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lunes, 30 de diciembre de 2013

La incredulidad moderna... ¿debería continuar la búsqueda? (Primera parte)

Capítulo 14
“Los seres humanos ya no se interesan en Dios como acostumbraban hacerlo. Cada vez lo recuerdan menos en la vida cotidiana y al tomar decisiones. [...] Dios ha sido reemplazado por otros valores: los ingresos y la productividad. Puede que en otro tiempo se le considerara la fuente de significado para toda actividad humana, pero hoy ha sido relegado a lo recóndito y oscuro de la historia. [...] Dios ha desaparecido de la conciencia de los seres humanos.”—The Sources of Modern Atheism (Las fuentes del ateísmo moderno).

POCOS años atrás Dios todavía era parte importante de la vida de la gente del mundo occidental. Para ganarse aceptación social uno tenía que evidenciar que creía en Dios, aunque no todo el mundo pusiera en práctica sinceramente lo que afirmara creer. Uno guardaba para sí, discretamente, cualesquiera dudas o incertidumbres. Expresarlas en público sería escandaloso, algo que pudiera invitar la censura de otros.

Sin embargo, hoy es al revés. Para muchos, el que tiene fuertes convicciones religiosas es una persona de mente estrecha, dogmática, hasta fanática. En muchos países vemos que predomina la indiferencia o la falta de interés en lo que respecta a Dios y la religión.

La mayoría de la gente ya no busca a Dios, pues o no cree que exista o no está segura de ello. Algunos hasta han usado el término “era postcristiana” para describir nuestra época. Por lo tanto, tenemos que hacer algunas preguntas: ¿Cómo sucedió que la idea de Dios llegara a estar tan alejada de la vida de la gente? ¿Qué fuerzas produjeron este cambio? ¿Hay razones sólidas para seguir buscando a Dios?

Resultado inesperado de la Reforma


La Reforma protestante del siglo XVI causó un marcado cambio en la manera como la gente consideraba la autoridad, fuera religiosa o de otra índole. La agresividad y la libertad de expresión tomaron el lugar de la conformidad y la sumisión.

Aunque la mayoría de la gente permaneció dentro de la estructura de la religión tradicional, hubo personas que siguieron líneas de pensamiento más radicales y pusieron en tela de juicio los dogmas y las enseñanzas fundamentales de las iglesias establecidas.

Otras, notando el papel que la religión había desempeñado en las guerras, los sufrimientos y las injusticias a través de la historia, se hicieron escépticas en cuanto a la religión.

La ciencia y la filosofía atacan

A la fragmentación de la cristiandad por sí misma se añadieron otras fuerzas
que debilitaban su posición. La ciencia, la filosofía, la tendencia hacia la indiferencia religiosa y el materialismo desempeñaron sus papeles en hacer surgir dudas y fomentar incredulidad respecto a Dios y la religión.

El aumento del conocimiento científico puso en tela de juicio muchas de las enseñanzas eclesiásticas basadas en interpretaciones erróneas de pasajes bíblicos. Por ejemplo, descubrimientos astronómicos por hombres como Copérnico y Galileo presentaron un desafío directo a la doctrina geocéntrica (que afirmaba que la Tierra era el centro del universo) de la iglesia.

Además, con el entendimiento de las leyes naturales que rigen el funcionamiento del mundo físico, ya no fue necesario atribuir a la mano de Dios o la Providencia fenómenos que hasta entonces eran misteriosos, tales como el trueno y el relámpago, o hasta la aparición de ciertos astros y cometas.

También empezó a sospecharse de los “milagros” y de la “intervención divina” en los asuntos humanos. De súbito, Dios y la religión les parecieron anticuados a muchos, y algunos de los que se consideraban al día se apresuraron a volverle la espalda a Dios, y acudieron a adorar la ciencia.

No hay duda de que el golpe más fuerte contra la religión fue la teoría de la evolución. En 1859 el naturalista inglés Carlos Darwin (1809-1882) publicó su obra Origen de las especies y presentó un desafío directo a la enseñanza bíblica de un universo creado por Dios. ¿Cómo respondieron las iglesias? Al principio el clero de Inglaterra y de otros lugares denunció la teoría.

Pero en poco tiempo la oposición empezó a desaparecer. Parece que las suposiciones de Darwin eran precisamente la excusa que buscaban algunos clérigos que en secreto habían tenido dudas. Así, mientras aún vivía Darwin, “clérigos de pensamiento profundo y clara expresión lograron convencerse de que existía plena compatibilidad entre la evolución y un entendimiento iluminado de las escrituras”, dice The Encyclopedia of Religion.

En vez de defender la Biblia, la cristiandad cedió a la presión de la opinión científica y siguió lo que era popular. Al hacer eso, socavó la fe en Dios. (2 Timoteo 4:3, 4.)

A medida que adelantó el siglo XIX, los críticos de la religión se hicieron más atrevidos en su ataque. Ya no se contentaban con señalar los fracasos de las iglesias; empezaron a cuestionar los fundamentos mismos de la religión.

Plantearon preguntas como: ¿Qué es Dios? ¿Por qué se necesita a Dios? ¿Cómo ha afectado a la sociedad humana el creer en Dios? Hombres como Ludwig Feuerbach, Karl Marx, Sigmund Freud y Friedrich Nietzsche presentaron sus argumentos en términos filosóficos, sicológicos y sociológicos.

Teorías como las de ‘Dios es sencillamente la proyección de la imaginación del hombre’, ‘La religión es el opio del pueblo’ y ‘Dios está muerto’ parecían novedosas y excitantes en comparación con los dogmas y tradiciones aburridos e ininteligibles de las iglesias.

Parecía que finalmente muchos habían hallado una manera clara de expresar las dudas y sospechas que habían abrigado en su interior. De buena gana se apresuraron a aceptar aquellas ideas como la nueva verdad infalible.

Porción del libro "El hombre en busca de Dios" publicado por los Testigos de Jehová" en el año 1990. Puede interesarle el tema: ¿Es razonable la creencia en un creador?, tambien disponible en audio