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miércoles, 8 de enero de 2014

La incredulidad moderna... ¿debería continuar la búsqueda? (Tercera y última parte)

Abundante evidencia en lo que nos rodea

Por supuesto, se ve propósito y diseño no solo en el funcionamiento ordenado del universo, sino también en el comportamiento de las criaturas vivientes, tanto las simples como las complejas, en sus actividades diarias, así como por la interacción de unas con otras y con el ambiente. Por ejemplo, casi toda parte de nuestro cuerpo humano —el cerebro, el ojo, el oído, la mano— muestra diseño tan intrincado que la ciencia moderna no puede explicarlo a plenitud.
Y considere el mundo animal y el mundo vegetal. El viaje migratorio anual de ciertas aves sobre miles de kilómetros de tierra y mar, el proceso de fotosíntesis en las plantas, el desarrollo de un solo óvulo fertilizado en un organismo complejo, compuesto de millones de células diferenciadas y con funciones especializadas —solo para dar unos cuantos ejemplos—; todo esto es prueba sobresaliente de diseño e inteligencia.

No obstante, algunos presentan el argumento de que el conocimiento creciente de la ciencia ha suministrado explicaciones para muchas de estas hazañas. Es verdad que la ciencia ha explicado hasta cierto grado muchas cosas que antes eran un misterio. Pero el que un niño descubra cómo funciona un reloj no prueba que el reloj no fuera diseñado ni hecho por nadie. De igual manera, el que entendamos el maravilloso funcionamiento de muchos fenómenos del mundo físico no prueba que no haya un diseñador inteligente tras ellos.

Al contrario, mientras más aprendemos del mundo que nos rodea, más prueba tenemos de que existe un Creador inteligente, Dios. Por eso, con mente razonable podemos concordar con el salmista que reconoció lo siguiente: “¡Cuántas son tus obras, oh Jehová! Con sabiduría las has hecho todas. La tierra está llena de tus producciones”. (Salmo 104:24.)

La Biblia... ¿puede usted creer en ella?


Con todo, el creer en la existencia de Dios no es suficiente para mover a la gente a buscarlo. Actualmente hay millones de personas que no han abandonado toda creencia en Dios, pero eso no las ha impulsado a buscarlo.

Pero ¿qué base hay para creer en la Biblia? Ante todo debe notarse que la historia probablemente no conoce otro libro que haya sido más injustamente criticado, insultado, odiado ni atacado que la Biblia. Sin embargo, ha sobrevivido a todo eso y ha resultado ser el libro más ampliamente traducido y distribuido de que se sabe.

Bastaría con eso para que la Biblia fuera un libro sobresaliente. Pero hay abundante prueba, evidencia convincente, de que la Biblia es un libro inspirado por Dios y digno de que creamos en él.

Aunque mucha gente ha tendido a suponer que la Biblia no es científica, que se contradice y que es anticuada, lo que los hechos demuestran es diferente. Lo singular de su autoría, su exactitud histórica y científica y sus profecías infalibles llevan a una sola conclusión inevitable: La Biblia es la Palabra inspirada de Dios.

Como lo expresó el apóstol Pablo: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa”. (2 Timoteo 3:16.)

Cómo hacer frente a la incredulidad

Después de considerar la prueba que presentan el libro de la creación y la Biblia, ¿a qué conclusión podemos llegar? Sencillamente a esta: Estos libros son tan válidos hoy como siempre lo han sido. Cuando estamos dispuestos a investigar el asunto objetivamente, más bien que dejar que nos afecten ideas preconcebidas, hallamos que cualquier objeción puede vencerse de manera razonable. Hay respuestas, pero tenemos que estar dispuestos a buscarlas. Jesús dijo: “Sigan buscando, y hallarán”. (Mateo 7:7; Hechos 17:11.)
En fin de cuentas la mayoría de los que han dejado de buscar a Dios no lo han hecho porque hayan examinado por sí mismos cuidadosamente la prueba y hayan descubierto que la Biblia no sea veraz. Más bien, muchas de esas personas se han apartado porque la cristiandad no ha presentado al verdadero Dios de la Biblia.

