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viernes, 21 de febrero de 2014

Fortalecidos con poder más allá del normal (Primera parte)

“El poder que es más allá de lo normal es de Dios y no el que procede de nosotros.” (2 Corintios 4:7.)

DESDE hace mucho tiempo Jehová preconoció los tiempos críticos que les sobrevendrían a todas las naciones de la Tierra. Supo de antemano que el egoísmo y la iniquidad de la humanidad producirían finalmente una desagradable cosecha de corrupción y violencia.

El espíritu de Jehová movió al apóstol Pablo a expresar esta advertencia clara: “Mas sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin gobierno de sí mismos, feroces, sin amor de la bondad, traicioneros, temerarios, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa mas resultando falsos a su poder” (2 Timoteo 3:1-5). ¡Un ambiente verdaderamente peligroso para los que procuran servir al Dios de la verdad!

Sin embargo, Jehová se proponía que en medio de esas circunstancias se declarara por toda la Tierra su nombre y su Reino. ¿Quiénes lo harían? Un pueblo al que él reveló su nombre y propósito significativos... los testigos de Jehová (Isaías 43:10-12). Él sabía de antemano que este pueblo se enfrentaría a la oposición de gobernantes que considerarían al Reino de Dios como reto y rival (Salmo 2:2, 3). Sabía también que sus testigos se verían sometidos a los problemas y sufrimientos comunes a todos los hombres. Ellos necesitarían poder que fuera más allá del que pudieran sacar de sí mismos. ¿Satisface Dios esa necesidad?

Las experiencias del apóstol Pablo suministran la respuesta a esa pregunta. Algunos de los peligros a que él estuvo expuesto se alistan para nosotros de modo descriptivo en 2 Corintios 11:23-27. Puesto que fue comisionado por Jehová como apóstol y maestro de las naciones, Pablo dio atención primordial a esa obra docente (Romanos 11:13). Pero ¿cómo pudo sobrevivir a todos los peligros y terminar la obra que se le había asignado? Jehová no perdió de vista a su siervo leal, y lo libró, con frecuencia a última hora, en cada momento crítico.

Para que Pablo pudiera llevar a cabo con éxito el ministerio cristiano, Dios le concedió “poder que es más allá de lo normal” (2 Corintios 4:7). Esto permitió al apóstol aguantar en medio de sufrimientos y privaciones. Pablo reconoció abiertamente tal ayuda divina cuando escribió: “Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder”. (Filipenses 4:13.)

Por lo tanto, parece que, además de las intervenciones milagrosas de Dios a favor de Pablo, Dios le ‘impartió poder’. Esto hizo posible que el apóstol aguantara con éxito, y efectuara su ministerio. En consecuencia, él escribió: “No me avergüenzo de las buenas nuevas; son, en realidad, el poder de Dios para salvación a todo el que tiene fe” (Romanos 1:16). Junto con el significado y la aplicación de muchas profecías de tiempos antiguos, a Pablo se le revelaron las buenas nuevas, y él quedó convencido de la veracidad de ellas. Sin duda el conocimiento de la verdad y el aprecio que le tenía llegaron a ser también fuentes de fortaleza para él.
Maravillosas provisiones de Jehová

¿Qué hay de los siervos de Jehová que hay en la Tierra en estos últimos días? ¿Ha atendido Dios a las necesidades de ellos? ¡Claro que sí! De acuerdo con el apóstol Pablo, nosotros tenemos las muchas profecías maravillosas de las Santas Escrituras. Puesto que Jehová tenía conocimiento de antemano de lo que su pueblo necesitaría, generosamente proveyó aquellos escritos para infundirle seguridad y consuelo. Esas profecías serían aclaradas a medida que llegaran los días de su cumplimiento.

