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martes, 31 de diciembre de 2013

Con la ayuda de Jehová, logramos sobrevivir bajo gobiernos totalitarios (Parte 2/2)

Continuación de la experiencia relatada por Henryk Dornik
En el campo de concentración

Fui transferido al campo de concentración de Gross Rosen, en la región de Silesia. Me asignaron un número de prisionero y me dieron un triángulo violeta que me identificaba como testigo de Jehová. Entonces, los guardias de las SS me hicieron una oferta inesperada: sacarme del campo e incluso hacerme oficial del ejército nazi. Pero había una condición. “Debes renunciar a esas ideas subversivas de los Estudiantes de la Biblia”, me dijeron.

Nadie más recibió semejante oferta. De hecho, solo a los testigos de Jehová se nos daba la oportunidad de salir. Pero, al igual que muchísimos otros, rechacé categóricamente tal “honor”, a lo que los guardias respondieron: “¿Ves esa chimenea? Es de un crematorio. Piénsalo bien, porque si no aceptas, es por ahí por donde saldrás del campo”. De nuevo me negué con firmeza a aceptar, y en ese preciso momento sentí cómo me invadía “la paz de Dios que supera a todo pensamiento” (Filipenses 4:6, 7).

Le pedí a Jehová que me dejara encontrar a los hermanos en el campo, y él respondió mi oración. Así fue que encontré a Gustaw Baumert, un hermano fiel que cuidó de mí con amor y ternura. Ciertamente, Jehová, “el Dios de todo consuelo”, resultó ser para mí un “Padre de tiernas misericordias” (2 Corintios 1:3).

A los pocos meses, el avance de las tropas rusas obligó a los nazis a evacuar el campo. Antes de partir, los hermanos decidimos —a riesgo de nuestras propias vidas— ir a las barracas de las mujeres para ver cómo se encontraban nuestras hermanas en la fe. Eran unas veinte, y entre ellas estaban Elsa Abt y Gertrud Ott. En cuanto nos vieron, corrieron hacia nosotros e intercambiamos palabras de ánimo, tras lo cual se pusieron a cantar aquel cántico del Reino que decía: “Los que son fieles, los que son leales, no dan lugar al temor”. Ninguno de nosotros pudo contener las lágrimas.

Se nos envía a otro campo de concentración
Los nazis nos metieron en vagones de carbón. En cada vagón viajábamos entre cien y ciento cincuenta prisioneros; íbamos apretujados, sin agua ni comida. Tuvimos que soportar un frío cortante y lluvias heladas; además, la sed y la fiebre nos atormentaron todo el viaje. Las piernas y las articulaciones se me hincharon tanto que no podía mantenerme de pie.

Conforme los prisioneros exhaustos y enfermos morían, los vagones se fueron vaciando. Aquellos diez días de pesadilla redujeron la cantidad de prisioneros a un puñado, pero, por sorprendente que parezca, ninguno de los hermanos murió. Finalmente, llegamos al campo penitenciario de Mittelbau-Dora, en Nordhausen, cerca de la ciudad de Weimar, en Turingia.

Apenas empezaba a reponerme del viaje cuando se desató una epidemia de disentería en el campo y me contagié, igual que otros hermanos. Se nos recomendó que dejáramos de tomar las sopas que nos servían y que solo comiéramos pan tostado por un tiempo. Hacer eso me ayudó a recuperarme.

En marzo de 1945 nos enteramos de que el texto de ese año era Mateo 28:19: “Id, pues, y haced discípulos entre todas las naciones” (Versión Moderna). Hasta ese momento habíamos creído que la segunda guerra mundial llevaría al Armagedón, pero este texto nos hizo pensar que pronto saldríamos de los campos para seguir predicando las buenas nuevas. ¡Cuánta alegría y esperanza sentimos! Jehová ciertamente nos fortaleció para soportar aquellos tiempos tan difíciles.

Salimos de los campos de concentración
El 1 de abril de 1945, las fuerzas aliadas bombardearon los barracones de las SS, así como nuestro campo, que estaba al lado. Hubo muchos muertos y heridos. Al día siguiente sufrimos otro bombardeo, pero esta vez más intenso. Durante ese ataque, una poderosa explosión me arrojó por los aires.
Al ver que yo había quedado sepultado bajo los escombros, el hermano Fritz Ulrich vino en mi auxilio y empezó a escarbar, esperando hallarme con vida. Finalmente me encontró inconsciente y me sacó de allí. Cuando recobré el conocimiento, me di cuenta de que tenía graves heridas en el rostro y el cuerpo.

La explosión me había dañado los tímpanos, por lo que tampoco podía oír. Tardé muchos años en curarme por completo de los oídos.

De los miles de prisioneros que había en el campo, solo unos cuantos sobrevivimos al bombardeo. Por desgracia, también murieron algunos de nuestros hermanos, como Gustaw Baumert, al que todos queríamos tanto. A mí se me infectaron las heridas, lo que me produjo una fiebre altísima.

Para colmo, los cadáveres en plena descomposición provocaron una epidemia de tifus y me contagié. Afortunadamente, las tropas aliadas no tardaron en encontrarnos y liberarnos.

A los enfermos nos llevaron a un hospital, pero a pesar de los esfuerzos de los médicos, solo tres logramos sobrevivir. Me sentí muy agradecido a Jehová por haberme ayudado a permanecer fiel durante ese período tan difícil y por haberme rescatado de la “sombra profunda” de la muerte (Salmo 23:4).

¡Por fin regreso a casa!

Tras la rendición alemana, quise regresar a casa cuanto antes, pero me resultó más complicado de lo que creía. Un grupo de antiguos prisioneros del campo que pertenecían a Acción Católica me reconocieron y se me echaron encima mientras gritaban: “¡Matémoslo!”.

Sin embargo, pude salvar la vida gracias a un hombre que pasaba por allí y que acudió en mi ayuda. Tardé mucho en restablecerme de ese salvaje ataque, ya que estaba herido y el tifus me había dejado muy debilitado. Con todo, logré volver a casa. Mi familia no cabía en sí de alegría al verme, pues creían que había muerto. ¡Qué feliz me hizo poder reunirme con ellos!

Pronto estábamos predicando de nuevo, y muchas personas sinceras que buscaban la verdad respondieron a nuestro mensaje.
Recibí la tarea de suministrar publicaciones bíblicas a las congregaciones.

Un grupo de hermanos y yo tuvimos el privilegio de reunirnos en Weimar con representantes de la sucursal de Alemania, tras lo cual trajimos a Polonia los primeros números de La Atalaya que aparecieron en la posguerra.

De inmediato se inició la traducción, se prepararon los clichés de mimeógrafo y se imprimieron los primeros ejemplares. Cuando nuestra oficina de Łódź asumió la supervisión de la predicación en Polonia, las congregaciones comenzaron a recibir las publicaciones de manera regular.

Yo empecé a servir de precursor especial, o evangelizador de tiempo completo, y recorrí el vasto territorio de Silesia, gran parte del cual había pasado a manos de Polonia.

Sin embargo, en poco tiempo nos convertimos de nuevo en objeto de persecución, esta vez por parte del recién formado gobierno comunista de Polonia. En 1948 me sentenciaron a dos años de cárcel debido a mi postura neutral. Allí tuve la oportunidad de ayudar a muchos prisioneros a conocer mejor a Dios. Uno de ellos se puso de parte de la verdad, se dedicó a Jehová y se bautizó.

En 1952 me mandaron de nuevo a prisión, pero esta vez acusado falsamente de ser espía de Estados Unidos. Mientras esperaba a ser juzgado, me mantuvieron aislado y me interrogaron día y noche. Pero Jehová volvió a librarme de mis perseguidores, y esa fue la última ocasión en que sufrí tales maltratos.

¿Qué me ayudó a aguantar?


Al mirar atrás a todos esos años de pruebas y sufrimientos, veo con claridad de dónde saqué las fuerzas para aguantar. Antes que nada, están Jehová y su Palabra, la Biblia. Las súplicas fervientes al “Dios de todo consuelo” y el estudio diario de su Palabra nos ayudaron a mí y a otros hermanos a mantener viva nuestra espiritualidad.

Mi esposa, Maria, también resultó ser una bendición de Jehová. Nos casamos en octubre de 1950 y tuvimos una hija, Halina, a quien enseñamos a amar a Jehová. Maria y yo estuvimos casados durante treinta y cinco años, hasta que ella murió tras una larga y penosa enfermedad.

Su muerte me llenó de tristeza y dolor. Pero si bien es cierto que por un tiempo me sentí ‘derribado’, no fui ‘destruido’ (2 Corintios 4:9). Durante ese difícil trance recibí el apoyo y la compañía de mi querida hija, de su esposo y de mis nietos. Todos ellos sirven fielmente a Jehová.

Desde 1990 he estado sirviendo en la sucursal de Polonia. Me siento dichoso de poder disfrutar a diario de la compañía de esta maravillosa familia Betel. Mi salud se ha deteriorado con los años y en ocasiones me hace sentir como un águila cansada que tiene que dejarse llevar por el viento.

No obstante, sigo “cantando a Jehová, porque me ha tratado recompensadoramente” hasta el día de hoy (Salmo 13:6). Tengo buenas razones para mirar al futuro con confianza, y espero con anhelo el día en que Jehová deshaga todo el daño que ha causado el opresivo dominio del Diablo.


Relato aparecido en la revista "La Atalaya" con fecha 01 de Septiembre del 2007. Puede descargar y leer mas experiencias fortalecedoras en el "Anuario de los Testigos de Jehová 2013"
El Cántico del que se habla, era el número 101 del cancionero Songs of Praise to Jehovah (Cánticos de alabanza a Jehová), publicado en 1928 por los testigos de Jehová.

Something About You (Level 42)


Now, how can it be

That a love carved out of caring
Fashioned by fate could suffer so hard
From the games played once too often
But making mistakes is a part of life's imperfection
Born of the years
Is it so wrong to be human after all?

