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martes, 17 de diciembre de 2013

El día que se derrumbaron las Torres Gemelas (2001)

LOS acontecimientos ocurridos el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Washington, D.C., y Pennsylvania, quedarán grabados para siempre en la memoria de quizá miles de millones de habitantes del planeta. ¿Dónde se hallaba usted cuando vio o escuchó la noticia del ataque al World Trade Center, de Nueva York, y el Pentágono, de Washington?

La increíble rapidez con que se perdieron tantas propiedades y, mucho más importante, tantas vidas, ha dado motivo para reflexionar.

¿Qué hemos aprendido sobre nuestras prioridades y decisiones? ¿Cómo pusieron de relieve estos sucesos algunas de las mejores cualidades de la humanidad, como la abnegación, la compasión, el aguante y el altruismo?

Las historias de los supervivientes

Inmediatamente después del desastre, el metro de Nueva York cerró sus puertas, por lo que multitud de personas se marcharon a pie del bajo Manhattan, muchas de ellas cruzando los puentes de Manhattan y Brooklyn. Veían claramente las oficinas y la fábrica de la sede mundial de los testigos de Jehová. Algunos de los que escapaban del desastre se dirigieron a esos edificios.

Una de las primeras en llegar fue Alisha, cuya madre es Testigo. Estaba cubierta de polvo y cenizas. Esto es lo que contó: “Desde el tren en que iba al trabajo vi el humo que salía del World Trade Center. Al llegar al lugar de la catástrofe, había cristales por todo el suelo, y sentí el calor. La gente corría en todas direcciones, mientras la policía trataba de evacuar el área. Parecía una zona de guerra.

”Fui corriendo a refugiarme a un edificio próximo. Entonces oí la explosión que produjo el choque del segundo avión con la torre sur. La escena era indescriptible; había humo negro por todas partes. Se nos mandó que saliéramos de la zona de peligro. Me metieron en un transbordador que iba a Brooklyn a través del río East. Cuando llegué allí, levanté la vista y vi un letrero grande que decía:

‘WATCHTOWER’. Era la sede central de la religión de mi madre. De inmediato me encaminé hacia el edificio de oficinas. Sabía que no podía estar en mejores manos. Me lavé y luego llamé a mis padres.”
Wendell (derecha) era portero del Hotel Marriott, situado entre las dos torres. Este es su relato: “Estaba de turno en el vestíbulo cuando se produjo la primera explosión. Caían escombros por todas partes.

Miré al otro lado de la calle y vi en el suelo a un señor envuelto en llamas. Me quité la chaqueta y la camisa y fui corriendo para tratar de extinguir el fuego. Otro transeúnte me ayudó. Se quemaron todas las ropas del señor, salvo los calcetines y los zapatos. Luego llegaron los bomberos y se lo llevaron para darle atención médica.

”Poco después llamó por teléfono Bryant Gumbel, del noticiero de la CBS, para que un testigo presencial contara de primera mano lo que estaba sucediendo. Gracias a eso, la familia que tengo en las islas Vírgenes me escuchó por televisión y supo que estaba vivo.”

Un hombre robusto de 1,95 metros de altura llamado Donald, que trabaja en el World Financial Center, se hallaba en el piso 31 de su edificio mirando a las Torres Gemelas y el Hotel Marriott. “Me quedé mudo y horrorizado ante lo que contemplé —dijo—. Había gente que caía y se tiraba de las ventanas de la torre norte. Me puse histérico y salí corriendo lo más deprisa que pude.”

Otra experiencia fue la de Janice, una mujer en la sesentena, y sus dos hijas, de más de 40 años: Ruth y Joni. Las tres se hallaban alojadas en un hotel cercano a las Torres Gemelas. Ruth, enfermera diplomada, nos cuenta lo que sucedió: “Yo estaba en la ducha. De repente, mi madre y mi hermana me gritaron que saliera del baño. Nos encontrábamos en el piso 16, y ellas veían caer escombros por fuera de la ventana. Mi madre vio incluso el cuerpo de un hombre volar por encima de un tejado cercano como si hubiera salido disparado de algún sitio.

”Me vestí rápidamente y bajamos las escaleras. Se oían gritos por todas partes. Salimos a la calle. Escuchamos explosiones y vimos saltar chispas. Se nos mandó que fuéramos corriendo a Battery Park, donde se encuentra el transbordador que va a Staten Island. Mientras nos dirigíamos hacia allí, perdimos a mamá, que es asmática. ¿Cómo lograría sobrevivir en medio de todo aquel humo, cenizas y polvo? La buscamos durante media hora, pero no la encontramos; de todas formas, al principio no estábamos muy preocupadas, pues es una mujer muy capaz y serena.

