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viernes, 20 de septiembre de 2013

Invitación a la Asamblea de Distrito "La palabra de Dios es la verdad"

Una de las cosas que caracterizan a los Testigos de Jehová es la predicación que efectuamos de casa en casa según el mandato que nos dejo Jesucristo en Mateo 24: 14 y Mateo 28: 19 y 20). Así mismo cumplimos con el consejo inspirado que se encuentra escrito en Hebreos 10:23-25

Tengamos firmemente asida la declaración pública de nuestra esperanza sin titubear, porque fiel es el que ha prometido. Y considerémonos unos a otros para incitarnos al amor y a las obras excelentes, sin abandonar el reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino animándonos unos a otros, y tanto más al contemplar ustedes que el día se acerca.

En el caso de las asambleas de Distrito se considera información Bíblica, consejos para las familias, se presentan nuevas publicaciones; se presentan Dramas bíblicos (se pueden descargar los dramas bíblicos). En años recientes se han presentado "Audio dramas" los cuales tienen una lectura con comentarios y efectos de sonido (se pueden descargar los audio dramas).

Si no ha asistido a alguna asamblea puede hacerlo, la entrada es libre; le recomendamos llevar una Biblia para seguir las lecturas. El programa de este año se titula: "La palabra de Dios es la verdad".

Puede encontrar más información en la pagina oficial: JW.org/es

Por fin encontré la verdadera libertad (Relatado por Maria Kilin)

“Nadie ha preguntado por ustedes —dijo burlándose uno de los guardias de la prisión—. Van a tener que quedarse aquí.” Permítame contarle cómo fue que nosotros, miembros de una trabajadora y pacífica familia rusa, terminamos en una prisión de Corea del Norte en 1950, cinco años después de que terminara la segunda guerra mundial.

NACÍ en 1924, en Shmakovka, un pueblo del extremo oriental de Rusia, cerca de la frontera china. Al menos, eso es lo que dicen mis documentos.
Cierto día, unos delincuentes se llevaron a mi padre y a mis hermanos mayores, y nunca más los volvimos a ver. Mi madre se quedó sola atendiendo una casa llena de niñitos a los que apenas podía alimentar. Un vecino le sugirió que él podía llevarnos al orfanato ortodoxo ruso y decir que ella nos había abandonado.

Mi madre accedió, pues probablemente pensó que si no lo hacía moriríamos de hambre. Y la verdad es que aquello nos salvó la vida. Hoy tengo más de ochenta años y, aunque todavía me duele su decisión, estoy agradecida por lo que hizo.

En 1941, me mudé a Corea y me casé con Ivan, un ruso muy bondadoso. En 1942, nació en la ciudad de Seúl nuestra hija, Olya. En 1945, nació nuestro hijo, Kolya, y en 1948, su hermano, Zhora. Mi esposo atendía el negocio familiar, y yo me dedicaba a la costura. Como Seúl estaba ocupada por los japoneses, nuestros hijos se criaron hablando japonés, aunque en la casa hablábamos ruso. Hasta 1950, parecía haber paz entre los soviéticos, los estadounidenses y los coreanos que vivían en Seúl. Y todos eran clientes nuestros.

Capturados por las autoridades norcoreanas

Todo cambió de la noche a la mañana en 1950. Las tropas norcoreanas se apoderaron de Seúl, y fuimos arrestados junto con otros extranjeros que no pudieron huir. Durante tres años y medio nos obligaron a caminar hacia distintos lugares de Corea del Norte con prisioneros de guerra británicos, rusos, estadounidenses y franceses. Nos alojábamos dondequiera que podíamos, tratando de evitar las bombas.

De vez en cuando nos quedábamos en casas con calefacción y recibíamos suficiente comida. Pero por lo general, lo único que teníamos para comer era mijo, y dormíamos en fríos edificios abandonados. Muchas de las personas de nuestro grupo murieron debido a las malas condiciones y la desnutrición.

Me angustiaba ver a mis niños sufriendo. Para colmo, el invierno empezó temprano en Corea del Norte. Recuerdo pasar toda la noche junto al fuego calentando piedras para ponerlas debajo de donde mis hijos dormían.

Cuando pasó el invierno, algunos aldeanos nos enseñaron a identificar las plantas comestibles. Buscábamos por todos lados vegetales, frambuesas, uvas y setas. En vez de odiarnos, aquellas personas sentían lástima por nosotros. Para tener algo más que echarnos a la boca, aprendí a atrapar ranas. Me partía el corazón que mis muchachos me estuvieran pidiendo ranas a cada rato.

