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martes, 18 de febrero de 2014

No mire “a las cosas que deja atrás” (Segunda parte)

Si notamos que estamos empezando a pensar demasiado en oportunidades “desaprovechadas”, haríamos bien en imitar a Pablo. ¿Cómo? Apreciando lo que ahora tenemos. Ciertamente, nuestra relación con Jehová y nuestro historial de fidelidad tienen un valor incalculable (Heb. 6:10). Además, lo que este mundo pueda ofrecernos no tiene ni punto de comparación con el inmenso valor de las bendiciones espirituales de que disfrutamos hoy y las que llegarán en el futuro (léase Marcos 10:28-30).

¿Cómo podemos seguir fielmente adelante? Unos versículos después, el propio Pablo explicó cómo lo lograba él: “Olvidando las cosas que quedan atrás, y extendiéndome hacia adelante a las cosas más allá” (Fili. 3:13). El apóstol destacó dos pasos que son imprescindibles. Primero, olvidar las cosas que dejamos atrás, en lugar de malgastar nuestro valioso tiempo y energías preocupándonos en exceso por el pasado. Y segundo, “extendernos” hacia adelante para alcanzar nuestro objetivo, como si fuéramos atletas que están cruzando la línea de llegada.

El ejemplo de otros siervos fieles de Dios —de tiempos antiguos o modernos— también puede ayudarnos a seguir hacia delante sin detenernos a mirar las cosas que dejamos atrás. Pensemos en Abrahán y Sara, quienes abandonaron un estilo de vida cómodo en la ciudad de Ur. La Biblia explica que, “si [...] hubieran seguido acordándose de aquel lugar de donde habían salido, habrían tenido la oportunidad de volver” (Heb. 11:13-15). Pero no lo hicieron. Otro caso es el de Moisés. Cuando se fue de Egipto por primera vez, dejó atrás mucho más de lo que ningún otro israelita dejó después. Pero no hay registro de que añorara aquello a lo que renunció. Al contrario, “estimaba el vituperio del Cristo como riqueza más grande que los tesoros de Egipto”. ¿Por qué? “Porque miraba atentamente hacia el pago del galardón.” (Heb. 11:26.)

LAS MALAS EXPERIENCIAS

Por supuesto, no todas las experiencias de la vida nos dejan un buen recuerdo. Tal vez nuestra conciencia aún sienta el terrible peso de pecados o errores del pasado (Sal. 51:3). También puede ser que estemos resentidos porque alguien nos ha corregido (Heb. 12:11). O quizá consideremos que fuimos víctimas de alguna injusticia y no dejemos de pensar en ello (Sal. 55:2). Sea cual sea nuestro caso, ¿cómo impedir que los sucesos del pasado acaparen toda nuestra atención? Veamos tres posibles casos.

Errores. El apóstol Pablo se consideraba “menos que el más pequeño de todos los santos” (Efe. 3:8). Él mismo declaró el motivo: “Porque perseguí a la congregación de Dios” (1 Cor. 15:9). No es difícil imaginar lo mal que se sentiría cada vez que se encontrara con algún hermano al que antes había maltratado. Sin embargo, no permitió que los malos recuerdos lo agobiaran; más bien, centró sus pensamientos en la bondad inmerecida que Dios le había manifestado (1 Tim. 1:12-16).

Su agradecimiento se reflejaba en el entusiasmo con el que cumplía su ministerio. En efecto, entre las cosas que el apóstol se propuso olvidar estuvieron sus pecados anteriores. ¿Por qué no hacemos nosotros lo mismo? Si nos concentramos en la misericordia que Jehová nos ha mostrado y no dejamos que nos consuman los remordimientos por errores que ya no hay forma de cambiar, podremos concentrar todas nuestras fuerzas en la obra que Jehová nos ha encomendado.

Corrección. ¿Recibimos en el pasado alguna disciplina o consejo firme? Seguir mirando atrás con resentimiento no solo es doloroso, sino que puede desmoralizarnos (Heb. 12:5). Sea que despreciemos de entrada el consejo, o sea que nos demos por vencidos después de aceptarlo, el resultado será el mismo: no dejaremos que nos beneficie y nos refine. Es mucho mejor seguir esta exhortación de Salomón: “Ásete de la disciplina; no la sueltes. Salvaguárdala, pues ella misma es tu vida” (Pro. 4:13). Debemos hacer lo mismo que los buenos conductores al ver una señal en la carretera: aceptar la indicación, aplicarla y seguir adelante (Pro. 4:26, 27; léase Hebreos 12:12, 13).

Injusticias. Si hemos sufrido una injusticia —o al menos así nos lo parece—, podríamos sentirnos como Habacuc, quien clamó a Jehová por justicia al no entender por qué permitía ciertas situaciones injustas (Hab. 1:2, 3). ¿Qué haremos en ese caso? Es importante que imitemos la fe de este profeta, quien afirmó: “Me alborozaré en Jehová mismo; ciertamente estaré gozoso en el Dios de mi salvación” (Hab. 3:18). Al igual que hizo Jeremías, otro profeta de la antigüedad, debemos mantener “una actitud de espera”. Tengamos plena fe en que Jehová, el Dios de la justicia, pondrá todo en su sitio en el momento debido (Lam. 3:19-24).

Vivimos en tiempos muy emocionantes. Están ocurriendo acontecimientos históricos, y aún nos esperan muchos más. Es vital que nos mantengamos al paso de la organización de Jehová. ¿Cómo? Obedeciendo el consejo bíblico de siempre mantener la vista fija hacia adelante, nunca hacia las cosas que dejamos atrás. Así seguiremos el consejo de Jesús: “Acuérdense de la esposa de Lot”.


Artículo publicado el 15 de Marzo del 2012, en la revista "La Atalaya". Para saber mas sobre la vida de los primeros Cristianos lea "Testimonio cabal" del Reino de Dios. También disponible en audio. Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.