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martes, 12 de agosto de 2014

Blanco del ataque soviético (Primera parte)

PESE a las concesiones que le había hecho el gobierno —a fin de ganar la II Guerra Mundial—, la Iglesia Ortodoxa Rusa aún vivía dominada por este. De ahí que el libro de 1999 The Sword and the Shield (La espada y el escudo), que refiere la historia de la KGB (Comité de Seguridad del Estado), realizara esta observación: “A la KGB le preocupaban mucho más las actividades ‘subversivas’ de los cristianos que escapaban a su control directo”. ¿A qué confesiones aludía?

La mayor era la Iglesia Católica Griega de Ucrania (hoy Iglesia Católica Ucraniana), que tenía 4.000.000 de fieles. “A causa de su fe —señala la obra The Sword and the Shield—, 8 de sus 10 obispos, así como miles de sacerdotes y laicos, murieron en los gulags [campos de trabajo] siberianos.” Otros blancos del Comité de Seguridad eran las iglesias protestantes no inscritas, que también escapaban al control directo del Estado.

A finales de la década de 1950, la KGB calculaba que estas agrupaciones reunían a unos cien mil integrantes.
Entre dichas confesiones evangélicas incluía a los testigos de Jehová, a quienes en 1968 atribuía una afiliación de veinte mil miembros en la Unión Soviética. Hasta el inicio de la II Guerra Mundial, en 1939, les prestó poca o ninguna atención, pues su número era pequeño. No obstante, la situación cambió por completo cuando aparecieron de súbito en la URSS por millares. ¿De dónde surgieron?

Se dispara el crecimiento
En su libro Religion in the Soviet Union (La religión en la Unión Soviética), publicado en 1961, Walter Kolarz indica dos factores que contribuyeron a acelerar el aumento. Primero, en “los territorios que se anexionó la URSS en 1939-1940 [Letonia, Lituania, Estonia y Moldavia]” había muchos “grupos de testigos de Jehová [...] activos”.

Además, la Unión Soviética anexó a Ucrania ciertas regiones orientales de Polonia y Checoslovaquia en las que vivían más de un millar de estos cristianos, que quedaron integrados en territorio soviético de la noche a la mañana.

El crecimiento, “por increíble que parezca”, provino en segundo lugar de “los campos de concentración alemanes”, agrega Kolarz. Los nazis recluyeron en ellos a miles de Testigos por no apoyar a Hitler y su guerra de agresión. Kolarz añade que los prisioneros rusos de los campos “quedaron admirados por el valor y firmeza de los ‘Testigos’, razón que probablemente los atrajo a su teología”.

De ahí que muchos internos jóvenes regresaran a la URSS con fe en Jehová Dios y sus maravillosos designios para la Tierra (Salmo 37:29; Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4).

Ambos factores explican la rápida aparición de miles de Testigos en el país. A principios de 1946 ya eran como mínimo 1.600, y al finalizar la década, más de ocho mil. La KGB observó alarmada el aumento pues, como se indicó al principio, le inquietaban “las actividades de los cristianos que escapaban a su control directo”.

El comienzo de los ataques
Pese a su reducido número, no tardaron en sufrir ataques oficiales contra su celosa evangelización. En Estonia, la ofensiva comenzó en agosto de 1948, al ser encarcelados los cinco cristianos que dirigían la obra. “Enseguida quedó claro que la KGB tenía intenciones de detener a todo el mundo”, indicó Lembit Toom, Testigo estonio. El objetivo fue el mismo en cada república donde había Testigos.

El gobierno los denigró como delincuentes de la peor calaña y como amenaza de primer orden para el Estado ateo. En todas las regiones los persiguió, detuvo y encarceló. La obra The Sword and the Shield explica: “La obsesión antijehovista de los altos funcionarios de la KGB tal vez sea el mejor ejemplo de la total desproporción con que se combatía hasta la disidencia más nimia”.

Una clara muestra de tal obsesión es el ataque organizado de abril de 1951. Hace solo dos años, en 1999, el profesor Sergei Ivanenko, respetado intelectual ruso, indicó en su libro (en ruso) Gente que nunca anda sin la Biblia que a principios de aquel mes “se envió a ‘un asentamiento permanente’ en Siberia, el Lejano Oriente y Kazajstán a más de cinco mil familias de testigos de Jehová de las repúblicas de Ucrania, Bielorrusia, Moldavia y el Báltico”.

Una historia que merece recordarse
¿Comprendemos lo que significa detener en un solo día a tantas personas de un área tan amplia? De forma coordinada, cientos de funcionarios —si no miles— las identificaron para, al amparo de la noche, arrestarlas por sorpresa en su hogar, llevarlas en carretas y otros vehículos a las estaciones y montarlas en vagones de carga.

Pensemos también en el sufrimiento de las víctimas. ¿Nos imaginamos el viaje forzoso de miles de kilómetros —a veces por más de tres semanas— en un vagón atestado y antihigiénico cuyo único excusado era un balde? Y todo para luego ser abandonadas en los inhóspitos yermos siberianos, conscientes de que tendrían que trabajar arduamente para sobrevivir a duras penas.

Para guardar memoria de la fidelidad de los Testigos durante décadas de persecución, se han grabado en vídeo las experiencias de muchos sobrevivientes. Su ejemplo, como el de los cristianos del siglo I, revela que toda tentativa de coartar la adoración a Dios terminará fracasando.

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de Abril del 2001. Lea el comunicado de prensa: "Ciudadanos rusos van a juicio por su fe"