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jueves, 10 de julio de 2014

Las oraciones requieren obras

“Jehová está muy lejos de los inicuos, pero oye la oración de los justos.” (PROVERBIOS 15:29.)

TODOS los requisitos de Jehová son sabios, justos y amorosos. De ninguna manera son gravosos. (1 Juan 5:3.) Eso incluye sus requisitos acerca de la oración, uno de los cuales es que nuestra vida debe armonizar con nuestras oraciones. Nuestro derrotero en la vida debe agradar a Jehová Dios. De otro modo, ¿cómo podemos esperar que considere con favor nuestras peticiones y súplicas?

La mayoría de las personas de la cristiandad pasan por alto este aspecto de la oración, tal como lo pasaban por alto los israelitas apóstatas de los días de Isaías. Por eso Jehová, por su profeta, se representó diciendo: “Aunque hagan muchas oraciones, no escucho [...] Lávense; límpiense; quiten la maldad de sus tratos de enfrente de mis ojos; cesen de hacer lo malo. Aprendan a hacer lo bueno”. (Isaías 1:15-17.)

Sí, si aquellos israelitas deseaban el favor de Dios, tenían que actuar de manera que le agradaran. Como bien se ha dicho: “Si quieres que Dios te oiga cuando oras, tienes que oírlo a Él cuando habla”.

De hecho, vez tras vez Jehová Dios tuvo que recordar estas verdades a su pueblo Israel. Por eso leemos: “El que está apartando su oído de oír la ley... hasta su oración es cosa detestable” a Dios. “Jehová está muy lejos de los inicuos, pero oye la oración de los justos.” (Proverbios 28:9; 15:29.) Esta situación hizo que Jeremías se lamentara de este modo: “[Jehová,] has obstruido el acceso a ti mismo con una masa de nubes, para que no pase la oración”. (Lamentaciones 3:44.)

En verdad se cumplió la advertencia que Miqueas hizo por inspiración: “Clamarán a Jehová por socorro, pero él no les responderá. Y él ocultará de ellos su rostro en aquel tiempo, según como cometieron maldad en sus tratos”. (Miqueas 3:4; Proverbios 1:28-32.)

Como se ve, es necesario que vivamos en armonía con nuestras oraciones. ¿Es esencial dar énfasis a ese hecho hoy? Sí; no solo por la situación que existe en la cristiandad, sino también por la situación en que se encuentran algunos del pueblo dedicado de Jehová. El año pasado, de los más de 3.000.000 de publicadores de las buenas nuevas, más de 37.000 fueron expulsados de la congregación por conducta impropia para un cristiano. Eso quiere decir casi uno de cada 80.

Probablemente la mayoría de estas personas oraban, por lo menos a veces. Pero ¿estaban actuando en armonía con sus oraciones? ¡De ninguna manera! Hasta algunos ancianos que habían estado en el servicio de tiempo completo por decenios estuvieron entre los que fueron disciplinados de un modo u otro. ¡Qué lamentable! En verdad, “el que piensa que está de pie, cuide para que no caiga”, para que no actúe de tal manera que sus oraciones se hagan inaceptables a su Hacedor. (1 Corintios 10:12.)

Por qué requieren obras las oraciones
Para que Jehová Dios oiga nuestras oraciones, no solo tenemos que estar limpios moral y espiritualmente, sino también probar la sinceridad de nuestras oraciones trabajando en lo que pedimos en oración. La oración sola no puede tomar el lugar del esfuerzo honrado e inteligente. Jehová no va a hacer para nosotros lo que podemos hacer nosotros mismos al aplicar sinceramente el consejo de su Palabra y seguir la guía de su espíritu santo.

A este respecto, debemos estar dispuestos a hacer cuanto podamos para que él tenga base para contestar nuestras oraciones. Así, pues, ‘lo que pidamos no debe ser mayor de aquello por lo que estemos dispuestos a trabajar’, como bien se ha dicho.