Drawn into the stream of undefined illusion
Those diamond dreams, they can't disguise the truth

That there is something about you, baby, so right
I wouldn't be without you, baby, tonight

If ever our love was concealed
No-one can say that we didn't feel
A million things and a perfect dream of life
Gone, fragile but free
We remain tender together
If not so in love
And it's not so wrong; we're only human after all

These changing years, they add to your confusion
Oh and you need to hear the time that told the truth

You know, there's something about you, baby, so right
I wouldn't be without you, baby, tonight
Because there's something about you, baby, so right
I couldn't live without you, baby, tonight

Something about you, the way you are, so right
I wouldn't be without you here tonight
There's something about you, the way you are so right
I couldn't live without you here tonight



Hay algo en ti

Ahora, ¿cómo pudo suceder?

Que un amor formado con cuidado
Forjado por el destino pudiera sufrir tanto
Pues con tanta frecuencia
Cometer errores es una parte de la vida imperfecta
Con los años
¿Es tan malo ser humano después de todo?

Dibujados en la corriente de los sueños interminables

Esos sueños cristalinos, no pueden ocultar la verdad

Que hay algo en ti, nena, es cierto
Yo soy nada sin ti, nena, en esta noche

Si alguna vez nuestro amor estaba ocultó
Nadie puede decir que no lo sentimos
Millones de cosas y sueños perfectos de vida
Se fueron, frágiles pero libres
Seguimos sintiendo ternura tu y yo
Si no es así el amor
No es nada malo, sólo somos humanos, después de todo

En estos años hemos cambiado, con algo mas de confusión

Ah, y lo que necesitamos saber es que decimos la verdad

Sabes, hay algo en ti, nena, es cierto
Yo soy nada sin ti, nena, esta noche
Porque hay algo en ti, nena, es verdad
No podría vivir sin ti, nena, esta noche

Hay algo en ti, en tu forma de ser, es cierto
Yo no estaría aquí buscándote esta noche
Porque hay algo en ti, en como eres, es verdad
Que no podría vivir sin ti esta noche

lunes, 30 de diciembre de 2013

La incredulidad moderna... ¿debería continuar la búsqueda? (Primera parte)

Capítulo 14
“Los seres humanos ya no se interesan en Dios como acostumbraban hacerlo. Cada vez lo recuerdan menos en la vida cotidiana y al tomar decisiones. [...] Dios ha sido reemplazado por otros valores: los ingresos y la productividad. Puede que en otro tiempo se le considerara la fuente de significado para toda actividad humana, pero hoy ha sido relegado a lo recóndito y oscuro de la historia. [...] Dios ha desaparecido de la conciencia de los seres humanos.”—The Sources of Modern Atheism (Las fuentes del ateísmo moderno).

POCOS años atrás Dios todavía era parte importante de la vida de la gente del mundo occidental. Para ganarse aceptación social uno tenía que evidenciar que creía en Dios, aunque no todo el mundo pusiera en práctica sinceramente lo que afirmara creer. Uno guardaba para sí, discretamente, cualesquiera dudas o incertidumbres. Expresarlas en público sería escandaloso, algo que pudiera invitar la censura de otros.

Sin embargo, hoy es al revés. Para muchos, el que tiene fuertes convicciones religiosas es una persona de mente estrecha, dogmática, hasta fanática. En muchos países vemos que predomina la indiferencia o la falta de interés en lo que respecta a Dios y la religión.

La mayoría de la gente ya no busca a Dios, pues o no cree que exista o no está segura de ello. Algunos hasta han usado el término “era postcristiana” para describir nuestra época. Por lo tanto, tenemos que hacer algunas preguntas: ¿Cómo sucedió que la idea de Dios llegara a estar tan alejada de la vida de la gente? ¿Qué fuerzas produjeron este cambio? ¿Hay razones sólidas para seguir buscando a Dios?

Resultado inesperado de la Reforma


La Reforma protestante del siglo XVI causó un marcado cambio en la manera como la gente consideraba la autoridad, fuera religiosa o de otra índole. La agresividad y la libertad de expresión tomaron el lugar de la conformidad y la sumisión.

Aunque la mayoría de la gente permaneció dentro de la estructura de la religión tradicional, hubo personas que siguieron líneas de pensamiento más radicales y pusieron en tela de juicio los dogmas y las enseñanzas fundamentales de las iglesias establecidas.

Otras, notando el papel que la religión había desempeñado en las guerras, los sufrimientos y las injusticias a través de la historia, se hicieron escépticas en cuanto a la religión.

La ciencia y la filosofía atacan

A la fragmentación de la cristiandad por sí misma se añadieron otras fuerzas
que debilitaban su posición. La ciencia, la filosofía, la tendencia hacia la indiferencia religiosa y el materialismo desempeñaron sus papeles en hacer surgir dudas y fomentar incredulidad respecto a Dios y la religión.

El aumento del conocimiento científico puso en tela de juicio muchas de las enseñanzas eclesiásticas basadas en interpretaciones erróneas de pasajes bíblicos. Por ejemplo, descubrimientos astronómicos por hombres como Copérnico y Galileo presentaron un desafío directo a la doctrina geocéntrica (que afirmaba que la Tierra era el centro del universo) de la iglesia.

Además, con el entendimiento de las leyes naturales que rigen el funcionamiento del mundo físico, ya no fue necesario atribuir a la mano de Dios o la Providencia fenómenos que hasta entonces eran misteriosos, tales como el trueno y el relámpago, o hasta la aparición de ciertos astros y cometas.

También empezó a sospecharse de los “milagros” y de la “intervención divina” en los asuntos humanos. De súbito, Dios y la religión les parecieron anticuados a muchos, y algunos de los que se consideraban al día se apresuraron a volverle la espalda a Dios, y acudieron a adorar la ciencia.

No hay duda de que el golpe más fuerte contra la religión fue la teoría de la evolución. En 1859 el naturalista inglés Carlos Darwin (1809-1882) publicó su obra Origen de las especies y presentó un desafío directo a la enseñanza bíblica de un universo creado por Dios. ¿Cómo respondieron las iglesias? Al principio el clero de Inglaterra y de otros lugares denunció la teoría.

Pero en poco tiempo la oposición empezó a desaparecer. Parece que las suposiciones de Darwin eran precisamente la excusa que buscaban algunos clérigos que en secreto habían tenido dudas. Así, mientras aún vivía Darwin, “clérigos de pensamiento profundo y clara expresión lograron convencerse de que existía plena compatibilidad entre la evolución y un entendimiento iluminado de las escrituras”, dice The Encyclopedia of Religion.

En vez de defender la Biblia, la cristiandad cedió a la presión de la opinión científica y siguió lo que era popular. Al hacer eso, socavó la fe en Dios. (2 Timoteo 4:3, 4.)

A medida que adelantó el siglo XIX, los críticos de la religión se hicieron más atrevidos en su ataque. Ya no se contentaban con señalar los fracasos de las iglesias; empezaron a cuestionar los fundamentos mismos de la religión.

Plantearon preguntas como: ¿Qué es Dios? ¿Por qué se necesita a Dios? ¿Cómo ha afectado a la sociedad humana el creer en Dios? Hombres como Ludwig Feuerbach, Karl Marx, Sigmund Freud y Friedrich Nietzsche presentaron sus argumentos en términos filosóficos, sicológicos y sociológicos.

Teorías como las de ‘Dios es sencillamente la proyección de la imaginación del hombre’, ‘La religión es el opio del pueblo’ y ‘Dios está muerto’ parecían novedosas y excitantes en comparación con los dogmas y tradiciones aburridos e ininteligibles de las iglesias.

Parecía que finalmente muchos habían hallado una manera clara de expresar las dudas y sospechas que habían abrigado en su interior. De buena gana se apresuraron a aceptar aquellas ideas como la nueva verdad infalible.

Porción del libro "El hombre en busca de Dios" publicado por los Testigos de Jehová" en el año 1990. Puede interesarle el tema: ¿Es razonable la creencia en un creador?, tambien disponible en audio

domingo, 29 de diciembre de 2013

¿Cómo sabemos que Dios existe?


¿Se lo ha preguntado usted alguna vez . . . ?

HOY día cada vez más personas ponen el creer en Dios en segundo plano. De hecho, no pocos cuestionan hasta la existencia de Dios. En la era actual de materialismo el sentir de muchos es: ¿Cómo puedo creer en alguien a quien nunca he visto?

¿ES LÓGICO CREER SOLO EN LO QUE SE PUEDE VER?

Muchas personas contestarían que sí. Sin embargo, ¿ha visto usted alguna vez el viento? Por lo que usted ve que éste hace, sea que mueva ligeramente las ramas de un árbol o las arroje al suelo torcidas y rotas, usted está convencido de que el viento existe. Lo mismo es cierto de la electricidad. Usted puede ver lo que ésta hace —ilumina su hogar o mantiene fría la leche dentro del refrigerador— pero es invisible.

Hay muchas cosas que no podemos ver. Pero no podemos negar la existencia de éstas, porque podemos ver, sentir y oír la actividad o los resultados de estas cosas.

PERO, ¿CÓMO SABEMOS QUE DIOS REALMENTE EXISTE?

Puesto que nadie puede ver a Dios, es preciso que razonemos sobre su existencia por medio de observar las cosas que podemos ver a nuestro alrededor. Considere nuestro propio cuerpo.

Nuestro CEREBRO es una computadora de primera calidad sin igual en toda la Tierra. Un experto informa lo siguiente: “El cerebro clasifica cien millones de trocitos de información que le llegan de los ojos, los oídos, la nariz y otros puntos sensorios cada segundo. . . . Una computadora capaz de hacerse cargo del rendimiento de un solo cerebro cubriría toda la Tierra.”

