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lunes, 21 de julio de 2014

Se puede afrontar el estrés

“En la vida nunca nos faltará el estrés, así que en vez de tratar de eliminarlo, lo importante es saber reaccionar ante este.”—Leon Chaitow, afamado escritor sobre salud.

LA BIBLIA predijo que en “los últimos días” habría “tiempos críticos, difíciles de manejar”. La realidad actual muestra que vivimos en esa etapa, pues conforme a la profecía, los seres humanos son “presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, sin amor del bien, traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo” (2 Timoteo 3:1-5).

No es de extrañar que cueste tanto mantener un mínimo de serenidad. Hasta quienes procuran vivir en paz se ven afectados. “Son muchas las calamidades del justo”, escribió el salmista David (Salmo 34:19; compárese con 2 Timoteo 3:12). Con todo, puede hacer mucho para aminorar la tensión y evitar que le abrume. Examine varios consejos.

Cuídese

Vigile la dieta. Un régimen alimenticio saludable incluye proteínas, frutas, verduras, cereales, legumbres y lácteos. Vigile la harina blanca y las grasas saturadas. Cuidado con la sal, el azúcar refinado, el alcohol y la cafeína. Si mejora la dieta, posiblemente sea menos vulnerable al estrés.

Haga ejercicio.
“El entrenamiento corporal es provechoso”, señala la Biblia (1 Timoteo 4:8). Hacer ejercicio con moderación y regularidad —hay quien recomienda tres veces por semana— fortalece el corazón, mejora la circulación, baja el nivel de colesterol y reduce la posibilidad de sufrir un ataque cardíaco. Lo que es más, fomenta la sensación de bienestar, probablemente por la liberación de endorfinas durante el esfuerzo.

Duerma lo suficiente.
La falta de sueño produce agotamiento y disminuye la capacidad de afrontar la tensión. Si se le hace difícil dormir, trate de acostarse y levantarse siempre a la misma hora. Algunos expertos recomiendan que las siestas no superen los treinta minutos para que no le impidan tener una buena noche de descanso.

Organícese. Quienes programan bien el tiempo son mucho más capaces de afrontar el estrés. Antes de hacer planes, determine primero los asuntos prioritarios. Luego, elabore un horario a fin de no descuidarlos (compárese con 1 Corintios 14:33, 40 y Filipenses 1:10).

Cultive relaciones sanas
Pida apoyo.
Cuando se enfrentan a situaciones difíciles, las personas integradas en un círculo social disfrutan de cierta protección contra el agobio. Disponer siquiera de un amigo íntimo con quien sincerarse supone una gran diferencia. Dice un proverbio bíblico: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia” (Proverbios 17:17).

Resuelva los conflictos. “No se ponga el sol estando ustedes en estado provocado”, escribió el apóstol Pablo (Efesios 4:26). Un estudio con 929 sobrevivientes de infartos demuestra lo sabio que es arreglar las diferencias cuanto antes y no guardar rencor. Los que tenían niveles altos de hostilidad corrían un riesgo tres veces mayor de morir de un paro cardíaco al cabo de diez años del primer ataque, que los más apacibles.

Los autores del estudio señalan que, si bien parece que la ira es el factor más fuerte, puede tener las mismas consecuencias toda emoción negativa intensa que desencadene la emisión en grandes cantidades de hormonas productoras de estrés. “Los celos son podredumbre a los huesos”, afirma Proverbios 14:30.

Saque tiempo para la familia. Dios mandó a los padres israelitas que pasaran tiempo con sus hijos y les inculcaran en el corazón buenos principios (Deuteronomio 6:6, 7). De este modo se formaba un vínculo que fomentaba la solidaridad familiar, cualidad que, lamentablemente, no abunda hoy en día.

Un estudio reveló que, de promedio, algunos matrimonios en los que ambos cónyuges trabajan solo dedican tres minutos y medio diarios a jugar con los hijos. Pero lo cierto es que su familia puede ayudarle muchísimo a afrontar el estrés. “La familia nos convierte incondicionalmente a cada uno de nosotros en miembros privilegiados de un grupo de apoyo emocional, que conoce quiénes somos realmente y aun así nos quiere”, afirma cierto libro sobre el estrés. “Trabajar en familia es una de las mejores maneras de reducir el estrés.”

Viva con equilibrio

Sea razonable.
Quienes se esfuerzan siempre al límite de sus facultades físicas y mentales son muy proclives al agotamiento y hasta la depresión. El equilibrio es esencial. “La sabiduría de arriba es razonable”, escribió el discípulo Santiago (Santiago 3:17; compárese con Eclesiastés 7:16, 17 y Filipenses 4:5). Aprenda a decir que no cuando le pidan algo que no pueda razonablemente asumir.

No se compare con los demás.
Como dice Gálatas 6:4, “cada uno pruebe lo que su propia obra es, y entonces tendrá causa para alborozarse respecto de sí mismo solo, y no en comparación con la otra persona”. Ni siquiera Dios hace comparaciones desfavorables en lo tocante a la adoración, ni pide a nadie más de lo que le permiten sus circunstancias. Acepta nuestras dádivas y sacrificios ‘según lo que tenemos, no según lo que no tenemos’ (2 Corintios 8:12).

