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viernes, 29 de agosto de 2014

¿Hay algún beneficio en el sufrimiento?

MUCHAS personas se amargan cuando se encaran a intenso sufrimiento. Otras que pasan por la misma experiencia o hasta por peores experiencias llegan a ser más compasivas y tiernas en sus sentimientos para con sus semejantes humanos. De manera similar, hay personas que niegan la existencia misma de Dios cuando son sometidas a dificultades prolongadas, mientras que otras pasan por pruebas severas con fe inquebrantable en el Todopoderoso. ¿Por qué sucede esto?

A menudo las personas se amargan y pierden la fe debido a que se consideran demasiado importantes y no reconocen que son humanos pecaminosos que viven en un mundo que pasa por alto las leyes de Dios. Incorrectamente atribuyen al Todopoderoso las cosas malas de las cuales los hombres son culpables. Por lo tanto, no aprenden nada provechoso de las dificultades y, después que experimentan alivio, quizás reflejen aun más características indeseables que anteriormente.

Para que esto no suceda en nuestro caso, debemos hacer un esfuerzo por beneficiarnos de todo lo que pudiera acontecernos. Para esto se requiere que tengamos el punto de vista correcto en cuanto al sufrimiento humano. El libro bíblico de Lamentaciones ayuda mucho a poner este asunto en la perspectiva correcta.

Mantenga la esperanza
El libro mismo contiene cinco poemas en los que se expresa lamento por la terrible destrucción que le sobrevino a Jerusalén a manos de los babilonios. En el tercer poema, el profeta Jeremías, llevado por el espíritu de Dios, desahoga sus sentimientos intensos y los transfiere a la entera nación en la figura de un hombre físicamente capacitado. (Lamentaciones 3:1.) Aunque Jeremías sufrió junto con la entera nación, la experiencia no lo amargó. Él esperaba con optimismo el tiempo cuando el favor de Dios estaría con Su pueblo de nuevo, y aceptó lo que le ocurrió a la nación como una justa ejecución del juicio divino.

La esperanza de una liberación en el futuro sustentó a Jeremías. Leemos: “Sin falta se acordará tu alma [Jehová mismo] y se inclinará sobre mí. Esto es lo que traeré de vuelta a mi corazón. Por eso mostraré una actitud de espera”. (Lamentaciones 3:20, 21.) No había ninguna duda en la mente de Jeremías de que Jehová con el tiempo miraría con aprobación a Su pueblo arrepentido. Es cierto que ellos habían sido sumamente humillados en derrota completa. Pero Jehová bajaría, por decirlo así, de su alta posición en el cielo para levantarlos de su estado degradado. Con esto presente, Jeremías podía consolar su corazón y esperar con paciencia hasta que Jehová actuara a favor de Su pueblo arrepentido.

Así que, cuando estemos pasando por una experiencia angustiosa, no deberíamos perder la esperanza. Debemos recordar el hecho de que las pruebas tienen un comienzo y también tienen un fin. El Altísimo nunca permitirá que sus siervos fieles sufran indefinidamente junto con las personas que no están dedicadas a él. Por esa razón deberíamos esperar con paciencia hasta que Jehová traiga alivio seguro.

El mismo hecho de que la persona todavía esté viva debería darle razón para tener esperanza. En el tiempo de Jeremías la ciudad de Jerusalén y la tierra de Judá fueron desoladas, y muchos israelitas perecieron. Aun así, hubo sobrevivientes. Esto dio la seguridad de que Dios continuaría mostrándole misericordia a su pueblo. Leemos: “Son los hechos de bondad amorosa de Jehová el que no nos hayamos acabado, porque sus misericordias ciertamente no terminan. Son nuevas cada mañana. Es abundante tu fidelidad. ‘Jehová es la parte que me corresponde —ha dicho mi alma—, por eso mostraré una actitud de espera por él’”. (Lamentaciones 3:22-24.)

Si no fuera por la bondad amorosa de Dios y el interés compasivo en su pueblo, no habría habido ningún sobreviviente entre los israelitas. Pero Jehová Dios sí mostró misericordia. De modo que sus expresiones de misericordia continuarían fluyendo hacia su pueblo y serían renovadas cada mañana. El hecho de que la fidelidad de Jehová es abundante aseguraba que se podía depender de sus misericordias. Estas serían constantes, y nunca débiles ni ineficaces. Puesto que el Altísimo permaneció como la parte que le correspondía —o herencia— a su pueblo, había buena razón para que ellos continuaran a la espera de un cambio en las circunstancias difíciles en las que él les había permitido hallarse debido a su infidelidad.

Cómo esperar con paciencia
¿Qué debería caracterizar a tal espera? El libro de Lamentaciones contesta: “Bueno es Jehová al que espera en él, al alma que sigue buscándolo. Bueno es que uno espere, aun callado, la salvación de Jehová. Bueno le es al hombre físicamente capacitado llevar el yugo durante su juventud. Que se siente solitario y se quede callado, porque él le ha impuesto algo. Que ponga su boca en el mismísimo polvo. Quizás exista una esperanza. Que dé su mejilla al mismísimo que lo golpea. Que tenga suficiente cantidad de oprobio”. (Lamentaciones 3:25-30.)

Note que durante dicho tiempo de aflicción uno debería continuar esperando en Dios con optimismo por alivio, y acercarse más a él. La persona querrá ser paciente y esperar callada o sin quejarse hasta que el Todopoderoso haya traído la liberación o salvación. Por lo tanto, es muy beneficioso el que uno aprenda a llevar un yugo de sufrimiento durante su juventud. ¿Por qué? Porque esto hará que sea mucho más fácil para uno aguantar una experiencia similar más tarde en la vida sin perder la esperanza. El saber que se ha enfrentado a grandes dificultades anteriormente le dará una base para tener la esperanza de que podrá hacerlo de nuevo.

