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miércoles, 28 de agosto de 2013

Estoy deseando decirles: “¡Todos estamos aquí!” (Experiencia relatada por Abigail Austin)

Yo tenía nueve años. Era un hermoso día de abril de 1995, y mi familia y otros testigos de Jehová de nuestra congregación íbamos a pasar el día en la campiña inglesa. Nos repartimos en distintos automóviles. Mis padres, mi hermana mayor, Sarah, nuestra amiga Deborah y yo viajábamos juntos. De repente, un auto que venía a toda velocidad por nuestro carril se estrelló de frente contra nosotros. Fui la única que salió con vida del automovil en que yo viajaba.

DESPERTÉ en el hospital dos semanas después. Como tenía el cráneo muy fracturado, los médicos insertaron varias placas para mantenerlo unido. Aun así, me recuperé rápidamente. Mis parientes me dijeron por fin lo que había ocurrido, pero no podía creerles.

Estaba convencida de que mis padres y mi hermana me habían visitado mientras dormía y yo no los había visto. Solo cuando volví a casa abrí los ojos a la realidad. Me sentí destrozada.
¿Qué me ayudó a sobrellevar esta horrible tragedia?

Mi herencia espiritual

Yo era la menor de cinco hermanos. En el momento del accidente, Sarah tenía 22 años, Shane tenía 20, Jessica, 17, y Luke, 15. Teníamos unos padres maravillosos. Mi padre, Steve, era anciano en la congregación West Yorkshire de los Testigos de Jehová de Shipley, y todos lo querían porque siempre tenía tiempo para escuchar y ayudar a los demás. Mi madre, Carol, también era muy querida, pues cuidaba como una hija a los mayores de la congregación. Ella organizaba reuniones para los jóvenes y nos ayudaba a encontrar buenos amigos. Todo el mundo era bienvenido en casa. Y mamá y papá también nos enseñaron a ser amables y considerados con nuestros vecinos.

Todos los miércoles por la noche estudiábamos la Biblia en familia. A veces representábamos dramas bíblicos y nos vestíamos como los personajes de la época. Nuestros padres nos enseñaron desde muy pequeños a prepararnos para las reuniones de la congregación y a llevar el mensaje sobre el Reino de Dios a las personas en sus hogares. Aunque estaban muy ocupados criando a cinco hijos, nos dedicaban bastante tiempo y nos ayudaban a estar fuertes espiritualmente.

Cuando Sarah, Shane y Jessica salieron de la escuela se hicieron precursores, es decir, ministros cristianos de tiempo completo, igual que nuestra amiga Deborah. Sarah y yo estábamos muy unidas. Ella era como una segunda madre para mí, y en mis vacaciones escolares pasábamos el tiempo juntas ayudando a otras personas a conocer el mensaje bíblico. Aquello me encantaba. Veía lo felices que eran los precursores y me gustaba estar con ellos. Mi meta era ser precursora con Sarah cuando terminara la escuela.

En los días de fiesta, mi familia y otros miembros de la congregación solíamos juntarnos. Entre jóvenes y mayores reinaban el amor y la armonía. Poco imaginaba lo mucho que esos buenos amigos me apoyarían y consolarían más adelante.

Después del accidente

Al salir del hospital, regresé a casa. Shane y Jessica trabajaron duro para mantener y cuidar a los que quedábamos, compaginando empleos a tiempo parcial con el ministerio de tiempo completo.

Muchos Testigos de nuestra congregación también nos ayudaron. ¡Hicieron tanto por nosotros! Hasta que pudimos recuperarnos, nos trajeron comidas, nos ayudaron con la limpieza y la compra, y nos lavaron la ropa. Nos sentíamos muy agradecidos. Recibimos incontables regalos y tarjetas de ánimo de Testigos de todas partes, una prueba del amor intenso que existe en la organización de Jehová.

Al cabo de un año, mis hermanos y mi hermana comprendieron que yo necesitaba una vida de familia estable. Algunos amigos de la congregación ofrecieron bondadosamente su ayuda, así que mi familia se sentó para determinar lo que mamá y papá hubieran pensado que era lo mejor para mí y mi futuro espiritual.

Había una familia muy especial para nosotros: un anciano llamado Billy y su esposa, Dawn, que habían sido muy amigos de mis padres y tenían una hija de cinco años, Lois. Me acogieron en su casa, y a partir de ese momento me cuidaron con amor como si fuera su propia hija. Aunque Lois tuvo que compartir a sus padres, nunca tuvo celos de mí, y hoy estamos tan unidas como si fuéramos verdaderas hermanas.

