Entradas populares

Buscar en este blog

sábado, 2 de noviembre de 2013

Jehová es “un Revelador de secretos”

“El Dios de ustedes es un Dios de dioses y un Señor de reyes y un Revelador de secretos.” (Daniel 2:47)

¿Qué respondería?
  • ¿Qué información sobre el futuro nos ha revelado Jehová?
  • ¿A quiénes representan las seis primeras cabezas de la bestia salvaje?
  • ¿Qué relación hay entre la bestia salvaje y la estatua del sueño de Nabucodonosor?
  • ¿Qué potencia política dominará la Tierra cuando el Reino de Dios acabe con los gobiernos humanos?

Gracias a Jehová, el “Revelador de secretos”, podemos dar respuesta a esta pregunta. Para ello debemos examinar los libros bíblicos que escribieron el profeta Daniel y el apóstol Juan.

Jehová hizo que estos hombres tuvieran una serie de visiones relacionadas con una sucesión de bestias simbólicas. Además, a Daniel le explicó el significado de un sueño profético en el que aparecía una inmensa estatua de metal. Para beneficio nuestro, Dios se encargó de que todos estos relatos se conservaran en la Biblia (Rom. 15:4). De esa forma se fortalece nuestra fe en que su Reino aplastará muy pronto a todos los gobiernos humanos (Dan. 2:44).

Juntos, los relatos de Daniel y Juan no solo identifican a ocho “reyes”, o potencias políticas, sino que también muestran en qué orden aparecerían muchas de ellas.

Ahora bien, para entender correctamente estos pasajes, antes necesitamos comprender la primera profecía de la Biblia. ¿Por qué? Porque toda la Biblia gira en torno a su cumplimiento.

En cierto sentido, esta profecía es el hilo conductor que une a todas las demás.

La descendencia de la serpiente y la bestia salvaje

Poco después de la rebelión de Edén, Jehová profetizó que cierta “mujer” tendría una “descendencia” (léase Génesis 3:15). Dicha descendencia le causaría a la serpiente —es decir, a Satanás— una herida mortal en la cabeza. Tiempo después, Jehová reveló que la descendencia vendría de la familia de Abrahán, de la nación de Israel, de la tribu de Judá y del linaje del rey David (Gén. 22:15-18; 49:10; Sal. 89:3, 4; Luc. 1:30-33).

La parte principal de esta descendencia resultó ser Jesucristo (Gál. 3:16).

La parte secundaria está formada por los miembros de la congregación cristiana que han sido ungidos con el espíritu santo (Gál. 3:26-29). Jesús y los ungidos componen el Reino de Dios, el instrumento que Jehová empleará para aplastar a Satanás (Luc. 12:32; Rom. 16:20).

Según la primera profecía de la Biblia, Satanás también tendría una “descendencia” simbólica que sería enemiga de la descendencia de la mujer.

¿Quiénes componen la descendencia de la serpiente? Todos aquellos que comparten el odio que Satanás siente por Dios y atacan a su pueblo.

A lo largo de la historia humana, el Diablo ha organizado su descendencia en diversos “reinos”, es decir, gobiernos políticos (Luc. 4:5, 6).

De ellos, solo unos pocos han tenido un impacto directo sobre el pueblo de Jehová, fuera este la nación de Israel o la congregación de cristianos ungidos. Este es un punto primordial en nuestro análisis, pues explica por qué en las visiones de Daniel y Juan aparecen únicamente ocho grandes potencias.

A finales del siglo primero, Jesús resucitado le transmitió al apóstol Juan una serie de impresionantes visiones (Rev. 1:1). En una de ellas, Juan vio un dragón —que simbolizaba al Diablo— de pie a la orilla de un vasto mar (léase Revelación 13:1, 2). Entonces, del océano salió una extraña bestia, y el Diablo le concedió mucha autoridad.

Más tarde, un ángel le explicó al apóstol que las siete cabezas de cierta bestia de color rojo escarlata —que es una “imagen” de la bestia salvaje de Revelación 13:1— representan “siete reyes”, es decir, siete potencias mundiales (Rev. 13:14, 15; 17:3, 9, 10).

Para cuando se escribió Revelación, las cinco primeras ya habían caído, la sexta estaba en su apogeo y la séptima “todavía no [había] llegado”. ¿Cuáles son dichas potencias? A continuación examinaremos una a una las cabezas de la bestia. También analizaremos los detalles que Daniel aportó sobre varios de estos gobiernos, en algunos casos siglos antes de que existieran.

Las dos primeras cabezas: Egipto y Asiria

La primera cabeza de la bestia representa a Egipto. ¿Por qué? Porque fue la primera gran potencia que trató con hostilidad al pueblo de Dios.

