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jueves, 23 de enero de 2014

Cobremos ánimo al acercarse la liberación

“‘Yo estoy contigo —es la expresión de Jehová— para librarte.’” (JEREMÍAS 1:19.)

LIBERACIÓN: qué palabra tan reconfortante. Ser liberado significa ser rescatado, ser librado de una situación adversa, desdichada. Incluye la idea de llegar a encontrarse en un estado mucho mejor, más feliz.

¡Con cuánta desesperación necesita actualmente la familia humana esa liberación! Graves problemas económicos, sociales, físicos, mentales y emocionales agobian y desalientan a la gente en todas partes. La inmensa mayoría se siente descontenta y desencantada por cómo va el mundo, y desearía ver una mejoría. (Isaías 60:2; Mateo 9:36.)

“Tiempos críticos, difíciles de manejar”
Dado que en el siglo XXI ha habido más sufrimiento que en ningún otro, la liberación es más necesaria ahora que nunca antes. Hoy día, más de mil millones de personas viven en la miseria, número que aumenta a un ritmo de unos veinticinco millones al año. Anualmente mueren de desnutrición o por otras causas ligadas a la pobreza unos trece millones de niños, lo que representa más de treinta y cinco mil al día. Además, millones de adultos fallecen prematuramente a causa de diversas enfermedades. (Lucas 21:11; Revelación [Apocalipsis] 6:8.)

Las guerras y los disturbios civiles han causado un sufrimiento indecible. El libro Death by Government (Gobiernos asesinos) dice que las guerras, las contiendas étnicas y religiosas y el asesinato en masa de ciudadanos a manos de sus propios gobiernos, se han “cobrado la vida de más de doscientos tres millones de personas en este siglo”. Añade: “Es posible que la cifra de muertos se acerque a los trescientos sesenta millones de personas.

Es como si una Peste negra moderna hubiera devastado a nuestra especie. Y así ha sido en realidad, si bien se ha tratado de una peste causada por el Poder, no por ningún microbio”. El escritor Richard Harwood observó: “Las guerras bárbaras de siglos pasados fueron pleitos callejeros en comparación con estas”. (Mateo 24:6, 7; Revelación 6:4.)

Además de las angustiosas condiciones de los últimos años, vemos un enorme aumento del delito violento, la inmoralidad y la crisis de la familia. William Bennett, anterior secretario de Educación de Estados Unidos, señaló que la población de ese país había aumentado un 41% en treinta años, mientras que los delitos violentos se habían incrementado en un 560%; los nacimientos ilegítimos, en un 400%; los divorcios, en un 300%, y el suicidio de adolescentes, en un 200%.

John DiIulio, hijo, profesor de la Universidad de Princeton, advirtió sobre la creciente cantidad de jóvenes “superdepredadores” que “asesinan, asaltan, violan, roban, allanan hogares y provocan graves disturbios en la comunidad. No les asusta el estigma de ser detenidos, los sufrimientos de estar encarcelados ni los remordimientos de conciencia”.

En ese país, el homicidio es actualmente la segunda causa principal de muerte de jóvenes que tienen entre 15 y 19 años. Y mueren más niños menores de cuatro años como consecuencia de malos tratos que por enfermedad.

Este tipo de delito y violencia no se circunscribe a una sola nación. La mayoría de los países informan tendencias parecidas. A ello contribuye el aumento del consumo ilegal de drogas, que corrompe a millones de personas. El periódico australiano Sydney Morning Herald dijo: “El tráfico internacional de drogas se ha convertido en el segundo negocio más lucrativo del mundo, después del tráfico de armas”. Otro factor es que actualmente la televisión está saturada de violencia e inmoralidad.

En muchos países, cuando un joven cumple 18 años, ha visto en televisión decenas de miles de actos violentos e innumerables escenas inmorales. Esta es una importante influencia corruptora, pues lo que alimenta con regularidad la mente forma la personalidad. (Romanos 12:2; Efesios 5:3, 4.)

La profecía bíblica predijo con exactitud esta espantosa tendencia de los sucesos en nuestro siglo. Dijo que habría guerras mundiales, epidemias, escaseces de alimentos y aumento del desafuero. (Mateo 24:7-12; Lucas 21:10, 11.)

Y cuando analizamos la profecía anotada en 2 Timoteo 3:1-5, es como escuchar los informativos diarios. Esta identifica nuestra época con “los últimos días” y describe a las personas como ‘amadoras de sí mismas, amadoras del dinero, desobedientes a los padres, desleales, sin cariño natural, sin autodominio, feroces, hinchadas de orgullo, amadoras de placeres más bien que amadoras de Dios’. Así es exactamente el mundo hoy día. William Bennett reconoció: “Son demasiados los indicios de que la civilización se ha corrompido”. Hasta se ha dicho que la civilización terminó con la primera guerra mundial.

La situación es hoy aún peor que antes del Diluvio de los días de Noé, cuando “la tierra se llenó de violencia”. Entonces, la generalidad de las personas no quisieron arrepentirse de sus malos caminos. Así que Dios dijo: “La tierra está llena de violencia como resultado de ello; y, ¡mira!, voy a arruinarlos”. El Diluvio acabó con aquel mundo violento. (Génesis 6:11, 13; 7:17-24.)

Los hombres no traerán liberación

¿Pueden librarnos de estas malas condiciones los esfuerzos humanos? La Palabra de Dios contesta: “No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna”. “No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso.” (Salmo 146:3; Jeremías 10:23.) Miles de años de historia han confirmado esas verdades.

Los seres humanos han probado todo sistema político, económico y social imaginable, pero las condiciones empeoran. De haber habido una solución humana, ya se conocería en este momento. En cambio, la realidad es que “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”. (Eclesiastés 8:9; Proverbios 29:2; Jeremías 17:5, 6.)

Hace algunos años, un ex consejero de seguridad nacional de Estados Unidos, Zbigniew Brzezinski, dijo: “La conclusión inevitable de todo análisis objetivo de las tendencias mundiales es que los conflictos sociales, la inquietud política, la crisis económica y la tensión internacional probablemente empeorarán”. Añadió: “La amenaza que se cierne sobre la humanidad es la anarquía mundial”.

Ese juicio sobre las condiciones del mundo es aún más válido hoy día. Comentando sobre esta época de mayor violencia, un editorial del periódico Register, de New Haven (Connecticut, E.U.A.), declaró: “Parece que hemos ido demasiado lejos como para poder detenerlo”. No, la decadencia de este mundo no se detendrá, pues la profecía sobre estos “últimos días” dijo también: “Los hombres inicuos e impostores avanzarán de mal en peor, extraviando y siendo extraviados”. (2 Timoteo 3:13.)

Los seres humanos no pueden invertir estas tendencias porque Satanás es “el dios de este sistema de cosas”. (2 Corintios 4:4.) En efecto, “el mundo entero yace en el poder del inicuo”. (1 Juan 5:19; véase también Juan 14:30.) La Biblia dice con razón sobre nuestro día: “¡Ay de la tierra y del mar!, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo”. (Revelación 12:12.) Satanás sabe que su gobernación y su mundo están a punto de terminar, así que está como un “león rugiente, procurando devorar a alguien”. (1 Pedro 5:8)


Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de abril de 1997. Puede ser de su interés el tema "La guerra que cambió al mundo"