Nuestros OJOS han sido descritos como cámaras fotográficas naturales. Son “cámaras fotográficas” perfectas que pueden limpiarse a sí mismas, que tienen enfoque automático y pueden tomar fotografías tridimensionales en vivos colores.

Nuestras CUERDAS VOCALES no solo pueden producir habla, sino alguna de la música más hermosa que deleita el oído humano. Las melodías que la voz humana puede producir tienen una belleza que supera por mucho a las melodías que produce un violín excelentemente construido.

La instalación de alambres eléctricos de un automóvil es de lo más primitivo cuando se compara con nuestro SISTEMA NERVIOSO. Esta amplia red transmite información hacia una multitud de nuestros órganos vitales y recibe información de ellos con una eficiencia que deslumbra a los científicos.

Quizás usted no haya visto personalmente al hacedor de una computadora, una cámara fotográfica, un violín o el sistema eléctrico de un automóvil, pero usted sabe que el diseñador de cada una de estas cosas ha existido.

La obra manual de esta persona testifica de la existencia y destreza de ésta.

Ya que nadie vacilaría en decir que cada uno de estos excelentes inventos ha tenido diseñador y hacedor, ¿no es obvio que no se pudiera decir menos de nuestro cuerpo? Hace más de 3.000 años un sabio rey hizo la siguiente observación: “De manera que inspira temor estoy hecho maravillosamente.”—Sal. 139:14.

Sí, existe un Diseñador amoroso de nuestro cuerpo que también es el Creador del universo entero. Sin embargo, a pesar de tal razonamiento lógico, algunas personas todavía dicen que Dios no existe.

¿POR QUÉ HAY TODAVÍA GENTE QUE NIEGA LA EXISTENCIA DE DIOS?

Hay una variedad de razones. La mayoría de esas personas tienen dudas debido a las siguientes preguntas:

  • ¿Cómo podría existir Dios cuando hay tanta maldad en la Tierra?
  • Si creyera en Dios ¿limitaría esto mi estilo de vida y eliminaría de mi vida todo el gozo?
  • ¿Qué hay de la hipocresía entre los que afirman que creen en Dios?
  • ¿No es ésta una creencia poco científica y pasada de moda?


¿DÓNDE HALLAR RESPUESTAS RAZONABLES?


Un ganador del premio Nobel en el campo de la ciencia declaró: “Un universo que se ha ido desenvolviendo ordenadamente testifica de la veracidad de la más majestuosa declaración que se ha expresado... ‘En el principio Dios’.” Él estaba citando las palabras de apertura del “libro de mayor venta del mundo,” la Biblia.—Gén. 1:1.

Aunque la Biblia no es un libro de texto de ciencia, contiene conocimiento científico que supera por mucho lo que se conocía durante el período en que ésta fue escrita. Debido a esto, y por otras razones, muchas personas están convencidas de que este libro fue inspirado por Dios y que por lo tanto es la manera en que él se comunica con la humanidad.—2 Tim. 3:16.

La Biblia ofrece respuestas satisfactorias a las preguntas que ya hemos mencionado. Las respuestas que la Biblia da reflejan a un Creador sabio y amoroso que tiene presente el bienestar duradero de sus criaturas. De vez en cuando la revista “¡Despertad!” considera estas preguntas y muestra cómo las respuestas bíblicas acercan a la persona a Dios y dan esperanza y significado a la vida.

Los testigos de Jehová están deseosos de ayudarle a encontrar estas respuestas en su Biblia. Le ayudarán gratuitamente a edificar su confianza no solo en la existencia de Dios, sino también en el hecho de que él puede solucionar permanentemente los muchos problemas que actualmente angustian a nuestra tierra. Con mucho gusto le mostrarán por qué están convencidos de que Dios es el Remunerador de todos “los que le buscan encarecidamente.”—Heb. 11:6.

Articulo aparecido en la revista ¡Despertad! del 22 de Agosto de 1981, puede interesarle el tema "¿Qué se requiere para entender la Biblia?"

sábado, 28 de diciembre de 2013

Con la ayuda de Jehová, logramos sobrevivir bajo gobiernos totalitarios (Parte 1/2)

Experiencia relatada por Henryk Dornik

NACÍ en el año 1926. Mis padres vivían en Ruda Ślaska, comunidad minera cercana a Katowice, en el sur de Polonia. Tenían cuatro hijos: el mayor era Bernard, luego seguía yo y al final mis dos hermanas menores, Róża y Edyta. Como papá y mamá eran católicos devotos, nos enseñaron a rezar, a ir a misa y a confesarnos y hacer penitencia.

La verdad bíblica llega a nuestro hogar

Cierto día de enero de 1937, papá regresó a casa rebosante de alegría. Traía un libro grande y grueso que le habían dado los testigos de Jehová. Dirigiéndose a nosotros, exclamó: “¡Niños, miren lo que traigo! ¡La Santa Biblia!”. A mis 10 años de edad, era la primera vez que veía una Biblia.
Los habitantes de Ruda Ślaska y sus alrededores llevaban muchos años viviendo bajo el dominio de la Iglesia Católica. Los curas estaban en muy buenos términos con los dueños de las minas y exigían obediencia absoluta de los mineros y sus familias. Si algún trabajador se negaba a ir a misa o a confesarse, se le tachaba de hereje y era despedido de la mina.

Mi padre pronto se vio ante tal amenaza, pues había empezado a reunirse con los testigos de Jehová. No tardamos en recibir la visita de un sacerdote; pero papá se enfrentó a él y puso al descubierto su hipocresía frente a todos nosotros. El sacerdote, humillado, prefirió no buscarse más problemas, y papá pudo conservar su empleo.

Yo quería conocer mejor la Biblia, y después de presenciar esa confrontación, aumentó mi deseo de hacerlo. Poco a poco creció mi amor por Jehová y llegué a tener una relación estrecha con él. Unos meses después de aquella conversación con el cura, asistimos a la Conmemoración de la muerte de Cristo. Allí presentaron a mi padre ante un grupo de unos treinta asistentes con las siguientes palabras: “He aquí un Jonadab”. Después aprendí que así se llamaba a los cristianos que tenían la esperanza de vivir en la Tierra y que su número aumentaría con el tiempo (2 Reyes 10:15-17).

“¿Entiendes el significado del bautismo, jovencito?”


Una vez que papá aceptó la verdad, dejó la bebida y se convirtió en un buen esposo y padre. Aun así, mamá no compartía sus nuevas creencias. Solía decir que lo prefería católico aunque volviera a ser como antes. Sin embargo, al iniciar la segunda guerra mundial, ella empezó a notar que los mismos sacerdotes que antes pedían por la victoria de Polonia sobre los invasores alemanes, ahora agradecían en oración las victorias de Hitler. Finalmente, en 1941, decidió servir a Jehová con nosotros.

Tiempo antes, yo les había comentado a los ancianos de la congregación que deseaba bautizarme, pero les pareció que aún era muy chico y me pidieron que esperara un poco. Más adelante, el 10 de diciembre de 1940, me reuní en un pequeño apartamento con el fiel hermano Konrad Grabowy, quien más tarde murió en un campo de concentración.

Me hizo cinco preguntas y quedó satisfecho con mis respuestas, de modo que allí mismo me bautizó. Una de las preguntas que me hizo fue: “¿Entiendes el significado del bautismo, jovencito?”. Otra pregunta fue: “¿Entiendes que debido a la guerra tendrás que escoger entre ser fiel a Hitler o a Jehová, y que tu decisión puede costarte la vida?”. Sin dudarlo, respondí: “Sí, lo entiendo”.

Comienza la persecución

¿Por qué me hizo esas preguntas tan específicas el hermano Grabowy? Pues bien, el ejército alemán había invadido Polonia en 1939, y nuestra fe e integridad estaban siendo puestas a prueba. A diario oíamos de hermanas y hermanos que eran arrestados, deportados y enviados a prisiones y campos de concentración. La tensión crecía día a día. Sabíamos que no tardaría en llegar nuestro turno.

Los nazis buscaban convertir a los más jóvenes en fervientes defensores del Tercer Reich, y mis hermanos y yo no fuimos la excepción. En repetidas ocasiones, mis padres se habían negado a anotarse en la Volkslist (una lista de quienes tenían la nacionalidad alemana o querían obtenerla), así que se les retiró la custodia sobre nosotros. Papá fue enviado al campo de concentración de Auschwitz.

En febrero de 1944, a mi hermano y a mí nos mandaron a un reformatorio de Grodków (Grottkau), cerca de Nysa. Y a mis hermanas las recluyeron en un convento católico de Czarnowasy (Klosterbrück), no lejos de Opole. Querían presionarnos para que renunciáramos a las “ideas engañosas” de nuestros padres, como las llamaban las autoridades. Mamá se quedó sola en casa.

En el patio del reformatorio se izaba la bandera nazi todas las mañanas y se nos ordenaba que la saludáramos con el brazo derecho extendido y que dijéramos “Heil Hitler”. Era una difícil prueba de fe, pero Bernard y yo nos negamos rotundamente a violar nuestros principios. Así que recibíamos palizas por lo que ellos consideraban conducta irrespetuosa.

Los guardias de las SS intentaron quebrantar nuestra moral por otros medios, pero no lo lograron. Entonces nos dieron una última advertencia: “O firman su declaración de lealtad al Estado alemán y se unen a la Wehrmacht [las fuerzas armadas], o los enviamos a un campo de concentración”.

En agosto de 1944, las autoridades recomendaron que se nos transfiriera a un campo de concentración. En su informe declararon: “Es imposible convencerlos de nada. Parecen disfrutar con el martirio. Su rebeldía constituye una amenaza para el entero reformatorio”.