Su ataque comenzó cuando los descendientes de Abrahán —de entre quienes saldría la prometida descendencia de la mujer— se hicieron muy numerosos en aquel país.

A fin de impedir que llegara la descendencia, Satanás intentó exterminar al pueblo de Dios. ¿Cómo? Haciendo que el faraón ejecutara a todos los niños varones de Israel. Pero Jehová frustró su ataque y liberó de Egipto a sus siervos (Éxo. 1:15-20; 14:13). Con el tiempo los condujo a la Tierra Prometida, donde se establecieron.

La segunda cabeza de la bestia representa a Asiria, un poderoso reino que también trató de aniquilar al pueblo de Dios. Es cierto que Jehová se valió de esta potencia para castigar al reino de diez tribus por su idolatría y rebelión.

No obstante, después Asiria también atacó Jerusalén. Es posible que la intención de Satanás fuera eliminar el linaje real del que vendría Jesús. Pero aquella agresión no formaba parte del propósito divino. Por esa razón,

Jehová salvó a sus siervos fieles enviando un ángel a destruir a los invasores (2 Rey. 19:32-35; Isa. 10:5, 6, 12-15).

La tercera cabeza: Babilonia

La tercera cabeza de la bestia que vio Juan representa al reino cuya capital era Babilonia. Jehová permitió que los babilonios conquistaran Jerusalén y se llevaran cautivos a sus habitantes. Dios les había advertido a los rebeldes israelitas que sufrirían aquella trágica humillación (2 Rey. 20:16-18).

Profetizó que se cortaría la sucesión de reyes humanos que debían sentarse “sobre el trono de Jehová” en Jerusalén (1 Cró. 29:23). No obstante, también prometió que un descendiente del rey David —alguien con “el derecho legal”— vendría y reclamaría esa autoridad (Eze. 21:25-27).

Según otra profecía, cuando llegara el Mesías prometido —el Ungido de Jehová—, los judíos aún estarían adorando a Dios en el templo de Jerusalén (Dan. 9:24-27). Y una profecía anterior, escrita antes de que los israelitas fueran desterrados a Babilonia, anunció que el Mesías nacería en Belén (Miq. 5:2).

Para que estas predicciones se cumplieran, era necesario que los judíos fueran liberados, volvieran a su tierra y reconstruyeran el templo. Sin embargo, los babilonios no tenían por norma soltar a sus cautivos. ¿Cómo se superaría este obstáculo? Jehová despejó la incógnita a través de sus profetas (Amós 3:7).

Uno de los israelitas llevados a Babilonia fue Daniel (Dan. 1:1-6). Jehová utilizó a este profeta para revelar mediante diversos símbolos qué potencias mundiales surgirían después de Babilonia.

Por ejemplo, hizo que el rey Nabucodonosor soñara con una inmensa estatua compuesta de varios metales (léase Daniel 2:1, 19, 31-38).

Por medio de Daniel, Dios le explicó que la cabeza de oro de la imagen simbolizaba al Imperio babilónico. El pecho y los brazos de plata representaban a la potencia que vendría después. ¿Cuál sería esta, y cómo trataría al pueblo de Dios?
 

La cuarta cabeza: Medopersia


Más de un siglo antes del tiempo de Daniel, Jehová utilizó al profeta Isaías para revelar información sobre la potencia mundial que derrotaría a Babilonia. Y no solo predijo cómo sería derrotada esta ciudad, sino también el nombre del conquistador: Ciro el Persa (Isa. 44:28–45:2).

Además, Daniel recibió dos visiones sobre la potencia mundial medopersa. En una de ellas, esta aparece como un oso levantado de un lado al que se le dice que coma “mucha carne” (Dan. 7:5). Y en la otra se la representa como un carnero con dos cuernos (Dan. 8:3, 20).

Jehová cumplió su profecía haciendo que el Imperio medopersa conquistara Babilonia y les diera permiso a los israelitas para regresar a su tierra (2 Cró. 36:22, 23). Pero, más tarde, faltó poco para que esta misma potencia acabara con el pueblo de Dios.

El libro bíblico de Ester narra cómo el primer ministro de Persia, llamado Hamán, maquinó el exterminio de todos los judíos que vivían en aquel extenso imperio e incluso fijó la fecha en que ocurriría.

Pero gracias a la intervención divina, una vez más el pueblo de Jehová se salvó de los ataques de la descendencia de Satanás (Est. 1:1-3; 3:8, 9; 8:3, 9-14). Como vemos, es muy adecuado que la cuarta cabeza de la bestia de Revelación represente a Medopersia.

La quinta cabeza: Grecia


La quinta cabeza de la bestia salvaje de Revelación es Grecia. En su interpretación del sueño de Nabucodonosor, Daniel ya había indicado que el vientre y los muslos de cobre de la estatua también representaban a esta potencia. Pero, además, este profeta recibió dos visiones que proporcionan datos muy notables sobre la naturaleza de este imperio y sobre su gobernante más destacado.

