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lunes, 30 de junio de 2014

¡Rechace los deseos mundanos!

JEHOVÁ DIOS merece que todos los que están dedicados a él lo adoren de manera limpia y recta. Ellos deben honrarlo de palabra y obra en todo momento y en todo aspecto. Ciertamente no pueden tener “el espíritu de este mundo”... su fuerza activa o sentir dominante, pecaminoso, egoísta y a menudo corrupto (1 Corintios 2:12, Torres Amat).

Como pueblo organizado para alabar a Dios, los testigos de Jehová tienen que sobresalir por ser diferentes de este mundo. Tienen que aplicar de todo corazón la instrucción divina de “repudiar la impiedad y los deseos mundanos y [...] vivir con buen juicio y justicia y devoción piadosa en medio de este presente sistema de cosas”. (Tito 2:11-14.)

Como testigos de Jehová, tal vez reconozcamos que ‘no debemos estar demasiado absortos en asuntos mundanos’ (1 Corintios 7:31, The New Testament: A New Translation, de Olaf M. Norlie). Quizás nos demos cuenta de que la bondad inmerecida de Dios “nos enseña a decir ‘No’ a la impiedad y las pasiones mundanas” (Tito 2:11, 12, New International Version; NM). Pero ¿qué hay si nuestro corazón realmente no reacciona de ese modo? O supongamos que deseamos fortalecer nuestra resolución de rechazar los deseos mundanos. ¿Qué puede ayudarnos?

Apele al “Oidor de la oración”
Un modo de lograr rechazar los deseos mundanos es hacer peticiones sinceras y regulares por ayuda al “Oidor de la oración” (Salmo 65:2). Pero ¿cómo pudiéramos orar si en nuestro corazón hay cierto anhelo de cosas mundanas?

Como testigos de Jehová, debemos ‘dar a conocer nuestras peticiones a Dios en todo’. Si lo hacemos con fe, la inigualable “paz de Dios” guardará nuestra mente y nuestro corazón. Por supuesto, Jehová mismo dijo que “la inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud” (Filipenses 4:6, 7; Génesis 8:21).

De modo que a veces necesitamos orar por una actitud diferente, un cambio de corazón. Por ejemplo, si las atracciones seductoras del mundo tiran de nuestro corazón, necesitamos pedir a nuestro Padre celestial que nos ayude a reemplazar ese anhelo con deseos sanos en sentido espiritual.

Hace siglos el salmista David pidió a Dios: “Hazme conocer tus propios caminos, oh Jehová [...] Hazme andar en tu verdad y enséñame” (Salmo 25:4, 5). Jehová concedió esa petición a David, y seguramente puede contestar a Sus siervos de hoy día una oración como ésa. Puesto que los “caminos” y la “verdad” de Jehová no son mundanos, sentimientos piadosos como los de David pueden ser útiles si los caminos de este mundo parecen ser particularmente atrayentes para uno.

El mundo tiene puntos de vista inmorales y abunda en iniquidad. Con frecuencia esto se hace patente en canciones, bailes, libros, obras de teatro, películas cinematográficas y programas de televisión mundanos, y cosas por el estilo. Si a nosotros, como cristianos dedicados, nos atrae el entretenimiento malsano y mundano, entonces, ¿qué podemos hacer? En primer lugar, hacemos bien en evaluar a la luz de la Palabra de Dios las posibilidades de entretenimiento que hay. Ésta muestra que debemos ‘aborrecer lo que es inicuo, adherirnos a lo que es bueno’ (Romanos 12:9).

Luego debemos orar a Jehová por ayuda para que nuestro corazón, por imperfecto que sea, cese de desear cosas viles. De seguro, nuestro Dios puede ‘crear en nosotros un corazón puro’ si le pedimos sinceramente que lo haga. (Salmo 51:10.)

Ayuda mediante el espíritu santo
Después que se le había convencido dramáticamente de la gravedad de su pecado con Bat-seba, el rey David de Israel suplicó a Jehová: “No me arrojes de delante de tu rostro; y tu espíritu santo, oh, no me lo quites” (Salmo 51:11). Dios contestó esa oración. Pero note que el espíritu santo se puede perder, o puede ser retirado de uno.

Si nosotros, como cristianos dedicados, permitimos que el mundo nos lleve de vuelta a su “bajo sumidero de disolución”, puede que nos ahoguemos allí en sentido espiritual (1 Pedro 4:4). Eso tal vez comience con un sentimiento de curiosidad, quizás al empezar a alimentar la mente y el corazón con pensamientos inmorales y mundanos que son implantados allí por literatura y otras formas de entretenimiento que son censurables desde un punto de vista bíblico.