Sin embargo, puede que se haga la pregunta: ‘¿Para qué orar si tenemos que trabajar en lo que pedimos?’. Por lo menos hay dos buenas razones para ello. Primero, por nuestras oraciones reconocemos que todas las cosas buenas vienen de Dios. Él es el Dador de toda dádiva buena y perfecta: la luz solar, la lluvia, las estaciones fructíferas, ¡y muchas cosas más! (Mateo 5:45; Hechos 14:16, 17; Santiago 1:17.)

En segundo lugar, el que nuestros esfuerzos tengan éxito, o no, depende de la bendición de Jehová. Como leemos en Salmo 127:1: “A menos que Jehová mismo edifique la casa, de nada vale que sus edificadores hayan trabajado duro en ella. A menos que Jehová mismo guarde la ciudad, de nada vale que el guarda se haya quedado despierto”. Las palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios 3:6, 7 comunican la misma idea: “Yo planté, Apolos regó, pero Dios siguió haciéndolo crecer; de modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que lo hace crecer”.

Ejemplos de la antigüedad
Las Escrituras informan muchos casos que nos muestran que los siervos fieles de Jehová trabajaban en lo que pedían en oración. Consideremos unos cuantos ejemplos representativos. Debido a que Jacob, el nieto de Abrahán, obtuvo la bendición de primogénito, su hermano mayor, Esaú, llegó a odiarlo de muerte. (Génesis 27:41.)

Unos 20 años después, cuando Jacob —con una casa numerosa y mucho ganado— regresaba desde Padán-aram hacia la tierra donde había nacido, oyó que Esaú venía a su encuentro. Jacob, recordando la animosidad de Esaú, oró fervorosamente a Jehová pidiéndole protección de la ira de su hermano. Pero ¿fue eso todo lo que hizo? De ninguna manera. Envió regalos generosos delante de sí, razonando: “Quizás lo aplaque mediante el regalo que va delante de mí”. Y así sucedió, pues cuando los dos hermanos se encontraron Esaú abrazó y besó a Jacob. (Génesis, capítulos 32, 33.)

David suministró otro ejemplo de trabajar en lo que pedimos en oración. Cuando su hijo Absalón usurpó la corona, Ahitofel, consejero de David, se puso de parte de Absalón. Por eso, David suplicó seria e intensamente que quedara frustrado el consejo de Ahitofel. ¿Fue orar lo único que David hizo? No; dio a su leal consejero Husai instrucciones de que se uniera a Absalón y frustrara el consejo de Ahitofel. Y eso fue lo que al fin sucedió. Absalón aceptó el mal consejo que le dio Husai, y rechazó el consejo de Ahitofel. (2 Samuel 15:31-37; 17:1-14; 18:6-8.)

Otro ejemplo que pudiera mencionarse como guía para nosotros es el de Nehemías. Él tenía que realizar un gran proyecto: reedificar los muros de Jerusalén. Sin embargo, muchos enemigos conspiraban contra él. Nehemías oró y trabajó, como leemos: “Oramos a nuestro Dios y mantuvimos una guardia apostada contra ellos día y noche”. Desde aquel tiempo en adelante la mitad de los jóvenes de Nehemías estuvieron listos para proteger a la otra mitad, los que construían el muro. (Nehemías 4:9, 16.)

El ejemplo de Jesús
Jesucristo nos da un excelente ejemplo de trabajar por lo que pedimos en oración. Nos enseñó a orar: “Santificado sea tu nombre”. (Mateo 6:9.) Pero Jesús también hizo todo cuanto pudo para que sus oyentes santificaran el nombre de su Padre. Además, Jesús no se limitó simplemente a orar: “Padre, glorifica tu nombre”. (Juan 12:28.) No; hizo cuanto pudo para glorificar el nombre de su Padre y conseguir que otros hicieran lo mismo. (Lucas 5:23-26; 17:12-15; Juan 17:4.)

Al ver la gran necesidad espiritual que padecía la gente, Jesús dijo a sus discípulos: “La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Por lo tanto, rueguen al Amo de la mies [Jehová Dios] que envíe obreros a su siega”. (Mateo 9:37, 38.) ¿Fue eso todo lo que Jesús hizo? ¡De ninguna manera! Inmediatamente después de eso envió a sus 12 apóstoles para que, en pares, efectuaran un recorrido de predicación, o “siega”. Más tarde, Jesús envió a los 70 evangelizadores a hacer la misma obra. (Mateo 10:1-10; Lucas 10:1-9.)

