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domingo, 8 de septiembre de 2013

La importancia de orar y de la humildad

Jesús ilustró la importancia de persistir en la oración. Puede que Jesús esté todavía en Samaria o en Galilea cuando da a sus discípulos esta otra ilustración:

“En cierta ciudad había cierto juez que no le tenía temor a Dios ni tenía respeto a hombre. Pues bien, había en aquella ciudad una viuda, y ella seguía yendo a él, y decía: ‘Ve que se me rinda justicia de mi adversario en juicio’. Pues, por algún tiempo él no quiso, pero después dijo dentro de sí: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a hombre, de todos modos, porque esta viuda me causa molestia de continuo, veré que se le rinda justicia, para que no siga viniendo y aporreándome hasta acabar conmigo’”.

Jesús entonces aplica la ilustración: “¡Oigan lo que dijo el juez, aunque era injusto! De seguro, entonces, ¿no hará Dios que se haga justicia a sus escogidos que claman a él día y noche, aun cuando es sufrido para con ellos?”.

Por supuesto, Jesús no quiere dar a entender que Jehová Dios sea de modo alguno como ese juez injusto. Más bien, si hasta un juez injusto responde a súplicas persistentes, entonces no debería haber duda alguna de que Dios, quien es enteramente justo y bueno, responderá si su pueblo no cesa de orar. Por eso Jesús continúa así: “Les digo: [Dios] hará que se les haga justicia rápidamente”.

Muchas veces se niega la justicia a los humildes y a los pobres, mientras que se suele favorecer a los poderosos y ricos. Sin embargo, Dios no solo se encargará de que los inicuos reciban su justo castigo, sino que también se asegurará de que se trate con justicia a sus siervos mediante darles vida eterna.

Pero ¿cuántos creen con firmeza que Dios hará que se ejecute la justicia sin tardanza?

Con referencia a la fe en el poder de la oración, Jesús pregunta: “Cuando llegue el Hijo del hombre, ¿verdaderamente hallará la fe sobre la tierra?”. Aunque la pregunta queda sin contestar, se da a entender que esa fe no sería común cuando Cristo llegara con el poder del Reino.

Entre los que escuchan a Jesús hay algunos que se sienten bastante confiados en su fe. Se creen justos, y desprecian a otros. Puede que hasta algunos discípulos de Jesús estén en ese grupo. Por eso él dirige la siguiente ilustración a esos:

“Dos hombres subieron al templo a orar, el uno fariseo y el otro recaudador de impuestos. El fariseo se puso de pie y oraba para sí estas cosas: ‘Oh Dios, te doy gracias de que no soy como los demás hombres, dados a extorsión, injustos, adúlteros, ni siquiera como este recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana, doy el décimo de todas las cosas que adquiero’”.

Los fariseos son conocidos por sus despliegues de justicia en público para impresionar a otros. Los días en que por propia imposición suelen ayunar son los lunes y los jueves, y escrupulosamente pagan el diezmo de hasta las hierbas pequeñas del campo. Pocos meses antes habían manifestado su desprecio a la gente común durante la fiesta de los Tabernáculos, cuando dijeron: “Esta muchedumbre que no conoce la Ley [es decir, la interpretación farisaica que se le daba] son unos malditos”.

Jesús continúa su ilustración con estas palabras sobre una de esas personas a quienes los fariseos llamaban ‘malditas’

“Pero el recaudador de impuestos, estando de pie a la distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos hacia el cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: ‘Oh Dios, sé benévolo para conmigo, que soy pecador’”. Porque el recaudador de impuestos ha reconocido humildemente sus faltas, Jesús dice: “Les digo: Este hombre bajó a su casa probado más justo que aquel; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado”.

Así Jesús de nuevo recalca la importancia de la humildad. En vista de que los discípulos de Jesús se han criado en una sociedad en que los fariseos, que se creen justos, son tan influyentes, y siempre se da énfasis al puesto y la categoría social, no sorprende que hasta los discípulos de Jesús hayan sido afectados.

¡Qué excelentes lecciones sobre la humildad enseña Jesús! (Lucas 18:1-14; Juan 7:49.)

▪ ¿Por qué otorga el juez injusto a la viuda lo que le pide, y qué lección enseña esta ilustración de Jesús?

Por medio de la comparación se  recalca que si los jueces imperfectos hacen el bien cuando se ven obligados a hacerlo; no queda duda que Jehová que es el juez perfecto no dejara que las injusticias queden sin castigo y librara a los justos.

▪ ¿Qué fe buscará Jesús cuando llegue?

Fe basada en la confianza plena en Jehová y su justicia. La fe es una de las cualidades del fruto del espiritu, por eso es tan importante sembrarla y pedirla en oración.

▪ ¿A quiénes dirige Jesús su ilustración sobre el fariseo y el recaudador de impuestos?