La Palabra de Dios nos insta a ser “pequeñuelos en cuanto a la maldad” y no buscar conocimiento de cosas inmorales o inicuas (1 Corintios 14:20). Pero la curiosidad pudiera llevarnos a un torbellino de corrupción, y nosotros tal vez concluyamos imprudentemente que somos suficientemente maduros o fuertes en sentido espiritual para resistir la contaminación.

Entonces la arrogancia quizás se desarrolle a tal grado que no queramos que nadie —finalmente ni siquiera Dios— ‘nos diga qué hacer’. Las consecuencias pueden ser desastrosas, ya que nadie puede resistir a Dios, al rechazar con terquedad su consejo, y “salir ileso”. (Job 9:1-4.)

Si no ponemos freno a los deseos mundanos, éstos pueden hacer que contristemos el espíritu santo de Dios al hacer caso omiso de dicho espíritu, seguir un derrotero contrario a su dirección y poner todo nuestro afán en alcanzar objetivos diferentes de los que el espíritu nos impelería a alcanzar. ‘Contristar el espíritu santo de Dios’ también implica rechazar Su Palabra. (Efesios 4:30; compare con Hechos 7:51-53.)

Esto puede llevar a la rebelión deliberada contra la manifestación evidente del espíritu de Jehová y puede implicar blasfemia contra ese espíritu, un pecado imperdonable. (Mateo 12:31, 32; Marcos 3:29; compare con Hebreos 6:4-6; 10:26-31.) Por eso, que nunca emprendamos la senda de la independencia y la complacencia en prácticas mundanas, de las cuales una vez fuimos rescatados mediante la bondad inmerecida de Jehová. En vez de eso, pidamos en oración el espíritu santo y cedamos a su influencia, que nos ayudará a oponer resistencia al mundo y sus atractivos. (Salmo 143:10; Lucas 11:13.)

La Palabra de Dios es una ayuda


Un producto maravilloso del espíritu santo de Dios es la Palabra inspirada de Él (2 Samuel 23:2; 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20, 21). En sus páginas hay ‘cosas escritas en tiempo pasado para nuestra instrucción’ y ‘ejemplos amonestadores para nosotros a quienes los fines de los sistemas de cosas han llegado’ (Romanos 15:4; 1 Corintios 10:11). Entonces, ¿cómo consideraron el mundo algunas personas mencionadas en el registro bíblico?

Hasta un ejemplo desfavorable es provechoso, pues nos muestra qué debemos evitar. Como ilustración: Demas, colaborador del apóstol Pablo, lo abandonó ‘por su amor al presente sistema de cosas’. No se revela con exactitud en qué sentido abandonó Demas a Pablo, ni hasta qué grado lo hizo, pero puede que el amor a placeres mundanos y cosas materiales se haya hecho más fuerte que el amor a las cosas espirituales.

En todo caso, Demas no aprovechó la excelente oportunidad que tuvo de fortalecer a su hermano Pablo (2 Timoteo 4:10). ¡Cuánto debe movernos este ejemplo a adherirnos a nuestros compañeros de creencia y a no abandonarlos por permitir que el amor al presente sistema de cosas llene nuestro
corazón!

Hoy tenemos la Biblia completa como nuestra guía. Pero sin haber tenido siquiera un libro completo —Génesis—, los patriarcas piadosos Abrahán, Isaac y Jacob, y sus leales esposas, ‘no usaron plenamente el mundo’. Por ejemplo, Abrahán (Abrán) hizo tal como Jehová Dios le mandó al dejar a Ur, ciudad caldea de excelentes hogares y muchas ventajas.

Sí, ciertas excavaciones que se han hecho en el lugar revelan que él y su amada esposa Sara (Sarai) tienen que haber hecho notables sacrificios materiales para ir a donde Dios les había mandado y morar en tiendas como residentes forasteros en la tierra de la promesa. Isaac y Jacob también obraron con fe, como “herederos con [Abrahán] de la mismísima promesa”. Los intereses mundanos eran relativamente de poca importancia para Abrahán, “porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos verdaderos, cuyo edificador y hacedor es Dios”. (Hebreos 11:8-10.)

El profeta Moisés es otro ejemplo excelente de alguien que confió en Jehová y rechazó los deseos mundanos. Por fe, Moisés escogió ser maltratado con el pueblo de Dios y “estimó el vituperio del Cristo [es decir, de ser el siervo ungido de Dios] como riqueza más grande que los tesoros de Egipto”.

Por consiguiente, tuvo privilegios maravillosos mientras servía con constancia, “como si viera a Aquel que es invisible”, Jehová (Hebreos 11:24-27). Está claro que Moisés no pudo haber tomado una mejor decisión que la de poner en primer lugar en su vida los intereses espirituales, a pesar de cualesquier atractivos mundanos que se le hayan presentado. Nosotros tampoco. (Mateo 6:33.)