En una de ellas, Grecia aparece como un leopardo con cuatro alas, señal de que esta potencia realizaría sus conquistas a gran velocidad (Dan. 7:6). En la otra visión, un macho cabrío con un llamativo cuerno mata rápidamente a un carnero de dos cuernos, que simboliza a Medopersia.

Jehová le explicó a Daniel que el macho cabrío era Grecia, y el enorme cuerno, uno de sus reyes. Luego, Daniel señaló que el cuerno sería quebrado y en su lugar surgirían cuatro más pequeños. Esta profecía se escribió cientos de años antes de que Grecia se convirtiera en una potencia mundial. Sin embargo, se cumplió al pie de la letra.

Alejandro Magno, el rey más importante de la antigua Grecia, dirigió la embestida contra Medopersia. Pero el “cuerno” no duró mucho, pues este gobernante falleció con solo 32 años de edad, en el esplendor de su mandato. A su muerte, el imperio terminó dividido entre cuatro de sus generales (léase Daniel 8:20-22).

Tras la conquista de Persia, Grecia gobernaba la tierra que pertenecía al pueblo de Dios. Para esa época, los judíos ya estaban de vuelta en la Tierra Prometida y habían reconstruido el templo de Jerusalén.

Ellos seguían siendo el pueblo de Jehová, y

el templo aún era la sede principal de la adoración verdadera. Pero en el siglo segundo antes de nuestra era sufrieron un ataque a manos de la quinta cabeza de la bestia salvaje, es decir, Grecia.

Antíoco IV, uno de los herederos del fragmentado imperio de Alejandro, erigió un altar pagano en el templo de Jerusalén y decretó la pena de muerte para todo el que practicara la religión judía. ¡Cuánto odio por parte de la descendencia de Satanás! No obstante, Grecia cayó poco después ante la siguiente potencia mundial. ¿Quién sería la sexta cabeza de la bestia salvaje?



La sexta cabeza, “Espantosa y terrible”: Roma


Cuando el apóstol Juan recibió la visión de la bestia salvaje, Roma era la potencia mundial dominante (Rev. 17:10). Esta sexta cabeza desempeñó un papel clave en el cumplimiento de la profecía de Génesis 3:15.
 
Satanás se valió de los dirigentes romanos para herir temporalmente “en el talón” a la descendencia. ¿De qué forma? Haciendo que condenaran y ejecutaran a Jesús bajo una acusación falsa de sedición (Mat. 27:26). Pero aquella herida no tardó en sanar, pues Jehová resucitó a Jesús.


Los líderes religiosos de Israel se aliaron con Roma para atacar a Jesús, y la mayor parte de la nación también lo rechazó. Por esa razón, Jehová repudió a Israel (Mat. 23:38; Hech. 2:22, 23). En su lugar eligió a una nación espiritual, “el Israel de Dios” (Gál. 3:26-29; 6:16). Esta es la congregación de cristianos ungidos, tanto judíos como gentiles (Efe. 2:11-18).

Después de la resurrección de Jesús, la descendencia de la serpiente siguió hostigando a la descendencia de la mujer, pues Roma trató en varias ocasiones de acabar con su parte secundaria, la congregación cristiana.

En el sueño que el profeta Daniel le interpretó a Nabucodonosor, las piernas de hierro representan a Roma (Dan. 2:33). Sin embargo, este profeta tuvo otra visión que encaja a la perfección no solo con el Imperio romano, sino también con la siguiente potencia mundial, que saldría de dicho imperio (léase Daniel 7:7, 8).

Durante siglos, Roma fue para sus enemigos una potencia “espantosa y terrible y extraordinariamente fuerte”. No obstante, la profecía señalaba que de este imperio surgirían “diez cuernos”, y luego uno pequeño que alcanzaría una prominencia especial. ¿Quiénes son los diez cuernos? ¿A quién representa el cuerno pequeño, y a qué parte de la estatua inmensa de Nabucodonosor corresponde?


Notas

  • Esta “mujer” es la esposa simbólica de Jehová, que representa la parte celestial de su organización, formada por seres espirituales (Isa. 54:1; Gál. 4:26; Rev. 12:1, 2).

  • Tanto la cabeza de la estatua del libro de Daniel como la tercera cabeza de la bestia salvaje de Revelación representan a Babilonia.

  • Aunque Roma destruyó Jerusalén en el año 70, este ataque no formó parte del cumplimiento de Génesis 3:15, pues para ese momento la nación de Israel ya no era el pueblo de Dios.
Encontrara mas información complementaria en el capitulo 8 del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia? editado, publicado y distribuido por los Testigos de Jehová

No hay comentarios: