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martes, 5 de agosto de 2014

¿Por qué fue tan sobresaliente la integridad de Job?

“¡Hasta que expire no quitaré de mí mi integridad!” (JOB 27:5.)

JOB fue un hombre sobresaliente en la historia. No solo disfrutaba de gran abundancia de bienes, sino del respeto de sus contemporáneos por ser un juez y un patriarca compasivo. La Biblia dice de él que “llegó a ser el más grande de todos los orientales”. (Job 1:3; 29:12-25.) Él figura, junto a Noé y Daniel, como un hombre de gran justicia. (Ezequiel 14:14, 20.) La Biblia también pone a Job como un ejemplo digno de ser imitado por los cristianos, lo que demuestra que él fue un personaje real de la historia. (Santiago 5:11.)

Job vivió en la tierra de Uz, en lo que hoy es Arabia. Aunque no era israelita, era un adorador de Jehová, hecho al que el propio Jehová llama la atención de Satanás. El que Dios dijera “no hay ninguno como él en la tierra, un hombre sin culpa y recto”, pone de manifiesto que para esa época no había ningún otro siervo destacado de Dios. (Job 1:8.)

Por consiguiente, la prueba que Satanás le impuso a Job debió transcurrir durante el tiempo en que los israelitas, primos lejanos de Job, fueron esclavos en Egipto, es decir, algún tiempo después del 1657 a. E.C. —fecha en que murió José, otro hombre notable que mantuvo integridad— y antes que Moisés iniciara su carrera de integridad a Dios.

Moisés debió ser el escritor del libro de Job. Pero ¿cómo pudo él saber de la prueba de Job? Bueno después que Moisés se vio obligado a abandonar a Egipto en 1553 a. E.C. se estableció en Madián, cerca de la tierra de Uz. (Éxodo 2:15-25; Hechos 7:23-30.) Para ese tiempo, Job todavía estaría viviendo los 140 años de vida adicionales con los que Dios le había bendecido. (Job 42:16.) Posteriormente, Moisés pudo haberse enterado de los últimos años de la vida de Job y de su muerte cuando, casi al final de los 40 años de vagar por el desierto, pasó por la tierra de Uz.

El conocimiento limitado de Job
Cuando Job fue probado, siendo que aún no se había escrito ninguna parte de la Biblia, tenía un conocimiento limitado de Dios y de su propósito. Job, no obstante, pudo haber sabido de los tratos de Jehová con Abrahán, Isaac, Jacob y José, debido a que seguramente era descendiente de Nacor, hermano de Abrahán, por el primogénito de Nacor: Uz. Además, el hermano de Uz fue Betuel, padre de Rebeca la esposa de Isaac y bisabuelo de José. (Génesis 22:20-23.)

Job debió atesorar todo cuanto él pudo llegar a saber sobre la relación que Jehová sostuvo con Abrahán y sus descendientes, y su principal deseo fue agradar a Jehová. Así, Job llegó a ser un hombre de integridad sobresaliente, un hombre intachable y completamente dedicado a Jehová.

Poco después de la muerte de José en Egipto, la integridad de Job fue objeto de controversia en los cielos invisibles entre Jehová Dios y Satanás. Job no sabía que su integridad había llegado a ser una cuestión controvertida. Es particularmente este desconocimiento de las causas de su sufrimiento lo que hace tan sobresaliente su integridad inquebrantable. Jehová hizo que Moisés registrara los detalles de la controversia sobre la integridad de Job para el beneficio de todos sus siervos de la posteridad.

La cuestión sobre la integridad de Job
El libro de Job descorre el velo de la región invisible, y se nos da una vista de una asamblea de ángeles que se llevó a cabo en el cielo ante Jehová Dios. En ella Jehová le recuerda a Satanás, que también está presente, que “no hay ninguno como Job en la tierra, un hombre sin culpa y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. (Job 1:8.) Es evidente que en torno a la integridad de Job hay una cuestión latente. Pero no es una cuestión nueva. Esta ya estuvo implícita cuando Satanás apartó de Dios a Adán y Eva y, prácticamente, dijo: ‘Sólo dame una oportunidad y podré apartar a cualquiera de servirte’. (Génesis 3:1-6.)

