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domingo, 27 de octubre de 2013

He visto vidas maravillosamente transformadas (Como lo relató Percy Iszlaub) Primera parte

ALLÁ en 1949 un japonés llamado Kimihiro Nakata asesinó a dos hombres. Recibió paga por hacer esto. Aquellos eran tiempos de violencia. Se habían desperdiciado millones de vidas en los campos de batalla, y, por algún tiempo, la violencia de aquellos días continuó durante los años de la posguerra.

Mi esposa Ilma y yo acabábamos de llegar al Japón para servir de misioneros, inmediatamente después de la II Guerra Mundial. Para entonces Kimihiro tenía solo 18 años de edad. El tribunal lo sentenció a muerte en la horca. Si tan solo hubiera sido unos meses más joven, no se le hubiera podido haber sentenciado a muerte.

Fue enviado a la prisión de Fukuoka y asignado a una sección para los sentenciados a muerte.

En el Japón no se acostumbra decir al condenado a muerte cuándo se le ha de ejecutar. Alguien pudiera estar en la sección de los sentenciados a muerte por una semana, un mes, un año, o por muchos años; un hombre estuvo en ésta por 30 años. En prisión, Kimihiro se convirtió en un hombre trastornado y violento. Solía asirse firmemente de las barras de su celda y gritar: “¡Por qué no me matan! ¡Terminen de hacerlo de una vez!” Pero pasaban los años y no lo ejecutaban.

Con el tiempo, Kimihiro se interesó en la religión. Obtuvo una Biblia y comenzó a leerla con placer. Sin embargo, tenía preguntas para las cuales no podía hallar respuesta. Un día, a mediados de los años cincuenta, recibió un número de la revista La Atalaya. Un conocido, a quien no le interesaba la revista, se la había enviado. Esto era precisamente lo que Kimihiro había estado buscando.

Escribió a la Sociedad Watch Tower pidiendo más información, y se hicieron arreglos para que un testigo de Jehová lo visitara. El Testigo visitó la prisión, y allí, en la sección de los sentenciados a muerte, Kimihiro comenzó a estudiar la Biblia.

Mientras tanto, en septiembre de 1957 nosotros recibimos un cambio en nuestra asignación misional para la ciudad de Fukuoka. Para el mismo tiempo, el Testigo que estudiaba con Kimihiro se mudó, por lo cual yo me encargué de conducir los estudios semanales en la sección de los sentenciados a muerte. Kimihiro había sido bautizado en el baño de la prisión justamente antes de nuestra llegada a Fukuoka.

De modo que allí encontré a un hermano cristiano cuya personalidad había cambiado radicalmente. Con el transcurso de los meses y a medida que yo continuaba efectuando mis visitas semanales llegué a estar más allegado a Kimihiro y encariñado con él.

A medida que fuimos conociéndonos, pude ver similitudes entre la vida pasada de él y la mía.

De hecho, muchas veces pensé que si yo hubiera seguido con mi anterior modo de vivir, también habría parado en la prisión.

UNA VIDA DE PENDENCIERO


Cuando yo era un niño de edad escolar y crecía en el sudeste de Queensland, Australia, comencé a fumar y a beber. Esto me metió en dificultades con la policía de la localidad. Todas las semanas me emborrachaba y peleaba en la cantina. En cierta ocasión le lancé un vaso de cerveza en la cara a un hombre que me insultó. Destrocé dos automóviles mientras manejaba en estado de embriaguez y escapé por un pelo de sufrir heridas graves en carreras de motocicletas.

El fumar y el beber me llevaron a jugar por dinero. Cuando la policía allanaba nuestro lugar preferido de juego, buscábamos otro lugar donde jugar. En cierta ocasión, para ganar una apuesta, entré a medianoche en pijamas en un salón de baile atestado de personas; llevaba un helado en la mano y un collar de salchichas alrededor del cuello. Gané la apuesta, pero no pude escapar de la policía, que me arrestó por conducta desordenada.

Hasta me vi envuelto en robos, una actividad que comencé por medio de hurtar en un hogar privado. Después entré por la fuerza en un cine y robé dinero y cigarrillos. Logré ampliar mis operaciones de robo cuando un compañero y yo hurtamos el motor de un automóvil y lo instalamos en el chasis de otro auto. Lo vendimos para obtener ganancia.

El rugby era mi deporte favorito. Jugaba en la posición del medio detrás de las líneas cerradas de los delanteros del equipo. Jugábamos para ganar; nuestro lema era ‘lastimar al otro.’ Un día, mientras yo corría con el balón, los del otro equipo me “lastimaron”... salí del juego con dos costillas rotas y el diafragma lesionado.

