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miércoles, 9 de julio de 2014

¿Cuán significativas son sus oraciones?

“He llamado con todo mi corazón. Respóndeme, oh Jehová.” (SALMO 119:145.)

¿QUÉ clase de oraciones oye el Creador, Jehová Dios? Una parábola dada por Jesucristo indica una de las condiciones básicas para que Dios conteste las oraciones. Jesús dijo que dos hombres estaban orando en el templo de Jerusalén.

Uno era un fariseo muy respetado; el otro, un despreciado recaudador de impuestos. El fariseo oró: “Oh Dios, te doy gracias de que no soy como los demás hombres, ni siquiera como este recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana, doy el décimo de todas las cosas que adquiero”. Pero el humilde recaudador de impuestos “se golpeaba el pecho, y decía: ‘Oh Dios, sé benévolo para conmigo, que soy pecador’”. (Lucas 18:9-13.)

Este fue el comentario de Jesús sobre las dos oraciones: “Les digo: Este hombre [el recaudador de impuestos] bajó a su casa probado más justo que aquél [el fariseo]; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado”. (Lucas 18:14.) Está claro que Jesús mostró que no basta con simplemente orar a nuestro Padre celestial. También es importante cómo oramos:

Nuestra actitud mental.
Ciertamente la oración es un privilegio precioso, de peso, serio, y todos los cristianos bien informados están familiarizados con las reglas fundamentales que rigen ese privilegio. Las oraciones deben dirigirse al único Dios verdadero, Jehová. Deben hacerse en el nombre de su Hijo, Jesucristo. Para ser aceptables, tienen que ofrecerse con fe. Sí, “el que se acerca a Dios tiene que creer que él existe”.

Además, el que ora debe armonizar sus oraciones con la voluntad de Dios. (Hebreos 11:6; Salmo 65:2; Mateo 17:20; Juan 14:6, 14; 1 Juan 5:14.) Y de los ejemplos bíblicos aprendemos que las oraciones pueden tomar la forma de alabanza, acción de gracias, petición y súplica. (Lucas 10:21; Efesios 5:20; Filipenses 4:6; Hebreos 5:7.)

Ejemplos de oraciones significativas
Cuando nos encaramos con problemas graves o tenemos que tomar decisiones serias o hemos cometido errores crasos o estamos bajo amenaza de muerte, nuestras oraciones se hacen especialmente serias e intensas, y cobran significado. Porque los israelitas se rebelaron después de oír el informe negativo de los diez espías que manifestaron falta de fe, Jehová dijo a Moisés que merecían ser destruidos.

Moisés, en una oración seria y significativa, suplicó a Jehová que no llevara a cabo aquel acto, porque Su nombre estaba implicado en la situación. (Números 14:11-19.) Cuando Israel fue derrotado en Hai debido a la avaricia de Acán, Josué también hizo una súplica muy apasionada sobre la base del nombre de Jehová. (Josué 7:6-9.)

Muchos de los salmos de David están en la forma de oraciones serias e intensas, de las cuales el Salmo 51 es un ejemplo sobresaliente. La oración del rey Ezequías cuando el rey asirio Senaquerib invadió a Judá es otro excelente ejemplo de una oración significativa, y, de nuevo, el nombre de Jehová estuvo envuelto en la situación. (Isaías 37:14-20.)

Pudiera decirse que el libro de Lamentaciones es una larga y seria oración de Jeremías a favor de su pueblo, porque allí se habla vez tras vez a Jehová. (Lamentaciones 1:20; 2:20; 3:40-45, 55-66; 5:1-22.) Esdras y Daniel también hicieron oraciones significativas y serias a favor de su pueblo, confesando los malos hechos de su nación y suplicando perdón. (Esdras 9:5-15; Daniel 9:4-19.) Y podemos estar seguros de que la oración que Jonás hizo mientras estaba en el vientre del enorme pez fue seria y significativa. (Jonás 2:1-9.)