Durante esta reunión formal en el cielo, Satanás se ve obligado a ofrecer sugerencias sobre el porqué de la integridad de Job. Dice: “¿Ha temido Job a Dios por nada? ¿No has puesto tú mismo un seto protector alrededor de él y alrededor de su casa y alrededor de todo lo que tiene en todo el derredor? Pero, para variar, sírvete alargar la mano —dice Satanás en desafío—, y toca todo lo que tiene, y ve si no te maldice en tu misma cara”. (Job 1:9-11.)

Jehová acepta el desafío y demuestra su plena confianza en la integridad de Job al responderle a Satanás: “¡Mira! Todo lo que tiene está en tu mano. ¡Solo que contra él mismo no alargues la mano!”. (Job 1:12.) Satanás ataca a Job sin demora. Una incursión sabea arrebata 1.000 reses vacunas y 500 asnas que eran propiedad de Job y da muerte a todos sus servidores menos a uno. Luego, Satanás envía fuego desde el cielo que devora a 7.000 ovejas y a los servidores que las cuidaban, dejando a un solo sobreviviente.

Satanás prosigue y ocasiona que tres partidas de caldeos se apoderen de 3.000 camellos de Job y den muerte a su servidumbre, dejando a uno solo con vida. Por último, Satanás envía un gran viento que da contra la casa donde los diez hijos de Job celebraban un banquete y la derriba, ocasionando la muerte de todos ellos. En rápida sucesión, los sobrevivientes de cada uno de estos desastres corren ante Job para informarle de las terribles noticias. (Job 1:13-19.)

¡Cuántas calamidades! Aun si Job hubiera entendido de quién provenían, hubieran sido difíciles de soportar. ¡Pero él no conocía su origen! Ignoraba que era el centro de una controversia que había surgido en el cielo y que Jehová estaba usándolo para demostrar que había personas capaces de mantener integridad a pesar de todo el sufrimiento injusto que Satanás pudiera acarrearles. Desconsolado, y hasta pensando que Dios en cierto modo era responsable de sus pérdidas, Job dijo:

“Jehová mismo ha dado, y Jehová mismo ha quitado. Continúe siendo bendito el nombre de Jehová”. No hay duda, “en todo esto Job no pecó, ni atribuyó nada impropio a Dios”. (Job 1:20-22.)

¡Qué humillación sufrió Satanás cuando en otra asamblea de ángeles Jehová tuvo que recordarle con referencia a Job: “Todavía está reteniendo firmemente su integridad”! Pero Satanás no se dio por vencido. Planteó el desafío en otros términos, diciendo que si se le da la oportunidad de herir a Job en su misma carne, Job maldecirá a Dios en su propia cara. Jehová permite la prueba porque confía en la integridad de su siervo aun hasta ese extremo, pero advierte a Satanás que no toque la vida de Job.

De modo que Satanás se fue “e hirió a Job con un divieso maligno desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza”. (Job 2:1-8.) Job queda reducido a tan miserable y repugnante estado que sus familiares y amigos lo abandonan, y antiguos conocidos se burlan de él. (Job 12:4; 17:6; 19:13-19; 30:1, 10-12.)

¡Pero aún le espera otro golpe! La fe de la esposa de Job se debilita. Viene a él y le dice: “¿Todavía estás reteniendo firmemente tu integridad? ¡Maldice a Dios y muere!”. Él le responde: “Como habla una de las mujeres insensatas, tú también hablas. ¿Aceptaremos solamente lo que es bueno de parte del Dios verdadero, y no aceptaremos también lo que es malo?”. Como dice el relato: “En todo esto Job no pecó con sus labios”. (Job 2:9, 10.) Cuando recordamos que a Job se le había ocultado la causa de todo este sufrimiento, ¡cuán verdaderamente sobresaliente resulta su integridad!

Otra forma de ataque
Pero Satanás aún no había terminado. Hace que vengan a Job tres hombres tenidos por sabios, que le conocían personalmente o habían oído de su reputación como “el más grande de todos los orientales”. Deben ser bastante mayores que Job. (Job 1:3; 15:10; 32:6.) Dos de estos hombres son parientes lejanos. Elifaz el temanita es descendiente de Abrahán por Temán, un nieto de Esaú, y Bildad el suhita es descendiente de Súah, un hijo de Abrahán. (Job 2:11; Génesis 36:15; 25:2.)