Claro que yo no disfrutaba con el martirio; no obstante, me producía gran gozo saber que mis sufrimientos —todo el maltrato que estaba aguantando con valor y dignidad— se debían a que quería ser leal a Jehová (Hechos 5:41). De ningún modo hubiera podido aguantar por mí mismo los sufrimientos que estaban por venir. Orar fervientemente fue lo que me sostuvo, pues me hizo sentir muy cerca de Jehová. ¡Él fue la ayuda que tanto necesitaba! (Hebreos 13:6.)

Relato aparecido en la revista "La Atalaya" con fecha 01 de Septiembre del 2007. Puede descargar y leer mas experiencias fortalecedoras en el "Anuario de los Testigos de Jehová 2013"

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Mateo recibe la llamada

Capítulo 27

POCO después de sanar a un paralítico, Jesús sale de Capernaum y va al mar de Galilea. De nuevo vienen muchedumbres a él, y empieza a enseñarles. Al ir caminando, ve sentado en la oficina de los impuestos a Mateo, a quien también llaman Leví. Jesús le extiende la invitación: “Sé mi seguidor”.
Puede que Mateo ya esté familiarizado con las enseñanzas de Jesús, tal como lo habían estado Pedro, Andrés, Santiago y Juan cuando se les llamó. Y como ellos, Mateo responde inmediatamente a la invitación. Se levanta, deja atrás sus responsabilidades de recaudador de impuestos, y sigue a Jesús.

Después, Mateo hace un gran banquete de recepción en su casa, quizás para celebrar su llamamiento. Además de Jesús y sus discípulos, en el banquete están presentes socios anteriores de Mateo. A estos hombres por lo general los desprecian los demás judíos porque recaudan impuestos para las odiadas autoridades romanas. Además acostumbran desplegar falta de honradez al exigir de la gente más dinero que el impuesto regular.

Al ver que Jesús está en el banquete con aquellas personas, los fariseos preguntan a los discípulos de Jesús: “¿Por qué come su maestro con los recaudadores de impuestos y pecadores?”. Jesús, quien oye la pregunta, responde a los fariseos: “Las personas en salud no necesitan médico, pero los enfermizos sí. Vayan, pues, y aprendan lo que esto significa: ‘Quiero misericordia, y no sacrificio’. Porque no vine a llamar a justos, sino a pecadores”.

Parece que Mateo ha invitado a estos recaudadores de impuestos a su hogar para que puedan escuchar a Jesús y recibir curación espiritual. De modo que Jesús se asocia con ellos para ayudarles a conseguir una relación saludable con Dios. Jesús no los desprecia, como lo hacen los fariseos pagados de su propia justicia. Más bien, movido por la compasión, de hecho les sirve de médico espiritual.

Así, el que Jesús muestre misericordia a los pecadores no es una aprobación tácita de los pecados de estos, sino una expresión de la misma ternura que manifestaba para con los que estaban enfermos físicamente.

Por ejemplo, recuerde la ocasión en que él compasivamente extendió la mano y tocó a un leproso, y le dijo: “Quiero. Sé limpio”. Que nosotros también mostremos misericordia ayudando a los necesitados, y especialmente ayudándoles en sentido espiritual. (Mateo 8:3; 9:9-13; Marcos 2:13-17; Lucas 5:27-32.)

Preguntas de repaso

¿Dónde está Mateo cuando Jesús lo ve?


Mateo se encontraba realizando la recaudación de impuestos.

¿Cuál es el oficio de Mateo, y por qué desprecian otros judíos a estas personas?

Mateo es recaudor de impuestos, los Judios consideran traidores a quienes tienen este oficio porque recolectan los impuestos que exige Roma.

▪ ¿Qué queja expresan algunos contra Jesús, y cómo responde él?

Se quejan resspecto a su asociación con los pecadores. En diversas ocasiones lo culpan de gloton y de beber en exceso. En este aspecto les recuerda que a Juan el bautista lo criticaron por vivir en el desierto, no beber y comer miel silvestre y langostas. Para refutar sus acusaciones les dice que los enfermos necesitan medico.

▪ ¿Por qué se asocia Jesús con pecadores?

Para darles curación de su enfermedad espiritual; claramente menciona: los enfermos necesitan medico. Esto recalca la ncesidad de arepentirse y cambiar de vida para obtener la aprobación de Jehová Dios.


Porción del libro "El hombre más grande de todos los tiempos" descargable en pdf y audio; también puede interesarle el tema: "¿Cúando nació Jésus?".

martes, 24 de diciembre de 2013

¿Qué le está pasando a su tiempo?

‘¿AMA usted la vida?’ preguntó Benjamín Franklin hace muchos años. ‘Entonces no desperdicie el tiempo; pues de eso está hecha la vida.’

Hombres y mujeres de hoy se sienten inclinados a responder: “¿Desperdiciarlo? Lo que quisiera es hallar un poco de tiempo. ¡Me paso todo el día en lucha contra el reloj!” ¿Se siente así usted?

¿Está usted entre los centenares de millones de personas que trabajan todo el día fuera de casa? Esta solía ser principalmente la situación en que se hallaba el hombre. Pero hoy día en los Estados Unidos más de la mitad de todas las madres que tienen hijos de edad escolar tienen alguna clase de empleo.

Desde 1950 el número de mujeres “económicamente activas” por todo el mundo casi se ha duplicado, y estos 600 millones de mujeres empleadas representan actualmente una tercera parte de la mano de obra total del mundo.

Cuando llegan a casa después del trabajo no tienen el tiempo ni la energía que tenían antes para ocuparse de sus responsabilidades de familia, mucho menos para pasar ratos de ocio.

Tal vez usted sea ama de casa. ¿Significa eso que usted no trabaja? ¡De ninguna manera! No obstante, la mayoría de las amas de casa, al igual que las demás personas, están descubriendo que tienen cada vez menos tiempo para sí mismas... para lectura personal, o simplemente para estar un rato a solas. ¿Por qué? ¿Adónde se está yendo el tiempo?

Es interesante el hecho de que el aumento en la cantidad de posesiones materiales es un gran factor en esto. ¿Cómo se explica tal cosa?

Sea que usted compre un nuevo aparato de televisión o una nueva casa, eso le cuesta a usted no solo dinero, sino también tiempo. En el caso de muchas personas, el tiempo que se requiere para cuidar de posesiones materiales es un “precio oculto” que ellas pagan sin percatarse a cabalidad de ello. Pero es un precio que se paga de varias maneras.

El conseguir dinero exige tiempo

Cuando uno trabaja para un patrono, suele hacerlo por cierta cantidad de horas al día a cambio de dinero. Uno da tiempo suyo a cambio de dinero. La mayoría de las posesiones materiales se obtienen con dinero, de modo que cuantas más posesiones desee uno, tanto más dinero tiene que ganar por ellas.

Si usted sinceramente quiere tener más tiempo para otras cosas, es necesario que considere detenida y cuidadosamente las horas que dedica a ganar dinero. Entonces pregúntese: ‘¿Valen ese tiempo las posesiones que obtengo en cambio?
¿Son todas ellas realmente necesarias?’

Algunas personas están efectuando cambios, sobre los cuales le explicaremos más adelante. Pero primero evaluemos otros costos ocultos.

El gastar dinero toma tiempo

Para determinar cuál es realmente la mejor compra, se necesita tiempo. Cuando es cuestión de comprar aparatos o muebles para la casa, se pueden pasar partes de varios días comparando marcas antes de hacer una selección.

¿Qué puede hacerse en cuanto a este costo oculto? Gastar el dinero descuidadamente no es buena solución, pero el tiempo que se dedica a comprar artículos necesarios puede reducirse. ¿Cómo? Por medio de preparar una lista de lo que se quiere comprar.

Al ir de compras en busca de artículos de importancia, usted podría beneficiarse del ejemplo de un ama de casa joven que dijo: “Dije a mi esposo que yo quería comprarme una sartén eléctrica. Al cabo de dos semanas, él no podía comprender por qué todavía no la había comprado.

Yo no estaba dedicando tiempo a buscarla, pero la tenía presente. En toda ocasión en que estaba en una tienda por otro motivo, siempre echaba un vistazo a las sartenes eléctricas. Finalmente, después de un mes, entré en una tienda de productos farmacéuticos y misceláneos ¡y allí estaba mi sartén! Exactamente lo que yo quería, pero a mitad de lo que costaba en otras tiendas.” La paciencia valió la pena, pero exigió muy poco tiempo adicional. Considere otro costo oculto de las posesiones materiales:

Sus posesiones exigen mantenimiento


Claro que usted necesita un lugar donde vivir. Pero ¿qué clase de vivienda necesita? Si su hogar es alquilado, muchos de sus problemas de mantenimiento recaen sobre el dueño. Pero si usted es el dueño va a gastar su propio dinero y su propio tiempo.

Sin embargo, después de sacar el cálculo, muchas familias han concluido que, a la larga, les sería más económico comprar una casa que continuar pagando alquiler. Pero no se engañe pensando que a fin de determinar cuánto tiempo le tomará el salir ganando, todo lo que usted tiene que hacer es comparar el costo del alquiler con el precio de comprar una casa. Como dueño, usted tendrá que encargarse de los impuestos de propiedad, y éstos no terminan una vez que se haya pagado la hipoteca.

La mayoría de las casas requieren que se les pinte cada tres a cinco años. Dentro de 15 años puede necesitarse un nuevo techo. Las calderas tienen que limpiarse con regularidad. Hay que luchar contra las plagas. No es raro que surjan problemas respecto al alcantarillado. Y esto es solo el principio. Por la mayor parte, los que son dueños de casa admiten con presteza que en el hogar siempre hay algo exigiéndoles tiempo y dinero.

Sin embargo, a pesar de todos estos factores, puede ser que usted concluya que el ser dueño de su propia casa es lo mejor para usted. Pero ¿de qué tamaño debe ser la casa? Si usted realmente quiere tener más tiempo para actividades a las cuales usted ahora frecuentemente está dedicando menos tiempo del que quiere dedicarles, esto merece su consideración.

