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martes, 22 de julio de 2014

¿Por qué no puedo concentrarme?

Los jóvenes preguntan...
“A veces sucede accidentalmente. Estoy escuchando en una reunión de la congregación y, de pronto, mi mente empieza a vagar. Diez minutos después estoy de vuelta.”—Jesse.

“¡PRESTA ATENCIÓN!” ¿Te repiten esto con frecuencia tus maestros o tus padres? Si es así, entonces quizás tengas un problema de concentración. Es probable que tus calificaciones se vean afectadas por ello, y que otros te miren con recelo y rehúyan tu compañía pensando que estás bajo el efecto de las drogas o que simplemente eres un maleducado.

Más importante aún, la incapacidad para prestar atención tiene un impacto negativo en tu espiritualidad. Al fin y al cabo, la propia Biblia manda: “Presten atención a cómo escuchan” (Lucas 8:18). De hecho, a los cristianos se les ordena ‘prestar más de la acostumbrada atención’ a los asuntos espirituales (Hebreos 2:1). Y si te cuesta concentrarte, será difícil que sigas este consejo.

¿Cuál pudiera ser la raíz del problema? En algunos casos la falta de concentración puede derivar de un desequilibrio físico. Algunos investigadores creen, por ejemplo, que el trastorno por déficit de atención se debe a una disfunción de los sistemas neurotransmisores del cerebro.

Hay jóvenes que tienen problemas médicos no diagnosticados, como pérdida de la audición o de la vista, que también pueden obstaculizar la capacidad de concentración. Los investigadores han descubierto que a los jóvenes, en general, les cuesta mucho más concentrarse que a los adultos. De modo que la falta de atención es común entre los jóvenes y raras veces obedece a trastornos médicos.

Tus patrones de pensamiento están cambiando
Si se te dificulta concentrarte, lo más probable es que estés experimentando los dolores del crecimiento. El apóstol Pablo escribió: “Cuando yo era pequeñuelo, hablaba como pequeñuelo, pensaba como pequeñuelo, razonaba como pequeñuelo; pero ahora que he llegado a ser hombre, he eliminado las cosas características de pequeñuelo” (1 Corintios 13:11). En efecto, al acercarte a la edad adulta, tus patrones de pensamiento cambian.

Según el libro Adolescent Development (Desarrollo del adolescente), ‘en las primeras etapas de la adolescencia surgen nuevas facultades conceptuales’. Adquieres la capacidad para comprender y analizar conceptos y pensamientos abstractos; empiezas a tener un entendimiento más amplio de la moral, la ética y otras cuestiones profundas; comienzas a pensar en tu futuro como un adulto.

¿Cuál es el problema? Que todos estos pensamientos, ideas y conceptos nuevos que rondan en tu cabeza pueden distraerte mucho. Ya no piensas al estilo sencillo y básico de un niño; ahora tu cerebro te impele a analizar y cuestionar lo que ves y oyes. El comentario de un maestro o un orador puede hacer que emprendas una emocionante excursión mental. Pero, a menos que aprendas a controlar tus pensamientos, te perderás información valiosa.

Llama la atención el que la Biblia diga que el justo Isaac pasaba tiempo meditando tranquilamente (Génesis 24:63). Apartar algún tiempo todos los días para sentarte, reflexionar y organizar tus pensamientos puede contribuir a que te concentres más en otras ocasiones.

Emociones y hormonas
Tus emociones también pueden ser una fuente de distracción. Aunque tratas de concentrarte en lo que estás leyendo o escuchando, descubres que estás pensando en otras cosas. Oscilas entre el aburrimiento y el entusiasmo, entre la depresión y la euforia. Pues bien, ¡tranquilízate! No es que estés volviéndote loco. Con toda probabilidad, es simplemente que tus hormonas te están trastocando.

Estás experimentando los cambios de la pubertad.
Kathy McCoy y Charles Wibbelsman escriben: “Los sentimientos abundan en los años de la adolescencia [...]. El carácter temperamental, hasta cierto punto, forma parte de ser adolescente. Parte de ello tiene que ver con la tensión que provocan los cambios que estás experimentando ahora mismo”. Además, te aproximas a “la flor de la juventud”, el tiempo en que el deseo sexual alcanza su punto máximo (1 Corintios 7:36).

