Entradas populares

Buscar en este blog

domingo, 20 de octubre de 2013

Cuidado con dolerse de usted mismo (Acab)

EL REY ACAB estaba compadeciéndose mucho de sí mismo. Se acostó en su lecho, volvió el rostro hacia la pared y rehusó comer. ¿Por qué? ¿Por enfermedad, o por alguna noticia trágica? No.

Su único problema era que uno de sus súbditos, Nabot, había rehusado venderle una porción de terreno adyacente al palacio. ¿Por qué estaba tan deseoso el rey de obtener este terreno? ¿Era para algún proyecto importante? No. Lo quería para una huerta de legumbres. Cuando el dueño rehusó ceder el terreno, el rey entró en un excesivo dolerse de sí mismo. Acab se acostó y se sumió en un estado de mal humor. (1 Rey. 21: 1 al 4)

Este incidente, que hacía que el monarca pareciera despreciable y hasta ridículo, tomó un giro horrendo.
 
La esposa del rey Acab, la notoria reina Jezabel, rehusó aceptar como respuesta el “No” de Nabot. Hizo arreglos para que Nabot fuera acusado falsamente de blasfemia.


El tribunal local de ancianos y nobles de Samaria cooperó con aquella maquinación, y Nabot fue lapidado. Esto preparó el camino para que el débil rey Acab tomara posesión del terreno para cultivar legumbres. (1 Rey. 21: 5 al 16)

Como se ilustra en el caso de Acab, el que cede al compadecerse o dolerse de sí mismo va en un derrotero indeseable. Porque ese dolerse de uno mismo puede denotar un interés excesivo y desequilibrado en uno mismo, puede ser muy perjudicial. Puede hacer de uno un individuo hosco y despreciable, como sucedió en el caso del rey Acab.

Atrae a tal grado la atención de uno a su interior que el interés amoroso en otros disminuye o hasta desaparece.

El que se entrega a compadecerse de sí mismo pudiera ver de manera tergiversada asuntos serios y, por lo tanto, pudiera manifestar mal juicio.


Esa condición pudiera también debilitar espiritualmente a uno y, peor, llevarlo a transigir bajo presión, de modo que sacrifique la posición limpia que ha tenido delante de Dios. Por eso tenemos buena razón para cuidarnos de andar doliéndonos de nosotros mismos.

¿Qué puede causar sentimientos de esta índole? Puede ser una enfermedad, los achaques, alguna pérdida financiera o una tragedia, tal como la muerte de un pariente amado o un amigo allegado. Como sucedió en el caso de Acab, el compadecerse de uno mismo puede ser motivado por la desilusión.

Un sentido general de fracaso, aun un fracaso imaginario, también hace que muchas personas se duelan de sí mismas. Por ejemplo, uno pudiera intentar algo nuevo, pero después pensar que decididamente no hizo buen trabajo en ello. Un sentimiento de frustración y de dolerse de uno mismo pudiera anegarlo, especialmente si otras personas no le dan estímulo o no muestran aprecio por sus esfuerzos.

Uno hasta pudiera responder como Acab, y dejar de asociarse con otros. Cuando esto le sucede a un cristiano, le es espiritualmente perjudicial. Para mantenerse vivo espiritualmente, necesita a sus hermanos cristianos.

Para resistir los sentimientos de mirarse con compasión, la persona tiene que tener el punto de vista correcto de sus problemas y pruebas.
Debemos considerar las experiencias desagradables como oportunidades para mejorar en el despliegue de cualidades excelentes al vernos bajo pruebas.
Por ejemplo, si las cosas siempre nos salieran sin asperezas, ¿cómo podríamos saber si realmente tenemos paciencia, aguante o gobierno de nosotros mismos? Por otra parte, las circunstancias difíciles pronto nos aclaran qué nos falta. Esto nos coloca en mejor posición para progresar.

Pudiera ser que alguien necesitara dedicar más tiempo a un estudio serio de la Palabra de Dios y a hacer mayor esfuerzo por aplicar el conocimiento que ha adquirido.