Si se muda a una casa grande para impresionar a otras personas, va a pagar un precio alto... no solo por la propiedad, sino también en términos del tiempo que necesitará para mantener limpio y en buenas condiciones el hogar. Además, muchos padres llegan a darse cuenta de que, una vez que los hijos crecen, ya no necesitan una casa muy grande. Esas personas se mudan a una morada más modesta para tener menos quehaceres, menos trabajo de mantenimiento, y más tiempo para otras actividades. Otro factor, que frecuentemente se pasa por alto, es éste:

Toma tiempo usar los bienes que usted compra

Supóngase que usted quiera comprar un nuevo televisor. Aparte del comer, el ver programas de televisión es la actividad primordial de los ratos de ocio de los estadounidenses, pues consumen en ello hasta el 45 por ciento de su tiempo libre. Además, ellos no son los únicos que tienen este problema. Tal vez usted ya se haya dado cuenta de que da demasiado de su tiempo a ver televisión, pero pocas personas se dan cuenta del mucho tiempo que dedican a la televisión, a no ser que personalmente hayan llevado la cuenta de ello. Haga la prueba.

Si usted, como la mayoría de las personas, quiere tener más tiempo libre, tal vez sería bueno empezar por controlar el tiempo que pasa ante la televisión. El simplemente desenchufar la televisión podría permitirle 20 ó más horas semanalmente para dedicar a otros asuntos... ¡ésta es una ganancia en horas que equivale a la mitad del tiempo que usted probablemente pasa en su empleo!

Pero hay modos sencillos de controlar la televisión y de limitar los efectos de ésta en usted y su familia. Para muchas familias ha sido útil revisar los programas de televisión para la semana que se avecina y decidir como familia lo que verán. El adherirse a su decisión da a todos más tiempo para otras actividades.

Por supuesto, el mismo principio se puede aplicar a otras posesiones. El utilizarlas requiere tiempo. Por lo tanto, antes de hacer cualquier compra, considere la cantidad de tiempo que tendrá que dedicar a su nueva posesión para que ésta le sea significativa. ¿De dónde va a sacar el tiempo para ella? ¿Es así como usted realmente quiere usar su tiempo?

No olvide, como dijo Ben Franklin, que el tiempo es ‘de lo que está hecha la vida.’ Si uno da todo su tiempo a cambio de dinero, si pasa todo su tiempo trabajando día y noche, la calidad de su vida será infeliz.

Si uno permite que las posesiones materiales consuman todo su tiempo, se hace frívolo, sus relaciones con otros seres humanos sufren, así como su aprecio a los valores espirituales.

En cambio, si uno insiste en separar tiempo para asuntos verdaderamente importantes, su vida adquiere significado profundo y uno halla mayor felicidad.

Artículo de la revista ¡Despertad! del 22 de Enero de 1981, editada y publicada por los Testigos de Jehová. Vea la revista ¡Despertad! de Febrero del 2014, con el tema de portada: "Cómo invertir sabiamente el tiempo" 

domingo, 22 de diciembre de 2013

Cántico 69: Hazme conocer tus caminos

Tus propias manos me han hecho, y procedieron a fijarme sólidamente. Hazme entender, para que aprenda tus mandamientos.
(Basado en Salmo 119:73)

Nos has invitado a tu casa, Señor;
venimos a oír tu enseñanza.
Tu ley es el sol que nos ilumina,
nos llena de fe y esperanza.

Hazme saber tus sendas, oh Jehová;enséñame a hacer tu voluntad.Tu hermosa voz atento escucharé;de tus caminos nunca me saldré.

2. Beber de tu sabiduría, Jehová,
es un verdadero deleite.
Gozar de tu luz es nuestro consuelo,
es un exquisito banquete.

Hazme saber tus sendas, oh Jehová;enséñame a hacer tu voluntad.Tu hermosa voz atento escucharé;de tus caminos nunca me saldré.
(Véanse también Éxo. 33:13; Sal. 1:2; 25:4; 119:27, 35, 73, 105.)

Se puede descargar el archivo en mp3, que es parte de Cantemos a Jehová (coro y orquesta) disco 2, Así como El libro de canticos. con las letras y partituras.

¿Se le ha fijado tiempo para morir?


¿Se ha preguntado usted alguna vez . . . ?

¿NO HA oído usted con frecuencia la declaración: “Cuando a uno le llega la hora, sencillamente se tiene que ir”? O, ¿no ha dicho usted, después de haber escapado de la muerte por un pelo: “Supongo que todavía no me había llegado la hora”? Tales expresiones reflejan una creencia en lo que se llama el “destino,” el creer que el patrón de vida de uno y el tiempo de su muerte están predestinados y que nada se puede hacer para cambiar esas cosas.

¿PUEDE LA CREENCIA EN EL DESTINO AFECTAR LA MANERA EN QUE LA GENTE VIVE?


Seguramente que sí. Por ejemplo, muchos soldados creen sinceramente lo que en una ocasión escribió el comandante militar Napoleón Bonaparte: “Nuestra hora está marcada, y nadie puede tener un momento de vida que pase de lo que el destino ha predestinado.”

Hombres que pensaban así estaban deseosos de entrar en batalla, y hasta tomaban riesgos innecesarios debido a que pensaban que no tendrían que enfrentarse a la muerte ni un momento antes de lo que lo harían si se hubieran quedado en casa. Pero, ¿cree usted realmente que en el campo de batalla exista la misma seguridad que en el hogar?

Como se ve, esto puede afectar la manera en que vivimos. Puede impulsarnos a tomar riesgos innecesarios, al hacernos creer que el día de nuestra muerte ya ha sido fijado y que nada puede alterar eso.

¿TIENE SENTIDO CREER EN EL DESTINO?

A algunas personas les parece que no. Razonan, por ejemplo, que sería muy innecesario el tomar medida de seguridad alguna si todo lo que le sucediera a uno estuviera predestinado. Sin embargo, las medidas de seguridad, como las de usar el cinturón de seguridad en los automóviles y el reducir los límites de velocidad, han reducido la cantidad de muertes que ocurren en las carreteras.

Se calcula que, de cada cuatro accidentes automovilísticos, tres pudieran haberse evitado si los automovilistas hubieran ejercido el cuidado apropiado; por lo tanto, accidentes de esa índole no “tenían” que ocurrir. Mucho depende de cómo conduce uno su automóvil.

A menudo sucede como dice la Biblia: “Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará.”—Gál. 6:7.

Ciertas cosas, como la oración, dejarían de tener sentido si todo estuviera predestinado.
Por ejemplo, un hombre que estaba gravemente enfermo recibió la visita de un vecino que creía firmemente en la predestinación. El visitante ofreció pronunciar una oración para que el enfermo no muriera. Pero el enfermo le preguntó: “¿Crees tú que la hora de mi muerte ya está fija?” “Pues, sí,” respondió el otro afirmativamente. “Pues bien, si me ha llegado la hora sería inútil que hicieras una oración, y si la hora no me ha llegado, ciertamente no hay necesidad alguna de orar.” ¿No concuerda usted con eso?

¿FOMENTA LA BIBLIA LA CREENCIA EN EL DESTINO?

No. En vez de indicar que a cada persona se le haya predestinado el día de su muerte, la Biblia dice que “el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos.” (Ecl. 9:11) Sí, un “suceso imprevisto” puede ocurrirle a cualquier persona. Si sucede que alguien está en un lugar no conveniente a una hora no conveniente, podría enfrentarse a un accidente fatal. No es que ésta haya sido la “hora” predestinada para esa persona, sino que ocurrió algo “imprevisto” o por casualidad.

Pero, ¿qué hay de la declaración bíblica de Eclesiastés 3:1, 2? ¿No prueba esta declaración que a cada hombre se le ha fijado el tiempo u hora de su muerte? Dice: “Para todo hay un tiempo determinado, aun un tiempo para todo asunto bajo los cielos: tiempo para nacimiento y tiempo para morir.”
 
¿Significa esto que el tiempo de nacer y el tiempo de morir ya han sido fijados de antemano para cada persona? Recuerde, fue este mismo escritor bíblico quien dijo que el ‘tiempo y el suceso imprevisto acaecen a toda persona.’
Entonces, ¿qué quiso decir el escritor?
 
Él sencillamente está comentando sobre el ciclo continuo de la vida
y de las actividades que se efectúan durante ésta. Usted mismo ha observado que hay un tiempo en que las personas edifican y un tiempo en que derriban; un “tiempo de llorar y tiempo de reír,” y así sucesivamente. (Ecl. 3:1-8) De la misma manera, una mujer queda encinta, y cuando el tiempo llega, da a luz. Luego llega el tiempo en que la edad avanzada, la enfermedad, o algo semejante, causa la muerte. No; no es predestinación... es simplemente el muy conocido ciclo de la vida.

Aunque Dios puede saber cuándo una persona va a morir, no predestina la hora específica de ello. Si tal fuera el caso, ¿por qué diría la Biblia: “El mismísimo temor de Jehová añadirá días, pero los años mismos de los inicuos serán acortados,” y que los inicuos “no llegarán a vivir la mitad de sus días”?—Pro. 10:27; Sal. 55:23.

A menudo, nuestro modo de vivir puede afectar la cantidad de tiempo que podamos vivir. La Biblia muestra que, en gran parte, nuestro destino está en nuestras manos.

ENTONCES, ¿CÓMO DEBEMOS VIVIR?


Debemos vivir de una manera que muestre que apreciamos la vida. Concienzudamente deberíamos tratar de dejar hábitos y tendencias hacia el descuido que definitivamente pudieran acortarnos la vida.

Además, por medio de aprender a desplegar el apropiado “temor de Jehová” podríamos añadir años a nuestra vida. ¿Cómo? Pues bien, las normas que Dios da en la Biblia pueden ayudarnos a llevar una vida moral. Esto nos ayuda a evitar una egoísta y desenfrenada búsqueda de placer, lo que puede acortar nuestra vida.

