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lunes, 18 de agosto de 2014

Cosechando fruto apropiado para el reino de Dios (Primera parte)

En Jeremías 4:3, 4, Jehová dice: “Árense tierra cultivable, y no sigan sembrando entre espinas. Circuncídense a Jehová, y quiten los prepucios de sus corazones, hombres de Judá y habitantes de Jerusalén; para que no salga mi furia justamente como un fuego, y ciertamente arda sin que haya quien la extinga, a causa de la maldad de sus tratos.”

Jehová llamó la atención sobre la mala condición de corazón del pueblo en pacto con él.
De manera similar, en una parábola Jesucristo ilustró la desilusión que resulta de sembrar entre los espinos. Tanto en Mateo 13:1-9 como en Marcos 4:1-9 él describió que parte de la semilla que fue echada por mano del sembrador cayó sobre zonas en las cuales había semillas de espinos. De aquellas zonas el sembrador no consiguió nada, pues los espinos brotaron y ahogaron las plantas de cereales y no se pudo segar una cosecha de grano. (Luc. 8:4-8) Esto ilustra que tenemos que ejercer cuidado respecto al ambiente en el cual sembramos en sentido espiritual.

En la parábola del sembrador y la semilla, según se relata en Marcos 4:26-29, la semilla representa cualidades de la personalidad. A los judíos que rechazaron la parábola del sembrador y otras parábolas, Jesús dijo: “El reino de Dios les será quitado a ustedes y será dado a una nación que produzca sus frutos.” (Mat. 21:43, 45, 46) Según esto, hay “frutos” del reino de Dios. (Luc. 3:8)

En relación con esos frutos del Reino está lo que se llama “el fruto del espíritu,” a saber, “amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo.” (Gál. 5:22, 23)

Allá en el primer siglo, los cristianos a quienes el apóstol Pablo escribió tuvieron que sembrar “semilla” en el sentido de cualidades cristianas en necesidad de nutrición, tal como lo tienen que hacer los cristianos hoy día con relación al reino de Dios. Hay que desarrollar estas cualidades personales hasta que alcanzan plena madurez, desarrollo completo.—Zac. 8:12; Sant. 3:18.

El tiempo en que alcanzaran su madurez cabal sería normalmente el tiempo en el cual cosecharlas. Pero, ¿dónde debería elegir sembrar dicha “semilla” el sembrador cristiano con la esperanza de por fin recoger la cosecha deseada? Él quiere que su cosecha tenga la aprobación de Dios, para que se le considere digno de ser aceptado respecto al reino de Dios. Tal como la semilla natural necesita tierra, así la semilla de las cualidades cristianas personales, “el fruto del espíritu,” necesita ambiente.—Pro. 18:1.

Recuerde la parábola de Jesús en cuanto a las cuatro clases de tierra sobre las cuales cayó la semilla del sembrador. (Mar. 4:3-20; Luc. 8:5-15) Esta parábola ilustra que hay que ejercer cuidado y hacer la selección correcta en cuanto al ambiente en el cual se ponga la semilla si se quiere recoger la cosecha esperada.

Es justamente como explicó Jesús en cuanto al ambiente infestado de espinos en el cual cayó la semilla: “En cuanto a lo que cayó sobre los espinos, éstos son los que han oído, pero, por ser arrebatados por las inquietudes y las riquezas y los placeres de esta vida, son completamente ahogados y no llevan nada a perfección.”—Luc. 8:14.

En conformidad con esto, el apóstol Pablo hizo una observación respecto a los cristianos de Galacia a quienes escribió acerca del “fruto del espíritu,” para advertirles que el ambiente incorrecto estaba ejerciendo mala influencia en ellos. Dijo: “Ustedes estaban corriendo bien. ¿Quién les estorbó para que no siguieran obedeciendo la verdad? Esta clase de persuasión no procede de Aquel que los llama. Un poco de levadura hace fermentar toda la masa.” (Gál. 5:7-9; Mat. 13:33)

Estaban influyendo en aquellos cristianos gálatas los judaizantes cuyos corazones no estaban dispuestos a recibir el cristianismo plenamente, cuyos oídos no estaban dispuestos a oír y cuyos ojos estaban pegados. (Mat. 13:14, 15; Gál. 5:10) Hay que evitar, sí, abandonar, esa clase de asociaciones que estorban.

