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martes, 11 de marzo de 2014

La fuente de los auténticos valores (Segunda parte)

¿Pueden servir de ayuda la religión y la familia?

Hoy día se ofrecen muchos programas para restituir los valores de la gente. Uno de ellos es la religión, que se supone que da fuerza espiritual. No obstante, esa fuerza no se encuentra en las religiones ortodoxas de la cristiandad. Algunas de estas han vuelto a caer en el paganismo.

Otras han descartado la idea del rescate y de la creación para doblegarse ante la religión científica de la evolución. Aceptan la alta crítica, que desacredita la integridad de la Palabra de Dios, la Biblia. Ofrecen un “cristianismo” tan diluido y contaminado que no queda en él nada de valor, y la generación joven solo ve en él hipocresía y una parodia vacía.

No es en esas religiones endebles donde hemos de buscar fuerza espiritual, sino solo en la única forma de adoración verdadera y basada en la Biblia que anuncia que el Reino de Jehová es la única esperanza del mundo.

De todas formas, todavía queda otra fuente de ayuda para aquellos a quienes les preocupa la situación actual: la familia, el marco en el que los padres pueden inculcar una serie de valores en sus hijos.

El apego entre padres e hijos que comenzó cuando estos nacieron debe continuar. Los hijos que aman a sus padres y confían en ellos quieren ser como ellos, imitar su forma de hablar y actuar, copiar su conducta y absorber su moralidad; por eso, los valores de los padres quedan incorporados con el tiempo en el sistema de valores de los hijos.

El éxito radica en dar explicaciones sencillas, no discursos ampulosos; en promover una comunicación bilateral, no en pronunciar declaraciones dogmáticas.

Los padres que no se limitan a predicar los valores auténticos, sino que los practican, tendrán hijos que incorporarán dichos valores en su vida. Tales hijos no correrán el peligro de imitar el ejemplo negativo de otros jóvenes de la escuela o de otro lugar. Proverbios 22:6 dice: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él”. Eduque a su hijo dándole buenos consejos. Más importante aún, edúquelo con un buen ejemplo.

Potencial para adquirir valores

Jesús dijo: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual”. (Mateo 5:3.) Algunos psiquiatras han dicho que esta es una necesidad instintiva con la que se nos ha programado. Y lo cierto es que no seremos capaces de resistir el impacto de los falsos valores que se defienden hoy día a menos que poseamos fuerza espiritual.

En consonancia con el hecho de que se nos creó a la imagen y semejanza de Dios, con un potencial innato para adquirir un sistema de valores, Thomas Lickona, profesor de Educación, dice: “Creo que la capacidad de ser bondadoso está ahí desde el mismo principio”. Pero añade que “los padres deben alimentar esos instintos tal como ayudan a sus hijos a convertirse en buenos lectores, atletas o músicos”.

El realizador de televisión Norman Lear fue uno de los oradores invitados a la asamblea nacional de la Asociación de Educación Nacional. Tras reconocer “el problema de las personas más experimentadas y entendidas, las que han descartado la búsqueda de un propósito trascendente por considerarla superficial o irrelevante”, dijo: “Basándome en la historia humana, no me cuesta nada llegar a la conclusión de que la respuesta a la vida, a la existencia, el impulso de creer en algo más grande que uno mismo, es tan fuerte e irresistible como para ser una característica inseparable de cómo estamos codificados genéticamente”.

Norman Lear acusó a los grandes negocios y a cuatro décadas de televisión de haber transmitido un “nuevo sistema de valores” que tiene tanta influencia en la moralidad pública y en los valores personales, que ha resultado en muchas enfermedades sociales: escuelas y universidades que gradúan a personas que no saben leer y escribir, consumo creciente de drogas, adolescentes solteras que dan a luz y familias sin ahorros que se cargan con más deudas.

También añadió: “Cuando hablamos de cien enfermedades sociales, creo que tal vez estamos hablando de un sistema de valores que se ha ido transmitiendo paulatinamente de una generación a otra y que, con la ayuda de la televisión, ha llegado a corromper toda la cultura”. Añadió que cree que “en nuestros genes tenemos grabada la creencia de que hay una fuerza mayor y misteriosa que da forma a nuestra vida y a la que hay que prestar atención”.

El eminente psiquiatra C. G. Jung dijo que la religión “es una actitud instintiva peculiar del hombre, y se pueden seguir sus manifestaciones a lo largo de toda la historia humana”. También es innata en nosotros la conciencia, esa facultad que percibe la diferencia entre el bien y el mal:

“Porque siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, estos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran que la sustancia de la ley está escrita en sus corazones, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados”. (Romanos 2:14, 15.)
La “conciencia” es un “conocimiento interior” que actúa como si fuese un tribunal de justicia interno convocado para dictar fallo sobre nuestra conducta, acusándonos o excusándonos. No obstante, si mostramos “desacato al tribunal” de nuestra conciencia, se hará insensible y dejará de sernos útil.
Los científicos ven misterios que solo Dios puede explicar.

Es muy curioso que cuantos más detalles sobre la Tierra y el universo conoce la ciencia, más inclinados están algunos científicos a creer que detrás de todo esto tiene que haber una inteligencia suprema. Sin embargo, se resisten a aceptar al Dios de la Biblia.

En su libro The Symbiotic Universe, el astrofísico George Greenstein empezó a “detallar lo que parece una secuencia asombrosa de accidentes extraordinarios y poco probables que prepararon el terreno para que apareciese la vida. Hay una lista de coincidencias, todas ellas esenciales para que hayamos llegado a existir”.

