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jueves, 22 de mayo de 2014

Siguió adelante pese a los golpes de la vida (Primera parte)


Ejemplos de fe

EN UN solo día, la guerra contra los filisteos se había cobrado la vida de 30.000 israelitas. Y eso sin contar las 4.000 bajas de un combate anterior. El pueblo de Siló estaba anegado en lágrimas. Incontables niños y mujeres lloraban la pérdida de sus seres queridos: padres, esposos, hermanos e hijos que jamás volverían a casa. Tales muestras de dolor tuvieron que haber afectado profundamente al profeta Samuel (1 Samuel 4:1, 2, 10).

Esta desgracia es parte de una serie de trágicos sucesos. Todo comenzó cuando Hofní y Finehás, los malvados hijos del sumo sacerdote Elí, llevaron el arca del pacto —símbolo de la presencia divina— desde Siló hasta el campo de batalla.

Al parecer, los israelitas pensaban que tenerla con ellos les aseguraría la victoria. Pero aquel cofre, que solía guardarse en un lugar sagrado del tabernáculo (la tienda que servía de templo), no era un simple amuleto. Los filisteos vencieron a los israelitas, tomaron el Arca y mataron a los hijos de Elí (1 Samuel 4:3-11).

Hacía siglos que el Arca había honrado con su presencia a Siló. Por eso, al enterarse de que estaba en manos de los filisteos, Elí —quien ya tenía 98 años de edad— se cayó de su silla y murió. Y su nuera, que acababa de enviudar, también falleció ese mismo día dando a luz. Sus últimas palabras fueron: “La gloria se ha ido de Israel al destierro”. Así es: sin el arca del pacto, la gloria de Siló quedaría en el olvido (1 Samuel 4:12-22).

Todo aquello debió de ser un duro golpe para Samuel. Pero su fe no podía fallarle ahora. Su deber era ayudar al pueblo a recuperar el favor y la protección de Jehová. Puesto que nosotros también estamos expuestos a sufrir desilusiones y golpes en la vida, veamos qué podemos aprender del ejemplo de Samuel.

Defendió la justicia


Tras la historia que acabamos de leer, la Biblia pasa a contarnos el castigo que sufrieron los filisteos por tomar el Arca y cómo se vieron obligados a devolverla. Cuando reaparece el profeta en escena, ya han transcurrido veinte años de eso (1 Samuel 7:2). ¿Qué hizo durante todo ese tiempo? No hay que adivinarlo.

La Biblia dice que, en el período anterior a la guerra, “la palabra de Samuel continuó llegando a todo Israel”, lo cual indica que el profeta había estado instruyendo al pueblo constantemente (1 Samuel 4:1). Y tras la guerra siguió haciendo lo mismo.

En 1 Samuel 7:15-17 leemos que tenía la costumbre de visitar las mismas tres ciudades año tras año para solucionar las disputas de sus habitantes y darles instrucciones. Luego regresaba a Ramá, donde tenía su hogar. No hay duda, entonces, de que durante esos veinte años se mantuvo, como siempre, muy ocupado.

El mal ejemplo de los hijos de Elí —hombres corruptos e inmorales— había erosionado la fe del pueblo. Como resultado, muchos se entregaron a la idolatría. Tras veinte años de labor y afán, Samuel les dijo a sus hermanos israelitas: “Si con todo su corazón están volviéndose a Jehová, quiten de en medio de ustedes los dioses extranjeros y también las imágenes de Astoret, y dirijan su corazón inalterablemente a Jehová y sírvanle solo a él, y él los librará de la mano de los filisteos” (1 Samuel 7:3).

Lo cierto es que “la mano de los filisteos” estaba oprimiendo sin compasión al pueblo. Como el ejército israelita había sido prácticamente destrozado, sus enemigos pensaban que podían abusar de ellos con impunidad. Y ahora Samuel les presentaba la posibilidad de regresar a Jehová y recuperar la libertad.

¿Lo escucharon? Sí, pues se deshicieron de sus ídolos y “empezaron a servir solo a Jehová”. El profeta, sin duda muy complacido, los congregó a todos en Mizpá, una ciudad que quedaba en la región montañosa al norte de Jerusalén. Allí ayunaron y le demostraron a Jehová que estaban arrepentidos de su idolatría (1 Samuel 7:4-6).

Pero los filisteos vieron aquella reunión como una oportunidad para aplastar a los adoradores de Jehová, así que fueron contra ellos. Cuando los israelitas supieron del peligro que los amenazaba, se aterrorizaron y le pidieron a Samuel que clamara a Jehová por ayuda. Este accedió y acompañó su oración de una ofrenda quemada.

Aún no había terminado de hacer el sacrificio cuando los filisteos atacaron la ciudad. Pero Jehová escuchó el clamor de su pueblo e hizo que el cielo “tronara con gran estruendo [...] contra los filisteos”, con lo que provocó una gran confusión (1 Samuel 7:7-10).

Sin embargo, los filisteos eran guerreros curtidos en fieras batallas; no eran niños, que con un simple trueno corren a la falda de sus madres. Aun así, huyeron por sus vidas. ¿Qué los asustó tanto? Tal vez el “gran estruendo” retumbó en las colinas, o quizá provino de un cielo despejado. En cualquier caso, aquel acto sobrenatural convirtió a los depredadores en presas. Los israelitas salieron de Mizpá y persiguieron a los filisteos por kilómetros y kilómetros hasta llegar al suroeste de Jerusalén (1 Samuel 7:11).

La batalla de Mizpá marcó un antes y un después en la historia de Israel. Durante el resto de los días que Samuel sirvió de juez, los israelitas siguieron ganando terreno y recuperaron muchas de las ciudades que los filisteos habían conquistado (1 Samuel 7:13, 14).

Siglos más tarde, el apóstol Pablo incluyó a Samuel entre los jueces y profetas que “efectuaron justicia” (Hebreos 11:32, 33). Así es, Samuel contribuyó a que se hiciera lo que era justo y recto a los ojos de Jehová.

Y lo logró porque, en lugar de dejarse vencer por las dificultades, siguió realizando su labor mientras esperaba con paciencia a que Jehová enderezara los asuntos. Además, demostró ser una persona agradecida. Tras la victoria en Mizpá, levantó un monumento para recordar lo que Dios había hecho a favor del pueblo (1 Samuel 7:12).

Si queremos hacer lo que es justo a los ojos de Jehová, tenemos que ser pacientes, humildes y agradecidos, como lo fue Samuel. ¿Y quién no tiene necesidad de cultivar esas cualidades? A Samuel le fue muy útil desarrollarlas cuando todavía era un hombre joven, pues en su vejez afrontó pruebas y desilusiones mucho más graves.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Enero de 2011. Para complementar el tema analice el libro: "Ejemplos de fe". Ambos publicados por los testigos de Jehová.