Es como lo declaró el sabio escritor bíblico: “No seas inicuo en demasía, ni te hagas tonto. ¿Por qué debes morir cuando no es tu tiempo?” La manera en que vivimos puede afectar la cantidad de tiempo que vivamos.—Ecl. 7:17.

Dentro de poco tiempo Dios “acortará” los años de todos los inicuos. Al tiempo fijado por él, en su “día de juicio,” él traerá una “destrucción de los hombres impíos.” Los que ‘temen a Dios’ y le obedecen, sobrevivirán para entrar en unos purificados “nuevos cielos y una nueva tierra.” Aun los que murieron prematuramente, junto con todos los que están durmiendo en los sepulcros, serán resucitados para que ellos también disfruten de una Tierra en la cual no habrá iniquidad. Dios hará provisión para que estas personas vivan para siempre, de modo que nunca les llegue el tiempo de morir.—2 Ped. 3:7, 13; Hech. 24:15.

Sin embargo, quizás usted se pregunte: ¿Precisamente cuán cerca están esas bendiciones? ¿Se presentarán durante mi vida? Gustosamente los testigos de Jehová le pueden mostrar las estimuladoras respuestas bíblicas a estas preguntas y a muchas otras.

Artículo  de la revista ¡Despertad! con fecha 22 de enero de 1981, editada y publicada por los Testigos de Jehová; tambien puede interesarle el tema: ¿Se contradice la Biblia?

sábado, 21 de diciembre de 2013

¿Puede mejorar su vida la lectura de la Biblia?

“LAS páginas de la Biblia son el último lugar al que acude la mayoría de las personas cuando necesita consejo,” dijo un hombre que apreciaba lo que había aprendido de la Biblia. Dijo además: “No puedo entender por qué personas que han acudido a casi toda otra fuente de consejo suelen negarse a escuchar, si saben de antemano que el consejo que se les ofrece viene de la Biblia.”

¿Se beneficia todo el mundo?

La Biblia contiene un caudal de consejo provechoso para la vida diaria. Contiene consejo sobre: matrimonio, crianza de los hijos, amor, odio, ira, gobierno de uno mismo, disputas, comer, beber, prestar, tomar prestado, asuntos sexuales, delincuencia, impuestos, cumplir con la palabra de uno, fraude, soborno y honor, y ofrece entendimiento sobre muchos otros asuntos. Pero surge la pregunta: ¿Puede alguien tener un ejemplar de la Palabra de Dios y leerla periódicamente y sin embargo no obtener provecho de ella?

Allá en el primer siglo Jesucristo habló a lectores ávidos de la Biblia y dijo: “Ustedes escudriñan las Escrituras, porque piensan que por medio de ellas tendrán la vida eterna; y éstas son las mismas que dan testimonio acerca de mí. Y con todo ustedes no quieren venir a mí para que tengan vida.” (Juan 5:39, 40) El que leyeran las Escrituras no resultó en que discernieran que Jesús era el Hijo de Dios.
Hoy día muchos afirman que aceptan al Señor Jesucristo como su salvador, pero sus pretensiones de que viven una vida cristiana en armonía con los requisitos bíblicos resultan ser falsas. En sus páginas la Palabra de Dios declara que a Dios no le agradan los fornicadores, adúlteros, homosexuales, ladrones, avarientos, borrachos, extorsionistas, homicidas, mentirosos ni los que practican espiritismo. Sin embargo, muchos individuos, a la vez que afirman ser cristianos, continúan en estas prácticas. La Biblia dice que esas personas no “heredarán el reino de Dios.”—1 Cor. 6:9, 10; Rev. 21:8.

En el caso de otras personas su “creencia” en la Palabra de Dios no se basa en conocimiento exacto. Cuando se le somete a prueba, su supuesta aceptación de la Biblia puede convertirse rápidamente en rechazo. Note la experiencia de un ministro de tiempo completo de los testigos de Jehová que se encontró con la siguiente situación:

“Cierta soleada tarde toqué a la puerta de un hombre de mediana edad que dijo que no solo era cristiano, sino también un defensor de las enseñanzas de la Biblia. En medio de nuestra placentera y amigable conversación, presenté un punto bíblico con el cual él no estuvo de acuerdo.

“Le dije que iba a leer un pasaje de la Biblia que apoyaba mi declaración y, mientras buscaba en las páginas de la Biblia, le pregunté: ‘¿Cree usted que la Biblia es la Palabra escrita e inspirada de Dios?’ ‘Sí,’ contestó él rápidamente, y con orgullo. Entonces leí el texto y él inmediatamente replicó: ‘¡Yo no creo eso!’”

Aunque afirmaba que apreciaba las enseñanzas de la Biblia, este hombre, como muchos hoy día, no estaba dispuesto a aceptar lo que la Biblia en realidad decía. El apóstol Pablo dijo de personas como éstas: “Porque les doy testimonio de que tienen celo por Dios; mas no conforme a conocimiento exacto; pues, a causa de ignorar la justicia de Dios pero de procurar establecer la suya propia, no se sujetaron a la justicia de Dios.”—Rom. 10:2, 3.

Además, ¿cuantos de los que afirman ser cristianos pueden dirigirse a las páginas de la Biblia por ayuda, y saber exactamente dónde encontrarla?
Una mente abierta y un corazón honrado

¿Aceptaría usted consejo sano sobre los problemas de la vida? ¿Le interesaría un futuro seguro? ¿Está usted sinceramente deseoso de mejorar su vida? Entonces encontrará que el aplicar las confiables pautas bíblicas para la vida tendrá un efecto real y beneficioso.

Quizás usted sea como muchas otras personas de mente abierta y corazón honrado que han adorado a Dios de la manera que se les enseñó desde niños. Estas personas han sido sinceras en su deseo de adorar a Dios de la manera correcta. Han meditado en las perturbadoras interrogantes a las que se enfrentan en la vida diaria y se han preguntado qué, exactamente, es lo correcto y agradable a la vista de Dios.

¿Es el deseo de Dios que, en armonía con Su voluntad y propósitos, las personas sepan las respuestas a sus interrogantes? ¡Por supuesto que sí! Y cuando saben las respuestas, esto afecta provechosamente su vida.

Por qué algunos están indecisos


Probablemente usted esté personalmente consciente del hecho de que algunos rechazan abiertamente el consejo de la Biblia. Pudieran argüir que la Biblia es anticuada, o señalar al hecho de que muchos de los que tienen la Biblia viven vidas infelices. Pero pregúntese: ¿Son infelices porque siguen las sugerencias de la Biblia, o es, en verdad, porque no siguen lo que dice la Palabra de Dios? Los hechos muestran que esto último es lo cierto.

El meramente poseer uno de los millones de ejemplares de la Biblia que se han distribuido por toda la Tierra no significa en sí mismo que el poseedor de ella siga su consejo.


Tampoco es cierto que todos los que religiosamente atestiguan a favor de que Dios sea el autor de la Biblia obedecen cuidadosamente lo que ésta enseña. Cuando realmente se sigue el consejo de la Biblia, ésta es la mejor guía para una vida feliz en la Tierra.

Pero, ¿podría alguien leer la Biblia de principio a fin sin recibir el pleno provecho de ello? Sí, eso es posible, y la razón es que se necesita algo más.
Dios provee la ayuda necesaria

En el primer siglo Jesucristo envió a predicar a sus seguidores fieles, estudiantes cuidadosos de la Palabra de Dios a quienes el había instruido. (Mat. 28:19, 20) Ellos, a su vez, pudieron ayudar a personas de corazón honrado a obtener verdadero beneficio de la Palabra de Dios.

La Biblia nos informa que Dios, por medio de un ángel, envió a Felipe a dar la ayuda necesaria a un etíope, quien, aunque estaba leyendo las Escrituras, no las había podido entender.—Hech. 8:26-35.
Este trabajo de esparcir las “buenas nuevas,” una obra hecha por dirección divina, llegó a ser un rasgo provechoso y muy necesario en el vivir cristiano. ¿Para qué hubiera Jesús enviado a sus discípulos con instrucciones de predicar de casa en casa y de puerta en puerta en toda la Tierra en estos últimos días si para aceptar a Cristo y ganar el favor de Dios lo único que se necesitara fuera arrodillarse ante una imagen, o ante un aparato de televisión o de radio, durante un programa religioso?

Pregúntese: ¿Qué más podría hacer Dios a favor de las personas de la Tierra que el enviar a un representante capacitado para que se comunicara personalmente con ellas, hiciera arreglos para una hora conveniente, y entonces, en lo privado del hogar, les enseñara de la Palabra de Dios gratuitamente?

Esto no solo permite que las personas puedan hacer preguntas y llevar la consideración al paso que más conveniente se les haga, sino que también proporciona, a las que están interesadas en aprender, la oportunidad de asociarse con otras personas que tienen la misma fe donde se puede hallar la bendición y protección de Dios.

La Biblia muestra que serían comparativamente pocos los que estarían haciendo esta obra para salvar vidas. (Mat. 7:13, 14; Luc. 10:2) Sin embargo, éstos estarían dispuestos a llevar a cabo la gigantesca tarea de predicar en toda la tierra habitada porque Dios los está respaldando. (Mat. 24:14)

Sin titubeo declaramos que los que están haciendo este trabajo hoy día están asociados con los testigos de Jehová. ¡Permita que le ayuden a encontrar el camino a una vida feliz ahora, y a una gloriosa vida feliz ahora y en el futuro.

Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo.
—Juan 17:3.



Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de Agosto de 1981. También puede interesarle el tema: ¿Realmente necesitamos a Dios?

viernes, 20 de diciembre de 2013

Si la mañana no nos desvela para nuevas alegrías y, si por la noche no nos queda ninguna esperanza, ¿es que vale la pena vestirse y desnudarse?
Goethe (Poeta y dramaturgo alemán)

Así es que no desistamos de hacer lo que es excelente, porque al debido tiempo segaremos si no nos cansamos
(Gálatas 6: 9)

jueves, 19 de diciembre de 2013

¿Dejarán de lastimarse unas a otras las personas alguna vez?

