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jueves, 20 de febrero de 2014

“El amor que tenías al principio” (Segunda parte)

Con el tiempo, Pablo partió de Éfeso. Pero en el año 56 E.C., mientras se dirigía a Jerusalén, llegó a Mileto, a solo 48 kilómetros (30 millas) de distancia. De modo que convocó una reunión de los ancianos de Éfeso y los exhortó a seguir el ejemplo de él y pastorear el rebaño de Dios bajo su custodia. En especial les advirtió tocante a los “lobos opresivos” que surgirían de entre ellos y extraviarían a los discípulos. También les dijo que era muy probable que no hubieran de verlo más cara a cara. Por eso, “prorrumpió gran llanto entre todos ellos, y se echaron sobre el cuello de Pablo y lo besaron tiernamente”. (Hechos 20:17-38.)

Cuando Pablo llegó a Jerusalén fue arrestado, y, con el tiempo, fue enviado como prisionero a Roma. Allí, recordó otra vez a los hermanos de Éfeso y les escribió la carta que aparece en la Biblia bajo el título “A los efesios”. El amor que los cristianos de Éfeso tenían a Jehová y a su Hijo todavía estaba firme en aquel entonces, pues Pablo les dijo: “Yo también, habiendo oído de la fe que ustedes tienen en el Señor Jesús y para con todos los santos, no ceso de dar gracias por ustedes”. (Efesios 1:15-17.)

En su carta, Pablo les dio excelente consejo que tenía el propósito de ayudarles a mantener vivo su amor. Les recordó que vivían en tiempos inicuos y que, por consiguiente, debían ‘comprar el tiempo oportuno’ y no permitir que otros asuntos desplazaran el hacer la voluntad de Dios (Efesios 5:15-17). Pablo también recordó a los efesios que sus enemigos verdaderos no eran los hombres que se oponían a ellos. Más bien, les dijo: “Tenemos una lucha contra las fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales”. Por lo tanto, los animó vigorosamente a que se pusieran la armadura espiritual y se apegaran estrechamente a Dios mediante la oración. (Efesios 6:11-18.)
Pablo escribió su carta a los efesios entre los años 60 y 61 de nuestra era común (Efesios 1:1). Poco después, Timoteo visitó a Éfeso y, mientras se hallaba allí, recibió una carta de Pablo, la cual conocemos como la Primera a Timoteo. En ésta Pablo animó al joven a permanecer en Éfeso para que ‘mandara a ciertos individuos no enseñar diferente doctrina, ni prestar atención a cuentos falsos y a genealogías, que terminan en nada’ (1 Timoteo 1:3, 4). Sin duda, la presencia de Timoteo en la ciudad ayudó a la mayoría de los cristianos de Éfeso a mantener el amor celoso que manifestaban para con Jehová a pesar de la mala influencia en torno a ellos.

Alrededor del año 65 E.C. Pablo escribió su segunda carta a Timoteo. En ella mencionó que había enviado a otro emisario, cuyo nombre era Tíquico, a Éfeso (2 Timoteo 4:12). Después de esto, no se vuelve a mencionar a Éfeso sino hasta que Jesús le envía el mensaje registrado en el libro de Revelación. Los cristianos de Éfeso eran el fruto de la predicación de Pablo. Se habían beneficiado de visitas posteriores de cristianos sobresalientes como Timoteo, habían recibido consejo mediante una carta inspirada por espíritu santo y eran parte del “un cuerpo” (Efesios 4:4). Aún así, habían perdido el ‘amor que tenían al principio’.

Se necesitaba consejo firme

Quizás algunos piensen que es comprensible que el amor de los efesios se hubiera enfriado un poco. Después de todo, había habido una congregación en Éfeso por más de 40 años cuando Jesús envió su mensaje mediante Juan. Sin duda, muchos de ellos no recordaban personalmente el excelente ejemplo que habían dado Aquila y Priscila o la emocionante predicación de Apolos. El apóstol Pablo había muerto hacía 30 años. Jerusalén había sido destruida hacía unas dos décadas y media. Por eso, se podría esperar que los cristianos efesios se normalizaran, perdieran el sentido de urgencia y el celo.

Sin embargo, Jesucristo no excusó dicha tendencia. Otros que habían sido cristianos por tanto tiempo como los efesios, o por más, no habían perdido ‘su primer amor’. El apóstol Juan, quien registró el mensaje de Jesús a los efesios, ya había sido seguidor de Cristo por más de 20 años cuando Pablo llevó las buenas nuevas a Éfeso. Además, los que componían la congregación de Filadelfia daban prueba sólida de que no habían perdido ‘el amor que tenían al principio’. (Revelación 3:7-11.)