Cierto dia del mes de octubre se nos dijo que teníamos que ir a Manp’o y que los enfermos y los niños pequeños serían transportados en carretas de bueyes. Ivan y Olya se fueron a pie con los demás. Yo me quedé con Kolya y Zhora esperando las carretas, pero tardaron días en llegar.

Las carretas se llenaron de enfermos, que iban apilados como si fueran costales. ¡Era espantoso! Coloqué al pequeño Zhora en mi espalda y traté de poner a Kolya en la esquina de una de las carretas, pero él me dijo llorando: “Mamá, mamá, quiero irme contigo. Por favor, no me dejes”.

Entonces, agarró con su manita mi falda y se esforzó por mantener el paso. A muchos de los prisioneros les dispararon durante esta infame marcha que duró días. Las bandadas de cuervos que nos iban siguiendo picoteaban los cadáveres que quedaban atrás. Por fin, entre lágrimas y abrazos, nos reunimos con mi esposo y mi hija. Esa noche, me quedé despierta calentando piedras.

¡Qué tranquilidad sentí cuando pude ponerlas debajo de cada uno de mis hijos!
En 1953, cuando estábamos cerca del paralelo 38 que divide las dos Coreas, nos fue un poco mejor. Recibimos uniformes limpios, zapatos, pan y hasta dulces. Pronto, los prisioneros británicos fueron liberados. Luego, los franceses. Pero nosotros no teníamos nacionalidad. Cuando los últimos prisioneros se fueron, nos quedamos solos. Lloramos de desesperación y ni siquiera queríamos comer. Fue entonces cuando un guardia coreano dijo las hirientes palabras que están al principio de esta historia.

Una nueva vida en Estados Unidos

Para nuestra sorpresa, no pasó mucho tiempo antes de que cruzáramos la zona desmilitarizada y nos llevaran hasta Corea del Sur. Tras un interrogatorio que nos hicieron militares estadounidenses, nos permitieron viajar a Estados Unidos. Llegamos en barco a San Francisco (California), donde recibimos la ayuda de una organización benéfica. Más tarde, nos mudamos a Virginia, y allí algunos conocidos nos ayudaron a salir adelante. Luego, nos fuimos a Maryland para comenzar una nueva vida.

Todo nos deslumbraba, incluso las cosas más simples, como las aspiradoras. Como todos los inmigrantes, teníamos que trabajar mucho. Pero nos dolía ver que algunos de los que habían progresado en el país se aprovecharan de los recién llegados. Poco después de nuestro arribo, un sacerdote ortodoxo ruso nos dijo: “Ahora viven en una nación bendita. Si quieren progresar, aléjense de los de su país”. Aquellas palabras me dejaron boquiabierta, pues yo siempre había pensado que debíamos ayudarnos unos a otros.

En 1970, un testigo de Jehová llamado Bernie Battleman llamó a nuestra puerta para hablarnos de la Biblia. Era enérgico y directo, como nosotros. Hablamos durante horas. Puesto que me había criado en un orfanato ortodoxo, conocía las enseñanzas de la Iglesia de memoria. Pero nunca hice nada por adquirir una Biblia. Bernie consiguió una y nos dijo: “Les traje esta Biblia porque los quiero mucho”. Más tarde nos presentó a Ben, un Testigo de Bielorrusia que hablaba ruso.

Ben y su esposa estuvieron dispuestos a responder a todas mis preguntas sobre la Biblia. Sin embargo, yo estaba convencida de que los Testigos habían cambiado las Escrituras. Me indignaba que sus publicaciones dijeran que María tuvo más hijos aparte de Jesús, pues en la Iglesia me habían enseñado otra cosa.
Llamé a una amiga de Polonia para que buscara en su Biblia Mateo 13:55, 56. Me lo leyó, y quedé sorprendida al escuchar que aquella Biblia polaca decía que Jesús tuvo hermanos menores. Mi amiga entonces le pidió a una conocida suya que trabajaba en la Biblioteca del Congreso de la ciudad de Washington que buscara ese texto en las versiones de la Biblia disponibles allí. Todas decían lo mismo: Jesús tuvo hermanos y hermanas.