Añadió que al hacerse más larga la lista, las coincidencias no podían haber ocurrido por casualidad y se esparcía la idea de que había implicada una entidad sobrenatural. “¿Es posible que de repente y sin proponérnoslo hayamos tropezado con prueba científica que apoye la existencia de un Ser Supremo? —pensaba él—. ¿Fue Dios quien intervino y quien hizo el cosmos de manera tan providencial para nuestro beneficio?”

George Greenstein sintió “una intensa sensación de rechazo” ante semejante idea y dijo arbitrariamente: “Dios no es una explicación”. Sin embargo, la creciente lista de “coincidencias” le obligó a formular las preguntas supracitadas.

El también astrofísico y premio Nobel Fred Hoyle analizó estas mismas coincidencias misteriosas que inquietaban a Greenstein en su libro El Universo inteligente: “Estas propiedades se van prodigando en el mundo natural como una madeja de accidentes afortunados. Existen tantas coincidencias esenciales para la vida, que debe haber alguna explicación para ellas”.

Hoyle también concuerda con Greenstein en que estas no podían haberse producido por casualidad, de ahí que diga que ‘el origen del Universo requiere una inteligencia’, una “inteligencia a una escala mayor”, ‘una inteligencia que nos precedió y que decidió conformar, como un acto deliberado de creación, estructuras idóneas para la vida’.

Einstein habló de Dios, pero no en el mismo sentido que la religión ortodoxa. Su concepto de la divinidad estaba relacionado con “el espíritu infinitamente superior” que vio revelado en la naturaleza. Timothy Ferris escribió un artículo titulado “El otro Einstein”, en el que citó las siguientes palabras de este eminente físico: “Lo que veo en la naturaleza es una magnífica estructura que solo podemos comprender de manera muy imperfecta y que debe impregnar de un sentimiento de ‘humildad’ a toda persona razonable.

Este es un sentimiento religioso genuino que nada tiene que ver con el misticismo. Mi religiosidad consiste en una humilde admiración del espíritu infinitamente superior que se manifiesta en lo poco que nosotros, con nuestro entendimiento incompleto y transitorio, podemos comprender de la realidad. Quiero saber cómo creó Dios este mundo. Quiero conocer sus pensamientos, lo demás son pormenores”.

Tras analizar algunos de los misterios incomprensibles del universo, Guy Murchie dice lo siguiente en su libro The Seven Mysteries of Life (Los siete misterios de la vida): “Es fácil ver por qué los físicos modernos, que han empujado la frontera del conocimiento hasta adentrarse en lo desconocido probablemente más que cualesquiera otros científicos de siglos recientes, se han anticipado a la mayoría de sus colegas en aceptar ese misterio general del universo al que comúnmente se llama Dios”.

Busque a Dios, benefíciese y viva para siempre


El hombre busca a tientas algo, y ese algo es Dios. En los días de Pablo también había personas en esta situación. Él dijo: “Para que busquen a Dios, por si buscaban a tientas y verdaderamente lo hallaban, aunque, de hecho, no está muy lejos de cada uno de nosotros”. (Hechos 17:27.)

Ningún animal busca a tientas a Dios, no hay siquiera uno que tenga un concepto de Dios. Pero el hombre sí, está hecho a Su semejanza, y existe una sima infranqueable que le separa de todos los animales, incluso de los más inteligentes. Además, como nos dice el texto supracitado, Dios “no está muy lejos de cada uno de nosotros”.

Vemos prueba de Su existencia en todo lo que nos rodea, una prueba que se refleja en sus creaciones, como dice Romanos 1:20: “Las cualidades invisibles de él se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que ellos son inexcusables”.

A medida que los científicos vean más y más de estas inexplicables coincidencias y complejidades y sigan examinando las impresionantes maravillas del universo, quizás un número mayor de ellos perciba la Inteligencia Suprema que hay detrás de todo ello y reconozca a su Creador, Jehová Dios.

La Tierra y todas sus riquezas pertenecen a Jehová. Él ha fijado las normas para los que viven en ella. Ha suministrado un sistema de auténticos valores como directrices para conseguir felicidad y vida. También ha otorgado a las personas libre albedrío. Nadie tiene que obedecerle obligado. Todos pueden sembrar lo que deseen, pero tarde o temprano también segarán lo que sembraron. No es posible mofarse de Dios.

Él ha suministrado los valores auténticos, no para su beneficio, sino para el de sus súbditos terrestres, tal como explica Isaías 48:17, 18: “Yo, Jehová, soy tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo, Aquel que te hace pisar en el camino en que debes andar. ¡Oh, si realmente prestaras atención a mis mandamientos! Entonces tu paz llegaría a ser justamente como un río, y tu justicia como las olas del mar”.

Como respuesta a la súplica sincera de Jehová, todos los pueblos pisarán en el camino en que deben andar y prestarán atención a los mandamientos de su Creador. Todos se beneficiarán de una paz como un río y de una justicia como las olas del mar. Todos aplicarán en su vida ese sistema de valores hereditarios y nunca experimentarán de nuevo un derrumbe moral. Pero, ¿cuándo sucederá todo eso? Pronto, cuando se cumpla la oración: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra”. (Mateo 6:10.)

Artículo publicado en la revista "¡Despertad!" del 22 de Enero de 1992. Para complementarlo lea el tema: "Valores que enriquecen de verdad". Ambos editados por los testigos de Jehová.