”Finalmente nos dijeron que camináramos hasta el puente de Brooklyn y lo cruzáramos. Imagínese nuestro alivio cuando llegamos al otro lado y vimos un enorme letrero que decía ‘WATCHTOWER’.

Supimos que nos encontrábamos a salvo.

”Nos recibieron y nos dieron alojamiento. También nos entregaron ropa, pues no teníamos nada. ¿Y mamá? ¿Dónde estaba? Pasamos toda la noche tratando de localizarla en los hospitales, pero fue en vano. Alrededor de las once y media de la mañana siguiente recibimos un mensaje. Nuestra madre nos esperaba en el vestíbulo. ¿Qué le había sucedido?”

Su madre, Janice, sigue con el relato: “Cuando salimos a toda prisa del hotel, empecé a preocuparme por una amiga de edad avanzada que no había conseguido salir con nosotras. Quería volver y sacarla, pero era muy peligroso. En medio de toda la conmoción me separé de mis hijas. Pese a ello, no estaba muy preocupada, pues ambas son sensatas y Ruth es enfermera diplomada.

”Adondequiera que miraba, veía gente que necesitaba ayuda, en especial niños y bebés. Ayudé a todo el que pude. Fui hasta el lugar donde clasificaban y atendían a las víctimas en función de la gravedad de sus heridas. Colaboré lavando las manos y las caras de los policías y bomberos, que estaban cubiertos de hollín y polvo. Me quedé hasta aproximadamente las tres de la madrugada, cuando tomé el último transbordador a Staten Island, pues suponía que mis hijas quizá se habían refugiado allí; pero no las encontré.

”Por la mañana traté de tomar el primer transbordador a Manhattan, pero no me lo permitieron, pues no pertenecía a los servicios de rescate. Entonces vi a uno de los policías a los que había ayudado. Lo llamé: ‘¡John!, tengo que volver a Manhattan’, a lo que me contestó que le acompañara.

”Cuando llegué a Manhattan, me dirigí al Hotel Marriott, pensando que tal vez aún habría alguna posibilidad de ayudar a mi anciana amiga. Pero era imposible. El hotel se encontraba en ruinas. Todo el centro estaba muerto; los únicos seres vivos que se veían eran policías y bomberos demacrados, con la tragedia reflejándose en su rostro.

”Me encaminé hacia el puente de Brooklyn. Al acercarme al otro lado, vi un letrero conocido: ‘WATCHTOWER’. Tal vez encontrara allí a mis hijas. Y así fue; enseguida bajaron al vestíbulo a reunirse conmigo. ¡Cómo nos abrazamos y lloramos!

”Sorprendentemente, no sufrí ni un solo ataque de asma a pesar de todo el humo, polvo y cenizas que había. No dejé de orar, pues quería ser útil, no una carga.”

“¡Allí no había donde aterrizar!”

Rachel, una mujer de poco más de 20 años, dijo a un redactor de ¡Despertad!: “Iba caminando por la calle donde vivo, en el bajo Manhattan, cuando escuché el sonido de un avión. El ruido era tan fuerte que miré hacia arriba. No podía creerlo: se trataba de un enorme avión comercial que, obviamente, iba descendiendo. Me pregunté por qué volaría tan bajo y tan deprisa. ¡Allí no había donde aterrizar! Quizá el piloto había perdido el control. Entonces oí gritar a una mujer: ‘¡Ese avión acaba de estrellarse contra el edificio!’. Una enorme bola de fuego salió de la torre norte. Luego vi un gigantesco agujero negro en ella.

”Fue lo más horrible que he contemplado en mi vida. No parecía real. Me quedé allí con la boca abierta. Al poco tiempo, la segunda torre sufrió el impacto de otro avión, y finalmente ambas se derrumbaron. Me puse histérica. Ya no pude aguantar más.”

“Si tengo que nadar, nadaré”

Denise, de 16 años, acababa de llegar a la escuela, al lado del edificio de la Bolsa de valores de Estados Unidos, situado tres calles al sur del World Trade Center. “Eran poco más de las nueve de la mañana. Sabía que había pasado algo, pero no tenía idea de qué se trataba. Me encontraba en el piso 11, en la clase de Historia. Todos los estudiantes estábamos muertos de miedo. Aun así, la maestra quería que hiciéramos un examen, pero lo que nosotros queríamos era salir e irnos a casa.

