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jueves, 20 de marzo de 2014

La lucha del hombre por sus derechos

EN EL año 73 a. de la E.C. un esclavo tracio llamado Espartaco escapó de la escuela en Sicilia donde estaba recibiendo entrenamiento como gladiador. Se escondió en el Vesubio y se le fueron uniendo otros esclavos que habían escapado, hasta que al fin tuvo un ejército.

Después de derrotar a dos ejércitos romanos en sucesión, invadió la mayor parte del sur de Italia y se abrió paso a la fuerza hasta los Alpes mismos. Para entonces su ejército ascendía a aproximadamente 90.000 guerreros. Cuando los demás esclavos rehusaron salir de Italia, tuvo que regresar al sur, con la intención de cruzar de vuelta a Sicilia. Finalmente, Marco Licinio Craso, un nuevo comandante romano, le dio muerte en batalla.

En breve, ésta es la historia de la lucha de un hombre por lo que hoy en día se llama un derecho humano, el derecho a la libertad, o a no estar en esclavitud.

No se han garantizado los derechos humanos


Aparentemente el término “derechos humanos” es muy moderno. Se solía hablar de “derechos naturales.” Pero, sea cual sea el nombre que se use, parece que el hombre siempre ha sentido la necesidad de proteger ciertos derechos y libertades suyos. El código legal de Hammurabi, las reformas legales de Solón en Grecia y las “leyes inmutables” de los medos y los persas fueron concebidos con el propósito de proteger los derechos de los miembros de diferentes naciones y proporcionarles una medida de seguridad.

Sin embargo, las leyes no siempre lograban su propósito. A veces surgía un tirano como Nerón y las pasaba por alto. En los días de Mardoqueo, el inicuo Hamán usó las leyes mismas para tratar de causar la destrucción de la minoría judía en el Imperio Persa. Algunas personas muy ricas y poderosas se hallaban por encima del control de las leyes.

Además de eso, la historia está llena de ejemplos de grupos que en realidad no estaban protegidos por las leyes. La revuelta de Espartaco puso de relieve la difícil situación de los esclavos en el Imperio Romano, a muchos de los cuales se les obligaba a luchar hasta morir en las arenas, o literalmente se les hacía trabajar hasta la muerte en las minas y galeras.

En la antigua Atenas, la posición de las mujeres era poco envidiable. Por lo general se les consideraba como poco más que esclavas que suministraban prole; se les describe como “aisladas en sus hogares, sin educación y con pocos derechos, y sus esposos no las consideraban mejores que un vasallo o un bien mueble.”

La crueldad de los asirios y las deportaciones en masa de los babilonios nos hacen recordar a otra clase cuyos derechos nunca recibieron mucha atención: los que se encontraron en el lado perdedor de las numerosas guerras de la historia. La gente pobre siempre ha sufrido también, y, en tiempos más modernos, las minorías culturales, lingüísticas, y, particularmente, raciales y religiosas, han sufrido severa privación de sus derechos.

El egoísmo y los derechos humanos


Por lo tanto, a través de la historia no se ha visto que los sistemas legislativos humanos hayan garantizado derechos humanos iguales para todos. Esto ha llevado a pugnas, revoluciones y levantamientos de personas que han luchado por obtener mayor libertad.

En todas estas luchas ha sobresalido una cualidad humana: el egoísmo, o egocentrismo. Esta se ha opuesto vigorosamente a que toda la humanidad disfrute de los derechos humanos, y demuestra lo que el filósofo alemán Hegel declaró en una ocasión: que la libertad solo es posible en una comunidad en la cual la gente tenga ciertas normas morales.

Un ejemplo de lo que sucede cuando reina el egocentrismo se vio durante la llamada “revuelta campesina” de Inglaterra. En 1381, una gran muchedumbre de campesinos bajo la dirección de Wat Tyler marchó hacia Londres y exigió ver al rey. Habían pasado por el trauma de la peste negra, y ahora objetaban a la pesada tributación y el trabajo forzado a los cuales los barones —los terratenientes de aquellos días— los estaban sometiendo. Ascendían tal vez a 100.000 hombres.

El rey estaba dispuesto a reunirse con ellos y acceder a sus demandas, pero los barones no estuvieron dispuestos a renunciar a algunos de sus derechos. Wat Tyler fue muerto, y ninguna de las demandas de los campesinos fue aceptada.
Este egocentrismo se vio de otro modo. A menudo sucedía que siempre que algún grupo luchaba por ciertos derechos y finalmente los obtenía, después daba poca consideración a los derechos de otros grupos o personas.

Por ejemplo, en 1789 los ciudadanos de Francia se libraron violentamente de la gobernación de una aristocracia opresiva y produjeron la famosa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En ésta alistaron los derechos que deberían poseer los franceses, destacando los de “libertad, propiedad, seguridad y resistencia a la opresión.”

