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martes, 4 de febrero de 2014

Aborrezcamos lo que es inicuo

Jehová es un Dios santo. En tiempos antiguos él era el “Santo de Israel”, y como tal, exigía que Israel fuera limpio, inmaculado. (Salmo 89:18.) Dijo a su pueblo escogido: “Tienen que resultar santos, porque yo soy santo”. (Levítico 11:45.) Cualquiera que deseara “ascender a la montaña de Jehová” debía ser “inocente de manos y limpio de corazón”. (Salmo 24:3, 4.) Estas palabras implicaban más que evitar los pecados. Querían decir “odiar lo malo”. (Proverbios 8:13.)

En muestra de su amor, Jehová promulgó leyes detalladas para que la nación de Israel pudiera reconocer y evitar la maldad. (Romanos 7:7, 12.) Estas leyes incluían directrices estrictas sobre moralidad. El adulterio, las prácticas homosexuales, las relaciones incestuosas y la bestialidad se señalaron como contaminantes inmundos de la espiritualidad. (Levítico 18:23; 20:10-17.) A las personas culpables de esos actos degradados se las cortaba de la nación de Israel.

Cuando la congregación de cristianos ungidos llegó a ser “el Israel de Dios”, se promulgaron para ellos estas mismas normas morales. (Gálatas 6:16.) Los cristianos también tenían que ‘aborrecer lo que es inicuo’. (Romanos 12:9.) Lo que Jehová le dijo a Israel les aplicaba asimismo a ellos: “Tienen que ser santos, porque yo soy santo”. (1 Pedro 1:15, 16.)

Las prácticas inmundas, como la fornicación, el adulterio, la homosexualidad, la bestialidad y el incesto, no debían corromper la congregación cristiana. Los que no quisieran abandonarlas serían excluidos del Reino de Dios. (Romanos 1:26, 27; 2:22; 1 Corintios 6:9, 10; Hebreos 13:4.) Las “otras ovejas” deben cumplir las mismas normas en estos “últimos días”. (2 Timoteo 3:1; Juan 10:16.) Por consiguiente, los cristianos ungidos y las otras ovejas componen un pueblo limpio y sano, en condición de llevar el nombre de su Dios como testigos de Jehová. (Isaías 43:10.)

Se mantiene limpia la congregación
En cambio, el mundo aprueba todo tipo de inmoralidad. Aunque los cristianos verdaderos son distintos, no deben olvidar que muchos de los que ahora sirven a Jehová estuvieron alguna vez en el mundo. Hay gran cantidad de personas que antes de conocer a nuestro santo Dios, no veían ninguna razón para no satisfacer los deseos y las fantasías de su carne caída, y se revolcaban en un “bajo sumidero de disolución”. (1 Pedro 4:4.)


Después de hablar de las prácticas repugnantes de la gente degradada de las naciones, el apóstol Pablo dijo: “Eso era lo que algunos de ustedes eran”. No obstante, siguió diciendo: “Pero ustedes han sido lavados, pero ustedes han sido santificados, pero ustedes han sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios”. (1 Corintios 6:11.)

Palabras reconfortantes, sin duda. No importa lo que alguien haya hecho en el pasado, esa persona cambia cuando las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo tocan su corazón. Entonces ejerce fe y se dedica a Jehová Dios. De ese momento en adelante vive una vida pura moralmente, limpia a los ojos de Dios. (Hebreos 9:14.) Los pecados que cometió anteriormente le son perdonados, y puede ‘extenderse hacia adelante a las cosas más allá’. (Filipenses 3:13, 14; Romanos 4:7, 8.)

Jehová perdonó a David, arrepentido, su asesinato y adulterio, y perdonó a Manasés, también arrepentido, su idolatría inmoral y su mucho derramamiento de sangre. (2 Samuel 12:9, 13; 2 Crónicas 33:2-6, 10-13.) Podemos estar verdaderamente agradecidos de que él esté dispuesto a perdonarnos a nosotros también si nos arrepentimos y nos acercamos a él con sinceridad y humildad.

Ahora bien, aunque Jehová perdonó a David y Manasés, estos dos hombres, y todo Israel, tuvieron que sufrir las consecuencias de sus pecados. (2 Samuel 12:11, 12; Jeremías 15:3-5.) Del mismo modo, aun cuando Jehová perdona a los pecadores que se arrepienten, tal vez haya consecuencias de sus acciones que estos no puedan eludir.

Consecuencias inevitables

Por ejemplo, puede ocurrir que un hombre que lleva una vida desenfrenada moralmente y contrae el sida, acepte la verdad y cambie hasta el punto de dedicarse y bautizarse. A partir de entonces es un cristiano limpio espiritualmente que tiene una relación con Dios y una maravillosa esperanza para el futuro; pero sigue estando enfermo de sida. Puede que con el tiempo muera de esa enfermedad, una consecuencia triste, aunque ineludible, de su conducta pasada.

