino voluntariamente a la Tierra a morir por nosotros. ¿No deberíamos sentirnos agradecidos? El apóstol Pablo explicó cómo debemos mostrar nuestra gratitud cuando dijo: “Murió por todos para que los que viven no vivan ya para sí mismos, sino para el que murió por ellos y fue levantado.” (2 Corintios 5:14, 15) ¿Demostrará usted su gratitud mediante usar su vida para servir a Dios y a su Hijo celestial Jesucristo?

POR QUÉ JESÚS EJECUTÓ MILAGROS

Jesús es bien conocido por los milagros que ejecutó. Se compadecía de la gente que sufría, y con gusto usaba los poderes que Dios le había dado para ayudarla. Por ejemplo, cierto hombre que tenía la terrible enfermedad de lepra vino a él y le dijo: “Si tan solo quieres, puedes limpiarme.” Jesús “se enterneció, y extendió la mano y lo tocó, y le dijo: ‘Quiero. Sé limpio.’” ¡Y el hombre fue sanado!—Marcos 1:40-42.

Considere otra escena bíblica, e imagínese la ternura que Jesús sintió para con la gente a quien se describe: “Entonces se le acercaron grandes muchedumbres, teniendo consigo personas que eran cojas, mancas, ciegas, mudas y muchas en otras condiciones, y casi se las tiraron a los pies, y él las curó; de modo que la muchedumbre se asombró al ver que los mudos hablaban y los cojos andaban y los ciegos veían, y glorificó al Dios de Israel.”—Mateo 15:30, 31.

El hecho de que Jesús realmente se interesaba en estas personas que sufrían y verdaderamente quería ayudarlas se puede ver por lo que después dijo a sus discípulos. Dijo: “Me compadezco de la muchedumbre, porque hace ya tres días que se han quedado conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos en ayunas. Posiblemente desfallezcan en el camino.” De modo que Jesús, con solo siete panes y unos cuantos pescaditos, alimentó milagrosamente a los “cuatro mil varones, además de mujeres y niñitos.”—Mateo 15:32-38.

En otra ocasión Jesús se encontró con una procesión fúnebre que salía de la ciudad de Naín. La Biblia describe la ocasión así: “Sacaban a un muerto, el hijo unigénito de su madre. Además, ella era viuda. . . . Y cuando alcanzó a verla el Señor, se enterneció por ella.” El sintió profundamente el dolor de ella. Por eso, dirigiéndose al cadáver, Jesús ordenó: “Joven, yo te digo: ¡Levántate!” Y ¡qué maravilla! “El muerto se incorporó y comenzó a hablar, y [Jesús] lo dio a su madre.” ¡Imagínese cómo debe haberse sentido aquella madre! ¿Cómo se habría sentido usted? Las noticias acerca de este notable acontecimiento se esparcieron por todas partes. No es de extrañar que Jesús sea tan bien conocido.—Lucas 7:11-17.

Sin embargo, los milagros que Jesús ejecutó fueron solo de beneficio temporal. Las personas a quienes él curó volvieron a tener problemas físicos. Y las personas a quienes resucitó murieron de nuevo. Pero los milagros de Jesús probaron que él había sido enviado por Dios, que realmente era el Hijo de Dios. Y probaron que, con el poder de Dios, todos los problemas humanos pueden ser resueltos. Sí, mostraron en escala pequeña lo que acontecerá en la Tierra bajo el reino de Dios. ¡En ese tiempo se alimentará a los hambrientos, se sanará a los enfermos y hasta se levantará a la vida a los muertos! Y nunca más causarán desdicha la enfermedad ni la muerte ni otras aflicciones. ¡Qué bendición!—Revelación 21:3, 4; Mateo 11:4, 5.

GOBERNANTE DEL REINO DE DIOS


La vida del Hijo de Dios puede dividirse en tres partes. Primero está la cantidad desconocida de años que él pasó con su Padre en el cielo antes de llegar a ser humano. Tras eso, los treinta y tres años y medio que pasó en la Tierra después de haber nacido. Y ahora él tiene de nuevo vida en el cielo como persona de la región espiritual. ¿Qué puesto ha ocupado en el cielo desde su resurrección?

Está claro que Jesús había de llegar a ser rey. Hasta el ángel le anunció a María: “Gobernará como rey . . . para siempre, y de su reino no habrá fin.” (Lucas 1:33) Durante su ministerio terrestre él habló constantemente acerca del reino de Dios. Enseñó a sus seguidores a orar: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.” Y los instó a ‘seguir, pues, buscando primero el reino.’ (Mateo 6:10, 33) Por su fidelidad mientras estuvo en la Tierra, Jesús probó que era digno de ser rey del reino de Dios. ¿Comenzó él a gobernar como rey tan pronto como regresó al cielo?

No; no empezó a reinar. El apóstol Pablo se refiere a Salmo 110:1 y explica: “Este hombre [Jesús] ofreció un solo sacrificio por los pecados perpetuamente y se sentó a la diestra de Dios, esperando desde entonces hasta que sus enemigos fuesen colocados como banquillo para sus pies.” (Hebreos 10:12, 13)

Jesús estuvo esperando el mandato de Jehová: “Ve sojuzgando en medio de tus enemigos.” (Salmo 110:2) Cuando ese tiempo llegó, él empezó a limpiar de los cielos a Satanás y sus ángeles. El resultado de aquella guerra que hubo en el cielo se declara así: “¡Ahora han acontecido la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque ha sido arrojado hacia abajo el acusador de nuestros hermanos, que los acusa día y noche delante de nuestro Dios!” (Revelación 12:10)

Dentro de muy poco tiempo Cristo y sus ángeles celestiales entrarán en acción (Daniel 2:44; Revelación 17:14) La Biblia dice que él tiene “una aguda espada larga, para que hiera con ella a las naciones, y las pastoreará con vara de hierro.” (Revelación 19:11-16) Para demostrar que somos dignos de protección, tenemos que ejercer fe en Jesucristo. (Juan 3:36) Tenemos que llegar a ser sus discípulos y someternos a él como rey celestial nuestro. ¿Hará usted eso?

Porción del libro "Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra". Para complementar la información, lea la revista La Atalaya de Marzo del 2013 con el tema de portada "La resurrección de Jesús. Su importancia para nosotros", ambos editados por los testigos de Jehová.