Es posible que deba tener más asociación con personas que sean dechados en el despliegue de excelentes cualidades cristianas. Sí, cuando uno considera las pruebas por las que pasa como disciplina o entrenamiento procedente de Jehová, sin duda está más interesado en esforzarse por lograr progreso en su personalidad y, por lo tanto, hay menos probabilidad de que ceda a sentimientos de dolerse exageradamente de sí mismo.

El adoptar tal actitud para con las pruebas está en armonía con el consejo inspirado que dice:

“Considérenlo todo gozo, mis hermanos, cuando se encuentren en diversas pruebas, puesto que ustedes saben que esta cualidad probada de su fe obra aguante. Pero que el aguante tenga completa su obra, para que ustedes sean completos y sanos en todo respecto, sin tener deficiencia en nada.”—Sant. 1:2-4.


También pudiera ayudarnos el tener presentes los ejemplos de otros que han aguantado fielmente y el galardón que recibieron de Jehová Dios. Un caso a propósito es el de Job. Él perdió todas sus posesiones y sus hijos. Su esposa y sus compañeros se volvieron contra él, y él mismo fue herido de una enfermedad repugnante.

No obstante, Job aguantó con fidelidad y posteriormente Jehová lo recompensó con abundancia. El registro bíblico informa que Jehová “bendijo el fin de Job después más que su principio.” (Job 42:12) Llamando atención a esto, el discípulo cristiano Santiago escribió: “¡Miren! Pronunciamos felices a los que han aguantado. Ustedes han oído del aguante de Job y han visto el resultado que Jehová dio, que Jehová es muy tierno en cariño y misericordioso.” (Sant. 5: 11)

Se admite que las tribulaciones y las dificultades nunca son agradables. Pero no debemos perder de vista el hecho de que tienen su fin.


Y, si aguantamos fielmente y no permitimos que nos aneguen sentimientos de dolernos de nosotros mismos, no perderemos nuestro galardón. La Biblia les asegura a los cristianos:

“Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su nombre.” (Heb. 6:10) 


Las experiencias de muchos siervos fieles de Jehová, entre ellos Job, testifican ampliamente de ese hecho.

Otra cosa que puede ayudarnos a vencer el compadecernos de nosotros mismos es un esfuerzo sincero por estar más interesados en otros que en nosotros mismos.

Esto está en armonía con la admonición de la Biblia: “Que cada uno siga buscando, no su propia ventaja, sino la de la otra persona.” (1 Cor. 10:24)

La persona que activamente da de su tiempo, energías y haberes para promover la felicidad y bienestar de sus congéneres será feliz ella misma. “Hay más felicidad en dar,” dice la Biblia, “que la que hay en recibir.”—Hech. 20:35.

Individualmente, también podemos ayudar a los que sucumben fácilmente al dolerse de sí mismos. Una necesidad humana fundamental es la de ser amado.

Por lo tanto, podemos ayudar a los que se inclinan a dolerse de sí mismos. ¿Cómo? Haciendo que se den cuenta del hecho de que se les necesita, se les ama y se les aprecia. Esto también se puede hacer mostrándoles que están contribuyendo definitivamente a la felicidad de otros. Además, expresiones de aprecio y estímulo genuinos pueden lograr mucho en cuanto a elevar su estado de ánimo, mientras que al mismo tiempo se señalan franca y amigablemente los peligros del compadecerse de sí mismo.
 
En vista de los problemas que puede causar el dolerse de uno mismo, ciertamente tenemos buena razón para resistir esta emoción indeseable.

Para los que combaten contra ella, esto hará más feliz su vida, y tendrán más contentamiento.

Articulo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Febrero de 1978, editada por los Testigos de Jehová; pueden descargarse mas temas en audio, pdf y epub; de la pagina oficial.
El silencio del envidioso está lleno de ruidos.
 Khalil Gibran

Y así como no aprobaron el tener a Dios en conocimiento exacto, Dios los entregó a un estado mental desaprobado, para que hicieran las cosas que no son apropiadas, llenos como estaban de toda injusticia, iniquidad, codicia, maldad, estando llenos de envidia, asesinato, contienda, engaño, genio malicioso, siendo susurradores, difamadores solapados, odiadores de Dios, insolentes, altivos, presumidos, inventores de cosas perjudiciales, desobedientes a los padres, sin entendimiento, falsos en los acuerdos, sin tener cariño natural, despiadados.
(Romanos 1:28-31)