Cómo sobrellevé la tragedia

Al principio me preguntaba por qué le había sucedido algo tan terrible a mi familia, sobre todo cuando mis padres, así como Sarah y Deborah, habían demostrado tanto amor por Jehová y otras personas. Pero en esos momentos recordaba el relato bíblico de Job, cuya fe en Dios no se debilitó a pesar de perder a sus hijos (Job 1:19, 22). Pensaba: “Bueno, en realidad fue Satanás el que trajo el sufrimiento y la muerte al mundo, y él se pondría muy contento si por este desastre dejáramos de servir a Dios” (Génesis 3:1-6; Revelación [Apocalipsis] 12:9).

También recordaba el amor de Jehová al darnos la fantástica esperanza de la resurrección (Juan 5:28, 29). Podremos ver de nuevo a nuestros familiares y a Deborah, ¡y esta vez será en un paraíso terrestre! En realidad, mi amor por Jehová se ha hecho más y más profundo.

Cuando me encuentro con personas que también han pasado por alguna desgracia, me entristece que no conozcan la hermosa promesa de la resurrección. Eso me impulsa a hablarles de nuestra esperanza, pues estoy segura de que solo gracias a Jehová y su organización pudimos superar tan bien aquel difícil trance, sabiendo que hay luz al final del túnel.

Tal vez nuestra experiencia haya tenido otro beneficio. Quizás haya motivado a algunos padres a preguntarse: “¿Hemos puesto en nuestros hijos un fundamento espiritual lo bastante sólido para que, si algo nos llegara a pasar, sigan sirviendo a Jehová sin nosotros?”.

He intentado vivir mi vida como si mamá y papá aún siguieran aquí. Sé que ellos habrían querido que me esforzara por ayudar al prójimo, tal como ambos hicieron. He sido precursora desde que salí de la escuela, y ahora Lois también lo es y salimos juntas a predicar. Mis hermanos y mi hermana se casaron y sirven felices a Jehová en sus congregaciones.

¡Cuánto anhelo el nuevo mundo de Dios y la resurrección! Entonces ya no habrá más dolor ni muerte (Revelación 21:3, 4). Saber que todos volveremos a estar juntos me motiva a seguir adelante. Estoy deseando abrazar con todas mis fuerzas a mamá, papá, Sarah y Deborah, y decirles: “¡Todos estamos aquí!”.


Articulo de la revista Despertad de Enero de 2010. Publicada por los testigos de Jehová. Pueden descargarse mas articulos de la pagina oficial en formatos pdf para su lectura, asi como mp3 y aac en audio.

Mantenga su confianza firme hasta el fin

Una avioneta vuela en medio de rigurosas condiciones atmosféricas. El piloto no puede divisar los puntos de referencia. Lo envuelven densas nubes. No obstante, confía en que podrá aterrizar sin ningún percance. ¿Por qué se siente confiado?

Cuenta con instrumentos precisos que le ayudan a volar a través de las nubes y aterrizar en la oscuridad. En su ruta, especialmente al acercarse al aeropuerto, hay radiofaros que lo dirigen, y se mantiene en comunicación con los controladores en tierra.

De manera parecida, podemos encarar el futuro con confianza a pesar de que las condiciones mundiales son cada día más tenebrosas. Puede que nuestro viaje por este sistema inicuo se haya alargado más de lo que algunos esperaban, pero podemos confiar en que vamos por el camino correcto y que llegaremos a tiempo. ¿Por qué podemos estar tan seguros? Porque tenemos una guía que nos permite detectar lo que no perciben los ojos humanos.

La Palabra de Dios es una ‘luz para nuestra vereda’ y “es fidedign[a], hace sabio al inexperto”. (Salmo 19:7; 119:105.) La Biblia expone con precisión lo que acontecerá en el futuro y nos da instrucciones claras para garantizar que lleguemos a salvo a nuestro destino. Sin embargo, para beneficiarnos de la guía divina, tenemos que confiar en ella.

En su carta a los Hebreos, Pablo instó a los cristianos judíos a que ‘mantuvieran fuertemente asida la confianza que habían tenido al principio con firmeza hasta el fin’. (Hebreos 3:14.) Nuestra confianza puede debilitarse si no la ‘mantenemos fuertemente asida’. ¿Cómo podemos mantener la confianza en Jehová firme hasta el fin?

Ejercite su fe

Antes de que un piloto pueda depender totalmente de sus instrumentos, necesita recibir la preparación apropiada y muchas horas de vuelo. El cristiano tiene que ejercitar su fe continuamente para mantener su confianza en la guía de Jehová, especialmente cuando surgen circunstancias difíciles. El apóstol Pablo escribió: “Porque tenemos el mismo espíritu de fe como aquel del cual está escrito: ‘Ejercí fe, por eso hablé’, nosotros también ejercemos fe y por eso hablamos”. (2 Corintios 4:13.) Por lo tanto, cuando hablamos de las buenas nuevas de Dios, estamos ejercitando y fortaleciendo nuestra fe.

