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sábado, 4 de enero de 2014

La incredulidad moderna... ¿debería continuar la búsqueda? (Segunda parte)

El transigir fatal

¿Qué hicieron las iglesias al verse bajo el ataque y escrutinio de la ciencia y la filosofía? No se declararon a favor de lo que la Biblia enseña, sino que cedieron a la presión y transigieron hasta en artículos de fe tan fundamentales como el de que todo ha sido creado por Dios y la autenticidad de la Biblia. ¿Qué resultado tuvo esto?

Las iglesias de la cristiandad empezaron a perder credibilidad, y la fe de muchas personas decayó. El que las iglesias ni siquiera se defendieran abrió de par en par las puertas para que las masas de la humanidad salieran de ellas. Para muchos la religión pasó a ser solo una reliquia sociológica, algo para marcar los puntos importantes de la vida de uno: el nacimiento, el matrimonio y la muerte.

Muchos abandonaron casi por completo la búsqueda del Dios verdadero.


En vista de todo esto, es lógico preguntar: ¿Será cierto que la ciencia y la filosofía han condenado a muerte el creer en Dios? ¿Significa el fracaso de las iglesias el fracaso de lo que supuestamente enseñan, a saber, la Biblia? En otras palabras: ¿Debería continuar la búsqueda? Examinemos brevemente estas cuestiones.

Se ha dicho que hay dos libros que nos hablan de la existencia de Dios: el “libro” de la creación, o la naturaleza que nos rodea, y la Biblia.
 
Estos han sido la base para que millones de personas, en el pasado y en el presente, crean en Dios. Por ejemplo, un rey del siglo XI a.E.C., impresionado por lo que observaba en los cielos estrellados, dijo en poesía: “Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando”. (Salmo 19:1.)

En el siglo XX, ante la vista espectacular que le presentaba la Tierra al observarla desde su vehículo espacial mientras este giraba alrededor de la Luna, un astronauta se sintió impulsado a recitar: “En el principio Dios creó el cielo y la tierra”. (Génesis 1:1, KJ.)
Sin embargo, estos dos libros están bajo ataque por los que afirman que no creen en Dios. Estas personas dicen que la investigación científica del mundo que nos rodea ha probado que la vida llegó a existir, no por creación inteligente, sino por el azar ciego y el proceso fortuito de evolución.

Alegan, pues, que no ha habido Creador alguno, y que, por consiguiente, de nada vale hablar de Dios. Además, para muchos de ellos la Biblia sencillamente es anticuada e ilógica, y, por lo tanto, no merece que se crea en ella. Como se ve, para ellos ya no hay base para creer en la existencia de Dios. ¿Es verdad todo eso? ¿Qué muestra la realidad?

¿Por azar, o por diseño?


Si no ha habido Creador, entonces la vida tiene que haber empezado espontáneamente por casualidad.

Para que la vida hubiera surgido así, de alguna manera las sustancias químicas apropiadas tendrían que haberse juntado en las cantidades debidas, bajo la temperatura y la presión apropiadas —además de otros factores controladores—, y todo tendría que haberse mantenido así por la cantidad correcta de tiempo.

Además, para que la vida hubiera empezado y se hubiera sostenido en la Tierra, estos acontecimientos al azar tendrían que haberse repetido miles de veces. Pero ¿cuán probable es que tuviera lugar siquiera uno de estos sucesos?

Los evolucionistas confiesan que la probabilidad de que los átomos y las moléculas apropiadas se juntaran debidamente para formar tan solo una molécula proteínica sencilla es de 1 en 10113, es decir, 1 seguido de 113 ceros.

¡Ese número es mayor que la cantidad total de átomos que se calculan para todo el universo!

Los matemáticos consideran que cualquier suceso que tenga una probabilidad de ocurrir de menos de 1 en 1050 nunca sucede.

Pero para la vida se necesita mucho más que simplemente una molécula de proteína. Tan solo para que una célula se mantenga activa se necesitan 2.000 diferentes proteínas,

¡y la probabilidad de que todas ellas se presenten al azar es de solo 1 en 1040.000!


“A no ser que uno se deje dominar por el prejuicio, sea debido a creencias sociales o debido a educación científica, de modo que acepte la convicción de que la vida se originó espontáneamente en la Tierra, este simple cálculo desestima tal idea completamente”, dice el astrónomo Fred Hoyle.

Por otra parte, por su estudio del mundo físico —desde las diminutas partículas subatómicas hasta las enormes galaxias— los científicos han descubierto que parece que todos los fenómenos naturales conocidos siguen ciertas leyes fundamentales.

En otras palabras, han descubierto lógica y orden en todo lo que sucede en el universo, y han podido expresar esta lógica y orden en términos matemáticos sencillos.

“Pocos son los científicos a quienes no impresiona la casi irrazonable sencillez y elegancia de estas leyes”, escribe un profesor de física, Paul Davies, en la revista New Scientist.
Sin embargo, un hecho muy interesante sobre estas leyes es que en ellas hay ciertos factores cuyo valor tiene que estar fijado con precisión para que sea posible la existencia del universo como lo conocemos. Entre estas constantes fundamentales están la unidad de carga eléctrica del protón, las masas de ciertas partículas elementales y la constante universal de gravitación descubierta por Newton, comúnmente denotada por la letra G.

Sobre esto, el profesor Davies continúa expresándose así: “La más mínima variación en los valores de algunas de ellas alterarían drásticamente la apariencia del Universo. Por ejemplo, Freeman Dyson ha indicado que si la fuerza entre los nucleones (protones y neutrones) fuera más fuerte por un porcentaje pequeño, el Universo carecería de hidrógeno.

No podrían existir estrellas como el Sol, y lo mismo se diría del agua. La vida —por lo menos como la conocemos— sería imposible. Brandon Carter ha mostrado que cambios mucho menores en G harían que todas las estrellas fueran o gigantes azules o enanas rojas, lo cual también tendría consecuencias desastrosas para la vida”.

¿Qué hemos de deducir de todo esto?

Primero, que si el universo está gobernado por leyes, entonces tiene que existir un legislador inteligente que haya formulado o establecido las leyes.

Además, puesto que parece que las leyes que rigen el funcionamiento del universo se hicieron pensando en que hubiera vida y las condiciones favorables para sostenerla, claramente hay propósito implicado.

Diseño y propósito... estas no son características del azar ciego; son precisamente lo que un Creador inteligente manifestaría.

Y eso es exactamente lo que la Biblia indica cuando declara: “Lo que puede conocerse acerca de Dios está entre ellos manifiesto, porque Dios se lo ha puesto de manifiesto. Porque las cualidades invisibles de él se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad”. (Romanos 1:19, 20; Isaías 45:18; Jeremías 10:12.)


Porción del capítulo 14 del libro "El hombre en busca de Dios" publicado por los Testigos de Jehová" en el año 1990. Puede interesarle el tema: "Lo que nadie le ha dicho sobre la creación", tambien disponible en audio