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jueves, 16 de enero de 2014

¿Es de verdad imposible?

En la vida hay cosas que pueden parecernos imposibles. Tal vez digamos que algo es imposible de soportar, lograr o entender. Por ejemplo, un buen número de los logros tecnológicos de la actualidad fueron tachados de imposibles, ya que en ese momento estaban más allá de la capacidad humana o eran inimaginables. Hace tan solo unos cincuenta años se habría considerado imposible llegar a la Luna, enviar un vehículo espacial a Marte y controlarlo desde la Tierra, cartografiar el genoma humano o ver lo que está ocurriendo al otro lado de la ciudad o del mundo mientras sucede.

Para Dios todo es posible

Jesús de Nazaret, que ha sido descrito como el hombre más relevante de la historia, afirmó: “Las cosas que son imposibles para los hombres son posibles para Dios” (Lucas 18:27). El espíritu santo de Dios es la fuerza más poderosa del universo. Tanto es así que no existe nada con qué medirla. Con el espíritu santo podemos lograr cosas que serían imposibles si dependieran de nuestras fuerzas.

Los seres humanos a menudo nos enfrentamos a situaciones que parecen imposibles de superar: la muerte de un ser querido, problemas familiares graves o la desesperación provocada por nuestro estilo de vida. Tal vez estemos a punto de tirar la toalla o no veamos la luz al final del túnel. ¿Qué podemos hacer si nos pasara algo así?

La Biblia promete ayuda a quienes tienen fe en el Todopoderoso, le piden su espíritu santo y hacen todo lo posible por agradarlo. Fíjese en estas animadoras palabras de Jesús: “En verdad les digo que cualquiera que diga a esta montaña: ‘Sé alzada y echada al mar’, y no duda en su corazón, sino que tiene fe en que va a ocurrir lo que dice, así lo tendrá” (Marcos 11:23). No hay ninguna situación imposible de sobrellevar o afrontar si dejamos que el poder de la Palabra de Dios y del espíritu santo influyan en nuestra vida.

Por ejemplo, la esposa de cierto señor murió de cáncer tras treinta y ocho años de matrimonio. Él quedó tan devastado que pensó que era imposible superar semejante golpe. A veces prefería morir a vivir sin ella. La pena lo consumía. Mirando atrás, se da cuenta de que consiguió lo “imposible” porque le expresaba sus sentimientos a Dios en oración, leía la Biblia todos los días y buscaba con empeño la dirección del espíritu santo.

Otro caso es el de una pareja con problemas muy serios. El esposo era violento y tenía muchos vicios. A ella la vida le parecía imposible de soportar, así que intentó suicidarse. Pero un buen día, él comenzó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Gracias a lo que aprendió logró lo “imposible”: dejar los vicios y dominar su mal genio. Su esposa no podía creer los cambios que él había hecho.

Por último, está lo que le pasó a un hombre que, por culpa de las drogas y la promiscuidad sexual, estuvo sumido en la desesperación. “Perdí toda mi dignidad”, asegura. Con el corazón en la mano le imploró a Dios: “Señor, sé que estás ahí. ¡Ayúdame, por favor!”. A raíz de esa oración comenzó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová y experimentó una transformación que algunos calificarían de imposible. “A menudo he tenido que lidiar con los sentimientos de culpa y la falta de autoestima —cuenta él—.

En ocasiones he estado con los ánimos por el piso. 

Con todo, la Palabra de Dios me ha ayudado a luchar contra esas emociones negativas. Las noches en que no puedo dormir recuerdo pasajes bíblicos que he memorizado. Así consigo limpiar mi mente.” Ahora está felizmente casado y, con su esposa, se dedica a enseñar a otros a confiar en el poder de la Palabra de Dios. Es posible que, cuando era un joven con tantos problemas, jamás pensara que podría gozar de la vida que tiene hoy.

Estos ejemplos demuestran que la Palabra de Dios tiene poder y que el espíritu santo puede lograr en nuestra vida cosas que parecen imposibles. Pero tal vez usted diga: “Para eso hace falta fe”. Pues tiene razón. De hecho, la Biblia asegura que “sin fe es imposible serle de buen agrado” a Dios (Hebreos 11:6).

Para entender bien este punto, imagínese que un buen amigo suyo —con un puesto importante en un banco o en cualquier otro sitio— le asegura un día: “No te preocupes. Si tienes algún problema, ven por aquí”. Seguro que una promesa así le daría mucha tranquilidad. Pero la triste realidad es que los humanos no siempre pueden mantener su palabra. Pudiera ser que cambiaran las circunstancias de su amigo y que se le hiciera imposible cumplir la promesa que con tan buena voluntad hizo. Es más, de nada servirían todas sus ganas y capacidad de ayudar si él muriera. En cambio, con Dios nunca ocurrirá eso. La Biblia declara: “No hay nada imposible para Dios” (Lucas 1:37, Biblia de Jerusalén, 1998).

“¿Crees tú esto?”

En la Biblia encontramos incontables relatos que confirman que todo es posible para Dios. Veamos algunos.

Sara, de 90 años, se rió cuando escuchó que iba a tener un niño a su edad. Sin embargo, la entera nación israelita es una prueba de que así fue. A Jonás se lo tragó un enorme pez. Aunque pasó tres días en su interior, vivió para contarlo. Lucas narró la resurrección de un joven llamado Eutico que había muerto tras caer de la ventana de una planta alta. Y Lucas era médico, así que sabía distinguir entre alguien muerto y alguien inconsciente. Estas historias no son simples cuentos. De hecho, si se investiga un poco más, desaparece cualquier duda sobre su autenticidad (Génesis 18:10-14; 21:1, 2; Jonás 1:17; 2:1, 10; Hechos 20:9-12).

Jesús dijo algo asombroso a su amiga Marta: “Todo el que vive y ejerce fe en mí no morirá jamás”. Tras hacerle esta promesa, en apariencia imposible de cumplir, le preguntó: “¿Crees tú esto?”. Incluso hoy vale la pena plantearse esta pregunta (Juan 11:26).

¿Será posible vivir para siempre en la Tierra?

Los autores de un artículo sobre la longevidad comentaron: “Puede que no falte tanto para que vivamos mucho más de lo que vivimos ahora, tal vez para siempre”. The New Encyclopædia Britannica indica que la causa de la muerte no parece ser la degradación o el desgaste celular ni otros procesos, sino un factor desconocido que provoca que los procesos naturales del cuerpo funcionen mal o dejen de hacerlo. Esta misma obra dice: “Es posible que el envejecimiento se deba, en realidad, a un fallo en los mecanismos que controlan el funcionamiento de un proceso complejo”.

Aunque todo esto resulta interesante, la Biblia nos ofrece una razón mucho más contundente para creer que podemos vivir para siempre, una razón que ni la lógica ni la ciencia pueden aportar. Nuestro Creador —Jehová Dios, “la fuente de la vida”— promete que “se tragará a la muerte para siempre” (Salmo 36:9; Isaías 25:8). ¿Cree usted eso? Es Jehová quien lo promete, y lo que sí es imposible es que él mienta (Tito 1:2).

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" con fecha 01 de Junio del 2012, puede interesarle el tema: "¿Que le gustaría preguntarle a Dios?", disponible también en audio

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