Aunque la ilustración fue escuchada por varias personas, estaba dedicada a sus discipulos para que no cayeran en la forma de pensar de los fariseos
.

▪ ¿Qué actitud de los fariseos debe evitarse?

La arrogancia y el orgullo, pues buscaban los mejores lugares o puestos, despreciaban a la gente comun y no aceptaban a Jesus como el Mesías.


Capitulo 94 del libro: "El hombre mas grande de todos los tiempos" publicado y distribuido por los Testigos de Jehová, el cual puede ser descargado en archivos pdf y audio mp3 o acc.

¡La fe es práctica!... Testimonio desde los campos de concentración

CAMPOS de concentración... ¿qué le viene al pensamiento?

Tal vez usted recuerde fotos de personas asustadas a quienes se obliga a salir de unos furgones para dirigirlas a la muerte. O tal vez piense en prisioneros casi muertos de hambre a quienes se obliga a trabajar excesivamente y a vivir en medio de su propio excremento mientras padecen de enfermedades. O quizás recuerde crueles experimentos médicos u hornos que consumieron a un sinnúmero de cuerpos humanos.

Estos son algunos aspectos de los terribles campos de concentración.

Pero hay algo más que se debe tomar en cuenta. Por horribles que hayan sido los campos de concentración nazis, cientos de miles de hombres y mujeres que se encontraban en ellos estaban tratando de vivir. Estaban luchando día tras día por mantenerse vivos a pesar de las enfermedades, las palizas, el agotamiento físico y las matanzas cometidas a capricho. Se esforzaban por comer, mantenerse calientes y evitar las enfermedades. Tenían que trabajar, dormir y tratar con las personas que los rodeaban.

Por eso, a pesar de lo horribles que eran los campos de concentración nazis, o tal vez debido a ello, se prestan como lugares que podemos examinar para encontrar pruebas de lo práctica que es, realmente, la fe. Aunque nosotros personalmente tal vez nunca tengamos que enfrentarnos a vivir en campos como aquéllos, podemos beneficiarnos de las lecciones relacionadas con ellos.

MUCHOS PERDIERON LA FE

Un efecto notable de los campos de concentración fue la pérdida de fe. El escritor Philip Yancy explica: “Algunos sobrevivientes perdieron la fe en Dios. Los judíos, en particular, eran propensos a esto: se les había criado con la creencia de que eran pueblo escogido, y de repente descubrieron que, como lo expresó mordazmente un judío: ‘Solo Hitler ha cumplido sus promesas.’”
Elie Wiesel describe cómo le afectó el presenciar la ejecución de un joven en la horca. Los de la SS juntaron a los prisioneros enfrente de la horca. Mientras el muchacho moría lentamente, un prisionero gritó: “¿Dónde está Dios ahora?” Dice Wiesel: “Y oí una voz dentro de mí contestarle: ‘¿Dónde está? Aquí está... colgado de esta horca . . .’”

Muchos que afirmaban ser cristianos perdieron la fe también. En The Christian Century, en una referencia a la persecución nazi con el término “holocausto,” Harry J. Cargas expresa como sigue el sentir de personas que anteriormente acostumbraban asistir a la misa: “En mi opinión, la mayor tragedia que han sufrido los cristianos desde la crucifixión es la del holocausto. En el primer suceso, murió Jesús; en el último, podría decirse que murió el cristianismo. . . . ¿Puede uno ser cristiano hoy en vista de los campos de muerte que, por la mayor parte, fueron concebidos, construidos y operados por gente que afirmaba ser cristiana . . .?”

No obstante, hubo un grupo cuya fe no fue destruida. Gracias a su conocimiento de la Biblia, los testigos de Jehová comprendían que Dios no estaba causando la iniquidad que se practicaba en los campos de concentración ni el sufrimiento que ha afligido a la humanidad por siglos. Al contrario, estas cosas entristecen a Dios y prueban que los humanos no pueden dirigir sus propios pasos en independencia de él. (Jer. 10:23; Ecl. 8:9) Él ha prometido en su Palabra que a un tiempo fijo eliminará de sobre la Tierra la iniquidad. También remediará el daño que han sufrido las personas de fe, pues hasta puede levantarlas de nuevo a la vida.—Rev. 21:4; sírvase ver también, en el libro La Felicidad... cómo hallarla, el capítulo: “La iniquidad... ¿por qué la permite Dios?”

LA FE ENTRE LAS MUJERES

Examinemos, por ejemplo, cómo afectaron los campos de concentración a las mujeres.