Aplicación del principio
De todo esto se desprende que Jehová Dios espera que seamos consecuentes, que actuemos en armonía con nuestras oraciones y probemos así nuestra sinceridad. Jesús nos dijo que oráramos: “Danos hoy nuestro pan para este día”. (Mateo 6:11.) Correctamente, pues, todos sus seguidores hacen esa petición a Dios.

Pero ¿esperamos que nuestro Padre celestial conteste esa oración sin que hagamos algo en cuanto a ello? Por supuesto que no. Por eso leemos: “El perezoso se muestra deseoso [quizás hasta por orar], pero su alma nada tiene”. (Proverbios 13:4.) El apóstol Pablo comunicó la misma idea en 2 Tesalonicenses 3:10, así: “Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma”.

Nuestra oración por el pan del día debe estar acompañada por disposición para trabajar. Un dato interesante es el dicho sabio de Pablo de que los que no ‘quieran trabajar’ no deberían comer. Algunos que quieren trabajar quizás estén desempleados, enfermos o demasiado envejecidos para trabajar. Desean trabajar, pero las circunstancias no se lo permiten. Por eso, correctamente pueden orar por su pan diario y esperar que lo recibirán.

Jesús también nos aconsejó que pidiéramos a su Padre celestial Su espíritu santo. Como Jesús nos asegura, Dios está más dispuesto a darnos el espíritu santo de lo que los padres terrestres están dispuestos a dar cosas buenas a sus hijos. (Lucas 11:13.) Pero ¿podemos esperar que Jehová Dios nos imparta su espíritu santo milagrosamente, sin esfuerzo alguno por nosotros? ¡De ninguna manera! Tenemos que hacer todo cuanto podamos para recibir espíritu santo.

Además de pedirlo en oración, es necesario que nos alimentemos diligentemente de la Palabra de Dios. ¿Por qué? Porque Jehová Dios no da su espíritu santo aparte de su Palabra, y no podemos esperar que recibiremos espíritu santo si pasamos por alto al conducto terrestre que Jehová usa hoy, “el esclavo fiel y discreto”, representado por el Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová. Sin la ayuda de este “esclavo”, ni podríamos entender plenamente lo que leemos ni saber cómo aplicar lo que aprendemos. (Mateo 24:45-47.)

El principio de que las oraciones requieren obras aplica también a estas palabras del discípulo Santiago, medio hermano de Jesús: “Si alguno de ustedes tiene deficiencia en cuanto a sabiduría, que siga pidiéndole a Dios, porque él da generosamente a todos, y sin echar en cara; y le será dada”. (Santiago 1:5; Mateo 13:55.)

Pero ¿nos imparte Dios esta sabiduría por algún milagro? No. En primer lugar, tenemos que tener la actitud correcta, como leemos: “Enseñará a los mansos Su camino”. (Salmo 25:9.) ¿Y cómo enseña Dios “a los mansos”? Mediante su Palabra.

De nuevo, tenemos que esforzarnos por entenderla y ponerla en práctica, como se indica en Proverbios 2:1-6: “Hijo mío, si recibes mis dichos y atesoras contigo mis propios mandamientos, de modo que con tu oído prestes atención a la sabiduría, para que inclines tu corazón al discernimiento; si, además, clamas por el entendimiento mismo y das tu voz por el discernimiento mismo, si sigues buscando esto como a la plata, [...] en tal caso entenderás el temor de Jehová, y hallarás el mismísimo conocimiento de Dios. Porque Jehová mismo da la sabiduría”.

Cuando el rey Salomón oró por sabiduría y Dios contestó milagrosamente su oración, ¿le aplicó a él también el principio de que las oraciones requieren obras? Sí, le aplicó, porque se requería que Salomón, como rey de Israel, hiciera su propia copia escrita de la Ley, leyera de ella diariamente y la pusiera en práctica en su vida.

