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viernes, 18 de julio de 2014

Respeto piadoso por la sangre (Segunda parte)

En la congregación cristiana

¿Puede usted visualizar una sala grande en la Jerusalén del primer siglo? Reunidos allí están los apóstoles de Jesús y otros ancianos de la congregación cristiana. ¿Qué tema están considerando? Pablo y Bernabé han venido de Antioquía para presentarles un problema que ha surgido allí respecto a la circuncisión. Aquel concilio decide que no es necesario que los cristianos recién convertidos sean circuncidados en la carne. (Hechos 15:1, 2, 6, 13, 14, 19, 20.)

Al declarar esta decisión, el cuerpo gobernante de aquel entonces repasó varios requisitos que todavía estaban vigentes para los cristianos. Dijo: “Porque al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos, y de sangre, y de cosas estranguladas que retienen la sangre, y de fornicación. Si se guardan cuidadosamente de estas cosas, prosperarán. ¡Buena salud a ustedes!”. (Hechos 15:28, 29.)

Así que la idolatría, el comer sangre y la fornicación están en el mismo plano religioso. Los cristianos tienen que abstenerse de todas estas cosas para conservar la buena salud espiritual y participar en el cumplimiento de las promesas de Dios.

Con relación a la sangre, sea que esta se coma por la boca, o se transfunda por las venas, el propósito es el mismo: sostener y alimentar al cuerpo. Como el cuerpo gobernante claramente lo indicó, el no abstenerse de la sangre es una violación de la ley de Dios.

La propagación actual del SIDA, la hepatitis y otras enfermedades mediante las transfusiones de sangre es indicación de que la buena salud física a menudo envuelve también el obedecer las leyes de Dios. En tiempos bíblicos, Dios dio leyes específicas a Israel respecto a la dieta, la cuarentena, la higiene y medidas sanitarias que eran muy adecuadas para su estadía en el desierto. (Levítico 11:2-8; 13:2-5; Deuteronomio 23:10-13.)

Al obedecer aquellos preceptos, Israel no solo mantenía una estrecha relación espiritual con su Dios, sino que también se salvaguardaba físicamente de las enfermedades que plagaban a las naciones vecinas. Ha sido tan solo desde el siglo pasado que los médicos han empezado a comprender la sabiduría práctica tras algunas de aquellas leyes. Muchos de ellos también están llegando a reconocer que la ley de Dios respecto a la sangre tiene sentido.

Cuando Israel obedecía, Dios cumplía su promesa: “Si escuchas estrictamente la voz de Jehová tu Dios y haces lo que es recto a sus ojos y verdaderamente prestas oído a sus mandamientos y guardas todas sus disposiciones reglamentarias, no pondré sobre ti ninguna de las dolencias que puse sobre los egipcios; porque yo soy Jehová que te está sanando”. Más importante aun, la obediencia mantuvo a Israel en vías de recibir futuras bendiciones del Reino. (Éxodo 15:26; 19:5, 6.)

Los testigos de Jehová aprecian los muchos beneficios que la medicina moderna provee. Por ejemplo, cuando una bomba destruyó un Salón del Reino cerca de Sydney, Australia, y más de 50 Testigos heridos fueron llevados de prisa a un hospital cercano, estos estaban agradecidos de que los médicos tuvieran disponible un abundante suministro de fluidos no sanguíneos para hacer transfusiones. Todos los heridos sobrevivieron.

Podían estar agradecidos de que hubiera estas transfusiones que no violaban los preceptos de Jehová. Para mencionar otra ventaja, ninguno de ellos estuvo en peligro de ser infectado por enfermedades que pueden ser transmitidas por la sangre.

“Limpio de la sangre de todo hombre”

Sin embargo, dirijamos la atención de nuevo al primer siglo. Han transcurrido unos siete años desde que Pablo y Bernabé oyeron a Santiago anunciar la prohibición sobre la idolatría, la sangre y la fornicación. Durante ese tiempo Pablo ha hecho dos viajes misionales por Asia Menor, y hasta la Europa Oriental. Ahora, en su viaje de regreso por Mileto, tiene la oportunidad de hablar con los ancianos de Éfeso, quienes han venido a encontrarse con él allí.