No obstante, pocos años a partir de entonces, la nación francesa bajo Napoleón participó en guerras de conquista, y afectó adversamente la ‘libertad, propiedad y seguridad’ de la mayor parte de las naciones de Europa.

Se informa que la primera formulación importante de derechos en un documento político fue la Declaración de Derechos británica, en 1689. Pero más tarde, cuando se estuvo edificando el Imperio Británico en diferentes partes del mundo, se dio poca consideración a los derechos de muchos pueblos conquistados, como en el caso de los aborígenes de Australia y Tasmania.

De manera semejante, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos recalcó los derechos de los norteamericanos a la “vida, libertad y la búsqueda de la felicidad.” No obstante, ¿cuánto se pensó en la “vida, libertad y la búsqueda de la felicidad” de los millones de individuos de tez oscura que fueron desarraigados de sus hogares en África y vendidos como esclavos en las plantaciones norteamericanas?

Y cuando la expansión de la nación norteamericana chocó con los derechos de las diferentes tribus indias que les salieron al encuentro, ¿los derechos de quiénes se pasaron por alto a menudo?

La cristiandad y los derechos humanos

Finalmente, el registro histórico de las iglesias de la cristiandad en el campo de los derechos humanos no ha sido bueno. La actitud de la cristiandad para con la propagación de los derechos humanos se muestra en dos acontecimientos históricos interesantes.

En 1215, los ingobernables barones ingleses obligaron al empobrecido rey Juan a firmar la Carta Magna. A ésta se le ha llamado la predecesora de los documentos modernos sobre los derechos humanos. Aunque las libertades que concedía la Carta adolecían de grandes limitaciones, a aquel documento se le considera un punto sobresaliente por el hecho de que puso al rey bajo el dominio de la ley.

La reacción del papa Inocencio III a este documento está registrada. Él dijo: “Absolutamente rechazamos y condenamos este arreglo, y bajo amenaza de excomunión ordenamos que el rey no se atreva a cumplir con él y que los barones no requieran que se cumpla con él. Por medio de este instrumento declaramos que la carta es nula y que carece de toda validez para siempre.”

Por supuesto, no sucedió que la Carta Magna simplemente quedara en nada. Varias veces fue publicada de nuevo, y hasta la Iglesia Católica la usó cuando vio amenazados los derechos de ella; sí, la Carta Magna llegó a ser una fuerza en el desarrollo político de Inglaterra y Norteamérica.

En 1524 ocurrió en Alemania lo que se conoce como la “guerra de los campesinos.” A semejanza de lo que pasó en la revuelta campesina de Inglaterra, los humildes campesinos protestaron contra el constante aumento de impuestos y servicios que exigían los príncipes de Alemania. Martín Lutero aconsejó a los campesinos que se rindieran. Cuando éstos rehusaron hacerlo, se informa que él aconsejó a los príncipes que los atacaran e hirieran como a “perros rabiosos.” Los príncipes siguieron su consejo.

En muchísimas ocasiones la posición que la cristiandad adoptó contra lo que hoy día la gente llama los “derechos humanos” se hizo violenta. La matanza que el protestante Cromwell perpetró contra los católicos irlandeses, y la matanza despiadada de los hugonotes protestantes de Francia a manos de los católicos de esa nación son solamente dos ejemplos de la cruel intolerancia que se ha manifestado para con los derechos de otras personas dentro de las naciones de la cristiandad.

Otros ejemplos son sus sanguinarias cruzadas e inquisiciones; la carrera que optaron por seguir los conquistadores españoles, los cuales, con la bendición de sus líderes espirituales, participaron en actos de asesinato y de saqueo en muchas partes del mundo; y no debemos olvidar las aproximadamente 100.000 mujeres que fueron quemadas en la hoguera durante la Edad Media bajo la acusación de que eran brujas.

Sí, a través de la historia, el registro de la humanidad con relación a los derechos humanos ha sido deficiente. Las fuerzas que deberían haber trabajado para el mejoramiento del hombre, como las leyes del país o hasta las leyes de la cristiandad, han sido inadecuadas o positivamente dañinas para la humanidad.

A muchas clases se les privó de sus derechos, y las tendencias egoístas de los hombres impidieron que las clases hallaran alivio de la opresión. Con demasiada frecuencia ha sucedido como declaró el libro bíblico de Eclesiastés hace mucho: “El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo.”—Ecl. 8:9

¿Qué significa esto para nosotros hoy día? ¿Han cambiado las cosas? ¿Habrá ahora más esperanza que en el pasado respecto a que los derechos humanos hayan de ser garantizados? ¿Qué dicen los hechos?

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 08 de Febrero de 1980. Para complementar el tema, lea el folleto: "¿Quién controla realmente el mundo?". Ambos publicados por los testigos de Jehová.