Pero cuando Salomón obró en oposición a sus instrucciones, como al adquirir muchas esposas y gran cantidad de caballos, sus obras dejaron de armonizar con sus oraciones. Esto resultó en que Salomón se hiciera apóstata y muriera como un “insensato” de ese tipo. (Salmo 14:1; Deuteronomio 17:16-20; 1 Reyes 10:26; 11:3, 4, 11.)

El principio de que las obras deben acompañar a las oraciones aplica también cuando le pedimos a Dios que nos ayude a vencer algún hábito bien arraigado y egoísta. Así, una hermana precursora confesó que era adicta a las telenovelas, pues las veía desde las 11.00 de la mañana hasta las 3.30 de la tarde cada día.

Cuando, por un discurso de una asamblea de distrito, aprendió lo dañinos que son estos programas inmorales, oró a Dios sobre este asunto. Pero le tomó bastante tiempo vencer este hábito. ¿Por qué? Porque, como dijo: ‘Oraba para vencer el hábito y después, de todas maneras, veía los programas. De modo que decidí quedarme en el servicio del campo todo el día para no tener la tentación.

Por fin llegué al punto de poder apagar la TV por la mañana y mantenerla apagada todo el día’. Sí, además de orar para vencer su debilidad, tuvo que trabajar en vencerla.

La oración y nuestro testificar
En ninguna otra actividad es más cierto el principio de que las oraciones requieren obras que en la predicación del Reino. Así, pues, los testigos de Jehová no solo oran para que haya más trabajadores en la siega, sino que también se aplican a efectuar ese trabajo. Como resultado de eso, han visto aumentos fenomenales en un país tras otro.

Note un solo ejemplo: En 1930 había un solo testigo de Jehová predicando en Chile. Hoy, aquel único Testigo ha llegado a ser, no solo mil, sino unos 30.000. (Isaías 60:22.) ¿Fue esto simplemente el resultado de las oraciones? No; también hubo trabajo implicado en ello. Sí, ¡tan solo en 1986 los testigos de Jehová chilenos dedicaron más de 6.492.000 horas a predicar!

Lo mismo sucede cuando se proscribe la predicación. Los Testigos no solo oran por aumento, sino que continúan predicando clandestinamente. Por lo tanto, a pesar de la oposición de las autoridades, en esos países sigue alcanzándose aumento. Así, ¡en 33 países donde los testigos de Jehová se enfrentan a tal oposición oficial, durante el año de servicio de 1986 dedicaron más de 32.600.000 horas a su obra de predicar, y se regocijaron con un aumento de 4,6%!

Por supuesto, el principio de que las oraciones requieren obras también tiene aplicación individual. Quizás oremos a Jehová pidiéndole que nos ayude a conseguir un estudio bíblico en algún hogar, pero puede que no estemos haciendo todo cuanto podamos para obtenerlo.

Eso fue lo que sucedió en el caso de cierta precursora. Tenía un solo estudio bíblico, y oró para tener más. ¿Fue eso todo lo que hizo? No; examinó cuidadosamente su ministerio y se dio cuenta de que en sus revisitas no estaba mencionándole a la gente el asunto de tener un estudio bíblico en el hogar. Cuando sí hizo esto, pronto obtuvo otros dos estudios bíblicos.

Pudieran darse muchos ejemplos más en prueba de que las oraciones requieren obras. Pudieran ser ejemplos sobre las relaciones personales dentro de la familia o dentro de la congregación. Pero deben bastar los ejemplos ya presentados aquí para que quede claro que las oraciones sí requieren obras.

Esto es muy lógico, porque no podemos esperar que Jehová Dios considere con favor nuestras peticiones si lo ofendemos por nuestra misma conducta. De esto también se desprende que debemos hacer cuanto podamos en armonía con nuestras oraciones si queremos que Jehová haga para nosotros lo que no podemos hacer nosotros mismos. En verdad los principios de Jehová son sabios y justos. Son lógicos, y el que obremos en armonía con ellos es para nuestro propio beneficio.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 15 de Julio de 1987. Para complementar el tema lea "Ven sé mi seguidor". También disponible en audio libro. Ambos editados por los testigos de Jehová.