Una de esas profecías la registró Isaías, el hijo de Amoz, unos 700 años antes del nacimiento de Jesucristo (Isaías 1:1). Isaías no solo escribió fuertes denunciaciones contra su propia nación, Israel, sino también contra los muchos países circundantes, grandes y pequeños. Entremezcladas con esos mensajes de juicio, el profeta también pronunció buenas nuevas para los adoradores leales de Jehová... noticias que les traerían consuelo de todas sus tribulaciones. Y tal como los judíos fieles allá en el tiempo de Isaías adquirieron poder y esperanza de las buenas nuevas de Jehová, así hoy día los leales reciben consuelo, fortaleza y bendición mediante el cumplimiento de las grandiosas promesas de Jehová en el caso de ellos.

En el capítulo 32 de Isaías hallamos precisamente esa clase de estímulo. Los primeros dos versículos presentan una promesa que se está cumpliendo en este mismo tiempo: “¡Mira! Un rey reinará para justicia misma; y en cuanto a príncipes, ellos gobernarán como príncipes para derecho mismo. Y cada uno tiene que resultar ser como escondite contra el viento y escondrijo contra la tempestad de lluvia, como corrientes de agua en país árido, como la sombra de un peñasco pesado en una tierra agotada”. ¡Qué buenas noticias tienen que haber sido esas palabras para los adoradores de corazón sincero de Dios del tiempo de Isaías, después de su larga experiencia con reyes y príncipes infieles!

Especialmente desde 1919, el entronizado Rey Jesucristo ha hecho que se desarrolle una condición excelente entre sus seguidores en la Tierra. Ha colocado entre ellos “príncipes” (sarim, en hebreo) que ciertamente proporcionan superintendencia justa y amorosa.

En contraste con los gobernantes opresivos que procuran su propia ventaja y abundan mucho por todo el mundo, el Rey de la organización de Dios ha levantado a hombres responsables, a quienes no se reverencia como “príncipes [jerárquicos] de la iglesia”, o algo por el estilo. Más bien, son siervos humildes, hombres que se interesan realmente en el bienestar de todas las personas de cualidades como de ovejas, a quienes Jehová ha reunido en un solo rebaño. La supervisión de esos hombres, que son también “príncipes” en perspectiva del Nuevo Mundo, resulta verdaderamente refrescante.

¡Qué transformación ha causado eso en la organización de los siervos terrestres de Jehová! Es tal como se declaró en Isaías 32:3: “Y los ojos de los que ven no estarán pegados, y los mismísimos oídos de los que oyen prestarán atención”. Debido a su vivo deseo de honrar y servir a Jehová, Él les ha abierto los ojos del corazón y los oídos del entendimiento. Les ha concedido discernimiento emocionante en cuanto a Su voluntad para con ellos. Los Testigos leales no se inclinan hacia actitudes y procedimientos democráticos. Se dan cuenta de que sirven en una organización teocrática, una organización en que se determina cuál es la voluntad de Dios, para luego llevarla a cabo.

Sírvase considerar las bendiciones que han recibido los siervos de Jehová. Entre otras cosas, disfrutan de conocimiento exacto respecto a la presencia real de Jesucristo desde 1914; la demarcación clara entre la organización visible de Dios y la de Satanás; la naturaleza trascendental de la obra de predicar que ha de efectuarse antes del fin del mundo de Satanás; la santidad de la sangre, y la importancia de dar a Dios las cosas de Dios. En la organización de los testigos de Jehová ha habido una restauración de administración como la que hubo entre los cristianos del primer siglo. Una gran bendición, también, es la actual condición paradisíaca que hay entre los adoradores verdaderos. Todos esos dones, y muchos otros procedentes de Jehová, no solo imparten poder, sino también paz, unidad y contentamiento a Su pueblo, incluso en este tiempo crucial de la historia.
 

Porción del artículo de la revista "La Atalaya" del 15 de mayo de 1984. Para ampliar el tema lea el folleto: "¿Quiénes hacen la voluntad de Jehová en nuestros días?", disponible también en audio.