”Entonces, el edificio sufrió una sacudida cuando el segundo avión chocó contra la torre sur. Nosotros seguíamos sin saber qué había ocurrido. De repente oí que por el walkie-talkie de la maestra alguien decía: ‘¡Dos aviones han chocado con las Torres Gemelas!’, y pensé: ‘No es lógico que nos quedemos aquí. Esto es un acto terrorista, y el próximo objetivo va a ser la Bolsa de valores’. Así que nos marchamos.

”Fuimos a toda velocidad hasta Battery Park. Me di la vuelta para mirar lo que sucedía y vi que la torre sur se iba a derrumbar. Entonces pensé que iba a producirse un efecto dominó y que todos los edificios altos caerían. Respiraba con dificultad, porque las cenizas y el polvo me obstruían la garganta. Corrí hasta el río East, pensando: ‘Si tengo que nadar, nadaré’. Mientras huía, iba pidiendo a Jehová que me salvara.

”Finalmente me metieron en un transbordador que iba a Nueva Jersey. A mi madre le tomó más de cinco horas localizarme, pero al fin me encontré a salvo.”

“¿Será este el último día de mi vida?”

Un hombre de 28 años de Princeton (Nueva Jersey) llamado Joshua estaba dando clases en el piso 40 de la torre norte. “De pronto sentí lo que parecía la explosión de una bomba —recuerda—. Como había algunos temblores, pensé que se trataba más bien de un terremoto. Miré hacia fuera y lo que vi era increíble: alrededor del edificio se arremolinaba el humo y caían escombros. Por tanto, dije a la clase: ‘Que todo el mundo deje sus cosas y salga de aquí’.

”Bajamos las escaleras, que estaban llenándose de humo y del agua que salía de los rociadores. Pero nadie tenía pánico. No dejaba de pedir en oración que hubiéramos escogido bien la escalera y no nos encontráramos con el fuego.

”Mientras bajaba corriendo, pensé: ‘¿Será este el último día de mi vida?’. Seguí orando a Jehová, y sentí una extraña sensación de paz. Nunca había experimentado tal paz interior. Jamás olvidaré aquel momento.

”Cuando por fin salimos del edificio, la policía mandaba a todo el mundo que circulara. Miré a las torres y vi que las dos estaban atravesadas de parte a parte. Era una visión surrealista.

”Entonces se hizo un silencio inquietante, como si miles de personas estuvieran conteniendo la respiración. Parecía que la ciudad de Nueva York se hubiera detenido. Al silencio le siguieron los gritos. La torre sur se estaba desplomando. Una enorme ola de humo, cenizas y polvo se precipitaba hacia nosotros. Se parecía a los efectos especiales de las películas, pero esto era real. Cuando nos alcanzó, casi no podíamos respirar.

”Logré llegar hasta el puente de Manhattan, donde me di la vuelta y vi derrumbarse la torre norte con su enorme antena de televisión. Mientras cruzaba el puente, no hacía más que orar para que lograra llegar a Betel, la sede mundial de los testigos de Jehová.

Nunca me había dado tanta alegría ver aquel lugar. Allí, en la pared de la fábrica, contemplé el enorme letrero que miles de personas ven todos los días: ‘Lea a diario la Palabra de Dios, la Santa Biblia’. Entonces pensé: ‘Ya casi he llegado. Debo seguir adelante’.

”Cuando reflexiono en lo sucedido, me doy cuenta de que ha grabado en mi corazón que realmente tengo que fijar bien mis prioridades: lo más importante siempre debe ocupar el primer lugar en la vida.”

“Vi a algunas personas saltar de la torre”

Jessica, de 22 años, contempló los sucesos al salir de una estación de metro. “Miré hacia arriba y vi caer cenizas, escombros y trozos de metal de todo tipo. Había personas esperando para llamar por los teléfonos públicos, y cada vez se ponían más histéricas debido a las demoras. Pedí a Dios en oración que me diera calma. Entonces hubo otra explosión. Del cielo caían trozos de metal y cristales. Oí que gritaban que había sido otro avión.

”Miré hacia arriba y lo que vi era horrible: la gente saltaba de los pisos altos, de donde salían nubes de humo y llamas. Hay una escena que no he logrado borrar de la memoria: un hombre y una mujer estuvieron agarrados de una ventana durante un rato, pero tuvieron que soltarse y cayeron al vacío. Era insoportable ver todo aquello.

”Finalmente llegué al puente de Brooklyn, donde me quité mis incómodos zapatos y corrí hasta el otro lado del río. Caminé hasta los edificios de oficinas de la Watchtower, donde enseguida me ayudaron a calmarme.

Experiencia relatada en la revista ¡Despertad! con fecha 08 de Enero del  2002. Puede leer más historias animadoras en el libro: Anuario de los Testigos de Jehová 2012