En su autobiografía Commandant of Auschwitz, Rudolf Hoess hizo el siguiente comentario: “El campo de las mujeres, atestado desde el mismísimo principio, significaba destrucción sicológica para la mayoría de las prisioneras, y esto las conducía tarde o temprano al colapso físico. Desde todo punto de vista, y a todo tiempo, regían las peores condiciones en el campo de las mujeres.”
Claro, las condiciones variaban hasta cierto grado de un campo a otro, y durante diferentes etapas de la guerra. No obstante, Hoess dijo: “Cuando las mujeres habían llegado al punto más bajo, perdían toda resistencia. Tropezaban de aquí para allá como fantasmas, . . . hasta que llegaba el día en que calladamente morían.” Lo que contribuía a esto era la conducta de algunas prisioneras a quienes se había dado autoridad. Según Hoess: “En lo inflexibles, asquerosas, vengativas y depravadas que eran, superaban por mucho a los varones que ocupaban el mismo puesto.”

Pero Hoess agrega: “Presentaban un contraste refrescante con éstas las testigos de Jehová, a quienes se dio el apodo de ‘abejas de la Biblia’ o ‘gusanos de la Biblia.’ Desgraciadamente, estas últimas eran muy pocas.”

¿Cómo resistieron estas testigos de Jehová los horrores de los campos de concentración nazis? ¿Qué efecto tuvieron éstos en la fe de ellas? Información de primera mano se publicó en el libro de 1949 Under Two Dictators (Bajo dos dictadores), por Margarete Buber.

Ella y su esposo eran miembros prominentes del partido comunista alemán a principios de los años treinta. Se les ordenó que fueran a Moscú, y después se les arrestó por “desviaciones políticas.” Aunque Margarete Buber todavía creía en la teoría del comunismo, fue enviada a un campo de concentración en Siberia. Luego fue entregada a los nazis y, por cinco años, sirvió en el infame campo de concentración de mujeres de Ravensbrück.

Durante parte de ese tiempo, sirvió de superiora, prisionera encargada de otras prisioneras en un cuartel. La mayor parte de las que estaban en su cuartel eran testigos de Jehová (Estudiantes de la Biblia). El relato de Margarete Buber proporciona información que procede de una testigo ocular que era prisionera política pero no testigo de Jehová. Su relato tiene la confirmación de Gertrude Poetzinger, testigo de Jehová que fue prisionera en Ravensbrück por más de cuatro años y que sirve hoy con su esposo en la central mundial de los testigos de Jehová en Brooklyn, Nueva York. Lo que sigue es una condensación de porciones del libro, en las propias palabras de Margarete Buber y publicado con su permiso.

BAJO DOS DICTADORES

Toda persona que acaba de llegar a un campo de concentración pasa por un terrible período durante el cual se siente sacudida hasta los tuétanos, prescindiendo de lo fuerte que sea físicamente y de lo tranquilos que tenga los nervios. En Ravensbrück, los sufrimientos de las personas recién llegadas empeoraban con cada año que pasaba, y por eso era entre estas que había el más alto índice de muertes. Según la personalidad de la prisionera, le tomaría semanas, meses, o aun años resignarse a su situación y adaptarse a existir en el campo. Durante este período cambia el carácter de la persona. Su interés en el mundo exterior y en otras prisioneras disminuye gradualmente.

Me parece que no hay nada más desmoralizante que el sufrimiento, el sufrimiento excesivo acompañado de humillación como la que sufren los hombres y las mujeres en los campos de concentración. Cuando se recibía un golpe de un miembro de la SS, una no se atrevía a pagarle con otro. Cuando los de la SS se comportaban de manera tiránica e insultante, una tenía que quedarse callada y nunca contestar. Se habían perdido todos los derechos humanos... todos sin excepción. Una simplemente era un ser viviente con un número que la distinguía de otros seres desgraciados que estaban a su alrededor.

No estoy pensando, cuando digo esto, en aquellas prisioneras que ocupaban algún puesto y podían maltratar a las que estaban al cargo de ellas. Me refiero más bien a las prisioneras comunes. Si parecía que una de ellas había recibido un poco más de alimento, un pedazo de pan ligeramente más grande, una porción de margarina o de salchicha un poquito más abundante, inmediatamente había repugnantes despliegues de ira y resentimiento.

Desde que saltábamos de las literas hasta la hora de pasar lista, cuando teníamos que ponernos en fila afuera, teníamos tres cuartos de hora para lavarnos, vestirnos, poner en orden los armarios y “desayunarnos.” Aun en medio de las mejores circunstancias esto no sería muy fácil, pero ¡imagínese lo que estaba envuelto en hacer esto dentro de una casucha donde además de una misma había otras 100 mujeres, todas corriendo de un lugar a otro, empeñadas en hacer lo mismo! El ambiente estaba lleno de lenguaje malo e insultos.

[Lo susodicho es una descripción parcial de la vida de la autora en Ravensbrück. Pero entonces ella fue nombrada superiora del Cuartel 3, donde en aquel entonces se encontraban las Estudiantes de la Biblia.]