Pablo les recuerda que cuando estuvo entre ellos no se retrajo de ‘servir como esclavo al Señor con la mayor humildad mental y con lágrimas y con pruebas’. ¿Somos nosotros hoy día igualmente abnegados al dar cuanto podamos en el servicio de Jehová? Debemos serlo. (Hechos 20:17-19.)

¿Cómo efectuó Pablo ese servicio? Testificaba dondequiera que hallaba a las personas, principalmente en sus hogares, prescindiendo de los antecedentes religiosos de ellas. Pablo no se había retraído de dar instrucción a aquellos ancianos, y sin duda lo habían acompañado cuando él enseñaba “públicamente y de casa en casa”.

Ellos no fueron los únicos que se beneficiaron del celoso ministerio de Pablo, pues él había ‘dado testimonio cabalmente, tanto a judíos como a griegos, acerca del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesús’. Note la palabra “cabalmente”. ¿Nos cercioramos nosotros cabalmente hoy día de que toda clase de personas y grupos étnicos reciban el testimonio? (Hechos 20:20, 21; Revelación 14:6, 7.)

La palabra “cabal” también aparece en la siguiente declaración de Pablo: “No hago mi alma de valor alguno como preciada para mí, con tal que termine mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, de dar testimonio cabal de las buenas nuevas de la bondad inmerecida de Dios”. (Hechos 20:24.) Así que su alma, o vida, no sería de valor alguno si no cumplía con su ministerio. ¿Es así como nos sentimos nosotros tocante a nuestro ministerio?

A medida que estos últimos días van llegando rápidamente a su conclusión, y las tensiones, las persecuciones, las enfermedades, o la edad avanzada nos afligen, ¿continuamos desplegando un espíritu como el de Pablo al buscar cabalmente las casas ‘merecedoras’? (Mateo 10:12, 13; 2 Timoteo 2:3, 4; 4:5, 7.)

Pablo no esperaba ver de nuevo a aquellos ancianos de Éfeso. Sin embargo, con plena confianza pudo decirles esto: “Los llamo para que este mismo día sean testigos de que estoy limpio de la sangre de todo hombre”. ¿En qué sentido? Pablo no había derramado sangre en guerra. Él no había comido sangre. Pero estaba muy interesado en la vida de los demás, que era representada por la sangre de ellos. Él no quería que perdieran la vida en el Día del Juicio de Dios por no haberles dado un testimonio cabal. Pablo no se había retraído de decirles a aquellos ancianos y a otras personas “todo el consejo de Dios”. (Hechos 20:26, 27.)

A medida que se acerca la “gran tribulación”, la necesidad de declarar todo el consejo de Dios se hace más urgente que nunca. La situación es similar a la de hace unos 2.600 años cuando la destrucción de Jerusalén era inminente. La palabra de Jehová vino a su profeta Ezequiel, y dijo:

“Hijo del hombre, atalaya es lo que te he hecho a la casa de Israel, y tienes que oír habla de mi boca y tienes que advertirles de mi parte. Cuando yo diga a alguien inicuo: ‘Positivamente morirás’, y tú realmente no le adviertas y hables para advertir al inicuo de su camino inicuo para conservarlo vivo, por ser él inicuo, en su error morirá, pero su sangre la reclamaré de tu propia mano”. (Ezequiel 3:17-21; 33:7-9.)

Los siervos ungidos de Jehová y sus compañeros de la “gran muchedumbre” cargan con una responsabilidad similar hoy día. Nuestro testimonio debe ser cabal. Así, durante el día de la venganza de Dios, alcanzaremos la salvación junto con las personas que nos escuchen. (Isaías 26:20, 21; 1 Timoteo 4:16; Revelación 7:9, 14, 15.)

En lo que tiene que ver con la neutralidad cristiana, abstenerse de la sangre, dar un testimonio cabal y ejercer fe en el precioso sacrificio de Jesús, que cada uno de nosotros esté resuelto a obedecer todo el consejo de Dios. Así, podremos participar en el gozoso cumplimiento del Salmo 33:10-12, que dice: “Jehová mismo ha desbaratado el consejo de las naciones; ha frustrado los pensamientos de los pueblos. Hasta tiempo indefinido el mismísimo consejo de Jehová subsistirá. Feliz es la nación cuyo Dios es Jehová”.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Septiembre de 1986. Para complementar el tema lea ¿Por qué no aceptan transfusiones de sangre los testigos de Jehová?.