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miércoles, 9 de abril de 2014

La desobediencia humana no invalida las perspectivas de vida en el Paraíso (Segunda parte)

La ley de Dios magnificada por la sentencia contra Adán

Pero ¿qué cambios de circunstancias les vendrían a la mujer y al hombre a quien ella había atraído a la transgresión? A aquel hombre, Dios había dicho directamente: “En cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás”. (Génesis 2:17.) ¿Se adheriría Dios, el Juez, a una sentencia tan terminante solo porque Adán hubiera comido un pedazo de fruta? ¡Piense en lo que significaría la ejecución de aquella pena!

Por sí mismo aquello destruiría la emocionante perspectiva que Adán y Eva habían tenido cuando Dios los unió en matrimonio: ¡la perspectiva de llenar toda la Tierra con su prole, con una raza humana perfecta que habitara para siempre en paz y en juventud eterna una Tierra paradisíaca, en relaciones de paz con su Dios y Padre celestial! ¡De seguro Dios no actuaría contra su propio maravilloso propósito para la humanidad y para el hogar terrestre del hombre al imponer estrictamente la pena de muerte a los primeros padres humanos de toda la humanidad! Pero escuche el decreto divino como se registra con claridad en la Biblia:

“Y a Adán dijo: ‘Porque escuchaste la voz de tu esposa y te pusiste a comer del árbol respecto del cual te di este mandato: “No debes comer de él”, maldito está el suelo por tu causa. Con dolor comerás su producto todos los días de tu vida. Y espinos y cardos hará crecer para ti, y tienes que comer la vegetación del campo. Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás’”. (Génesis 3:17-19.)

Aquella sentencia significó que la pena de muerte se ejecutaría en el hombre prescindiendo del efecto de esto en el propósito divino de que hubiera una Tierra paradisíaca llena de hombres y mujeres perfectos que moraran juntos en amor y paz y cultivaran y atendieran para siempre el jardín paradisíaco por toda la Tierra.

El hombre había escuchado la voz de su mujer en vez de la voz de Dios, que le había dicho que no comiera del árbol prohibido, el “árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo”. Y si él mismo no había obedecido la voz de su Dios y Creador, ¿enseñaría consecuentemente a sus hijos que hicieran eso? ¿Sería su propio ejemplo algo de lo cual hablar al enseñarles a obedecer a Jehová Dios? (Compárese con 1 Samuel 15:22.)

¿Podrían los hijos de Adán observar a perfección la ley de Dios, como él en su perfección humana había podido hacerlo tiempo atrás? Por el funcionamiento de las leyes de la herencia, ¿no transmitiría él a sus hijos su debilidad y tendencia a desobedecer la voz de Dios y escuchar otra voz? La historia real suple la respuesta a esas preguntas. (Romanos 5:12.)

¿Merecía vivir para siempre en el Paraíso, o siquiera en la Tierra, el hombre que, solo por una criatura humana, dejó de mostrar obediencia perfecta a Dios en expresión de su amor perfecto a Él? ¿Sería siquiera seguro para otros el dejarle vivir en la Tierra para siempre? ¿Magnificaría la ley de Dios y desplegaría Su justicia absoluta el que se permitiera que Adán viviera para siempre en la Tierra en su condición de transgresor, o enseñaría eso falta de respeto a la ley de Dios y daría a entender que la palabra de Dios no era confiable?

Echados del jardín de Edén

La Biblia nos dice cómo decidió estos asuntos Dios: “Y Jehová Dios procedió a hacer largas prendas de vestir de piel para Adán y para su esposa, y a vestirlos. Y Jehová Dios pasó a decir: ‘Mira que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros al conocer lo bueno y lo malo, y ahora, para que no alargue la mano y efectivamente tome fruto también del árbol de la vida y coma y viva hasta tiempo indefinido...’. Con eso Jehová Dios lo echó del jardín de Edén para que cultivara el suelo del cual había sido tomado. De modo que expulsó al hombre, y al este del jardín de Edén apostó los querubines y la hoja llameante de una espada que continuamente daba vueltas para guardar el camino al árbol de la vida”. (Génesis 3:21-24.)