Emprendí mis deberes aquella tarde en el Cuartel 3. El ambiente era muy diferente aquí. Había silencio y se percibía el olor de jabón en polvo, de desinfectante y de sopa de col. Había 270 mujeres sentadas a las mesas. Tan pronto como entré en aquel lugar, una mujer alta y rubia se levantó, me condujo a un asiento y me sirvió un tazón de sopa de col. Yo apenas sabía qué hacer.
Sin importar en qué dirección mirara en las mesas, veía la misma sonrisa en aquellos rostros de gente modesta. Todas las mujeres tenían el cabello atado atrás en forma de moño, y estaban sentadas en perfecto orden y comiendo su alimento como si todas estuvieran controladas por un mismo cordel. Por la mayor parte parecían campesinas, y sus rostros enjutos estaban tostados y arrugados por el sol y el viento. Muchas de ellas habían pasado años en la prisión y en campos de concentración.

Había 275 prisioneras... todas ellas Estudiantes de la Biblia. Todas eran prisioneras ejemplares, y sabían las reglas y los reglamentos del campo de cabo a rabo y los obedecían al pie de la letra. Todos los armarios se parecían, y todos eran modelos de limpieza y orden. Todas las toallas colgaban de las puertas de los vestuarios exactamente de la misma manera conforme al reglamento; todo tazón y plato, toda taza, y así por el estilo, manifestaba limpieza y gran lustre.

Estregaban los taburetes hasta dejarlos inmaculadamente limpios y siempre los colocaban cuidadosamente uno encima del otro cuando no los estaban usando. Quitaban el polvo de todo, hasta de las vigas que cruzaban de un lado a otro la casucha, pues ésta no tenía cielo raso, de modo que al mirar hacia arriba veíamos el techo. Se me dijo que algunos de los supervisores de la SS usaban guantes blancos, y pasaban los dedos por encima de los salientes y de los armarios y que hasta se trepaban sobre las mesas para ver si las vigas estaban sin polvo.

Los excusados y los lavabos también se mantenían limpios. Pero lo culminante de todo este orden y limpieza era los dormitorios, cada uno de los cuales contenía 140 camas. La manera en que estaban construidas las camas aquí era un logro asombroso. Los colchones de pala y las almohadas eran como cajones.

Las frazadas estaban todas dobladas con cuidado exactamente de la misma manera, y eran exactamente del mismo tamaño, y todas estaban dispuestas sobre las camas según el mismísimo patrón. Sobre cada litera había una tarjeta con el nombre y el número de las prisioneras que dormían allí, y en la puerta un plano cuidadosamente dibujado del dormitorio indicaba cada litera y exactamente quien dormía allí, de modo que cualquiera que viniera a inspeccionar pudiera saber inmediatamente dónde estaba cada persona.

Mientras serví de auxiliar a la superiora del cuartel donde estaban las “asociales” pasaba todo el día desempeñado un deber u otro y sintiéndome perturbada por algún nuevo temor. Con las Estudiantes de la Biblia, pasaba una vida muy tranquila. Todo se hacía como por reloj. Por las mañanas, cuando todas estaban empeñadas en hacer sus tareas antes de que se pasara lista, nadie decía una palabra fuerte. En otros cuarteles las superioras del cuartel y sus auxiliares tenían que gritar hasta quedar roncas antes de lograr que las mujeres a su cargo salieran a la intemperie y se pusieran en fila, pero en mi cuartel todo se hacía silenciosamente y sin que yo dijera una palabra, y era lo mismo en todas las demás situaciones... la distribución del alimento, el apagar las luces, y las otras cosas que se hacían en el transcurso de un día en la vida de las prisioneras.

Mi tarea principal con relación a las Estudiantes de la Biblia era hacer que la vida les fuera lo más tolerable posible, para impedir la trapacería del oficial de la SS que estaba a cargo del cuartel.

Nunca hubo robos en el Cuartel 3. No se decían mentiras ni se llevaban cuentos. Cada una de las mujeres no solo era sumamente concienzuda en cuanto a su propia persona, sino que también se consideraba responsable por el bienestar de todo el grupo. No pasó mucho tiempo antes de que ellas se dieran cuenta de que yo era su amiga.

Una vez que se había establecido esta relación y que yo estuve bastante segura de que ninguna de ellas me traicionaría, fueron muchas las cosas que pude hacer por ellas; por ejemplo, me valía de toda clase de pretextos y mañas para que las prisioneras de mayor edad y las que estaban físicamente debilitadas no tuvieran que permanecer de pie por horas mientras se pasaba lista. No podría haber hecho esto en el caso de las asociales, pues las de mayor resistencia entre ellas me habrían denunciado a los de la SS debido al resentimiento que les hubiera provocado el saber que alguna de ellas estuviera siendo favorecida.