El apóstol Pablo también temía que posiblemente la congregación corintia no estuviera cultivando “el fruto del espíritu,” porque les escribió diciendo: “Tengo miedo que de algún modo, cuando yo llegue, no los halle como pudiera desear y yo resulte ser para ustedes no como pudieran desear, sino que, en cambio, de algún modo haya contienda, celos, enojos, altercaciones, difamaciones solapadas, susurros, hinchazones, desórdenes.” (2 Cor. 12:20)

Después de citar las palabras de los que decían: “Comamos y bebamos, porque mañana hemos de morir,” Pablo tuvo razón para dar la siguiente advertencia: “No se extravíen. Las malas asociaciones echan a perder los hábitos útiles.”—1 Cor. 15:32, 33.

Como tierra, en la cual cae la semilla y la cual tiene el poder que Dios le ha dado de nutrir o el trigo o los espinos, el ambiente en el cual el cristiano opta por cultivar cualidades de la personalidad lo afecta para bien o para mal. Aunque duerma mientras se acomoda en dicho ambiente, la ley de la influencia ambiental se efectúa inflexiblemente para con él hasta que el fruto permite meter la hoz porque ha llegado el tiempo de la siega personal.

En cuanto a esto Jesús dijo: “Por sí misma la tierra gradualmente fructifica, primero el tallo de hierba, luego la espiga, finalmente el grano lleno en la espiga.” (Mar. 4:28) El crecimiento le es casi imperceptible al sembrador y se efectúa por medio de un poder que él no puede comprender. El crecimiento en una dirección o en la otra progresa gradualmente, primero a modo de tallo de hierba, luego a modo de espiga y finalmente a modo del grano lleno en la espiga.

Cuando la semilla brota inicialmente y produce el tallo de hierba, quizás el sembrador no esté exactamente seguro de lo que va a segar, si juzga por la apariencia de las cosas. En esa etapa temprana del crecimiento puede que él no esté positivamente seguro de lo que está brotando de la tierra; solo recuerda la clase de semilla que sembró. Para ilustrar: En la parábola que Jesús dio acerca del trigo y la mala hierba, en Mateo 13:26-30, dijo:

Cuando brotó el tallo y produjo fruto, entonces apareció también la mala hierba. De modo que los esclavos del amo de casa vinieron y le dijeron: “Amo, ¿no sembraste semilla excelente en tu campo? ¿Cómo sucede, pues, que tiene mala hierba?” Él les dijo: “Un enemigo, un hombre, hizo esto.” Ellos le dijeron: “¿Quieres, pues, que vayamos y la recojamos?”

Él dijo: “No; no sea que por casualidad, al recoger la mala hierba, desarraiguen el trigo junto con ella. Dejen que ambos crezcan juntos hasta la siega; y en la época de la siega diré a los segadores: Recojan primero la mala hierba y átenla en haces para quemarla, entonces pónganse a juntar el trigo en mi granero.”

Por lo tanto, en lo referente a nosotros, después que hayamos sembrado las semillas de características de la personalidad tal vez no podamos discernir al principio lo que la tierra ha producido, al brotar esto a modo de tallo de hierba. Solo más tarde, cuando el crecimiento alcance madurez y dé fruto, no habrá equivocación en cuanto a lo que la tierra habrá producido para la persona que haya sembrado allí.

La tierra es un factor importante respecto a lo que finalmente se produce. Jesús dijo: “Por sí misma la tierra [y no Dios] gradualmente fructifica, primero el tallo de hierba, luego la espiga, finalmente el grano lleno en la espiga.” (Mar. 4:28) En la parábola acerca de las cuatro clases de tierra, Jesús describió solo los rasgos físicos de las tierras.

Esto se parece a lo que Jesús dijo en su parábola del trigo y la mala hierba, que el “campo” era el mundo de la gente. (Mat. 13:38) Solo que aquí, en Marcos 4:26-28, la “tierra” en que se siembra, en vez de abarcar a todo el mundo, solo se extiende hasta el grado del contacto y la asociación que la persona tiene con la gente. La “tierra” no representa el “corazón” de la persona, como en Mateo 13:19 y Lucas 8:12, 15.

Pero las propiedades químicas del suelo también son importantes en cuanto a determinar la calidad de lo que se produce; por ejemplo, la tierra puede ser agria, ácida, salina, o quizás se le haya tratado con abono inorgánico o abono orgánico.

Puesto que el suelo, o la tierra, desempeña un papel tan importante en relación con el crecimiento y la calidad de lo que crece, representa el ambiente social, moral y religioso en medio del cual nutrimos las semillas de nuestros rasgos o características personales y, naturalmente, envuelve a personas. Esto es algo que merece el ejercicio de cuidadosa selección.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Noviembre de 1980. Complemente la información con el tema: ¿Qué significa triunfar en la vida?. Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.