CIERTO SENTIDO DE RESPONSABILIDAD

Al mismo tiempo me preocupaba por mi familia. Cuando mi padre y mi madre enfermaron y ya no podían trabajar, dejé la escuela y obtuve empleo como mecánico de automóviles para ayudar a mantener la familia. Solo tenía 14 años de edad. Diez años después, en 1940, era encargado de un garaje y supervisaba a 17 mecánicos.

Entre los principales entretenimientos de aquellos días estaban los bailes del sábado por la noche. Yo tocaba la trompeta en una orquesta que amenizaba bailes. A menudo salía del lugar de empleo el sábado al mediodía, viajaba a un pueblo distante y tocaba hasta tarde, de modo que regresaba a casa al amanecer. Los bailes del sábado por la noche y el pasear con muchachas era una parte importante de mi vida.

INFLUENCIA EXCELENTE EN MI VIDA

Fue más o menos a los 23 años de edad cuando conocí a Ilma en un baile. Comenzamos a vernos con regularidad, al principio en los bailes. Pero luego Ilma visitaba nuestro hogar y mi madre y ella se hicieron buenas amigas. Pronto le hice ver a Ilma que tenía intenciones de casarme con ella. ¡Qué cambio efectuaría en mi vida nuestra relación!

Sería bueno mencionar aquí que algunos años antes mi madre se había hecho testigo de Jehová. ¡Cuánto me disgustó que hiciera eso! Me sentía avergonzado al verla parada en las calles ofreciendo literatura bíblica a los transeúntes. Discutí con ella para que dejara esta religión, pero no tuve éxito. También le dije que no quería verla hablando con Ilma acerca de su ‘religión loca.’

Bueno, de todos modos, cierta noche después de un baile, Ilma y yo empezamos a hablar acerca de la guerra... la segunda guerra mundial acababa de empezar en septiembre de 1939. En nuestra conversación tocamos el tema de las condiciones mundiales,

e Ilma dijo: “¿No te gustaría ver que se estableciera un gobierno justo y recto que trajera condiciones pacíficas a toda la humanidad?”

“¡Claro que sí!” le contesté, “pero, ¿precisamente quién puede lograr eso? El hombre se ha esforzado por años y, ¿en qué condiciones nos encontramos ahora? ¡Estamos comenzando una guerra mundial!”

“Pues, el Dios Todopoderoso puede establecer ese gobierno, y lo hará,” contestó Ilma.

“¿A qué se debe entonces que el Todopoderoso no haya hecho nada hasta ahora? Se ve que hay guerra y sufrimiento por todas partes. ¿Crees que tienes la respuesta a esa pregunta, querida?”

Pues bien, Ilma sí respondió a mi pregunta, pero no como yo esperaba. Sacó el pequeño folleto Gobierno y Paz y comenzó a leer de él: “No puede haber paz duradera sin un gobierno justo. No puede haber un gobierno justo sin paz.”
Concordé con lo que ella leyó. “Pero, ¿cómo sería posible lograr tal cosa?” quise saber. “Déjame ver ese folleto.”

Ella me entregó el folleto. Al abrirlo en la primera página, vi que decía “WATCH TOWER BIBLE AND TRACT SOCIETY . . . Primera edición 10.000.000 de ejemplares.” ¡Realmente puse el grito en el cielo! “¿Cómo conseguiste esto?” le pregunté.

“Pues, me lo dio tu madre,” dijo ella, “y lo leí y creo en lo que dice.”
Me enfureció más que nunca enterarme de que mamá había estado hablando con Ilma de religión. Por casualidad, unas semanas antes Ilma le había hecho una pregunta a mamá sobre algo que la tenía confundida. Ilma comenzó con estas palabras: “Mi iglesia enseña que los inicuos van al infierno y que los buenos van al cielo. Pues bien, no creo que yo sea lo suficientemente buena como para ir al cielo, pero tampoco creo que sea tan mala como para ir al infierno. Entonces, ¿dónde encajo yo en esto?”

Felizmente, mamá aprovechó la oportunidad para hablar con Ilma acerca del propósito original de Dios de hacer de la Tierra un paraíso, e indicarle que aquel propósito se cumpliría pronto bajo la gobernación del reino de Dios. Le mostró textos como Salmo 37:11 y 29, que dicen: “Empero los mansos heredarán la tierra, y se deleitarán en la abundancia de la paz. Los justos heredarán la tierra, y habitarán para siempre en ella.” (Versión Moderna)

También le explicó que Jesús hasta había prometido al malhechor que murió a su lado que aquel hombre volvería a vivir en un paraíso terrestre.—Luc. 23:43.
Por eso, cuando Ilma venía de visita a nuestro hogar durante los fines de semana, mi madre me pedía dulcemente que fuera al mercado a buscar algunas cosas para la cena. Mientras yo estaba afuera, ella se ocupaba en considerar las enseñanzas bíblicas con Ilma. No sé por cuánto tiempo había estado sucediendo esto, pero aquella noche me enfurecí cuando me enteré de ello.