Las Estudiantes de la Biblia constituían el único grupo homogéneo entre las prisioneras de Ravensbrück. Cuando llegué al Cuartel 3 yo tenía solo una idea vaporosa de las convicciones religiosas de ellas y de por qué Hitler les tenía mala voluntad. Decir que él les tenía mala voluntad es atenuar la actitud de él para con ellas; él las denunciaba como enemigas del Estado y las perseguía despiadadamente.

A ellas no les tomó mucho tiempo darse cuenta de que era poco probable que yo me convirtiera, pero continuaron mostrándome amabilidad y nunca abandonaron la esperanza de que algún día yo “viera la luz.” Por lo que pude discernir, creían que toda la humanidad, con la excepción de los testigos de Jehová, pronto sería lanzada en oscuridad eterna cuando llegara el fin del mundo. El bien finalmente triunfaría sobre el mal. Nación ya no levantaría espada contra nación, el leopardo se echaría con el cabrito; y el becerro y el leoncillo y el animal bien alimentado estarían juntos, y nadie haría daño ni destruiría en toda Su santa montaña. Además, no habría más muerte, y todos —los sobrevivientes— vivirían en felicidad para siempre, con un gozo que no terminaría.

Esta creencia sencilla y satisfactoria les dio fuerzas y las capacitó para resistir los largos años de vida en el campo de concentración con todas las indignidades y humillaciones acompañantes sin que perdieran su dignidad humana. Se les dio razón para probar, y probaron, que la muerte no las aterraba. Podían morir por sus creencias sin horrorizarse.

Tomaban en serio el sexto mandamiento, y por consiguiente se oponían resueltamente a toda guerra y a toda forma de servicio militar. La constancia que desplegaron al respecto muchos Testigos varones les costó a éstos la vida. Las mujeres de la secta también rehusaban desempeñar todo trabajo que en su opinión tuviera como meta fomentar el esfuerzo bélico.

Su sentido de obligación y de responsabilidad eran inquebrantables; eran industriosas, honradas y obedientes. Las Testigos eran, por decirlo así, “prisioneras voluntarias,” pues todo lo que tenían que hacer para que se les pusiera en libertad inmediatamente era firmar el formulario especial para los Estudiantes de la Biblia que decía: “Declaro en ésta que desde este día en adelante ya no me considero Estudiante de la Biblia y no haré nada para adelantar los intereses de la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia.”

Los acuosos ojos azules de Koegel me miraban fijamente, sus bien rasuradas mandíbulas se contraían nerviosamente, y entonces él solía decir algo como en gruñido. Entonces yo proseguía con la inspección rutinaria, abriendo una puerta tras otra, y los primeros tres armarios. A medida que nos acercábamos a las prisioneras que estaban legítima y debidamente presentes, yo gruñía: “¡Achtung!,” y ellas se ponían de pie de un salto como muñecas de resorte.

Todos los visitantes, tanto hombres como mujeres, miembros de la SA, de la SS, o cualesquier otras personas invariablemente quedaban impresionados con el brillo del estaño y el aluminio. Koegel por lo general era el único que planteaba preguntas a las prisioneras. “¿Por qué la arrestaron?” e invariablemente la respuesta era: “Porque soy testigo de Jehová.” Esto ponía fin a la interrogación, pues Koegel sabía por experiencia que estas incorregibles Estudiantes de la Biblia nunca perdían una oportunidad que se les diera para demostrar [que eran testigos]. Después de eso los visitantes examinaban el interior de los dormitorios, e invariablemente expresaban admiración, en voz alta, por el orden y la limpieza inmaculada que veían allí.

Aunque la supervisora principal, la señora Langefeld, favorecía y protegía a las “Testigos,” una de las supervisoras principales, una mujer llamada Zimmer, las consideraba una pesadilla. La señora Zimmer no quedaba contenta con nada; ni la cama más ejemplar ganaba su aprobación, y nunca dejaba pasar ninguna oportunidad de insultar a las Testigos y tiranizarlas.

[Para perturbar la paz y la unidad cristiana de las Testigos, las autoridades colocaron a 100 asociales en el cuartel.]
Fue como si los lobos hubieran invadido el rebaño. Las denuncias, el robo y las peleas se hicieron parte de nuestra vida diaria. Las asociales inmediatamente se pusieron a denunciar a las “Testigos” por estudiar la Biblia y considerar asuntos religiosos; las asociales robaban todo lo que estaba al alcance de sus manos; y, puesto que se consideraban representantes de la autoridad, manifestaban un comportamiento en general sumamente agresivo y desafiador. ¡Cómo me entristecía esto! Pero debo dar honra a mis “Testigos” por haber acudido en mi auxilio cuando me hallé en aprietos y por haberme dado apoyo de toda manera posible. Gracias a ellas, logramos pasar los seis meses —el tiempo que duró el castigo— sin tener problema grave alguno.