Magdalena, que pasó cuatro años en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial, dice respecto al valor de la predicación: “Mamá me enseñó que para mantener la fe firme es esencial interesarse en el bienestar espiritual de los demás. Recuerdo un suceso que ilustra nuestro sentir. Después de que salimos del campo de concentración de Ravensbrück, mamá y yo llegamos a casa un viernes. Dos días después, el domingo, salimos a predicar de casa en casa con los hermanos. Creo firmemente que si nos concentramos en ayudar a los demás a confiar en las promesas divinas, esas mismas promesas se harán más reales para nosotros”. (Compárese con Hechos 5:42.)

Para mantener la confianza firme hasta el fin, es necesario participar en otras actividades espirituales. El estudio personal es otro excelente ejercicio que fortalece la fe. El que imitemos a los bereanos y examinemos las Escrituras con diligencia a diario nos ayudará a “tener la plena seguridad de la esperanza hasta el fin”. (Hebreos 6:11; Hechos 17:11.) Es cierto que requiere tiempo y determinación tener un estudio personal. Tal vez por eso Pablo advirtió a los hebreos del peligro de ser “indolentes”, o perezosos, en cuanto a estos asuntos. (Hebreos 6:12.)

La pereza puede traer graves consecuencias en muchos ámbitos de la vida. Salomón observó que cuando “se dejan bajar las manos hay goteras en la casa”. (Eclesiastés 10:18.) El techo que no recibe mantenimiento tarde o temprano empieza a gotear. Si dejamos bajar las manos en sentido espiritual y no mantenemos nuestra fe, las dudas pudieran asaltarnos sin que nos diéramos cuenta. Por otro lado, el estudio de la Palabra de Dios y la meditación regular en ella nutrirán y protegerán nuestra fe. (Salmo 1:2, 3.)

Fortalezca su confianza mediante la experiencia


Nuestra confianza en Jehová aumenta cuando vemos prueba de su cuidado amoroso en nuestra vida. Así lo experimentó Josué, quien recordó a sus compañeros israelitas: “Ustedes bien saben con todo su corazón y con toda su alma que ni una sola palabra de todas las buenas palabras que Jehová su Dios les ha hablado ha fallado. Todas se han realizado para ustedes”. (Josué 23:14.)

Las instrucciones de los controladores o las señales de un determinado instrumento a veces ayudan al piloto a percatarse de que necesita corregir su curso. Tal vez nosotros tengamos que cambiar nuestro proceder en conformidad con la instrucción de Jehová. “Tus propios oídos oirán una palabra detrás de ti que diga: ‘Este es el camino. Anden en él’, en caso de que ustedes se fueran a la derecha o en caso de que se fueran a la izquierda.” (Isaías 30:21.) Mediante su Palabra y organización recibimos consejos que nos advierten de los peligros espirituales. Uno de estos tiene que ver con las compañías que escogemos.

Las compañías pueden desviarnos de nuestro rumbo

Hay influencias externas que bombardean constantemente a los cristianos hoy. Vivimos en un mundo dominado por la carne en el que muchas personas se mofan de los valores espirituales y dan más importancia al dinero y los placeres. Pablo advirtió a Timoteo que los últimos días serían “difíciles de manejar”. (2 Timoteo 3:1-5.) Los adolescentes, que anhelan ser aceptados y populares, son especialmente vulnerables a las malas compañías. (2 Timoteo 2:22.)

Amanda, de 17 años, explica: “Por algún tiempo mi fe se debilitó hasta cierto grado a causa de mis compañeros de clase. Me decían continuamente que mi religión era restrictiva e irrazonable, y esto empezó a desanimarme. Sin embargo, mis padres me ayudaron a comprender que las pautas cristianas son una protección, no una restricción. Ahora comprendo que estos principios me ayudan a llevar una vida más satisfactoria que la de mis anteriores condiscípulos. He aprendido a confiar en las personas que realmente se interesan por mí —mis padres y Jehová—.

Seamos jóvenes o mayores, nos encontraremos con personas que harán comentarios desdeñosos acerca de nuestras creencias. Puede que parezcan sofisticadas, pero para Dios son personas físicas, no espirituales. (1 Corintios 2:14.) En los días de Pablo, los escépticos, sabios mundanos, eran un grupo influyente en la ciudad de Corinto. Las enseñanzas de estos filósofos probablemente hicieron que algunos cristianos corintios perdieran la fe en la esperanza de la resurrección. (1 Corintios 15:12.) “No se extravíen —advirtió el apóstol Pablo—. Las malas compañías echan a perder los hábitos útiles.” (1 Corintios 15:33.)