Le dije a Ilma que no se suponía que mi madre le hablara de su religión, porque yo no estaba de acuerdo con ello. Pero entonces Ilma me preguntó:

“¿Crees en la libertad?” 
“¡Claro que sí!”
Me respondió: “Entonces, ¿no estás siendo hipócrita?”

Me habían dicho cosas peores anteriormente, pero esto era diferente, al considerar que las palabras venían de Ilma. Ella continuó: “Tú dijiste que sería maravilloso el que hubiera un gobierno pacífico, pero cuando te enteraste de que eran los testigos de Jehová quienes estaban diciendo cómo Dios iba a traer tal cosa perdiste el interés.”

Aquello me puso a pensar, y me fui refunfuñando y de mal humor. Pasó una semana, y le telefoneé a Ilma para ver si podía visitarla de nuevo. Ella me dijo: “Puedes venir, si eres razonable y consideramos las cosas de que estábamos hablando la otra noche.”

Por lo tanto la visité y le pregunté qué la había hecho creer en la “religión de Rutherford,” como yo solía llamar a los Testigos. (En aquel tiempo J. F. Rutherford era presidente de la Sociedad Watch Tower.) Ella respondió: “Esta es la primera vez que he oído cosas tan maravillosas. Tienen sentido. Cuando tu madre contestó mis preguntas, por poco bailo de gozo. Supe que era la verdad desde el primer momento en que la oí.”

Tengo que admitir que yo no estaba de humor para bailar. Pero sí escuché algunos textos bíblicos, y accedí a investigar un poco más el asunto. Nos casamos el 8 de diciembre de 1939.

CAMBIO DRAMÁTICO EN MI VIDA

Dije a Ilma: “Está bien, haremos arreglos para que alguien estudie la Biblia con nosotros. Pero no quiero que sea mi madre, ni su amiga de 70 años.” Yo en realidad pensaba que ésta era una religión de ancianas. De modo que nos visitó una pareja de ministros de tiempo completo de los testigos de Jehová.

Al principio yo discutí mucho con ellos.
 
No podía entender, por ejemplo, cómo el primer hombre Adán pudo haber pecado si era perfecto.


Me parecía que Dios no podía haber hecho buen trabajo al crear a Adán si éste se hizo malo. Pero con el tiempo llegué a comprender que Dios creó al hombre con libre albedrío... no un autómata. Por lo tanto, el hombre podía escoger entre hacer lo correcto o lo incorrecto.

Durante febrero y marzo, y a medida que progresábamos en nuestros estudios, mi interés aumentó. Un día dije a Ilma: “Vamos a la asamblea de Brisbane.” Esta se celebró en abril, solo cuatro meses después de nuestra boda. Así que fuimos. ¡Qué buena impresión causó en nosotros! Yo no podía creer que hubiera tantas personas jóvenes, de nuestra edad, a quienes conocer; ésta ciertamente no era solo una religión de personas de edad avanzada.

Al regresar a nuestro hogar, tomé el estudio más en serio aún y me hice celoso en la obra de predicar a otras personas. En un pueblo vecino, Norman Bellotti, un joven que había pertenecido a una pandilla rival, también se hizo Testigo.

Puesto que ahora éramos compañeros, en vez de combatientes rivales, comenzamos a testificar juntos. En nuestros respectivos pueblos todo el mundo nos conocía, y no podían creer lo que veían. El fumar, los altercados entre borrachos, el hurto, el conducir desenfrenadamente automóviles, el juego por dinero, el jugar con la inmoralidad sexual... todas estas cosas pertenecían ahora al pasado. ¿Por qué?

Se me habían abierto los ojos del discernimiento.
   
Realmente creía con todo el corazón que Jehová Dios establecería un gobierno justo, su reino por el cual oramos. (Mat. 6:9, 10; Dan. 2:44)


El conocimiento que adquirí y mi aprecio por éste fueron responsables de los cambios dramáticos en mi vida. Es muy posible que esto me haya salvado de la clase de dificultad en que se vio envuelto Kimihiro Nakata.



Articulo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Septiembre de 1981, publicada por los Testigos de Jehová; pueden descargarse mas articulos del sitio oficial