Hice lo mejor que pude para aislar a las perturbadoras. Mantenía a las “Testigos” en mesas separadas a fin de que pudieran considerar sus asuntos durante las comidas sin correr el peligro de ser denunciadas, y por la noche colocaba a las asociales en las literas de arriba y a las “Testigos” en las de abajo. Pero sucedió que las autoridades —la promovedora principal del ardid fue la señora Zimmer— asignaron a nuestro cuartel a todas las mujeres del campo que eran notorias por orinarse en la cama, de modo que noche tras noche llovía sobre las prisioneras inocentes que ocupaban las literas de abajo.

Un día nuestra vieja enemiga, la señora Zimmer, vino a examinar su obra. Inmediatamente notó que yo había separado a las ovejas de las cabras y se volvió a mí con indignación.

“No se imagine que soy ciega,” declaró. “Sé perfectamente bien que usted resguarda y protege a las promovedoras de la Biblia aquí. No se atreva a separar de los gusanos de la Biblia a las asociales, ¿me oye?”

Pues bien, aquello decidió el asunto; tuve que mezclarlas y esperar que todo marchara bien. Fue entonces cuando Jehová intervino. Las Estudiantes de la Biblia aceptaron a las asociales como si éstas hubieran sido hermanas a quienes ellas no hubieran visto por largo tiempo: ¿Tenían hambre las asociales? ¡Sí, la tenían! ¿Les gustaría tener un pedazo más de pan? ¡Que si les gustaría tenerlo! Y así por el estilo. No supe qué pensar al observar este despliegue de caridad cristiana, pero sí dio resultados. Las asociales se ablandaron ante estas muestras de bondad y amistad, y entonces las Testigos emprendieron una campaña para mostrarles la luz. En poco tiempo hubo una cantidad considerable de asociales —una gitana, una polaca, una judía y una política— que se presentaron en la oficina de la SS para declarar que desde aquel día en adelante querían que se les considerara testigos de Jehová, y pidieron que se les diera el triángulo color violeta para sus mangas. Cuando aquello pareció demasiado, lo que hicieron los de la SS fue gritar y airarse contra las conversas y echarlas de la oficina. Al final, los de la SS se cansaron tanto de aquella situación que sacaron a las asociales de nuestro cuartel y nuevamente tuvimos paz. Yo di un suspiro de alivio, y las “Testigos” celebraron una reunión para dar gracias a Jehová.

LA FE ES PRÁCTICA PARA USTED

Es trágico que cualquiera, por razón alguna, haya tenido que enfrentarse al horror de los campos de concentración nazis. Sin embargo, esto sí ocurrió. ¿Qué podemos aprender de ello?

El relato del libro Under Two Dictators da a conocer la fe que tuvieron aquellas cristianas. Ciertamente no fue una fe de conveniencia. Sin embargo, no podemos dejar de notar que ellas se beneficiaron de manera práctica por demostrar una fe tan fuerte en Dios, mientras aguardaban el tiempo en que Dios eliminaría de sobre la Tierra toda la iniquidad.

Su fe les proporcionó normas. Las ayudó a mantenerse equilibradas, mental y moralmente. La preocupación no les socavó la salud; la desesperanza no les quitó las fuerzas. Así, su fe las ayudó a seguir viviendo de día en día.

El sicólogo Bruno Bettelheim observó directamente a los testigos de Jehová en los campos. Escribió que ellos “no solo mostraron un grado extraordinariamente elevado de dignidad humana y comportamiento moral, sino que parecían estar protegidos contra la misma experiencia del campo que pronto destruyó a personas a quienes mis colegas del sicoanálisis y yo considerábamos bien equilibradas.”—The Informed Heart (bastardillas nuestras).

El autor del libro The Dungeon Democracy agrega: “Eran objeto de mofa para algunos, pero ellos hicieron caso omiso de esto y mantuvieron su dignidad de hombres mientras que los demás, los que les manifestaban desdén, trocaron la suya por la supremacía en la lucha salvaje por la supervivencia.”

Aun si usted nunca experimentara sufrimiento que se aproximara a éste, ¿no le parece que esta clase de fe podría ayudarle? Usted se enfrenta diariamente a problemas y presiones. Pero la fe en Dios le dará una vida de mayor seguridad.

La fe en Dios y en su Palabra también resultará práctica para usted en sus tratos con otras personas. Por ejemplo, si usted vive en conformidad con la fe profunda, otros sin duda le tratarán de manera más justa y con mayor respeto. ¿Parece eso poco probable en el mundo de hoy, que está caracterizado por rivalidad despiadada? Bueno, considere el comentario de Bettelheim en cuanto a los Testigos en el campo: “Aunque eran el único grupo de prisioneros que nunca insultaban ni maltrataban a otros prisioneros (al contrario, por lo general eran muy corteses con los demás prisioneros), los oficiales de la SS los preferían como ordenanzas debido a los hábitos de trabajo, las habilidades y la actitud modesta que desplegaban.”