La ascendencia de Zofar es incierta. En apariencia, estos tres hombres venían a consolar a Job, pero en realidad Satanás iba a valerse de ellos con el fin de socavar su integridad. Satanás esperaba que estos “consoladores” —como hacen los interrogadores políticos del día moderno que, simulándose amigos, socavan la lealtad de un prisionero y lo convierten en enemigo de su propio gobierno— pusieran a Job en contra de Dios. (Job 16:2, 3.)

Al llegar a donde estaba Job, los tres visitantes pasaron siete días y siete noches observando en silencio el insoportable dolor que Job sufría y su estado de extrema humillación. (Job 2:12, 13.) Por fin Elifaz, probablemente el mayor, tomó la palabra y fijó el rumbo y el tema general de un debate que se desarrollaría en tres turnos de réplicas y contrarréplicas. El discurso de Elifaz, así como los discursos de sus compañeros que le siguieron después, se componía principalmente de acusaciones.

Después que cada uno de sus acusadores hablaba, Job intervenía para refutar sus argumentos. En el tercer turno del debate Zofar ya no intervino, probablemente porque pensaba que no tenía nada más que añadir. Por consiguiente, Zofar sólo intervino dos veces, mientras que Elifaz y Bildad lo hicieron tres veces cada uno.

Los discursos de Elifaz son los más largos, y el lenguaje que usa es un tanto benigno. Bildad es más mordaz, pero Zofar le sobrepasa. Los argumentos de estos tres hombres son taimados, pensados de tal modo que facilitan el propósito de Satanás de quebrantar la integridad de Job. Incluyen con frecuencia en sus discursos hechos verídicos, pero en un contexto y con una aplicación equivocados.

Esta es la misma táctica que Satanás usó en contra de Jesús. Valiéndose de la cita bíblica que dice que un ángel de Dios protegería a su siervo de sufrir daño alguno, Satanás invitó a Jesús a demostrar que era el hijo de Dios instándole a que se arrojara desde el almenaje del templo. (Mateo 4:5-7; Salmo 91:11, 12.) Job se vio sometido a razonamientos satánicos similares durante un período prolongado de tiempo.

En su primer discurso, Elifaz arguye que las dificultades que Job experimenta son la retribución de Dios por sus pecados. Le dice: “¿Quién que sea inocente ha perecido jamás? Conforme a lo que yo he visto, los que idean lo que es perjudicial y los que siembran la desgracia, ellos mismos la siegan”. (Job 4:7, 8.) Elifaz prosigue y afirma que Dios no confía en sus siervos. Dice: “En sus siervos él no tiene fe, y a sus [ángeles] imputa tener faltas. ¡Cuánto más a los que moran en casas de barro!”. (Job 4:18, 19.)

Bildad toma el relevo en el discursar violento, en la diatriba. “Si fueras puro y recto —le dice—, para ahora él despertaría para ti y ciertamente restituiría tu justo lugar de habitación”. Bildad alude a cómo el papiro y las cañas se secarían sin agua y presenta una razonable conclusión al decir que así ocurre con “todos los que olvidan a Dios”. Pero, ¡cuán equivocado estaba Bildad al aplicar esta ilustración a Job y añadir: “La mismísima esperanza de un apóstata perecerá”! (Job 8:6, 11-13.)

Los comentarios de Zofar son aun más duros. ‘¡Oh que Dios hablara y te dijera lo que piensa!’, es en síntesis lo que él le dice. ‘Dios sabe lo que has hecho. Y te está castigando con mucho menos de lo que mereces. Líbrate de tus pecados y abandona la maldad, y así tendrás seguridad y recuperarás a tus amigos.’ (Job 11:4-6, 14-20.)

En el segundo turno del debate, Elifaz continúa su ataque contra la integridad de Job. ‘Si Dios no confía ni siquiera en sus ángeles, ¡cuánto menos en alguien como tú! Un hombre inicuo siempre tiene dificultades.’ (Job 15:14-16, 20.)

Bildad, enfurecido por la inquebrantable resistencia de Job ante sus argumentos pasa a decirle: ‘Tu luz se extinguirá. Toda memoria de tu existencia desaparecerá. Eso es lo que les ocurre a los que olvidan a Dios’. (Job 18:5, 12, 13, 17-21.)

