Entradas populares

Buscar en este blog

sábado, 19 de abril de 2014

Lo que el amor de Dios significa (Segunda Parte)

¿Cuál es la razón principal por la que obedecemos los mandamientos divinos? En otras palabras, ¿por qué deseamos vivir todos los días como Dios quiere? No es solo por ahorrarnos problemas o por evitar que él nos castigue (Gálatas 6:7).

Obedecemos a Jehová porque comprendemos que es una magnífica manera de demostrarle cuánto lo amamos. Al igual que los niños desean la aprobación de sus padres, nosotros deseamos la aprobación de Jehová (Salmo 5:12). Él es nuestro Padre y lo queremos mucho. Nada nos produce más alegría ni más satisfacción que saber que nuestra conducta cuenta con la “aprobación [...] de Jehová” (Proverbios 12:2).

Por eso, no servimos a Dios de mala gana ni tampoco poniendo condiciones o según nuestras preferencias.

De mala gana, hasta los demonios son capaces de obedecer. Cuando Jesús ordenó a unos espíritus malignos que salieran de unas personas, ellos no tuvieron más remedio que hacer lo que no querían: reconocer la autoridad de Cristo y obedecerle (Marcos 1:27; 5:7-13).

No decidimos a nuestro antojo cuándo vamos a obedecer, quizás pensando en hacerlo solo si nos resulta cómodo o si no tenemos que sacrificarnos demasiado. Por el contrario, somos “obedientes de [todo] corazón” (Romanos 6:17).

Como el salmista, decimos: “[Tengo] cariño a tus mandamientos” (Salmo 119:47). Así es, obedecemos a Jehová con gusto. Reconocemos que él merece —y de hecho nos lo pide— que le obedezcamos siempre y sin poner peros (Deuteronomio 12:32).

Queremos ser como Noé, quien por décadas obedeció fielmente a Dios y así demostró cuánto lo amaba. De este modo, se dirá de cada uno de nosotros lo mismo que se dijo de él: “Procedió a hacer conforme a todo lo que le había mandado Dios. Hizo precisamente así” (Génesis 6:22).

¿Cómo se siente Jehová cuando le obedecemos con gusto? La Biblia dice que le alegramos el corazón (Proverbios 27:11). Pero ¿de verdad puede uno hacer feliz al Soberano universal? Sin lugar a dudas. Veamos por qué. Jehová nos creó con la capacidad de decidir por nosotros mismos qué vamos a hacer.

Así, tenemos siempre la opción de obedecer a Dios o, por el contrario, desobedecerle (Deuteronomio 30:15, 16, 19, 20). Por eso, cada vez que decidimos hacer su voluntad porque lo amamos con toda nuestra alma, le damos una gran satisfacción (Proverbios 11:20). Y, además, estamos siguiendo el mejor modo de vivir.

“SUS MANDAMIENTOS NO SON GRAVOSOS”

El apóstol Juan añade luego unas palabras tranquilizadoras: “Los mandamientos de Jehová no son gravosos”. El término griego que se traduce “gravosos” en 1 Juan 5:3 significa literalmente “pesados”.

Esta misma palabra se usa en Mateo 23:4, donde se habla de las “cargas pesadas” que los escribas y fariseos ponían sobre los hombros de la gente al obligarla a cumplir una larga lista de reglas y tradiciones inventadas por el hombre. En Hechos 20:29, 30 se traduce como “opresivos” y se aplica a los apóstatas que se portarían como tiranos y engañarían a muchos hablando “cosas aviesas”, o retorcidas.

Por eso, otra versión bíblica traduce así la frase: “Sus mandamientos no son una carga pesada” (Nuevo Testamento, Pedro Ortiz). Jehová no nos pide nada insoportable o contrario a la razón. Aunque todos somos imperfectos, podemos cumplir sus leyes.

Pongamos una comparación. Imagínese que uno de sus mejores amigos le pide a usted que le ayude a mudarse de casa. Hay que mover muchas cajas, algunas relativamente ligeras y otras tan pesadas que solo pueden llevarse entre dos personas. Su amigo le dice cuáles quiere que cargue. No le va a pedir que levante las cajas pesadas usted solo, pues no desea que se lastime cargando un peso superior a sus fuerzas. Lo mismo ocurre con nuestro amoroso Dios. Él no nos pide imposibles (Deuteronomio 30:11-14). Nunca nos manda cargar con un peso excesivo.

Jehová comprende hasta dónde podemos llegar, pues “conoce bien la formación de nosotros, y se acuerda de que somos polvo” (Salmo 103:14).

Los mandamientos de Jehová no son para nada pesados; lo único que buscan es nuestro bien (Isaías 48:17). Moisés dijo a los israelitas que debían “poner por obra todas estas disposiciones [...] de temer a Jehová nuestro Dios”. Y luego indicó la razón: “[Es por] nuestro bien siempre, para que nos mantengamos vivos” (Deuteronomio 6:24).

Nosotros también podemos estar seguros de que las leyes divinas son siempre para provecho nuestro, para que seamos felices eternamente. Y es lógico que sean tan beneficiosas. ¿Por qué? Porque proceden de Jehová, y él sabe lo que más nos conviene, ya que es infinitamente sabio (Romanos 11:33). Además, él es el amor en persona (1 Juan 4:8). Como el amor es parte esencial de Dios, está presente en todo lo que hace y dice, lo que incluye todos sus mandamientos.

Pero eso no quiere decir que obedecer a Dios sea fácil. Tenemos que luchar contra la influencia de este mundo corrupto, que “yace en el poder del inicuo” (1 Juan 5:19). También tenemos que pelear con nuestra propia imperfección, que nos incita a violar las leyes divinas (Romanos 7:21-25). Pero en esta batalla puede triunfar el amor a Dios.

Jehová bendice a quienes están decididos a obedecerle por amor. De hecho, da “espíritu santo a los que le obedecen como gobernante” (Hechos 5:32). Y ese espíritu produce en nuestro interior un fruto maravilloso: excelentes cualidades que, a su vez, nos ayudan a seguir obedeciendo a Dios (Gálatas 5:22, 23).

Estudiaremos los principios y las normas morales de Jehová, así como muchas otras indicaciones de lo que él quiere que hagamos. Al realizar este examen, debemos tomar en cuenta varios hechos importantes.

Primero, que Jehová nunca nos obliga a obedecer sus leyes y principios; él quiere que hagamos su voluntad porque nos nace del corazón.

Segundo, que Jehová nos ofrece un modo de vida que trae consigo muchas bendiciones en la actualidad y vida eterna en el futuro.

Y por último, que obedecer a Jehová de todo corazón es una magnífica manera de demostrarle cuánto lo queremos.

Para ayudarnos a decidir si algo está bien o está mal, Jehová nos ha hecho a todos un regalo: la conciencia. No obstante, si queremos que esta facultad nos oriente bien, tenemos que educarla.

Porción del libro "Manténganse en el amor de Dios" el cual también puede descargarse en audio libro. Publicado por los testigos de Jehová.