La situación es similar hoy día. Debido a su fe y al espíritu de Dios, los testigos de Jehová siguen esforzándose por ser amigables, apacibles, honrados y buenos trabajadores. (Gál. 5:23; Rom. 12:16-18, 21; Sant. 3:13; Efe. 4:28) Por lo tanto, a menudo se les tiene en alta estima como empleados. Frecuentemente se les ha hecho bastante fácil hallar empleo y se les retiene cuando se despide a otras personas.

La fe puede resultar práctica de muchas otras maneras también. Puede ayudar a los jóvenes a tener mayor felicidad, pues puede dar mayor significado a su vida. Es práctica con relación a la vida de familia y asuntos que tienen que ver con las relaciones sexuales. Puede ayudar a uno a tener mejor salud y una vida más larga.

Pero lo que muchos tal vez consideren como la prueba máxima de que la fe es verdaderamente práctica se saca a relucir en Hebreos 11:6. Allí el apóstol Pablo escribe lo siguiente: “Sin fe es imposible agradarle bien [a Dios], porque el que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que viene a ser remunerador de los que le buscan encarecidamente.”

Impulsados por la fe, millones de testigos de Jehová anhelan la recompensa que Dios ha prometido: vida en la Tierra bajo condiciones de paz, justicia y felicidad. (2 Ped. 3:13) Instamos al lector a que, mediante los Testigos, se informe más acerca de esa recompensa y acerca de cómo la fe puede ser práctica en su propia vida ahora y para siempre.

  • Las “asociales” eran rameras, vagabundas, carteristas, alcohólicas y otras “personas inútiles.”
  • Gertrude Poetzinger en 1944 estuvo entre las 275 testigos de Jehová aprisionadas en Ravensbrück.

Articulo de la revista La Atalaya de 01 de Noviembre de 1981. Publicada por los testigos de Jehová. Pueden descargarse mas articulos de la pagina oficial en formatos pdf para su lectura, asi como mp3 y aac en audio.

Un hombre humilde y valiente: Jonás (Primera parte)

Instrucciones: Busca un lugar donde puedas leer con tranquilidad.
Trata de visualizar la escena, imagınate las voces y los sentimientos de los personajes, y deja que el relato cobre vida.



ANALIZA LA ESCENA. (LEE JONAS 1:1-17; 2:10–3:5)

Al escuchar el nombre de Jonás mucha gente piensa inmediatamente en un hombre que huyo de sus obligaciones y fue tragado por un enorme pez; sin embargo, el tenia sentimientos parecidos a los nuestros. El hecho de querer efectuar su comisión aunque en un lugar diferente al que había sido asignado, dice mucho respecto a la obligación que sentía de realizar su ministerio.

Cuando se da cuenta que Jehová no esta de acuerdo con su decisión de cambiar de ruta, el se siente arrepentido y acepta que la tormenta que lo aflige a el y a los marineros se debe por causa suya, sin rodeos dice que es Judío y que es un profeta de Jehová que no fue obediente. Esto no debió ser fácil pues a continuación menciona que para que el mar se calme tiene que ser echado al mar y posiblemente morir. La tormenta fue una manifestación del poder de Jehová y a pesar de los esfuerzos de los marineros de llegar a tierra se enfrentan al dilema de ser culpables de derramar sangre inocente.

Por fin hacen que Jonás jure que Jehová no los destruirá por arrojarlo al mar, después de hacerlo el mar se calma y ofrecen sacrificios a Jehová. Mientras tanto Jonás esta hundiéndose en el océano, perdiendo oxigeno y llenando sus pulmones de agua, puede haber pensado que ese era su final. Pero milagrosamente un gran pez lo devora, por un momento pudo sentir alivio al no estar en el agua; pudo haber exclamado ¿donde estoy? Pues el sitio donde se encontraba era estrecho, húmedo, totalmente oscuro: ¡dentro del vientre de un animal!

INVESTIGA UN POCO MAS

Estando ahí se humilla ante Jehová y le preocupa no haber realizado su comisión como Jehová le había dicho, Jonás exclama que esos tres días fueron como haber estado en el Seol, por tanto el Seol o infierno no es un lugar de tormento o donde se consuma con fuego a la gente. Es un lugar de descanso, húmedo y oscuro como una tumba. (Jonás 2:1-9)

¿Por que Jonás no acepto ir a Nínive cuando se le ordeno? Nínive era una ciudad de Asiria. Era un pueblo muy violento dedicado a la guerra, a los cautivos los desollaban o los mutilaban para que sus adversarios sintieran miedo. (Nahúm 3:1)

¡Ay de la ciudad de derramamiento de sangre! Está toda llena de engaño y de robo. ¡De allí la presa no parte!

