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viernes, 1 de agosto de 2014

¿Moriré en un desastre nuclear?

  “La guerra nuclear es la crisis más importante a la que jamás se haya enfrentado la humanidad y la más difícil de examinar equilibrada y seriamente. El reflexionar sobre ella perturba la serenidad y la complacencia de un modo que la mayoría de nosotros preferiría evitar. También nos obliga a ser más sensibles al grado creciente a que nuestros adolescentes perciben la amenaza de una exterminación nuclear como parte de su vida, y cómo se refugian en el presente estos jóvenes, que ven que su porvenir está en peligro.” (Lester Grinspoon, médico, en American Journal of Psychiatry, octubre de 1982.)

Los jóvenes preguntan...


EN 1945 millares de jóvenes de Hiroshima y Nagasaki, Japón, murieron debido a la explosión de bombas atómicas. El horror que causó tal devastación —suceso inolvidable durante las décadas que siguieron— está de vuelta. Y en esta ocasión la idea perturba a muchos jóvenes. No obstante, uno puede comprender el porqué una niña de sexto grado de California llegó a esta conclusión: “Si estallara una guerra nuclear, todo aquello por lo que he vivido se desvanecería tal como la arena del litoral. Todos mis sueños con respecto a la universidad, una carrera y la vida se esfumarían”.

¿Pudiera ocurrir? ¿Ocurrirá?
Guerra nuclear. La probabilidad de que haya una parece, últimamente, lo suficientemente real como para que los jóvenes estén conscientes de ella. Ya en 1978 salió a relucir eso en un muestreo de 434 estudiantes estadounidenses.

Setenta por ciento no creían que los Estados Unidos pudieran sobrevivir a un ataque nuclear. Una “encuesta del temor” que realizó Read (revista para escolares) en 1982 obtuvo miles de respuestas. Los muchachos consideraron que su más grande causa de temor era que estallara “una guerra nuclear”; las muchachas la clasificaron en segundo lugar, precedida solamente por el temor de que “mis padres mueran”.

De modo que cierto adolescente no estaba bromeando cuando dijo en tono de queja a la madre de su amigo, la esposa del gobernador de Colorado: “¿Por qué debo preocuparme por obtener buenas calificaciones? De todos modos el mundo va a volar en pedazos”.

Puesto que el mundo se halla en ese tipo de peligro, tal vez te preguntes a ti mismo si todas las metas e ideales de los adultos son poco realistas. Dos siquiatras de Harvard temen que quizás muchos adolescentes lleguen precisamente a esa conclusión. “En un mundo como éste —informaron en 1982 los médicos William Beardslee y John Mack— parece inútil hacer planes, y los valores e ideales comunes parecen ser ingenuos.”

Algunos valores tienen que haber estado errados para que el mundo haya llegado a estar tan cerca del desastre. Pero, aunque se reconociera el fracaso de los expertos en la política internacional, ¿significa eso que tú no tienes ningún porvenir? ¿O se ha convertido en algo inútil el consejo de tu madre de que hagas las tareas escolares, comas bien, y te cepilles los dientes? De ningún modo.

¿Solo dos opciones?
Con frecuencia se oye decir que la amenaza de un desastre nuclear solo tiene dos opciones: O el hombre soluciona el problema del desarme, o destruye la Tierra. Y, sin embargo, es difícil creer que dentro de poco el hombre haya de efectuar un desarme, venciendo de algún modo su avaricia y agresividad.

La Biblia, no obstante, muestra lo que pasan por alto las dos opciones. No, los líderes humanos no tienen todas las soluciones. “No le pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23). Pero el admitir la incompetencia humana no es dar nuestra Tierra por condenada a la ruina radiactiva. ¿Por qué no?

Porque la Tierra permanecerá para siempre con habitantes humanos que vivan en ella. Sobrevivirá a los ataques violentos del abuso humano y hasta alcanzará equilibrio ecológico. Un aspecto principal de esta perspectiva es la promesa de Dios de “causar la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.)

De hecho, la Biblia hasta previó que el hombre llegaría al estado de crisis en que se encuentra hoy día. Aconseja a los que la leen que hagan caso cuando vean la “angustia de naciones, no conociendo la salida [...] mientras que los hombres desmayan por el temor”. (Lucas 21:25, 26.)

Evidentemente, pues, en vez de temer la amenaza de una guerra nuclear, podemos aprender de ello. ¿Aprender qué? Que necesitamos a Dios y su Reino: “Al comenzar a suceder estas cosas, levántense erguidos y alcen sus cabezas, porque su liberación se acerca. [...] Cuando vean suceder estas cosas, conozcan que está cerca el reino de Dios”. (Lucas 21:28, 31.)

¿Tiene sentido el hecho de que el hombre necesite repentinamente ayuda que supere su propia habilidad? B. F. Skinner, el ‘decano de los sicólogos estadounidenses especializados en la conducta’, percibe el desamparo del hombre.

En un ensayo de erudición que apareció en Science (31 de julio de 1981), escribió: “Ahora parece que nuestra especie está amenazada. ¿Debemos esperar hasta que la selección [evolutiva] resuelva los problemas de exceso de población, agotamiento de los recursos, contaminación del ambiente y una destrucción nuclear?”. Más tarde él explicó al periódico The New York Times: “Soy muy pesimista. En realidad, no vamos a resolver nuestros problemas”.

Cómo hacer frente a la realidad

Por supuesto, es alarmante ver a la sociedad de adultos, que aparentemente sigue un rumbo que culminará en un choque, encaminada a una destrucción nuclear. ‘¿Cómo pueden seguir viviendo como de costumbre —puede que te preguntes—, como si no hubiera ningún peligro?’ Robert J. Lifton, siquiatra de Yale, llama “cierre síquico”, o “entumecimiento síquico”, al estado en que los adultos se cierran a considerar cualquier idea de destrucción.

Sin embargo, el Dr.  Beardslee y el Dr. Mack afirman que los jóvenes rara vez aprenden a descartar así de terminantemente el asunto. Eso los pone frente a la realidad, pero no contribuye a que tengan tranquilidad de espíritu. ¿Tienes que entumecer o hacer insensible tu mente, mientras niegas hechos desagradables, para seguir con tu vida cotidiana? No, según Jesucristo. Al comparar nuestros tiempos con los de Noé, él nos advirtió que ‘hiciéramos caso’ de las condiciones mundiales.

“Porque como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres dándose en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos, así será la presencia del Hijo del hombre”. (Mateo 24:38, 39.)

En 1945 el joven Tsutomu Miura puso a prueba ese consejo.
Tsutomu tenía 11 años de edad cuando un desastre nuclear destruyó a Hiroshima. Su padre se hallaba en la ciudad cuando ocurrió el desastre, pero sobrevivió como si fuera por un milagro. ¡Qué feliz se sintió Tsutomu cuando oyó las noticias de que su padre todavía estaba vivo! Pero es comprensible que tal acontecimiento haya horrorizado a muchos jóvenes del Japón. El siquiatra Lifton halló más tarde, hasta entre los sobrevivientes de Hiroshima, “una tendencia a sumirse en un estado indolente de desesperanza que lo impregna todo... una forma más o menos permanente de entumecimiento síquico”.

Un informe de 1982 que publicó la Asociación Estadounidense de Siquiatría añade: “El impacto sicológico de ser el blanco de una bomba atómica es devastador, profundo y dura toda la vida”. Por haber ocurrido un desastre que afectó muy de cerca su hogar, hubiera sido fácil que Tsutomu cediera a sentimientos de temor.

Pero Tsutomu, con la ayuda de sus padres, no se refugió en un estado insensible de desesperación. ‘Hizo caso’ de lo ocurrido. Cuando creció llegó a ser, al igual que sus padres, ministro de tiempo completo de los testigos de Jehová.

¿Qué significado atribuye Tsutomu a lo ocurrido en 1945? “Aquellas ‘bombas eléctricas’, como las conocíamos al principio, pusieron fin a la II Guerra Mundial. Pero solo empeoraron una era crítica que comenzó con la I Guerra Mundial. Digo a los jóvenes sinceros: ‘Tengan amplitud de ideas y examinen la auténtica profecía bíblica. Entonces se darán cuenta, por las actuales condiciones horribles, de que está cerca la verdadera paz duradera que traerá el Reino de Dios’.”

¿Destruirán nuestro globo terráqueo esas terribles armas? Tsutomu disfruta de mostrar con la Biblia, en textos bíblicos como Eclesiastés 1:4, Salmo 46:8, 9 y Daniel 2:44, que esa amenaza nunca se hará realidad.

¿Cree Tsutomu que él nunca morirá en un desastre nuclear? No, él no hace especulaciones respecto a ese asunto. Pero, según sus palabras: “La mejor manera de vivir es teniendo vida eterna en mira. Luego hacer planes para el futuro y fijarse metas verdaderas. Considero que la esperanza de resurrección que ofrece la Biblia da a uno confianza... la solución perfecta al temor a la muerte prematura y a la llamada muerte natural”.

Está claro, pues, que los desenvolvimientos nucleares son una señal de que necesitamos sabiduría piadosa, no egoísmo. Como Tsutomu, tú puedes contrarrestar el temor con conocimiento y amor. Hoy, cuando las actitudes de “yo primero” mantienen a las naciones corriendo parejas en la carrera de armamentos nucleares, los valores bíblicos parecen ser mejores que nunca.


Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 08 de Abril de 1984. Para complementar el tema lea la revista La Atalaya ¿Acabará el hombre con la tierra?. Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.