Antes de escoger a los 12 apóstoles, Jesús pasó toda la noche en oración para que se hiciera la voluntad de su Padre cuando escogiera. (Lucas 6:12-16.) Recuerde, también, la oración significativa de Jesús la noche que fue traicionado, registrada en el capítulo 17 de Juan. Todas estas oraciones dan testimonio elocuente de la excelente relación de que disfrutaban con Jehová Dios los que las hicieron.

Sin duda, este debe ser un factor fundamental en nuestras oraciones para que sean significativas. Y tienen que ser serias y significativas para que sean ‘poderosas’ según el punto de vista de Jehová Dios. (Santiago 5:16, La Biblia al Día.)

Fallas por la imperfección humana
Como se ha indicado, en medio de condiciones de tensión hay la probabilidad de que nuestras oraciones sean especialmente serias y significativas. Pero ¿qué hay de nuestras oraciones cotidianas? ¿Dan evidencia de la afectuosa y estrecha relación que creemos que existe entre nuestro Padre celestial, Jehová Dios, y nosotros? Bien se ha dicho: “Nuestra oración tiene que significar algo para nosotros si ha de significar algo para Dios”. ¿Meditamos como es debido en lo que expresamos en nuestras oraciones, y nos aseguramos de que en verdad procedan de nuestro corazón figurativo?

A estos respectos, es fácil dejar que nuestras oraciones degeneren. Debido a que por herencia nos inclinamos hacia la imperfección, el corazón puede engañarnos fácilmente y privar a nuestras oraciones de las cualidades que deben poseer. (Jeremías 17:9.) A menos que, en la mayoría de los casos, pensemos detenidamente antes de orar, puede que nuestras oraciones tiendan a hacerse mecánicas, estereotipadas, rutinarias.

O pudieran hacerse repeticiosas, lo cual nos recuerda lo que Jesús dijo sobre lo impropio de la ‘manera de orar de la gente de las naciones’. (Mateo 6:7, 8.) O puede ser que nuestras oraciones solo traten de generalidades más bien que de asuntos o personas específicos.

Puede que a veces tendamos a apresurarnos al orar. Pero merece considerarse esta observación: “Si usted está demasiado ocupado para orar, tiene demasiadas ocupaciones”. No deberíamos procurar aprendernos de memoria ciertas palabras y simplemente repetirlas cada vez que oramos; tampoco debería ser necesario que un testigo de Jehová leyera su oración; por ejemplo, en una asamblea pública.

No hay duda de que todos estos escollos surgen, por lo menos en parte, debido a que no podemos ver físicamente a Jehová Dios, la Persona a quien oramos. Sin embargo, no podemos esperar que él se complazca en tales oraciones, y el hacerlas no nos beneficia.

Cómo vencer las fallas

Estaremos protegidos de los escollos ya mencionados al grado que comprendamos y apreciemos la importancia de nuestras oraciones cotidianas y nos mantengamos en buena relación con nuestro Padre celestial. Para empezar, esa comprensión y aprecio impedirá que nos apresuremos al orar, como si tuviéramos que pasar a cosas más importantes.

Nada puede ser más importante que hablar con el Soberano Universal, Jehová Dios. Es verdad que puede haber ocasiones en que tengamos poco tiempo. Por ejemplo, cuando el rey Artajerjes preguntó a su copero, Nehemías: “¿Qué es esto que tratas de conseguir?”. Nehemías ‘al instante oró al Dios de los cielos’. (Nehemías 2:4.)

Puesto que el rey esperaba una respuesta inmediata, Nehemías no podía dedicar mucho tiempo a aquella oración. Pero podemos estar seguros de que la oración fue significativa y vino del corazón, porque Jehová la contestó inmediatamente. (Nehemías 2:5, 6.) Sin embargo, excepto por ocasiones raras como esa, debemos dedicar suficiente tiempo a nuestras oraciones, y dejar que las otras cosas esperen. Si tendemos a apresurarnos al orar, entonces no comprendemos de lleno la importancia de la oración.