La escritora Ruth Bell dice: “Las modificaciones corporales de la pubertad suelen ir acompañadas de fuertes sensaciones sexuales. Quizás descubras que piensas más en la sexualidad, que te excitas más fácilmente y que a veces incluso estás absorto en asuntos sexuales”.

Jesse, citado en la introducción de este artículo, experimenta las divagaciones mentales típicas entre los adolescentes: “A veces pienso en las muchachas o en algo que me preocupa o en lo que voy a hacer más tarde”. Con el tiempo, esta tormenta de emociones se calmará. Entre tanto, cultiva la autodisciplina. El apóstol Pablo escribió: “Aporreo mi cuerpo y lo conduzco como a esclavo” (1 Corintios 9:27). Cuanto más aprendas a controlar tus emociones, más fácilmente podrás concentrarte.

Tus hábitos de sueño
Como tu cuerpo está en etapa de crecimiento, precisas dormir lo suficiente para que te desarrolles físicamente y para permitir que tu cerebro organice la multitud de conceptos y emociones nuevos con que te encuentras a diario. Sin embargo, muchos adolescentes tienen una agenda tan apretada que les deja poco tiempo para dormir.

Cierto neurólogo comenta: “El organismo no olvidará las horas de sueño que una persona le debe. Por el contrario, siempre las recordará y le pasará súbitamente una cuenta que puede traducirse en fallos de la memoria, problemas de concentración y lentitud de pensamiento”.

Algunos investigadores creen que el simple hecho de añadir una hora o más de sueño cada noche puede aumentar considerablemente la capacidad de concentración. Es cierto que la Biblia condena la pereza y el amor al sueño (Proverbios 20:13). No obstante, es muestra de sensatez descansar lo suficiente para que el cuerpo funcione de forma satisfactoria (Eclesiastés 4:6).

Dieta y concentración
Otro problema puede ser la dieta. Los alimentos grasosos y azucarados son muy populares entre los adolescentes. Según los investigadores, aunque la comida basura tenga un sabor muy agradable, parece que reduce la agudeza mental. Los estudios indican asimismo que el rendimiento mental disminuye tras la ingestión de carbohidratos, como el pan, los cereales, el arroz o la pasta.

Ello tal vez se deba a que los carbohidratos elevan los niveles cerebrales del compuesto químico llamado serotonina y hacen que a la persona le dé sueño. Algunos nutricionistas sugieren comer alimentos ricos en proteínas antes de realizar cualquier actividad mental.

La televisión y la generación de las computadoras
Por años, los educadores han creído que la televisión y sus imágenes de movimiento rápido acortan la capacidad de concentración de los jóvenes, y algunos culpan también a los terminales de computadora. Aun cuando los expertos no acaban de ponerse de acuerdo sobre los verdaderos efectos de estos inventos modernos en la juventud, pasar una cantidad excesiva de tiempo mirando la televisión o divirtiéndote con juegos de computadora no puede ser saludable.

Un joven admite: “Cosas como los videojuegos, las computadoras e Internet nos condicionan a los jóvenes a conseguir rápidamente lo que queremos”.
El problema es que muchas cosas en la vida solo se obtienen con esfuerzo, perseverancia y con la tradicional paciencia (compárese con Hebreos 6:12; Santiago 5:7).

Por lo tanto, no debes suponer nunca que las cosas tienen que ser veloces y entretenidas para ser de valor. Aunque ver la televisión y jugar juegos de computadora resulte divertido, ¿por qué no pintas, o dibujas, o aprendes a tocar un instrumento musical? Estas destrezas pueden aumentar tu capacidad de concentración.Según los investigadores, la comida basura parece que reduce la agudeza mental.

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de Julio de 1998. Para complementar el tema lea: "¿Debería dejar de estudiar?". Ambos editados por los testigos de Jehová.