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miércoles, 5 de marzo de 2014

La fuente de los auténticos valores (Primera parte)

CUANDO el hombre se detiene a contemplar una noche estrellada, le embarga una sensación de asombro y admiración. Esa bóveda tachonada de estrellas que ve tan a lo lejos le hace sentirse pequeño e insignificante. Hasta puede que recuerde las palabras que escribió el salmista hace mucho tiempo:

“Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado, ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente, y el hijo del hombre terrestre para que cuides de él?”. (Salmo 8:3, 4.)
El salmista vio unos pocos miles de estrellas y se sintió pequeño; el hombre sabe en la actualidad que hay miles de millones de galaxias, compuesta cada una por miles de millones de estrellas, por lo que aún se siente mucho más pequeño, y le surgen una serie de preguntas: “¿Qué puedo hacer para realizarme? ¿Por qué estoy aquí? ¿Quién soy en realidad?”.

Ningún animal piensa en esas cosas.


Cuando el hombre se fija en la variedad de formas de vida que le rodean, se da cuenta de que han sido diseñadas asombrosamente para cumplir con unos propósitos prácticos. Ve aves que emigran a miles de kilómetros de distancia, mamíferos que hibernan durante el frío invernal y muchas otras formas de vida que han utilizado sonar, acondicionamiento de aire, propulsión a chorro, desalación, anticongelantes, estructuras para respiración subacuática, incubadoras, termómetros, papel, vidrio, relojes, brújulas, electricidad, motores giratorios y un gran número de otras maravillas mucho antes de que el hombre siquiera soñara en ellas.

Si se medita un poco, es lógico que surja la pregunta: “¿De dónde salieron todos estos diseños tan sorprendentes e intrincados y que cumplen tan bien con su propósito? ¿Qué gran inteligencia se trasluce en ellos?”.

De nuevo, ningún animal piensa en esas cosas. Pero el hombre sí. ¿A qué se debe que el hombre sea el único de todas las miríadas de criaturas que hay en la Tierra que se maravilla y llena de asombro y admiración al levantar la vista a los cielos y al fijarse en los misterios de la vida que se observan aquí en la Tierra? ¿Por qué es el único? Porque es diferente.

¿Por qué es tan diferente el hombre?Porque fue el único ser creado a la imagen y semejanza de Dios: “Y Dios pasó a decir: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza’”. (Génesis 1:26.) Este hecho explica la infranqueable sima que existe entre el hombre y los animales. Explica por qué ninguna otra criatura de la Tierra se parece al hombre siquiera remotamente. Explica por qué el hombre es un ser que piensa, hace preguntas sobre el mundo que le rodea y se interesa en los valores morales.

¿En qué sentido está hecho el hombre a la imagen y semejanza de Dios? En el sentido de que posee algunos de Sus atributos y cualidades, como son el amor, la misericordia, la justicia, la sabiduría, el poder, la benignidad, la bondad, la paciencia, la honradez, la veracidad, la lealtad, la diligencia y la inventiva.

Estas eran buenas cualidades que en un principio estaban programadas en el hombre, pero que quedaron desvirtuadas y no se transmitieron a la perfección a los descendientes de la primera pareja, debido a que esta utilizó mal su libre albedrío y se rebeló contra Dios.

Dichos atributos dejaron de estar equilibrados, y algunos de ellos fueron desapareciendo poco a poco de la conciencia por no utilizarlos. No obstante, Colosenses 3:9, 10 indica que podemos vestirnos de una nueva personalidad y volvernos a aproximar a ‘la imagen y semejanza de Dios’ si adquirimos un conocimiento exacto de Él y lo aplicamos en nuestra vida.

La ley mosaica que Jehová Dios dio a los israelitas contenía los auténticos valores, entre ellos los Diez Mandamientos y la admonición de ‘amar al prójimo como a uno mismo’. (Levítico 19:18; Éxodo 20:3-17.)

Estos valores tenían que transmitirse como legado a las generaciones futuras, pues Moisés no solo instó a la nación de Israel a obedecer la Ley, sino que añadió: “Manden a sus hijos que cuiden de poner por obra todas las palabras de esta ley. Porque no es palabra sin valor para ustedes, sino que significa su vida”. (Deuteronomio 32:46, 47.) Y siglos más tarde se aludió a estas leyes en Proverbios 8:18 como “valores hereditarios”.

Valores para invertir el proceso del derrumbe moral


Sin embargo, muchas personas objetan que existe tal diversidad de opiniones en la sociedad actual, que ningún conjunto de valores podría abarcar las necesidades de toda persona. Aducen que debido a los distintos antecedentes y culturas, se requiere una amplia variedad de valores.

Ahora bien, ¿qué problema moderno no se solucionaría si se practicase el mandato de Jesús de amar al prójimo como a uno mismo? ¿O el de hacer a los demás lo que quisiéramos que otros nos hicieran? ¿O si se aplicase el consejo de vivir en armonía con los principios contenidos en los Diez Mandamientos? ¿O si se procurase cultivar los frutos del espíritu enunciados en Gálatas 5:22, 23: “El fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, autodominio. Contra tales cosas no hay ley”? (Gálatas 5:22, 23.)

Ninguno de estos mandatos pide algo imposible; al contrario, poner en práctica cualquiera de ellos eliminaría un gran porcentaje de los sufrimientos actuales de la sociedad.

“¡Pero la gente nunca vivirá de esa manera!”, quizás exclame usted. No obstante, si le parece que tales soluciones son demasiado difíciles de poner en práctica, no espere que los problemas se solucionen mediante sustitutos fáciles.

La aplicación de estos remedios está dentro de las posibilidades de la sociedad humana, aunque parece ser que no entra dentro de sus deseos. Esta generación no tolera ninguna restricción de sus libertades, ni siquiera de su libertad de hacer el mal y sufrir las consecuencias.

La revista Bottom Line/Personal formula la siguiente pregunta: “¿Qué le ha sucedido al autodominio?”. Después de señalar que “a la mayoría de las personas les horrorizan los resultados de nuestra era de permisividad sexual”, dice: “Sin embargo, la gente continúa considerando sagrada la importancia de ceder por completo a los apetitos sexuales. Se espera que la gente siga una dieta, haga ejercicio, deje de fumar y lleve una vida autodisciplinada por el bien de su salud.

Solo la gratificación sexual parece haber recibido la clasificación de sacrosanta para que la gente se entregue a ella de forma continuada y sin limitaciones”. No se trata de que las personas no sean capaces de aplicar en su vida los verdaderos valores; lo que ocurre es que no quieren hacerlo. De modo que la sociedad siega lo que siembra.

Hoy día estos valores han caído en el descrédito. Muchos dicen que lo bueno es malo y que lo malo es bueno, como ya se había profetizado: “¡Ay de los que dicen que lo bueno es malo y lo malo es bueno, los que ponen oscuridad por luz y luz por oscuridad, los que ponen amargo por dulce y dulce por amargo!”. (Isaías 5:20.)
Sin embargo, hay personas a las que les preocupa esta situación. Ven los terribles resultados de seguir la filosofía de hacer siempre lo que a uno le plazca y quieren ver invertirse el proceso del actual derrumbe moral.

Artículo publicado en la revista "¡Despertad!" del 22 de Enero de 1992. Para complementarlo lea el tema: "Tres cosas que el dinero no puede comprar" (Ambos editados por los testigos de Jehová)