Otro escollo que quizás tengamos que evitar es el de repetir generalidades. Las oraciones de ese tipo tampoco ensalzan a su debido lugar el precioso privilegio de la oración. En su oración modelo —conocida comúnmente como el padrenuestro—, Jesús nos dio un excelente ejemplo a este respecto. Mencionó siete peticiones diferentes: tres que tenían que ver con el triunfo de la justicia, una con nuestras necesidades físicas diarias, y tres con nuestro bienestar espiritual. (Mateo 6:9-13.)

El apóstol Pablo también nos dio un ejemplo excelente a este respecto. Pidió que otros oraran para que él ‘recibiera capacidad para hablar con denuedo’. (Efesios 6:18-20.) También fue específico en sus propias oraciones a favor de otros. “Esto es lo que continúo orando —dijo Pablo—: que el amor de ustedes abunde todavía más y más con conocimiento exacto y pleno discernimiento; para que se aseguren de las cosas más importantes, para que estén exentos de defectos y no estén haciendo tropezar a otros hasta el día de Cristo, y estén llenos de fruto justo, que es mediante Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios.” (Filipenses 1:9-11.)

Sí, debemos orar sobre cosas específicas, y esto exige que pensemos detenidamente en lo que decimos al orar. (Compárese con Proverbios 15:28.) Mientras estamos en el ministerio del campo, pudiéramos pedirle a Dios, no solo su bendición sobre nuestros esfuerzos, sino también sabiduría, prudencia, generosidad, franqueza de expresión, o ayuda respecto a toda debilidad que estorbe nuestra eficacia al testificar.

Además, ¿no pudiéramos pedirle que nos guíe hacia los que tienen hambre y sed de justicia? Precisamente antes de pronunciar un discurso público o presentar alguna parte en una Reunión de Servicio o en la Escuela del Ministerio Teocrático, podemos suplicarle a Jehová una abundancia de su espíritu santo. ¿Para qué? Para manifestar confianza y equilibrio, hablar con sinceridad y convicción, honrar el nombre de Dios y edificar a nuestros hermanos. Todas esas oraciones nos conducen también a la condición mental apropiada al hablar.

¿Tenemos una debilidad carnal que guerree contra nuestra espiritualidad y parezca difícil de vencer? Nuestro deseo debería ser tratar específicamente con ella en nuestras oraciones. Y, lejos de desanimarnos, jamás deberíamos cansarnos de pedirle a Dios, humilde y sinceramente, que nos ayude y nos perdone. Sí, en medio de esas circunstancias deberíamos querer acudir a Jehová como un niño acude a su padre cuando se halla en alguna dificultad, sin importar cuán frecuentemente oremos a Dios sobre la misma debilidad.

Si somos sinceros, Jehová nos ayudará y nos hará comprender que nos ha perdonado. En tales circunstancias, también podemos consolarnos con la confesión del apóstol Pablo de que él tenía un problema. (Romanos 7:21-25.)

Ayudas para ofrecer oraciones significativas
Para que nuestras oraciones realmente sean significativas tenemos que esforzarnos por despedir de la mente todo lo ajeno, y concentrarnos en que estamos presentándonos ante el Gran Dios, Jehová. Tenemos que acercarnos a él con profundo respeto, con comprensión de su impresionante grandeza. Como Jehová dijo a Moisés, ningún hombre puede ver a Dios y, sin embargo, vivir. (Éxodo 33:20.)

Por eso, tenemos que acercarnos a Jehová con la debida humildad y modestia, un punto que Jesús enfatizó en su parábola del fariseo y el recaudador de impuestos. (Miqueas 6:8; Lucas 18:9-14.) Jehová tiene que ser muy real para nosotros. Tenemos que tener la misma actitud mental que tuvo Moisés. “Continuó constante como si viera a Aquel que es invisible.” (Hebreos 11:27.) Esas cualidades dan testimonio de que estamos en buena relación con nuestro Padre celestial.