Zofar, aludiendo a la prosperidad que Job antes tenía, le dice: ‘¿No sabes que el clamor gozoso de los inicuos es breve y que el regocijo de un apóstata es solo por un momento? El cielo pone al descubierto los pecados del inicuo’. (Job 20:4, 5, 26-29.)

Elifaz da comienzo al tercer turno del debate, diciendo: ‘¿Puede algún hombre serle de utilidad a Dios? Aun si fueses intachable, ¿sacaría Dios algún provecho de ello? Vuélvete a Dios y corrige tus pasos. Entonces serás restaurado’. (Job 22:2, 3, 21-23.) Bildad da fin a la diatriba. Le pregunta: ‘¿Quién sobre la tierra puede jactarse de ser limpio?’. Y añade: ‘Dios es tan glorioso que aun la luna y las estrellas palidecen ante él. ¡Cuánto más el hombre que solo es un gusano a sus ojos!’. (Job 25:2-6.)

Job habla en su defensa, y es corregido
A pesar de sus terribles sufrimientos, Job no cede por un momento ante los argumentos engañosos de sus atormentadores. En su defensa, él razona que si el sufrimiento que padece es un castigo de Dios por sus pecados: ‘¿Por qué siguen viviendo los inicuos mismos, y envejecen y también se hacen superiores en riqueza?’. (Job 21:7-13.)

Contrario a lo que los acusadores de Job han dicho, Jehová valora a quienes mantienen integridad y cuya conducta sirve de respuesta a la provocación de Satanás, quien afirmó que podría apartar de servir a Dios a cualquier persona. (Proverbios 27:11; Salmo 41:12.) Job está seguro de su propia integridad, y exclama: “¡Hasta que expire no quitaré de mí mi integridad!”. (Job 27:5.) No, él no ha hecho nada por lo cual merezca todo cuanto le ha ocurrido.

El joven Elihú ha seguido atentamente todo el desarrollo de este extenso debate. Ahora toma la palabra para decirles a los falsos consoladores de Job que nada de lo que han dicho demuestra que Job sea pecador. (Job 32:11, 12.) Luego, dirigiéndose a Job, Elihú le dice: “Tus palabras seguí oyendo: ‘Soy puro, sin transgresión; limpio soy, y no tengo error. ¡Mira! Él halla ocasiones para oposición a mí, me tiene por enemigo suyo’. En esto no has tenido razón”. (Job 33:8-13; 6:29; 13:24, 27; 19:6-8.)

Job había demostrado demasiado interés en vindicarse a sí mismo. Pero al mismo tiempo, nunca condenó a Dios ni perdió su confianza en que Dios haría lo que es recto.

Se empieza a preparar una tormenta mientras Elihú termina su intervención... desde la tempestad de viento resuena la voz de Jehová: “¿Quién es éste que está oscureciendo el consejo con palabras sin conocimiento? Cíñete los lomos. Déjame interrogarte, y tú dame informe”. Después de escuchar a Jehová, Job reconoce que ha hablado a la ligera, sin un completo conocimiento de causa, y se arrepiente “en polvo y cenizas”.

Luego Jehová sentencia a Elifaz y a sus dos compañeros y le dice a Job que interceda por ellos. Posteriormente, Job es restaurado y bendecido con siete hijos y tres hermosas hijas, aparte de recibir el doble de cuanto ganado había tenido antes. Job vivió por 140 años más y murió “viejo y satisfecho de días”. (Job 38:1-4; 42:1-17.)

¡Job verdaderamente fue un sobresaliente hombre de integridad! No tuvo medio de saber que había sido el blanco del inicuo desafío de Satanás. Esto realza su integridad mucho más, pues aunque creyó que sus sufrimientos provenían de Dios, no negó a Dios ni lo maldijo. ¡Qué lección para nosotros que sí sabemos de dónde se originan las situaciones que ponen a prueba nuestra integridad!

Ciertamente, debemos sentirnos impulsados a imitar el ejemplo de Job y a seguir adelante en nuestro servicio a Jehová, prescindiendo de lo que el Adversario de Dios pueda traer contra nosotros.

Artículo publicado en la revista ¡La Atalaya! del 01 de Marzo de 1986. Escuche la emocionante lectura "¡Hasta que expire no quitaré de mí mi integridad!