En el caso de algunos cristianos, los efectos de la grave inmoralidad de su vida pasada tal vez persistan de otras maneras. Puede que años después de su bautismo, quizá durante el resto de su vida en este sistema de cosas, tengan que seguir luchando contra los impulsos carnales por volver a su anterior modo de vida inmoral. Muchos han logrado resistir gracias a la ayuda del espíritu de Jehová. Pero tienen que pelear una batalla constante. (Gálatas 5:16, 17.)

Tales personas no pecan siempre y cuando controlen sus impulsos. Pero, si se trata de varones, tal vez decidan sabiamente no ‘procurar’ una responsabilidad en la congregación mientras tengan que luchar contra los fuertes impulsos carnales. (1 Timoteo 3:1.) ¿Por qué? Porque son conscientes de la confianza que la congregación deposita en los ancianos. (Isaías 32:1, 2; Hebreos 13:17.)

Se dan cuenta de que a estos se les consultan muchos asuntos íntimos y de que tienen que tratar casos delicados. No sería ni amoroso ni sabio ni razonable que la persona que tiene una lucha constante contra los deseos carnales inmundos, procure alcanzar tal posición de responsabilidad. (Proverbios 14:16; Juan 15:12, 13; Romanos 12:1.)


En el caso de un hombre que haya sido corruptor de menores antes de bautizarse, tal vez haya otra consecuencia. Cuando aprende la verdad, se arrepiente y se vuelve, de modo que no introduce ese horrible pecado en la congregación. Quizá después progrese bien, venza completamente sus malos impulsos y quiera ‘alcanzar’ un puesto de responsabilidad en la congregación.

¿Qué ocurre, sin embargo, si la comunidad todavía no ha olvidado la mala reputación que se ganó cuando abusó sexualmente de menores? ¿Sería “irreprensible”? ¿Tendría un ‘excelente testimonio de los de afuera y estaría libre de acusación’? (1 Timoteo 3:1-7, 10; Tito 1:7.) No, en absoluto. Por lo tanto, no llenaría los requisitos para tener privilegios en la congregación.


Cuando peca un cristiano dedicado


Jehová comprende que somos débiles y que podemos caer en el pecado incluso después del bautismo. El apóstol Juan escribió a los cristianos de su día: “Les escribo estas cosas para que no cometan un pecado. Y no obstante, si alguno comete un pecado, tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo. Y él es un sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, pero no solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. (1 Juan 2:1, 2.) En efecto, sobre la base del sacrificio de Jesús, Jehová perdonará a los cristianos bautizados que caigan en el pecado, siempre y cuando se arrepientan de verdad y abandonen su mal proceder.


Vemos un ejemplo de lo susodicho en lo ocurrido en la congregación de Corinto del siglo primero. Cuando llegó a oídos del apóstol Pablo que había en la joven congregación un caso de fornicación, dio instrucciones de que se expulsara al culpable. Tiempo después, el pecador se arrepintió, y Pablo exhortó a la congregación a que lo restableciera. (1 Corintios 5:1, 13; 2 Corintios 2:5-9.)

Así, gracias al poder sanador de la bondad amorosa de Jehová y al gran valor del sacrificio de rescate de Jesús, se limpió a ese hombre de su pecado. Hoy pudiera ocurrir lo mismo. Por otra parte, sin embargo, aunque la persona bautizada que ha cometido un pecado serio se haya arrepentido y Jehová la haya perdonado, tal vez aún tenga que afrontar las consecuencias de su pecado. (Proverbios 10:16, 17; Gálatas 6:7.)


Pongamos por caso el de una joven dedicada que ha cometido fornicación; quizá sienta profundamente haberlo hecho y con el tiempo recobre la salud espiritual con la ayuda de la congregación. Ahora bien, ¿qué pasa si está embarazada como consecuencia de su acto inmoral? En ese caso, lo que hizo cambia inevitablemente toda su vida.

Un hombre que haya cometido adulterio pudiera arrepentirse y no ser expulsado, pero el cónyuge inocente tendría fundamento para divorciarse de él, y tal vez decidiera hacerlo. (Mateo 19:9.) Si este fuera el caso, ese hombre, aunque Jehová lo hubiera perdonado, viviría el resto de su vida con esta grave consecuencia de su pecado. (1 Juan 1:9.)

¿Qué ocurre en el caso del hombre cuya falta de amor lo lleva a divorciarse de su esposa para casarse con otra mujer? Quizá con el tiempo se arrepienta y sea restablecido a la congregación. Puede que con el paso de los años, progrese y ‘pase adelante a la madurez’. (Hebreos 6:1.) Pero mientras su primera esposa no se case de nuevo, él no llenará los requisitos para servir en una posición de responsabilidad en la congregación. No es “esposo de una sola mujer” porque se divorció de la primera sin base bíblica. (1 Timoteo 3:2, 12.)

¿No son estas razones poderosas para que un cristiano aborrezca lo que es inicuo?

¿Qué ocurre con los que abusan de menores?

¿Qué pasa si un cristiano adulto bautizado abusa sexualmente de un niño? 