Saque tiempo para el ocio. Hasta Jesús, que era muy industrioso, sacó tiempo para descansar junto con sus discípulos (Marcos 6:30-32). El escritor inspirado de Eclesiastés también expuso los beneficios del ocio sano: “Yo mismo encomié el regocijo, porque la humanidad no tiene nada mejor bajo el sol que comer y beber y regocijarse, y que esto los acompañe en su duro trabajo durante los días de su vida, que el Dios verdadero les ha dado bajo el sol” (Eclesiastés 8:15). Los placeres equilibrados vigorizan el cuerpo y contribuyen a contrarrestar el estrés.

Adopte un enfoque realista del estrés


Cuando se vea ante circunstancias estresantes:
No deduzca que Dios lo desaprueba. La Biblia dice que la fiel Ana estuvo durante años “amargada de alma” (“muy angustiada”, La Biblia de las Américas) (1 Samuel 1:4-11). En Macedonia, Pablo no tuvo sino “inquietudes por todas partes” (2 Corintios 7:5, El Nuevo Testamento original).

Antes de morir, Jesús ‘entró en agonía’, con tanta tensión que “su sudor se hizo como gotas de sangre que caían al suelo” (Lucas 22:44). Todos ellos fueron siervos fieles de Dios. Por tanto, si nos encaramos al estrés no tenemos por qué concluir que Dios nos ha abandonado.

Hay informes de sudor sanguinolento en ciertos casos de tensión mental extrema. En la hematidrosis, por ejemplo, se transpira sudor teñido de sangre, pigmento sanguíneo, o fluido corporal mezclado con sangre. No obstante, es imposible determinar qué ocurrió exactamente en el caso de Jesús.

Aprenda de las circunstancias angustiosas. Pablo escribió que tenía que soportar “una espina en la carne”, por lo visto una afección que le afligía mucho (2 Corintios 12:7). Pero unos cinco años después pudo decir: “En toda cosa y en toda circunstancia he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, tanto de tener abundancia como de padecer necesidad. Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder” (Filipenses 4:12, 13). No disfrutaba teniendo “una espina en la carne”, pero al sobrellevarla aprendió a apoyarse aún más en la fuerza que Dios le daba (Salmo 55:22).

Cultive la espiritualidad
Lea y medite la Palabra de Dios. “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual”, dijo Jesús (Mateo 5:3). Es esencial leer y meditar la Palabra de Dios. No es raro que al escudriñar las Escrituras hallemos las palabras de ánimo que precisamos para sobrellevar el día (Proverbios 2:1-6). “Cuando mis pensamientos inquietantes llegaron a ser muchos dentro de mí —escribió el salmista—, tus propias consolaciones[, oh Dios,] empezaron a acariciar mi alma.” (Salmo 94:19.)

Ore con frecuencia. Pablo escribió: “Dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús” (Filipenses 4:6, 7). Sí, “la paz de Dios” puede trascender el sentimiento de angustia y estabilizarlo, aun si para ello es preciso “poder que es más allá de lo normal” (2 Corintios 4:7).

Asista a las reuniones cristianas. La congregación cristiana nos brinda una valiosa red de apoyo, pues a sus integrantes se nos insta a ‘considerarnos unos a otros para incitarnos al amor y a las obras excelentes y animarnos unos a otros’. Con razón recomendó el apóstol Pablo a los cristianos del siglo primero que no ‘abandonaran el reunirse’ (Hebreos 10:24, 25).

El estrés y la cirugía
Algunos médicos toman en cuenta el nivel de tensión del paciente antes de llevarlo al quirófano. Por ejemplo, el doctor Camran Nezhat, cirujano, señala:
 
“Si alguien que debe someterse a una operación me dice que ese día siente pánico y no quiere pasar por ella, cancelo la intervención.” ¿Por qué? Nezhat explica el motivo: “Cualquier cirujano sabe que las personas que están muy asustadas tienen problemas durante la operación. Sufren hemorragias abundantes y más infecciones y complicaciones. Tardan más tiempo en recuperarse. Es mucho mejor si están serenas”.

Una esperanza segura
Hay que reconocer que no existe una fórmula simple para aminorar la tensión. A menudo hay que cambiar radicalmente de actitud. Por ejemplo, tal vez tengamos que aprender nuevas formas de reaccionar ante las circunstancias para no abrumarnos. En ocasiones, quizás se requiera atención médica competente en vista de la frecuencia o la intensidad del estrés.

Claro, hoy no existe nadie que viva totalmente libre de tensiones negativas. Sin embargo, la Biblia nos promete que se aproxima el día en que Dios dará atención a los seres humanos y eliminará las condiciones que tanto los estresan. En Revelación (Apocalipsis) 21:4 leemos que Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor”. Más adelante, la humanidad fiel morará en seguridad, como vaticinó el profeta Miqueas:

“Realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado” (Miqueas 4:4).

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de marzo de 1998. Para complementar el tema lea: "Cómo combatir el agotamiento". Ambos editados por los testigos de Jehová.