Por otro lado, las buenas compañías nos fortalecen espiritualmente. En la congregación cristiana tenemos la oportunidad de relacionarnos con personas que demuestran su fe por su modo de vivir. Norman aprendió la verdad en 1939, ¿Qué le ha ayudado a mantener aguda su perspectiva espiritual? “Las reuniones y una buena amistad con los hermanos fieles son esenciales —responde—. Este compañerismo me ha ayudado a ver con claridad la diferencia entre la organización de Dios y la de Satanás.”

El poder engañoso de las riquezas


Nuestros instintos egoístas pueden engañarnos en sentido espiritual. Jesús dijo que las riquezas tienen un “poder engañoso”, y Pablo advirtió que ‘el amor al dinero ha descarriado a muchos de la fe’. (Marcos 4:19; 1 Timoteo 6:10.)

Las esplendorosas metas materialistas pueden dirigirnos en la dirección incorrecta. En vez de regocijarnos en la “expectativa [...] de las cosas que se esperan”, la exhibición ostentosa del mundo que está pasando pudiera desviarnos. (Hebreos 11:1; 1 Juan 2:16, 17.) Si estamos “resueltos” a mantener un opulento estilo de vida, es probable que nos quede poco tiempo para crecer espiritualmente. (1 Timoteo 6:9; Mateo 6:24; Hebreos 13:5.)

La fe depende de un corazón receptivo


Un corazón receptivo también desempeña un papel importante en fortalecer nuestra confianza en Jehová. Es verdad que “fe es la expectativa segura de las cosas que se esperan, la demostración evidente [o: “evidencia convincente”, nota] de realidades aunque no se contemplen”. (Hebreos 11:1.) Pero si no tenemos un corazón receptivo, es poco probable que se nos convenza. (Proverbios 18:15; Mateo 5:6.) Por eso el apóstol Pablo dijo que “la fe no es posesión de todos”. (2 Tesalonicenses 3:2.)

¿Cómo podemos mantener el corazón sensible a toda la evidencia convincente disponible? Cultivando cualidades piadosas, cualidades que enriquecen y estimulan la fe. Pedro nos insta a ‘suministrar a nuestra fe virtud, conocimiento, autodominio, aguante, devoción piadosa, cariño fraternal y amor’. (2 Pedro 1:5-7; Gálatas 5:22, 23.) Por otra parte, si llevamos una vida egocéntrica o sencillamente ofrecemos a Jehová un servicio de muestra, no es razonable esperar que nuestra fe crezca.

Esdras ‘preparó su corazón’ para leer la Palabra de Jehová y para ponerla por obra. (Esdras 7:10.) Miqueas también tenía un corazón receptivo. “En cuanto a mí, por Jehová me mantendré vigilante. Ciertamente mostraré una actitud de espera por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá.” (Miqueas 7:7.)
Magdalena, citada antes, también espera pacientemente en Jehová. (Habacuc 2:3.) Ella dice: “Ya tenemos el paraíso espiritual. La segunda meta, el Paraíso físico, llegará muy pronto. Mientras tanto, centenares de millones de personas se unen a la gran muchedumbre. Me emociona ver a tantas personas acudiendo a la organización de Dios”.

Busquemos al Dios de nuestra salvación


Mantener la confianza firme hasta el fin requiere que ejercitemos nuestra fe y escuchemos con cuidado la guía que recibimos de Jehová y su organización. El esfuerzo ciertamente vale la pena. Los pilotos sienten gran satisfacción cuando, después de un vuelo largo y difícil, descienden y por fin salen de las densas nubes. Allí al frente ven la tierra, verde y acogedora. La pista de aterrizaje está debajo esperándolos.

A nosotros también nos espera una emocionante experiencia. Este mundo inicuo y tenebroso dará paso a una nueva tierra de justicia. Nos espera una acogida maravillosa. Podemos llegar allí si prestamos atención a las palabras del salmista: “Eres mi esperanza, oh Señor Soberano Jehová, mi confianza desde mi juventud. [...] En ti está mi alabanza constantemente”. (Salmo 71:5, 6.)


Articulo de la revista La Atalaya del 01 de Mayo de 1996. Publicada por los testigos de Jehová. Pueden descargarse mas articulos de la pagina oficial en formatos pdf para su lectura, asi como mp3 y aac en audio.