Por consiguiente, Jesús no fue irrazonable cuando dijo firmemente a los efesios que, si no se arrepentían ni reavivaban su amor, probablemente saldrían perdiendo. Dijo a la congregación: “Removeré tu candelabro de su lugar, a menos que te arrepientas” (Revelación 2:5). Más que una amenaza, era una advertencia amorosa para aquellos cristianos, la cual los exhortaba a obrar sabiamente para que no perdieran su privilegio.

Por qué se pierde ‘el primer amor’¿Por qué pierden las personas el amor inicial que le tienen a Jehová y el celo respecto a hacer la voluntad de él? La Biblia no dice qué sucedió en el caso de los efesios. Pero hay otros ejemplos, en la Biblia, de situaciones similares. Recuerde a los israelitas a quienes Moisés dirigió cuando salieron de Egipto. Después de haber sido testigos de las obras poderosas que culminaron con la destrucción de Faraón y sus ejércitos en el mar Rojo, el pueblo librado de Jehová rebosaba de alborozo. En éxtasis cantaron: “¿Quién entre los dioses es como tú, oh Jehová?” (Éxodo 15:11; Salmo 136:1, 15). Después, cuando Jehová estableció un pacto con ellos, unánimemente declararon: “Todo lo que ha hablado Jehová estamos dispuestos a hacerlo y a ser obedientes”. (Éxodo 24:7.)

Pero la disposición de los israelitas cambió rápidamente. El no tener agua por corto tiempo, la falta de variedad en su dieta, el temor a los cananeos, y otros problemas, hicieron que olvidaran las obras poderosas que Jehová había ejecutado y el pacto que habían hecho con él. Pues, ¡hasta Egipto, la tierra en la que habían estado esclavizados, comenzaba a parecer atractivo desde una distancia prudente! Olvidaron la crueldad severa de los egipcios y solo podían pensar en ‘el pescado, los pepinos, las sandías, los puerros, las cebollas y el ajo’ que en un tiempo comían allí. (Números 11:5.)

Recuerde también a los judíos que regresaron del cautiverio en Babilonia en 537 a. de la E.C. Imagínese lo emocionados que se sintieron cuando oyeron lo que decía el decreto de Ciro: “Jehová [...] me ha comisionado para que le edifique una casa en Jerusalén, que está en Judá. Cualquiera que haya entre ustedes de todo su pueblo, resulte su Dios estar con él. Así, pues, que suba a Jerusalén, que está en Judá, y reedifique la casa de Jehová el Dios de Israel” (Esdras 1:2, 3). Decenas de miles de israelitas respondieron a aquella llamada, y hubo gran regocijo cuando finalmente se puso el fundamento del nuevo templo. (Esdras 2:64; 3:10-13.)
 

Sin embargo, aquel entusiasmo menguó rápidamente. Los enemigos que los rodeaban se opusieron a la reconstrucción del templo y maniobraron los asuntos para que se decretara una orden oficial a fin de detener dicha construcción (Esdras, capítulo 4). Los judíos comenzaron a edificar casas lujosas para sí mismos (Ageo 1:4). Por supuesto, todavía se consideraban practicantes de la religión judía. No habían abandonado su fe. Pero habían perdido el amor ferviente que tenían para con Jehová al principio, además del interés en la adoración verdadera. Sin duda, pensaban que eran equilibrados o razonables en lo que estaban haciendo. Pero Jehová no lo veía así. Envió a los profetas Ageo y Zacarías para avivar el celo de ellos y animarlos a terminar de construir la casa de Jehová. (Esdras 5:1, 2.)

Lo mismo puede suceder en el caso de los cristianos de nuestro tiempo. Los problemas de la vida diaria en un mundo no cristiano pueden apagar su gozo. Con el tiempo, tal vez la verdad deje de ser refrescante y animadora. Hasta podría ocurrir que, a medida que el tiempo borrara el recuerdo de cómo era el estar en el mundo, el cristiano empezara a considerar con anhelo la llamada libertad, el estar libre de responsabilidades, de que disfruta la gente del mundo (Efesios 2:11, 12). O puede suceder que los cristianos lleguen a cansarse debido a la actitud de las personas que los rodean. Quizás hasta desarrollen la idea de que es más razonable tomar los asuntos con calma en el servicio de Dios, disminuir un poco el paso. (Jeremías 17:9.)

Algo como esto tiene que haber sucedido en el caso de los cristianos de Éfeso, pero es patente que a Jesús le parecía que ellos podían recuperarse. De hecho, mediante el apóstol Pablo ya habían recibido mucho consejo que, si lo ponían en práctica, podía ayudarlos a recobrar ‘el amor que habían tenido al principio’. ¿En qué consiste este consejo valioso? Además, ¿puede ayudarnos a nosotros hoy día a mantener nuestro ‘primer amor’?



Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Junio de 1984. Para ampliar el tema, vea el vídeo: "Vayamos tras metas que honran a Dios", ambos editados por los testigos de Jehová.