El Juez divino mostró consideración a los pecadores Adán y Eva por la vergüenza que ahora sentían por estar desnudos. De alguna manera que no se declara, les suministró prendas de vestir largas de piel para reemplazar las coberturas de hojas de higuera cosidas que ellos se habían hecho para los lomos. (Génesis 3:7.) Las prendas de vestir de piel durarían más tiempo, y los protegerían mejor de los espinos y los cardos y otros objetos dañinos fuera del jardín de Edén.

Por la mala conciencia que tuvieron después de haber pecado, ellos habían tratado de esconderse entre los árboles del jardín de Edén para que Dios no los viera. (Génesis 3:8.) Ahora, después de haber sido sentenciados, experimentaron alguna forma de presión divina que los echó del jardín. Se les echó hacia el este, y pronto se hallaron fuera del jardín, excluidos de él para siempre. Ya no trabajarían para agrandar aquel jardín y extender sus condiciones paradisíacas hasta los fines de la Tierra.

De ahora en adelante comerían pan hecho de la vegetación del campo, pero este no les sustentaría para siempre en su vida humana. Se les cortó el acceso al “árbol de la vida”. Algún tiempo después —¿cuánto tiempo sería?— ¡tendrían que morir!

No se puede frustrar el propósito original de Jehová

¿Decidió Dios ahora destruir la Tierra, junto con la Luna y el Sol y las estrellas, en una conflagración universal porque estas dos criaturas hechas del polvo habían pecado contra él? Si hiciera tal cosa, ¿no significaría eso que se había frustrado su propósito glorioso, todo por lo que una na·jásch había empezado? ¿Pudiera una simple serpiente desbaratar todo el propósito de Dios?

Él había indicado su propósito a Adán y Eva el día que los casó, cuando los bendijo y les dijo cuál era su voluntad para ellos: poblar toda la Tierra con una raza humana perfecta, y sojuzgarla hasta la perfección del jardín de Edén, de modo que toda la humanidad viviera en paz y tuviera en sujeción todas las formas de vida inferiores en la Tierra y sus aguas. ¡Una visión impresionante del propósito de Dios ya realizado, un propósito para el cual él había hecho preparativos durante seis días creativos de trabajo que duraron milenios! ¿Quedaría sin realizarse aquel propósito digno de alabanza sencillamente por una serpiente y la perversidad de la primera pareja humana? ¡Difícilmente! (Compárese con Isaías 46:9-11.)

Aún corría el día de descanso, el séptimo día, de Jehová Dios. Él estaba resuelto a bendecir aquel día y lo había hecho sagrado. No dejaría que nada lo convirtiera en un día de maldición, y toda maldición que alguien planeara arrojar sobre aquel día de su descanso sería rechazada y convertida en una bendición, de modo que el día terminara en condición bendita. Al fin del día la Tierra entera quedaría en condición de lugar santo, y aquí en la Tierra una raza de humanos perfectos estaría haciendo la voluntad de Dios como se hace en el cielo. (Compárese con Mateo 6:10.)

Dios no se sintió frustrado. No abandonó su propósito. Se resolvió a vindicarse como Persona en quien se puede confiar plenamente, que se traza propósitos y los ejecuta de lleno, y toda la honra debida iría a él. (Isaías 45:18.) Los descendientes imperfectos y afligidos de la pecaminosa primera pareja humana pueden regocijarse por esto y poner su esperanza en que Dios cumplirá fielmente su propósito original, lo que resultará en beneficio eterno para ellos.

Ya han pasado milenios de su día de descanso, y tiene que estar cerca la parte final del día que tendrá su bendición especial. La “tarde” de su día de descanso está pasando, y como en los seis días de creación anteriores, la “mañana” tiene que venir. Cuando esa “mañana” alcance su perfección y todos los observadores puedan ver plenamente el cumplimiento glorioso del propósito inmutable de Dios, será posible registrar: ‘Y llegó a haber tarde y llegó a haber mañana, un día séptimo’. ¡Ciertamente una maravillosa perspectiva!

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Agosto de 1989. Para ampliar el tema vea la revista del 01 de Marzo del 2011 "Las buenas nuevas del Reino: Un mensaje de esperanza"