Entre las cosas del mundo que pronto pasarán junto con él está “el deseo de la carne”, que se manifiesta de varias maneras, algunas de las cuales son inicuas (1 Juan 2:15-17). Las atracciones mundanas hacia cometer inmoralidad son numerosas, y a veces han tenido efectos devastadores hasta en personas que se habían dedicado a Jehová.

Por ejemplo, aunque los israelitas habían sido librados del cautiverio egipcio, a miles de ellos se les dio muerte más tarde por tener “relaciones inmorales con las hijas de Moab” (Números, capítulo 25; 1 Corintios 10:8). ¡Cuánto debe movernos esto a evitar las atracciones mundanas hacia la inmoralidad!

Considere el ejemplo excelente de José, hijo de Jacob. Repetidas veces la esposa
de su amo egipcio lo instó a que tuviera relaciones sexuales con ella. No obstante, él se negó a ello firmemente. No se dice que la mujer fuera tan fea que a un hombre le repugnara. Más bien, José huyó de la presencia de ella porque no quería pecar contra su justo Dios, Jehová (Génesis 39:7-20). ¿Necesitamos hacer cambios en nuestra lectura, recreación o ciertas circunstancias para que evitemos pecar contra Dios? Si así es, obremos sin demora, tal como lo hizo el piadoso José. (1 Pedro 2:11, 12.)

A menudo el modo de pensar mundano promueve una actitud de independencia y orgullo. Entre los aspectos materiales de la vida a los que el mundo da énfasis está el adorno, que es particularmente importante para las mujeres que desean lucir elegantes. En la antigua Judá de los días de Isaías, había mujeres altaneras que se engalanaban con muchos adornos. Aparentemente para estar a la moda, aquellas mujeres orgullosas se ponían “cadenillas de los pasos” en los tobillos.

Estas cadenas hacían un “sonido de retintín” mientras la mujer caminaba, y le restringían el paso para que se moviera “con pasos menudos y ágiles” y tuviera lo que pudiera considerarse un modo de andar distinguido y femenino. Por supuesto, la conquista babilónica de Judá en 607 a. de la E.C. puso fin a aquellos adornos y a la libertad. (Isaías 3:16-24.)

En cuanto al adorno femenino, ¡qué diferencia hubo entre la actitud de la inmodesta y mundana Jezabel y la de la modesta y piadosa, aunque bien vestida, Ester (2 Reyes 9:30; Ester 2:7; 5:1)! Obviamente, las cristianas desean ser como Ester. Por eso se visten “en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio”. Hacen que su principal adorno sea “la persona secreta del corazón en la vestidura incorruptible del espíritu tranquilo y apacible, que es de gran valor a los ojos de Dios”. (1 Timoteo 2:9; 1 Pedro 3:3-5.)

Jesucristo suministra el ejemplo principal de no ser mundano. Aunque fue un hombre perfecto con mucho más potencial de tener éxito en el mundo que cualquier otro humano, su interés primordial fue lo espiritual... tanto que no tenía “donde recostar la cabeza” (Mateo 8:20).

Lejos de ser corrompido moralmente por este mundo, se describe a Jesús como “leal, sin engaño, incontaminado, separado de los pecadores” (Hebreos 7:26). Nosotros, que somos imperfectos, no podemos ahora seguir los pasos de Jesús perfectamente. Pero debemos hacer cuanto podamos, con la ayuda de Jehová. (1 Pedro 2:21, 22.)

Continúe rechazando los deseos mundanos

Si usted está entre la feliz multitud de adoradores de Jehová, es verdaderamente dichoso. Ha hallado algo mucho mejor que todo lo que este mundo corrupto y moribundo puede ofrecer. Adhiérase a la adoración verdadera, pues, y manténgase libre del espíritu de este mundo. Con ese fin, acuda con frecuencia al “Oidor de la oración”, busque la ayuda de Su espíritu santo, ceda siempre al consejo de la Palabra de Dios y nunca abandone las filas de la larga línea —que ya tiene siglos de existencia— de testigos fieles de Jehová. (Compare con Hebreos 12:1-3.)

Que su resolución sea no usar plenamente este mundo. En lugar de eso,
mantenga su mente y corazón fijos en hacer la voluntad de Dios. Si lo hace así, tendrá el apoyo seguro de los “brazos eternos” de Jehová (Deuteronomio 33:27, Reina-Valera Revisada). Con la convicción de que recibirá esa ayuda divina, continúe viviendo con buen juicio, justicia y devoción piadosa mientras rechaza la impiedad y los deseos mundanos.

Artículo publicado en la revista ¡La Atalaya" del 15 de mayo de 1984. Para complementar el tema lea: "La pornografía: ¿inofensiva o perjudicial." Ambos editados por los testigos de Jehová.