Ahora bien, cuando se le ha impuesto un yugo de aflicción a una persona, esta no debería estar corriendo por todas partes expresando sus quejas. No, más bien, debería sentarse solitaria, como alguien en duelo, y permanecer callada. Debería postrarse con su boca en el mismísimo polvo. Esto significa que debería someterse humildemente a las pruebas que Dios ha permitido que experimente, y debería esperar con optimismo la liberación venidera.

No debería alzarse en rebelión contra sus perseguidores, sino aguantar con paciencia el abuso físico y verbal. Esto nos hace recordar la manera como Jesucristo se comportó. El registro bíblico dice: “Cuando lo estaban injuriando, no se puso a injuriar en cambio. Cuando estaba sufriendo, no se puso a amenazar, sino que siguió encomendándose al que juzga con justicia”. (1 Pedro 2:23.)

Otro punto vital que debemos recordar cuando experimentemos sufrimiento es el hecho de que Dios no aprueba las cosas odiosas que los hombres quizás hagan. Sin embargo, el Altísimo sí permite que ciertas cosas sucedan con un buen propósito en mira. Esto se expresa bien en las siguientes palabras del libro de Lamentaciones:

“Porque Jehová no seguirá desechando hasta tiempo indefinido. Porque aunque haya causado desconsuelo, también ciertamente mostrará misericordia conforme a la abundancia de su bondad amorosa. Porque no de su propio corazón ha afligido ni desconsuela a los hijos de los hombres. El aplastar debajo de los pies de uno a todos los prisioneros de la tierra, el desviar el juicio de un hombre físicamente capacitado delante del rostro del Altísimo, el torcer a un hombre en su causa judicial, no lo ha aprobado Jehová mismo”. (Lamentaciones 3:31-36.)


En el caso de los infieles israelitas, Jehová Dios les permitió sufrir una terrible experiencia a manos de los babilonios. Los desechó hasta el grado de permitir que fueran llevados al exilio. No obstante, lo hizo con un buen propósito en mira, a saber, producir un resto arrepentido de entre los sobrevivientes y su prole. Para con este resto Jehová mostraría misericordia. El Todopoderoso no sintió ningún placer en castigar a los israelitas.

No fue el deseo de su corazón causarles desconsuelo y aflicción al entregarlos en manos de sus enemigos. Jehová no apoyó el terrible trato que estos dieron a su pueblo. Él no miraba con aprobación a los hombres que oprimían a los prisioneros de guerra, a los que negaban al hombre sus derechos dados por Dios ni a los que rehusaban rendir justicia en un caso legal.

Por consiguiente, cuando nosotros suframos en manos de los hombres, no debemos culpar a Dios por los males que los hombres cometan. El Altísimo no aprueba la opresión ni la violencia de ellos. Al fin y al cabo ellos tendrán que responderle por sus hechos malos.

No obstante, la gente pudiera causarse sufrimiento a sí misma. Los israelitas infieles dieron la espalda a Jehová Dios, rechazando su cuidado protector. Entonces, con justicia, él los abandonó a sus enemigos. De modo que no tenían base para quejarse respecto a lo que les había sobrevenido. Esto se enfatiza en la pregunta: “¿Cómo puede un hombre viviente entregarse a quejas, un hombre físicamente capacitado, a causa de su pecado?”. (Lamentaciones 3:39.)

En vez de quejarse, los israelitas deberían haberse vuelto a Jehová con arrepentimiento, suplicándole misericordia. Leemos: “De veras escudriñemos nuestros caminos y explorémoslos, y volvámonos, sí, hasta Jehová. Levantemos nuestro corazón junto con las palmas de nuestras manos a Dios en los cielos: ‘Nosotros mismos hemos transgredido, y nos hemos portado rebeldemente’”. (Lamentaciones 3:40-42.)

En efecto, no era tiempo para quejarse. Era un tiempo para que examinaran cuidadosamente sus caminos, su derrotero en la vida o conducta, y para considerar en lo que habían resultado. Más bien que continuar en sus propios caminos para perjuicio suyo, debían regresar a Jehová y obedecer sus mandatos. Las expresiones exteriores de arrepentimiento —el meramente levantar las palmas de las manos en oración— no era suficiente. Era necesario que se arrepintieran sinceramente de sus transgresiones.

Así que, cuando experimentemos sufrimiento, deberíamos examinar nuestro derrotero en la vida. ¿Nos hemos acarreado problemas nosotros mismos debido a que pasamos por alto la ley de Dios? Si así es, entonces no tenemos base para culpar al Altísimo. Más bien, deberíamos mostrar que nos hemos beneficiado de la dolorosa disciplina mediante abandonar el derrotero incorrecto y volvernos a Dios con arrepentimiento.

Si nos hemos esforzado por llevar una vida recta y aun experimentamos aflicción, no debemos olvidar que Dios no aprueba lo que los inicuos quizás nos hagan. Mientras tanto, deberíamos someternos humildemente a nuestras pruebas, esperando con paciencia y sin quejarnos hasta que Jehová Dios traiga alivio. Nos beneficiaremos si ponemos en práctica el consejo de la Palabra de Dios cuando nos encaremos al sufrimiento.

Jeremías, compositor de Lamentaciones, podía escribir sobre el sufrimiento por experiencia propia. Aprendamos a ser pacientes, a aguantar y a depender completamente de Jehová. Nunca imitemos el proceder odioso del hombre opresivo, sino continuemos siendo bondadosos y compasivos para con nuestro semejante.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 15 de Febrero de 1987. Lea el folleto: "La Biblia y su mensaje". Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.