Como dijo el escritor francés P. Valadier: “Fue la tradición cristiana la que produjo como fruto el ateísmo; llevó al asesinato de Dios en la conciencia de los hombres al poner ante ellos un Dios en quien no se podía creer”.

Sea eso así o no, nos consuelan las palabras del apóstol Pablo: “¿Cuál, pues, es el caso? Si algunos no expresaron fe, ¿acaso su falta de fe hará sin efecto la fidelidad de Dios? ¡Jamás suceda eso! Más bien, sea Dios hallado veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso”. (Romanos 3:3, 4.)

Sí, con toda razón podemos continuar la búsqueda del Dios verdadero.

Prueba de la autenticidad de la Biblia

Singularidad de la autoría: Desde su primer libro, Génesis, hasta el último, Revelación,
la Biblia se compone de 66 libros escritos por unos 40 escritores de muy diversos antecedentes sociales, educativos y profesionales. Se escribió durante un período que abarcó 16 siglos, desde 1513 a.E.C. hasta 98 E.C. Sin embargo, el resultado final es un libro armonioso y coherente, que traza el desarrollo lógico de un tema destacado: la vindicación de Dios y de su propósito mediante el Reino Mesiánico.

Exactitud histórica: Los sucesos que se narran en la Biblia están en plena armonía con hechos históricos confirmados.
El libro A Lawyer Examines the Bible (Un abogado examina la Biblia) dice: “Mientras que en las novelas románticas, las leyendas y los testimonios falsos se ejerce cuidado para situar en algún lugar lejano y en alguna época imprecisa lo que sucede, [...] los relatos bíblicos nos suministran con suma precisión la fecha y el lugar de lo que se narra”. (Ezequiel 1:1-3.)

Y The New Bible Dictionary (El nuevo diccionario bíblico) declara: “[El escritor de Hechos] sitúa su narración en el marco de la historia contemporánea; sus páginas están repletas de referencias a magistrados públicos, a gobernadores provinciales, a reyes dependientes, y así por el estilo, y esas referencias vez tras vez resultan ser exactas en cuanto al tiempo y al lugar en cuestión”. (Hechos 4:5, 6; 18:12; 23:26.)

Exactitud científica: A los israelitas se les dieron leyes sobre cuarentena e higiene, en el libro de Levítico, cuando las naciones de alrededor no sabían nada acerca de aquellas prácticas. En Eclesiastés 1:7 se describe el ciclo de la lluvia y la evaporación desde el océano, desconocido en la antigüedad.

El hecho de que la Tierra es esférica y está suspendida en el espacio, algo que la ciencia no confirmó sino hasta en el siglo XVI, se declara en Isaías 40:22 y Job 26:7. Más de 2.200 años antes de que William Harvey publicara sus hallazgos acerca de la circulación de la sangre, Proverbios 4:23 indicó el papel que desempeña el corazón humano.

De modo que, aunque la Biblia no es un libro de texto científico, cuando trata asuntos relacionados con la ciencia despliega una profundidad de comprensión que se adelanta por mucho a su tiempo.

Profecías infalibles: La destrucción de la Tiro antigua, la caída de Babilonia, la reedificación de Jerusalén y la subida y decadencia de los reyes de Medopersia y Grecia se predijeron con tanto detalle que los críticos levantaron en vano la acusación de que lo que se describe fue puesto por escrito después de los acontecimientos. (Isaías 13:17-19; 44:27–45:1; Ezequiel 26:3-7; Daniel 8:1-7, 20-22.)

Profecías acerca de Jesús, dadas siglos antes de su nacimiento, se cumplieron detalladamente. Las profecías que el mismo Jesús pronunció sobre la destrucción de Jerusalén se cumplieron con exactitud. (Lucas 19:41-44; 21:20, 21.)

Las profecías de Jesús y el apóstol Pablo acerca de los últimos días están cumpliéndose en nuestro mismo tiempo. (Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21; 2 Timoteo 3:1-5.) Sin embargo, la Biblia atribuye todas las profecías a una sola Fuente, Jehová Dios. (2 Pedro 1:20, 21.)

Porción del capítulo 14 del libro "El hombre en busca de Dios" publicado por los Testigos de Jehová" en el año 1990. Puede interesarle el tema: "La Biblia ¿Por qué es única?", tambien disponible en audio