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miércoles, 28 de mayo de 2014

La Biblia nos ayuda a sentirnos satisfechos

AUNQUE la Biblia no es un libro de medicina, habla del efecto que los sentimientos, tanto positivos como negativos, tienen en nuestra salud física y mental. Nos dice: “Un corazón que está gozoso hace bien como sanador, pero un espíritu que está herido seca los huesos”. También indica: “¿Te has mostrado desanimado en el día de la angustia? Tu poder será escaso” (Proverbios 17:22; 24:10). El desánimo consume las energías, nos deja débiles y vulnerables, sin ganas de cambiar ni de buscar ayuda.

El desánimo también repercute en la espiritualidad de la persona. Quienes carecen de autoestima suelen pensar que nunca tendrán una buena relación con Dios y que nunca recibirán su aprobación. Simone, mencionada en el primer artículo, dudaba que ella fuera “la clase de persona a quien Dios aprobaría”. Sin embargo, cuando estudiamos la Palabra de Dios, la Biblia, nos damos cuenta de que el Creador mira con buenos ojos a quienes se esfuerzan por agradarle.

Dios se interesa en nosotros

La Biblia nos asegura que “Jehová está cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu”. Dios no desprecia “un corazón quebrantado y aplastado”; de hecho, promete “revivificar el espíritu de los de condición humilde y [...] el corazón de los que están siendo aplastados” (Salmo 34:18; 51:17; Isaías 57:15).
 

En una ocasión, Jesús, el Hijo de Dios, quiso que sus discípulos comprendieran que su Padre ve las cosas buenas de Sus siervos. Para ejemplificarlo, dijo que Dios se da cuenta cuando un gorrión cae a tierra, algo que para la mayoría de las personas es insignificante. Jesús también destacó que Jehová conoce hasta el más ínfimo detalle de los humanos, incluso el número exacto de cabellos de cada uno.

Y concluyó su ilustración con estas palabras: “Por lo tanto, no tengan temor: ustedes valen más que muchos gorriones” (Mateo 10:29-31). Jesús enseñó que independientemente de cómo se vea uno a sí mismo, si tiene fe, es valioso para Dios. De hecho, el apóstol Pedro nos recuerda que “Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto” (Hechos 10:34, 35).

Mantengamos el equilibrio

La Palabra de Dios nos anima a tener una opinión equilibrada de nosotros mismos. El apóstol Pablo escribió bajo inspiración: “Por la bondad inmerecida que se me ha dado digo a cada uno que está allí entre ustedes que no piense más de sí mismo de lo que sea necesario pensar; sino que piense de tal modo que tenga juicio sano, cada uno según le haya distribuido Dios una medida de fe” (Romanos 12:3).

Por supuesto, no queremos darnos tanta importancia que nos volvamos engreídos; pero tampoco queremos irnos al otro extremo y concluir que no valemos nada. Más bien, nuestro objetivo debe ser formarnos un concepto realista de nosotros mismos, y para ello debemos tener en cuenta tanto nuestros puntos fuertes como nuestras limitaciones. Una cristiana lo expuso de este modo: “Ni soy la maldad personificada ni soy la mejor persona del mundo. Tengo virtudes y tengo defectos, como el resto de la gente”.

Claro, no es tan fácil llegar a pensar así. Si uno ha tenido una imagen negativa de sí mismo durante muchos años, tal vez le cueste un gran trabajo borrarla. Sin embargo, con la ayuda de Dios, es posible cambiar la personalidad y la actitud ante la vida. Eso es precisamente lo que la Palabra de Dios nos anima a hacer.

En ella leemos: “Deben desechar la vieja personalidad que se conforma a su manera de proceder anterior y que va corrompiéndose conforme a sus deseos engañosos; pero deben ser hechos nuevos en la fuerza que impulsa su mente, y deben vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad” (Efesios 4:22-24).