¡Tenía tantas preguntas en la mente! ¿Por qué mueren los niños? ¿Por qué hay guerras? ¿Por qué no se entienden las personas, aunque hablen el mismo idioma? ¡Me fascinaron las respuestas que da la Biblia! Aprendí que Dios no quiere que suframos. Y me consoló saber que podría ver de nuevo a mis seres queridos que habían muerto en distintos conflictos bélicos. Dios fue haciéndose cada vez más real para mí.

Un día, parada ante mis iconos, le rogué a Dios que ayudara a uno de mis hijos que acababa de regresar de la guerra de Vietnam y estaba muy perturbado. De repente, me di cuenta de que debía dirigir mis oraciones directamente al Dios vivo, Jehová, y no a los iconos. Los eché a un lado; no eran más que coloridos pedazos de papel de aluminio. Los había comprado en la iglesia, pero esa misma noche me deshice de ellos.

No se me hacía fácil abandonar mi religión de toda la vida. Pero había llegado a valorar lo que la Biblia enseña por encima de todo lo demás. Un año después, mi esposo y mi hija Olya me acompañaron a visitar a un sacerdote ortodoxo ruso. Llevaba una libreta llena de preguntas bíblicas seguidas de algunos versículos. Cada vez que le leía uno, el sacerdote nos decía negando con la cabeza: “Están perdidos”. Además nos ordenó que no volviéramos a poner los pies en su iglesia.

Este incidente caló hondo en el corazón de mi hija, quien había llegado a ser una muchacha inquisitiva y de firmes convicciones. Decidió estudiar a fondo las Escrituras y enseguida empezó a acompañarme a las reuniones de los Testigos. Me bauticé en 1972, y Olya lo hizo al año siguiente.

Nuestro lema familiar
Nuestro lema siempre ha sido: “Concéntrate en el presente y olvídate del pasado”. Por eso, nunca hemos dudado de emprender algo nuevo si estamos convencidos de que es lo correcto. Cuando nuestra relación con Dios comenzó a fortalecerse, mi hija y yo sentimos el deseo de ir a las casas de las personas para hablarles de lo que estábamos aprendiendo. Tengo que admitir que al principio, debido a mi personalidad, hablaba sin tacto, y otros hermanos tenían que intervenir para suavizar lo que había dicho. Pero con el tiempo, aprendí a hablarles a personas de diferentes países y antecedentes que, como yo, querían tener una vida mejor.

En los años subsiguientes, mi hija y yo solíamos comentar que si alguna vez la llamada cortina de hierro caía, nos iríamos a Rusia para enseñar a las personas acerca de Dios. Finalmente cayó a principios de los noventa, y Olya cumplió su sueño. Se mudó a Rusia y allí fue evangelizadora de tiempo completo durante catorce años. Les enseñó acerca de la Biblia a muchas personas y participó en la traducción de publicaciones bíblicas del inglés al ruso en la sucursal de los testigos de Jehová.

En la actualidad estoy confinada a una cama, y mis hijos tratan de que mi situación sea lo más llevadera posible. Le agradezco a Jehová que, pese a todo lo que me sucedió, pude encontrar la verdadera libertad y disfrutar del mejor modo de vivir. Ahora me hago eco de las palabras de David, quien siendo pastor escribió: “[Dios] me conduce por descansaderos donde abunda el agua. Refresca mi alma. Me guía por los senderos trillados de la justicia por causa de su nombre” (Salmo 23:2, 3).


Biografía publicada en la revista "La Atalaya" con fecha del 01 de Diciembre del 2012; editada por los Testigos de Jehová, más articulos en el siguiente enlace, para su descarga en pdf, epub, mp3 y aac

La lista de Schindler (Película)


La lista de Schindler es una película estadounidense biográfica de 1993 dirigida por Steven Spielberg. La película cuenta la historia de Oskar Schindler, un empresario alemán que salvó la vida de alrededor de 1,100 judíos polacos durante el Holocausto. Está basada en la novela El arca de Schindler (Schindler's Ark), escrita por Thomas Keneally.

Fue protagonizada por Liam Neeson (como Schindler), Ralph Fiennes (como oficial de las SS Amon Leopold Goeth), y Ben Kingsley (el contable de Schindler, Itzhak Stern).

La película ganó siete premios Oscar, incluido el de mejor película, el de mejor director y el de mejor banda sonora; así como otros premios (7 Premios BAFTA y 3 Globos de Oro).