NO ES poco común oír que se ha lastimado a alguien, que se le ha herido en los sentimientos. Esta clase de herida suele durar aún más que cuando el daño es físico. Pudiera parecer que la vida siempre será así. Pero hay razón sólida para creer que algo mejor es posible. Para que podamos comprender cómo puede ser eso, sería conveniente considerar primero lo siguiente...

¿POR QUÉ ESE MUTUO LASTIMARSE?
Por lo general esto se debe a que uno piensa estrictamente en uno mismo y sus propios sentimientos. En realidad uno quizás no quiera herir a nadie, pero, por el momento, el egoísmo domina sobre toda consideración para con los demás.

Por ejemplo, puede ser que un hombre trabaje todo el día bajo un jefe desagradable. Hierve de frustraciones, pero necesita el empleo y por eso se queda callado. Pero, ¿qué sucede cuando llega a casa? Solo piensa en que se le ha lastimado. Se desfoga en su esposa, quien también quizás haya tenido un día pesado. Ella, en cambio, quizás se desquite con sus hijos por sus sentimientos heridos.

Si uno es demasiado sensible, puede permitir que el incidente más pequeño lo conduzca a herir o lastimar a otra persona. En una gran ciudad el palo que sostenía el tendedero de una familia cayó en el patio de un vecino y causó algún daño. Esto dio comienzo a dos años de hostilidad entre aquellas familias, y finalmente la pareja que era dueña del palo fue víctima de los disparos que sin misericordia les hizo su vecino. ¡Imagínese, todo debido a una ventana rota y unos cuantos arbustos aplastados! La sensibilidad excesiva y el concentrarse solamente en lo personal echó fuera todo sentimiento de compasión.

De modo que la presión externa, las frustraciones, la excesiva sensibilidad...
todas estas cosas pueden llevarnos a estallar contra otros. Lamentablemente, muchas veces lastimamos a las mismas personas a quienes más amamos.

¿CÓMO VENCER ESTE PROBLEMA?

Hay muchas ideas sobre esto. Pero ¿quién en verdad nos conoce mejor que toda otra persona? ¿No es nuestro Creador? ¿Qué consejo práctico da él?
  “Finalmente, todos ustedes sean de un mismo ánimo y parecer, compartiendo sentimientos como compañeros, teniendo cariño fraternal, siendo tiernamente compasivos, humildes de mente, no devolviendo daño por daño ni injuria por injuria.”—1 Ped. 3:8, 9.
Se da énfasis a la necesidad de tener ‘sentimientos de compañero.’ Póngase en el lugar de la otra persona. ¿No es esto lo que suele resolver la situación? Antes de hablar, pregúntese: ‘¿Cómo me sentiría yo si alguien me dijera eso? ¿Lastimado?’ Si así hubiera de sentirse, entonces, ¿por qué expresarse de ese modo?—Luc. 6:31.

El tener ‘sentimientos de compañero’ nos permitirá darnos cuenta de que puede ser que los que nos traten con dureza estén bajo presión, cansados o enfermos, y posiblemente no tengan la intención de irritarnos. Tal empatía por parte nuestra puede evitar que devolvamos daño por daño.

Aunque el consejo de la Biblia es bueno, los que han tratado de ponerlo en práctica se han dado cuenta de que no siempre es fácil aplicarlo. ¿Por qué?

¿SE DEBE A ALGO EN NOSOTROS?

Si somos honrados, tenemos que confesar que todos tendemos a hacer lo malo. Como explica la Biblia, nacemos con una herencia de pecado.—Sal. 51:5.
“Precisamente,” dirá alguien. “Todos somos pecadores innatos. Somos débiles y naturalmente hacemos lo malo. No se puede hacer nada en cuanto a ello. ¡Así somos!” Muy al contrario, podemos evitar que nuestras tendencias pecaminosas nos venzan. De hecho, el que conozcamos nuestra condición pecaminosa puede hacer más fácil el que evitemos lastimar a otros. ¿Cómo?

Si nos damos cuenta de que somos pecadores como toda otra persona, difícilmente podemos sentirnos superiores a los demás. El reconocer esto hace más fácil seguir este consejo bíblico: “Vístanse de los tiernos cariños de compasión, bondad, humildad de mente, apacibilidad y gran paciencia. Continúen soportándose los unos a los otros y perdonándose sin reserva los unos a los otros si alguno tiene causa de queja contra otro. Como Jehová los perdonó sin reserva a ustedes, así también háganlo ustedes.” (Col. 3:12, 13)
 
El que se encuentra en esa condición recuerda que frecuentemente ha pedido perdón a Dios y se le ha perdonado generosamente. Esto le permite soportar las debilidades de otros, aunque tenga legítima “causa de queja.”

¿HABRÁ UN MUNDO ENTERO SIN TENDENCIA A LASTIMAR?

Tal cosa es posible —de hecho, segura— pues Dios promete destruir a todos los que no estén dispuestos a vivir en paz con su semejante. Después de describir la “destrucción de los hombres impíos,” el apóstol Pedro escribe: “Hay nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos según su promesa, y en éstos la justicia habrá de morar.”—2 Ped. 3:7,13.

El afecto que ahora existe entre los que siguen los principios bíblicos reinará por toda la Tierra. Personas que anteriormente desplegaron ferocidad manifestarán apacibilidad. El profeta Isaías describe esto figurativamente al decir:
 
  “Y el lobo realmente morará por un tiempo con el cordero, y el leopardo mismo se echará con el cabrito, y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. . . . No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina.”—Isa. 11:6-9.


Imagínese eso: ¡nadie hará “daño” ni lastimará a otro! Dios se encargará de que el pecado sea completamente eliminado, y quitará junto con él todas las emociones que producen contienda.

Artículo publicado en la revista "¡Despertad!" con fecha 22 de Mayo de 1980, ¿Se ha preguntado como agradar a Dios?

martes, 17 de diciembre de 2013

El día que se derrumbaron las Torres Gemelas (2001)

LOS acontecimientos ocurridos el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Washington, D.C., y Pennsylvania, quedarán grabados para siempre en la memoria de quizá miles de millones de habitantes del planeta. ¿Dónde se hallaba usted cuando vio o escuchó la noticia del ataque al World Trade Center, de Nueva York, y el Pentágono, de Washington?

La increíble rapidez con que se perdieron tantas propiedades y, mucho más importante, tantas vidas, ha dado motivo para reflexionar.

¿Qué hemos aprendido sobre nuestras prioridades y decisiones? ¿Cómo pusieron de relieve estos sucesos algunas de las mejores cualidades de la humanidad, como la abnegación, la compasión, el aguante y el altruismo?

Las historias de los supervivientes

Inmediatamente después del desastre, el metro de Nueva York cerró sus puertas, por lo que multitud de personas se marcharon a pie del bajo Manhattan, muchas de ellas cruzando los puentes de Manhattan y Brooklyn. Veían claramente las oficinas y la fábrica de la sede mundial de los testigos de Jehová. Algunos de los que escapaban del desastre se dirigieron a esos edificios.

Una de las primeras en llegar fue Alisha, cuya madre es Testigo. Estaba cubierta de polvo y cenizas. Esto es lo que contó: “Desde el tren en que iba al trabajo vi el humo que salía del World Trade Center. Al llegar al lugar de la catástrofe, había cristales por todo el suelo, y sentí el calor. La gente corría en todas direcciones, mientras la policía trataba de evacuar el área. Parecía una zona de guerra.

”Fui corriendo a refugiarme a un edificio próximo. Entonces oí la explosión que produjo el choque del segundo avión con la torre sur. La escena era indescriptible; había humo negro por todas partes. Se nos mandó que saliéramos de la zona de peligro. Me metieron en un transbordador que iba a Brooklyn a través del río East. Cuando llegué allí, levanté la vista y vi un letrero grande que decía:

‘WATCHTOWER’. Era la sede central de la religión de mi madre. De inmediato me encaminé hacia el edificio de oficinas. Sabía que no podía estar en mejores manos. Me lavé y luego llamé a mis padres.”
Wendell (derecha) era portero del Hotel Marriott, situado entre las dos torres. Este es su relato: “Estaba de turno en el vestíbulo cuando se produjo la primera explosión. Caían escombros por todas partes.

Miré al otro lado de la calle y vi en el suelo a un señor envuelto en llamas. Me quité la chaqueta y la camisa y fui corriendo para tratar de extinguir el fuego. Otro transeúnte me ayudó. Se quemaron todas las ropas del señor, salvo los calcetines y los zapatos. Luego llegaron los bomberos y se lo llevaron para darle atención médica.

”Poco después llamó por teléfono Bryant Gumbel, del noticiero de la CBS, para que un testigo presencial contara de primera mano lo que estaba sucediendo. Gracias a eso, la familia que tengo en las islas Vírgenes me escuchó por televisión y supo que estaba vivo.”

Un hombre robusto de 1,95 metros de altura llamado Donald, que trabaja en el World Financial Center, se hallaba en el piso 31 de su edificio mirando a las Torres Gemelas y el Hotel Marriott. “Me quedé mudo y horrorizado ante lo que contemplé —dijo—. Había gente que caía y se tiraba de las ventanas de la torre norte. Me puse histérico y salí corriendo lo más deprisa que pude.”

Otra experiencia fue la de Janice, una mujer en la sesentena, y sus dos hijas, de más de 40 años: Ruth y Joni. Las tres se hallaban alojadas en un hotel cercano a las Torres Gemelas. Ruth, enfermera diplomada, nos cuenta lo que sucedió: “Yo estaba en la ducha. De repente, mi madre y mi hermana me gritaron que saliera del baño. Nos encontrábamos en el piso 16, y ellas veían caer escombros por fuera de la ventana. Mi madre vio incluso el cuerpo de un hombre volar por encima de un tejado cercano como si hubiera salido disparado de algún sitio.