Si nos esforzamos por transformar “la fuerza que impulsa [nuestra] mente”, es decir, la inclinación dominante de nuestra mente, podemos convertir una personalidad muy negativa en una positiva. Lena, de quien se habló en el artículo anterior, comprendió que para cambiar lo que sentía hacia sí misma, primero debía desechar la idea de que nadie la quería o de que nadie podía ayudarla. ¿Qué consejos prácticos de la Biblia ayudaron a Lena, Simone y otras personas a lograr esta transformación?

Principios bíblicos que producen satisfacción

“Arroja tu carga sobre Jehová mismo, y él mismo te sustentará.” (Salmo 55:22.) La ayuda principal de que disponemos para sentirnos felices es la oración. Simone explica: “Siempre que estoy desanimada, le pido ayuda a Jehová y en todos los casos he percibido su fuerza y su guía”. Cuando el salmista nos insta a arrojar nuestra carga sobre Jehová, lo que hace es recordarnos que Jehová no solo se interesa en nosotros, sino que también nos considera dignos de recibir su ayuda y su apoyo.

La noche de la Pascua del año 33 de nuestra era, los discípulos se entristecieron profundamente cuando Jesús les habló de su inminente partida. Él los animó a orar al Padre, y luego añadió:

“Pidan y recibirán, para que su gozo se haga pleno” (Juan 16:23, 24).
“Hay más felicidad en dar que en recibir.” (Hechos 20:35.)

Como enseñó Jesús, un factor clave para ser feliz es dar. Poniendo en práctica este principio, nos concentramos en las necesidades de los demás, y nuestras deficiencias pasan a un segundo plano. Cuando ayudamos al semejante y percibimos su respuesta apreciativa, nos sentimos mejor con nosotros mismos. Lena enseña las buenas nuevas de la Biblia a sus vecinos periódicamente y está convencida de que esta actividad la beneficia de dos formas: “Primero, obtengo la clase de felicidad y de satisfacción de la que habló Jesús. Segundo, veo la reacción positiva de las personas, y eso me produce verdadera alegría”.

Dando generosamente de nosotros mismos, comprobaremos la veracidad de Proverbios 11:25: “El que liberalmente riega a otros, él mismo también será liberalmente regado”.

“Todos los días del afligido son malos; pero el que es alegre de corazón tiene un banquete constantemente.” (Proverbios 15:15, nota.) Todos tenemos dos formas de vernos a nosotros mismos y nuestras circunstancias. Podemos verlo todo negativo y afligirnos, u optar por pensar de forma positiva, ser ‘alegres de corazón’ y sentirnos contentos, como si estuviéramos en un banquete. Simone explica: “Intento ser tan positiva como puedo. Me mantengo ocupada con el estudio personal y el ministerio, y oro con perseverancia. También me rodeo de gente optimista y procuro ayudar a los demás”. Esta actitud produce verdadera felicidad.

Por eso la Biblia nos exhorta: “Regocíjense en Jehová y estén gozosos, ustedes los justos; y clamen gozosamente, todos ustedes los que son rectos de corazón” (Salmo 32:11).
“Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia.” (Proverbios 17:17.)

Si nos desahogamos con alguien a quien queramos o con un consejero de confianza, tal vez se nos haga más fácil eliminar los sentimientos negativos antes de que nos abrumen.

Al hablar con otra persona, veremos los asuntos desde una perspectiva equilibrada y positiva. “Ayuda mucho sincerarse con alguien, contarle cómo se siente uno —admite Simone—. Muchas veces eso es lo único que se necesita.” Si hacemos esto, veremos lo ciertas que son estas palabras del proverbio: “La solicitud ansiosa en el corazón de un hombre es lo que lo agobia, pero la buena palabra es lo que lo regocija” (Proverbios 12:25).


Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Agosto del 2005. Para complementar el tema lea: "¿Se interesa Dios por usted?. Ambas publicadas por los testigos de Jehová.