¿Es el pecador tan malvado que Jehová no lo perdonará nunca? No necesariamente. Jesús dijo que ‘la blasfemia contra el espíritu santo’ era imperdonable. Y Pablo dijo que no queda sacrificio por los pecados del que practica voluntariosamente el pecado a pesar de conocer la verdad. (Lucas 12:10; Hebreos 10:26, 27.)

Pero la Biblia no dice en ningún lugar que no pueda perdonarse a un cristiano adulto que abuse sexualmente de un niño, se trate de incesto o no. En efecto, se pueden lavar sus pecados si se arrepiente con sinceridad desde el corazón y cambia su conducta, si bien tal vez tenga que seguir peleando contra los impulsos carnales impropios que fomentó. (Efesios 1:7.) Y quizá haya consecuencias que no pueda evitar.


Dependiendo de la ley del país donde viva, es probable que lo encarcelen o que el Estado le imponga otras sanciones. La congregación no lo protegerá de estas consecuencias. Además, ese hombre ha demostrado una seria debilidad que en lo sucesivo tendrá que tomarse en cuenta. Si parece estar arrepentido, se le animará a progresar espiritualmente, a salir al servicio del campo e incluso a participar en la Escuela del Ministerio Teocrático y tener asignaciones que no impliquen enseñanza en la Reunión de Servicio. Eso no quiere decir, sin embargo, que llenará los requisitos para ocupar una posición de responsabilidad en la congregación. ¿Cuáles son las razones bíblicas para ello?


Por una parte, los ancianos deben tener “autodominio”. (Tito 1:8.) Es cierto que nadie tiene un autodominio perfecto. (Romanos 7:21-25.) Pero un cristiano adulto dedicado que cae en el pecado de abusar sexualmente de un menor demuestra una debilidad carnal anormal. La experiencia muestra que esos adultos probablemente abusen de otros niños. Es cierto que no todos los que abusan de un menor vuelven a cometer ese pecado, pero muchos lo hacen.

Y la congregación no puede leer el corazón para decir quién probablemente abusará de un niño de nuevo y quién no. (Jeremías 17:9.) Por lo tanto, el consejo de Pablo a Timoteo es aplicable con especial fuerza en el caso de los adultos bautizados que hayan abusado de menores: “Nunca impongas las manos apresuradamente a ningún hombre; ni seas partícipe de los pecados ajenos”. (1 Timoteo 5:22.)

Para la protección de nuestros hijos, un hombre que haya abusado de menores no llena los requisitos para ocupar una posición de responsabilidad en la congregación. Además, no puede ser precursor ni participar en ningún otro aspecto del servicio especial de tiempo completo. (Compárese con el principio de Éxodo 21:28, 29.)


Puede que alguien pregunte: ‘¿No ha habido casos en que quienes cometieron otros tipos de pecado y parecieron arrepentirse, volvieron a cometer el mismo pecado más tarde?’. Sí, eso ha ocurrido, pero hay otros factores que analizar. Si, por ejemplo, un individuo se acerca a otro adulto con intenciones inmorales, este puede oponer resistencia. A los niños es más fácil engañarlos, confundirlos o aterrorizarlos. La Biblia habla de su falta de sabiduría. (Proverbios 22:15; 1 Corintios 13:11.)

Jesús utilizó a los niños como un ejemplo de inocencia y humildad. (Mateo 18:4; Lucas 18:16, 17.) Su inocencia implica una total falta de experiencia. La mayoría de los niños son abiertos, están deseosos de agradar, y por ello son más vulnerables a que abuse de ellos un adulto malintencionado a quien conocen y en quien confían. Por lo tanto, la congregación tiene ante Jehová la responsabilidad de proteger a los niños.


Los niños bien educados aprenden a obedecer y honrar a sus padres, a los ancianos y a otros adultos. (Efesios 6:1, 2; 1 Timoteo 5:1, 2; Hebreos 13:7.) Sería una horrible perversión que una de estas personas con autoridad se aprovechara de la confianza inocente de un niño para seducirle o forzarle a someterse a actos sexuales. Los que han pasado por esta experiencia con frecuencia luchan durante años para superar el consiguiente trauma emocional.

Por tanto, quien abusa de un niño tiene que afrontar disciplina severa de parte de la congregación y algunas restricciones. Lo que debe importar no es su posición como persona con autoridad, sino la pureza sin tacha de la congregación. (1 Corintios 5:6; 2 Pedro 3:14.)


Si una persona que ha abusado de un menor se arrepiente sinceramente, reconocerá la sabiduría de aplicar los principios bíblicos. Si en verdad aprende a aborrecer lo que es inicuo, rechazará el pecado cometido y luchará por no repetirlo. (Proverbios 8:13; Romanos 12:9.) Además, seguramente agradecerá a Jehová la grandeza de Su amor, gracias al cual un pecador arrepentido, como él, puede seguir adorando a nuestro Dios santo y tener la esperanza de ser uno de “los rectos” que residirán en la Tierra para siempre. (Proverbios 2:21.)

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Enero de 1997. Para complementar este tema, lea: Usted puede vencer las tentaciones