”Me vestí rápidamente y bajamos las escaleras. Se oían gritos por todas partes. Salimos a la calle. Escuchamos explosiones y vimos saltar chispas. Se nos mandó que fuéramos corriendo a Battery Park, donde se encuentra el transbordador que va a Staten Island. Mientras nos dirigíamos hacia allí, perdimos a mamá, que es asmática. ¿Cómo lograría sobrevivir en medio de todo aquel humo, cenizas y polvo? La buscamos durante media hora, pero no la encontramos; de todas formas, al principio no estábamos muy preocupadas, pues es una mujer muy capaz y serena.

”Finalmente nos dijeron que camináramos hasta el puente de Brooklyn y lo cruzáramos. Imagínese nuestro alivio cuando llegamos al otro lado y vimos un enorme letrero que decía ‘WATCHTOWER’.

Supimos que nos encontrábamos a salvo.

”Nos recibieron y nos dieron alojamiento. También nos entregaron ropa, pues no teníamos nada. ¿Y mamá? ¿Dónde estaba? Pasamos toda la noche tratando de localizarla en los hospitales, pero fue en vano. Alrededor de las once y media de la mañana siguiente recibimos un mensaje. Nuestra madre nos esperaba en el vestíbulo. ¿Qué le había sucedido?”

Su madre, Janice, sigue con el relato: “Cuando salimos a toda prisa del hotel, empecé a preocuparme por una amiga de edad avanzada que no había conseguido salir con nosotras. Quería volver y sacarla, pero era muy peligroso. En medio de toda la conmoción me separé de mis hijas. Pese a ello, no estaba muy preocupada, pues ambas son sensatas y Ruth es enfermera diplomada.

”Adondequiera que miraba, veía gente que necesitaba ayuda, en especial niños y bebés. Ayudé a todo el que pude. Fui hasta el lugar donde clasificaban y atendían a las víctimas en función de la gravedad de sus heridas. Colaboré lavando las manos y las caras de los policías y bomberos, que estaban cubiertos de hollín y polvo. Me quedé hasta aproximadamente las tres de la madrugada, cuando tomé el último transbordador a Staten Island, pues suponía que mis hijas quizá se habían refugiado allí; pero no las encontré.

”Por la mañana traté de tomar el primer transbordador a Manhattan, pero no me lo permitieron, pues no pertenecía a los servicios de rescate. Entonces vi a uno de los policías a los que había ayudado. Lo llamé: ‘¡John!, tengo que volver a Manhattan’, a lo que me contestó que le acompañara.

”Cuando llegué a Manhattan, me dirigí al Hotel Marriott, pensando que tal vez aún habría alguna posibilidad de ayudar a mi anciana amiga. Pero era imposible. El hotel se encontraba en ruinas. Todo el centro estaba muerto; los únicos seres vivos que se veían eran policías y bomberos demacrados, con la tragedia reflejándose en su rostro.

”Me encaminé hacia el puente de Brooklyn. Al acercarme al otro lado, vi un letrero conocido: ‘WATCHTOWER’. Tal vez encontrara allí a mis hijas. Y así fue; enseguida bajaron al vestíbulo a reunirse conmigo. ¡Cómo nos abrazamos y lloramos!

”Sorprendentemente, no sufrí ni un solo ataque de asma a pesar de todo el humo, polvo y cenizas que había. No dejé de orar, pues quería ser útil, no una carga.”

“¡Allí no había donde aterrizar!”

Rachel, una mujer de poco más de 20 años, dijo a un redactor de ¡Despertad!: “Iba caminando por la calle donde vivo, en el bajo Manhattan, cuando escuché el sonido de un avión. El ruido era tan fuerte que miré hacia arriba. No podía creerlo: se trataba de un enorme avión comercial que, obviamente, iba descendiendo. Me pregunté por qué volaría tan bajo y tan deprisa. ¡Allí no había donde aterrizar! Quizá el piloto había perdido el control. Entonces oí gritar a una mujer: ‘¡Ese avión acaba de estrellarse contra el edificio!’. Una enorme bola de fuego salió de la torre norte. Luego vi un gigantesco agujero negro en ella.

”Fue lo más horrible que he contemplado en mi vida. No parecía real. Me quedé allí con la boca abierta. Al poco tiempo, la segunda torre sufrió el impacto de otro avión, y finalmente ambas se derrumbaron. Me puse histérica. Ya no pude aguantar más.”

“Si tengo que nadar, nadaré”

Denise, de 16 años, acababa de llegar a la escuela, al lado del edificio de la Bolsa de valores de Estados Unidos, situado tres calles al sur del World Trade Center. “Eran poco más de las nueve de la mañana. Sabía que había pasado algo, pero no tenía idea de qué se trataba. Me encontraba en el piso 11, en la clase de Historia. Todos los estudiantes estábamos muertos de miedo. Aun así, la maestra quería que hiciéramos un examen, pero lo que nosotros queríamos era salir e irnos a casa.

”Entonces, el edificio sufrió una sacudida cuando el segundo avión chocó contra la torre sur. Nosotros seguíamos sin saber qué había ocurrido. De repente oí que por el walkie-talkie de la maestra alguien decía: ‘¡Dos aviones han chocado con las Torres Gemelas!’, y pensé: ‘No es lógico que nos quedemos aquí. Esto es un acto terrorista, y el próximo objetivo va a ser la Bolsa de valores’. Así que nos marchamos.

”Fuimos a toda velocidad hasta Battery Park. Me di la vuelta para mirar lo que sucedía y vi que la torre sur se iba a derrumbar. Entonces pensé que iba a producirse un efecto dominó y que todos los edificios altos caerían. Respiraba con dificultad, porque las cenizas y el polvo me obstruían la garganta. Corrí hasta el río East, pensando: ‘Si tengo que nadar, nadaré’. Mientras huía, iba pidiendo a Jehová que me salvara.

”Finalmente me metieron en un transbordador que iba a Nueva Jersey. A mi madre le tomó más de cinco horas localizarme, pero al fin me encontré a salvo.”

“¿Será este el último día de mi vida?”

Un hombre de 28 años de Princeton (Nueva Jersey) llamado Joshua estaba dando clases en el piso 40 de la torre norte. “De pronto sentí lo que parecía la explosión de una bomba —recuerda—. Como había algunos temblores, pensé que se trataba más bien de un terremoto. Miré hacia fuera y lo que vi era increíble: alrededor del edificio se arremolinaba el humo y caían escombros. Por tanto, dije a la clase: ‘Que todo el mundo deje sus cosas y salga de aquí’.

”Bajamos las escaleras, que estaban llenándose de humo y del agua que salía de los rociadores. Pero nadie tenía pánico. No dejaba de pedir en oración que hubiéramos escogido bien la escalera y no nos encontráramos con el fuego.

”Mientras bajaba corriendo, pensé: ‘¿Será este el último día de mi vida?’. Seguí orando a Jehová, y sentí una extraña sensación de paz. Nunca había experimentado tal paz interior. Jamás olvidaré aquel momento.

”Cuando por fin salimos del edificio, la policía mandaba a todo el mundo que circulara. Miré a las torres y vi que las dos estaban atravesadas de parte a parte. Era una visión surrealista.

”Entonces se hizo un silencio inquietante, como si miles de personas estuvieran conteniendo la respiración. Parecía que la ciudad de Nueva York se hubiera detenido. Al silencio le siguieron los gritos. La torre sur se estaba desplomando. Una enorme ola de humo, cenizas y polvo se precipitaba hacia nosotros. Se parecía a los efectos especiales de las películas, pero esto era real. Cuando nos alcanzó, casi no podíamos respirar.

”Logré llegar hasta el puente de Manhattan, donde me di la vuelta y vi derrumbarse la torre norte con su enorme antena de televisión. Mientras cruzaba el puente, no hacía más que orar para que lograra llegar a Betel, la sede mundial de los testigos de Jehová.

Nunca me había dado tanta alegría ver aquel lugar. Allí, en la pared de la fábrica, contemplé el enorme letrero que miles de personas ven todos los días: ‘Lea a diario la Palabra de Dios, la Santa Biblia’. Entonces pensé: ‘Ya casi he llegado. Debo seguir adelante’.

”Cuando reflexiono en lo sucedido, me doy cuenta de que ha grabado en mi corazón que realmente tengo que fijar bien mis prioridades: lo más importante siempre debe ocupar el primer lugar en la vida.”

“Vi a algunas personas saltar de la torre”

Jessica, de 22 años, contempló los sucesos al salir de una estación de metro. “Miré hacia arriba y vi caer cenizas, escombros y trozos de metal de todo tipo. Había personas esperando para llamar por los teléfonos públicos, y cada vez se ponían más histéricas debido a las demoras. Pedí a Dios en oración que me diera calma. Entonces hubo otra explosión. Del cielo caían trozos de metal y cristales. Oí que gritaban que había sido otro avión.

”Miré hacia arriba y lo que vi era horrible: la gente saltaba de los pisos altos, de donde salían nubes de humo y llamas. Hay una escena que no he logrado borrar de la memoria: un hombre y una mujer estuvieron agarrados de una ventana durante un rato, pero tuvieron que soltarse y cayeron al vacío. Era insoportable ver todo aquello.

”Finalmente llegué al puente de Brooklyn, donde me quité mis incómodos zapatos y corrí hasta el otro lado del río. Caminé hasta los edificios de oficinas de la Watchtower, donde enseguida me ayudaron a calmarme.

Experiencia relatada en la revista ¡Despertad! con fecha 08 de Enero del  2002. Puede leer más historias animadoras en el libro: Anuario de los Testigos de Jehová 2012