La película fue rodada en blanco y negro, el único elemento a color era el abrigo rojo de una niña que aparece en diferentes escenas, pero ¿Quien era la niña del abrigo rojo? Su nombre es Oliwia Dabrowska. Después de realizar este trabajo (aparecer en la película). El director Steven Spilberg le pidió esperar a cumplir 18 años para ver la cinta. Pero ella no siguió dicho consejo, vio la película cuando tenia solo 11 años, por su puesto no estaba preparada para ver escenas donde el ser humano se transforma en verdugo de sus propios hermanos; cuando se le preguntaba si conocía respecto al holocausto ella se sentí apenada.

Nuevamente volvió a verla ahora si con 18 años y vio la profundidad del filme, y entendió como la historia nos ayuda a comprender como las personas pueden cambiar, vivir, luchar, enfrentarse a la tragedia. Así como sacar lo peor y lo mejor de la naturaleza humana. Ver como en las peores adversidades hay esperanza. Su abrigo de color simboliza el vestigio de humanidad en las circunstancias más horribles.

Oscar Shindler pasa de ser un egoísta al conservar vivos a los judíos polacos por razones económicas por ser la mano de obra más barata a buscar salvar sus vidas al ver el final que tendrían si salían de su fabrica. Al avanzar la película vemos como cambia su personalidad. Cuando al fin están a punto de escapar se desploma en el suelo y rompe a llorar, diciendo que le hubiera gustado salvar a mas personas: "Si hubiera vendido este auto y este anillo cuantas vidas mas se hubieran salvado..." Itzhak Stern lo abraza y le dice "Quien salva una vida, salva al mundo entero; y usted salvo a 1,100 personas". Esta es  una de las escenas mas conmovedoras de la película.

El Reino... ¿por qué se ha tardado tanto en ‘venir’?

EL APÓSTOL Pablo escribió: “Sabemos que toda la creación sigue gimiendo juntamente y estando en dolor juntamente.” (Romanos 8:22) ¿A qué se debe esto? ¿Por qué ha permitido Dios las guerras, el delito, las enfermedades y los sufrimientos de los pasados 6.000 años de la historia registrada? ¿Qué pasó, para que la humanidad, creada para vivir según la ley divina, esté ahora plagada de desafuero? ¿Por qué no ha corregido esta situación nuestro Padre celestial? Si el Reino es la solución, ¿por qué se ha tardado tanto en ‘venir’? ¿Podemos en realidad esperar que Dios cambie estas terribles condiciones?

Bajo la gobernación suprema, o soberanía, del “Rey de la eternidad,” deberían haber existido condiciones ideales en la Tierra desde el tiempo de la creación en Edén. A medida que el primer hombre y la primera mujer tuvieran hijos, y la familia humana se multiplicara y llegara a formar miles de millones de unidades familiares, la Tierra entera debería haberse convertido en un paraíso de belleza, lleno del reír gozoso y el amor al prójimo entre las razas pacíficas de la humanidad.—

En cuanto al hombre, no hay nada mejor [que] el que coma y en realidad beba y haga que su alma vea el bien a causa de su duro trabajo. Esto también lo he visto, yo mismo, que esto proviene de la mano del Dios verdadero. (Eclesiastés 2:24)

Eso era lo que el Creador amoroso se proponía para esta Tierra cuando creó al hombre a su semejanza moral y, del hombre, formó a la mujer. Pues el relato bíblico de la creación nos dice:

“Macho y hembra los creó. Además, los bendijo Dios y les dijo Dios: ‘Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas volátiles de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra.’ . . . Después de eso vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire! era muy bueno.” (Génesis 1:26-31)

Entonces, ¿por qué no parece ‘muy buena’ la creación de Dios en la Tierra hoy?



DESAFIADA LA SOBERANÍA DE DIOS

La creación tuvo como base las leyes de Dios. Y entre éstas sobresale la ley de amor. Dios mismo “es amor.” (1 Juan 4:8) Pero ahora se presentó alguien que quería hacer leyes diferentes para la humanidad. Ese “alguien” fue un invisible ‘hijo de Dios’ angélico, indudablemente uno de aquellos que ‘gritaron en aplauso’ cuando Jehová creó la Tierra y todo lo que hay sobre ella. (Job 38:7) Este ángel se convirtió a sí mismo en un satanás, un adversario de Dios. Él quiso hacerse independiente, procuró adoración para sí y sembró un espíritu de rebelión. (Efesios 2:1, 2; compare con Lucas 4:5-7.) Maquinó usar a nuestros primeros padres humanos para sus propios fines egoístas. ¿Qué pasos dio para esto?