Nuestras oraciones también serán significativas si acudimos a Jehová con el corazón lleno de amor y afecto para él. Por ejemplo, ¡cuánto aprecio y amor a Jehová Dios expresó el salmista David en los Salmos 23 y 103! No hay duda de la excelente relación que existía entre David y su Gran Pastor, Jehová Dios.

En la Escuela del Ministerio Teocrático se nos aconseja que hablemos con calor de amistad y sentimiento. Especialmente deberíamos mostrar estas cualidades al leer textos bíblicos, y más aún cuando oramos a nuestro Padre celestial. Sí, deseamos pensar como pensó David cuando oró: “Hazme conocer tus propios caminos, oh Jehová; enséñame tus propias sendas. Hazme andar en tu verdad y enséñame, porque tú eres mi Dios de salvación”. Estas palabras de otro salmista también nos indican cómo debemos pensar: “He llamado con todo mi corazón. Respóndeme, oh Jehová”. (Salmo 25:4, 5; 119:145.)

Para que nuestras oraciones sigan siendo significativas, y para no hacerlas repeticiosas, haríamos bien en no expresar siempre los mismos pensamientos. El texto bíblico del día o alguna publicación cristiana que hayamos estado leyendo pudieran darnos alguna idea. El tema del artículo de estudio de La Atalaya, o del discurso público o de la asamblea de circuito o de distrito a la que estemos asistiendo podría ser útil con este fin.

Como ayuda para prepararnos emocional y mentalmente para la oración de modo que nuestras oraciones sean más significativas, es bueno cambiar de posición física. Naturalmente, en el caso de las oraciones públicas inclinamos la cabeza. Pero para oraciones de índole más personal algunos han considerado propio el arrodillarse ante Jehová al orar como individuos o como familia, porque les parece que esa postura hace que tengan una actitud mental de humildad.

En Salmo 95:6 se nos exhorta: “Oh, entren, adoremos e inclinémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor”. Salomón se arrodilló al orar en la dedicación del templo de Jehová, y Daniel acostumbraba arrodillarse al orar. (2 Crónicas 6:13; Daniel 6:10.)

En vista de la importancia de la oración, los ancianos nombrados deben ejercer buen juicio al escoger a los que hacen una oración pública a favor de la congregación. El hombre bautizado que represente a la congregación debe ser un ministro cristiano maduro. Su oración debería revelar que se halla en excelente relación con Dios.

Y los que tienen el privilegio de hacer tales oraciones deben considerar que es necesario que se les oiga, porque no oran solo por sí mismos, sino también por la congregación entera. De otro modo, ¿cómo puede el resto de la congregación decir “Amén” al fin de la oración? (1 Corintios 14:16.)

Por supuesto, para que el resto de las personas puedan decir un “Amén” significativo tienen que escuchar atentamente, sin dejar que sus pensamientos vaguen, realmente haciendo suya la oración que se ofrece. Otro punto que pudiera vigilarse es que, puesto que tales oraciones se ofrecen a Jehová Dios, no deben usarse como pretexto para predicar a los que escuchan ni para presentar ideas puramente personales.

Cuando las oraciones que hacemos en voz alta son verdaderamente significativas, imparten una bendición a los oyentes. Por eso, sería bueno que los matrimonios y las familias hicieran por lo menos una oración juntos cada día. En esta ocasión una sola persona —quizás el cabeza de la familia— hablaría por la otra persona o por los demás.

Otro asunto merece nuestra atención para que en verdad nuestras oraciones sean significativas. Es el hecho de que tenemos que ser consecuentes respecto a nuestras oraciones; lo que significa ¿qué? Que vivamos en armonía con nuestras oraciones y trabajemos en lo que pedimos en oración.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 15 de Julio de 1987. Para complementar el tema lea "Manténganse en el amor de Dios". También disponible en audio libro. Ambos editados por los testigos de Jehová.