¿Por que Jehová comisiono a Jonás para decirles que iban a ser destruidos? Al principio podríamos pensar que era una misión suicida. ¡Decirle a la gente que es violenta que van a ser destruidos!. Pero eso es ver las cosas desde un solo punto de vista. Para Jehová la vida es un don precioso, si nos preocupamos por una planta que nos da sombra, con mayor razón Dios se preocupa por darle una oportunidad a cualquiera que quiera escuchar.

Jehová no es lento respecto a su promesa, como algunas personas consideran la lentitud, pero es paciente para con ustedes porque no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento. (2 Pedro 3:9)

APROVECHA LA INFORMACION

El miedo nos ayuda a evitar los peligros que nos pueden poner en riesgo, sin embargo no es un buen consejero cuando ese miedo nos evita hacer lo que sabemos que es bueno o beneficioso; un miedo excesivo puede cambiar a un tipo de fobia, entonces no es razonable y ciega nuestras acciones. Tambien existe el temor saludable como el que demostro Jonas al no querer que murieran los marineros y no pensar en si mismo. Tambien tuvo miedo de Jehová al ver que fue salvado milagrosamente y eso lo motivo a realizar su comisión

Jonás demostro humildad al aceptar su culpa. A pesar del peligro que suponia declarar la palabra de Jehová ante un pueblo sumamente violento Jonás tambien demostro valentía y confianza en que Jehová nuevamente lo salvaría si era su voluntad, así mismo los ninivitas tambien lo demostraron al aceptar que habian derramado sangre inocente, y eso los motivo a pedir perdón sincero, decretar ayuno y cubrirse con ceniza. Cambiaron su proceder y es probable que los marineros que se salvaron pregonaran lo que había sucedido entre otros barcos.


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A diferencia de los seres humanos que solo vemos la apariencia de las cosas, para Jehová todos tenemos una oportunidad de cambiar nuestro modo de vida, una persona que es violenta tal vez es la única forma que conoce para comunicarse. Pero si conoce a Jehová puede esforzarse por cambiar y ser aprobado por él. Por otro lado hay personas que ocultan cuales son sus verdaderas intenciones a la manera de Satanás. Aun así, ese juicio solo le corresponde al juez supremo y nosotros tenemos que dejar dicho asunto en sus manos. Aprovechemos la ocasión de predicar para dar a conocer su mensaje y así podremos ayudar a quienes están dispuestos a cambiar a ser salvos.


Respuestas personales basadas en "actividades para estudiar la Biblia" que consta de un cuestionario descargable en formato pdf.

Poner las creencias en acción

Un conocimiento limitado que actúa vale infinitamente más que un gran saber perezoso. La convicción es algo precioso, pero poner las propias creencias en acción es una prueba de fuerza.

Son muchas las personas que hablan como el rugido del mar, pero su vida esta estancada y carece de profundidad, como una cienega en putrefacción. Son muchos los que levantan la cabeza por encima de la cumbre de las montañas, pero su espíritu continúa durmiendo en la oscuridad de las cavernas.

(Gibran Jalil Gibran)

Sin embargo, háganse hacedores de la palabra, y no solamente oidores, engañándose a sí mismos con razonamiento falso. Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, este es semejante al hombre que mira su rostro natural en un espejo. Pues se mira, y allá se va e inmediatamente olvida qué clase de hombre es. Pero el que mira con cuidado en la ley perfecta que pertenece a la libertad, y persiste en ella, este, por cuanto se ha hecho, no un oidor olvidadizo, sino un hacedor de la obra, será feliz al hacerla.

(Santiago 1: 22 al 25)

Cántico 131: Jehová es mi Roca de salvación (Basado en 2 Samuel 22:1-8)

Señor, tú siempre has sido mi Libertador,
mi fuente de poder, mi escudo protector.
En todo el universo no hay ni habrá, oh Jehová,
quien pueda ser tu igual.


Mi Roca de salvación es Jehová Dios.
El mundo verá Su poder y majestad.
Mi garganta y mi corazón quieren cantar
y Su nombre a los cuatro vientos proclamar.



La sombra de la muerte viene tras de mí;
Altísimo Señor, a ti voy a acudir,
y desde tu gran templo me escucharás y vendrás;
no temeré jamás.


Mi Roca de salvación es Jehová Dios.
El mundo verá Su poder y majestad.
Mi garganta y mi corazón quieren cantar
y Su nombre a los cuatro vientos proclamar.


Tu voz divina desde el cielo tronará;
podremos presenciar el fin de la maldad.
Tus crueles enemigos se aterrarán, morirán;
tú nos traerás la paz.


Mi Roca de salvación es Jehová Dios.
El mundo verá Su poder y majestad.
Mi garganta y mi corazón quieren cantar
y Su nombre a los cuatro vientos proclamar.



En el siguiente enlace se puede descargar el archivo en mp3, El libro de canticos aqui