En el paradisíaco jardín de Edén, Adán y Eva recibieron la gobernación benévola de Jehová. Dios proveía todo lo necesario para sostenerlos tanto espiritual como físicamente. Para el propio bienestar continuo de ellos, él requirió también que le obedecieran como su Señor Soberano. Con este fin él había dado a Adán un mandamiento sencillo, que no comiera del “árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo.” Esto también aplicó a Eva, después de la creación de ella.

No era que Dios estuviera privándolos de nada, porque los otros árboles del jardín proveían una deleitable variedad de frutos alimenticios. Sin embargo, si ellos desobedecían a Dios y comían de este solo fruto, ‘positivamente morirían.’ Astutamente, usando para ello una serpiente, el rebelde Satanás abordó primero a Eva, diciendo:

“Positivamente no morirán. Porque Dios sabe que en el mismo día que coman [del fruto del árbol] tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo.”—Génesis 2:17; 3:1-5.

Aquello hacía que pareciera que Dios era mentiroso. Pero el verdadero mentiroso era Satanás. Correctamente, a aquel “padre de la mentira” también se le llegó a llamar el Diablo, que significa “Calumniador.” (Juan 8:44) Aquí estaba un desafío directo a la soberanía de Jehová, su Dignidad de Rey sobre sus criaturas. Daba a entender que Dios estaba reteniendo conocimiento al cual Adán y Eva tenían derecho, que no se debía confiar en la gobernación por Dios, que sería mejor que Adán y Eva siguieran su propio camino independiente y fijaran sus propias normas de “lo bueno y lo malo.”

¿Cómo respondió la mujer a aquella habla calumniadora? Fracasó en cuanto a vigilar su corazón, y permitió que el deseo incorrecto echara raíces allí. Este deseo entonces se hizo fértil y la llevó, engañada, a cometer pecado voluntariamente por medio de desobedecer a Dios. En esto ella también se burló de la posición de su esposo como cabeza de ella, a quien ella debió haber consultado. ¿Y cómo respondió el hombre? “Adán no fue engañado,” sino que escogió sufrir la misma suerte que Eva, e intencionadamente se unió a ella en su proceder de rebelión. ¡Qué día lamentable fue ése para nuestros primeros padres, y para toda la raza humana!—Génesis 3:6, 7; 1 Timoteo 2:14; compare con Santiago 1:14, 15.

Adán y Eva habían mostrado crasa desatención a la soberanía de Dios. Por eso ahora, en armonía con Su ley, Dios anunció la sentencia de muerte, al decir a Adán:

“Porque polvo eres y a polvo volverás.” (Génesis 3:19)

Dios no quiso decir aquí que solo el cuerpo de Adán moriría, mientras que algún “alma” o “espíritu” del interior escaparía del cuerpo y continuaría viviendo en un cielo o un infierno. No, porque Adán mismo era un “alma.” Como dice el relato de la creación:

“Procedió Jehová Dios a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente.” (Génesis 2:7)

Con el tiempo, tanto Adán como Eva murieron... como almas. Y porque la entera raza humana es prole de Adán ya contaminado por el pecado, todos hemos heredado el pecado y la muerte.

“El alma que esté pecando... ella misma morirá.” (Ezequiel 18:4, 20) 

Sí, como almas humanas, todos morimos. La muerte ha llegado a gobernar como rey sobre nosotros.—Romanos 5:12, 14; 6:12; Eclesiastés 3:19, 20; 9:5, 10; Salmo 6:5; 115:17.

Capitulo 5 del libro "Venga tu Reino" publicado por los Testigos de Jehová en el año 1981, Más informacion respecto al tema en la revista "La Atalaya" de Septiembre del 2013 con el tema de portada "¿Por qué hay tanto sufrimiento? ¿Cuándo acabará?" en el siguiente enlace.
"Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena."

Mahatma Gandhi
 

Pero en cuanto a ti, en caso de que hayas advertido a alguien inicuo y él realmente no se vuelva de su iniquidad y de su camino inicuo, él mismo por su error morirá; pero en cuanto a ti, habrás librado tu propia alma.

(Ezequiel 3:19)