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martes, 15 de julio de 2014

¿Qué se consigue hablando de religión?

Los niños reaccionan mejor ante las personas que conocen. Cuando la madre abraza a su criatura, normalmente esta esboza una amplia sonrisa. Sin embargo, el contacto con un familiar que está de visita puede hacerla llorar, e incluso es posible que se resista a que la tome en sus brazos. Casi ningún pariente que pasa por esta experiencia se da por vencido. Cuando el niño llega a conocerlo mejor, desaparece la desconfianza y poco a poco se dibuja en su rostro una sonrisa.

Del mismo modo, a muchos adultos les cuesta hablar francamente de sus creencias religiosas con alguien que no sea un viejo conocido. Tal vez no comprendan cómo un extraño puede estar interesado en conversar con ellos sobre un asunto tan personal como la religión. El resultado es que permiten que se forme una barrera entre ellos. Se niegan incluso a hablar de algo que, después de todo, es una característica innata del hombre: el deseo de adorar a Dios.

Lo cierto es que debería interesarnos aprender sobre nuestro Creador, y conversar con otras personas puede ayudarnos al respecto. La razón es que por mucho tiempo Dios ha utilizado la comunicación abierta. Veamos de qué forma.

‘Escuche y aprenda’
El primer ser humano con el que Dios se comunicó fue Adán, en el jardín de Edén. Pero después que Adán y Eva pecaron, prefirieron esconderse cuando Dios los llamó para hablar con ellos. (Génesis 3:8-13.) Sin embargo, la Biblia menciona a hombres y mujeres que estuvieron dispuestos a escuchar a Dios.

Dios informó a Noé de la inminente destrucción del mundo inicuo de su día, después de lo cual Noé llegó a ser “predicador de justicia”. (2 Pedro 2:5.) Como vocero de Dios para su generación, Noé no solo demostró confianza en el modo de tratar Dios al hombre, sino que además se puso de parte de Jehová públicamente.

¿Qué reacción observó Noé en la gente? Desgraciadamente, la mayoría de sus contemporáneos “no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos”. (Mateo 24:37-39.) Afortunadamente para nosotros, siete familiares de Noé escucharon, obedecieron las instrucciones de Dios y sobrevivieron al Diluvio universal. Todos los seres humanos de hoy día descendemos de ellos.

Posteriormente, Dios se comunicó con una nación entera: el antiguo Israel. Les dio mediante Moisés los Diez Mandamientos y otras seiscientas leyes de carácter igualmente vinculante. Jehová esperaba que los israelitas las obedecieran todas.

Moisés dispuso que cada siete años, durante la fiesta anual de las cabañas, se leyera en voz alta la Ley de Dios. Mandó: “Congrega al pueblo, los hombres y las mujeres y los pequeñuelos y tu residente forastero que está dentro de tus puertas”. ¿Con qué propósito? “A fin de que escuchen y a fin de que aprendan, puesto que tienen que temer a Jehová el Dios de ustedes y cuidar de poner por obra todas las palabras de esta ley.” Todos debían escuchar y aprender. Imagínese cómo disfrutarían comentando sobre lo que habían escuchado. (Deuteronomio
31:10-12.)

Más de cinco siglos después, el rey judaíta Jehosafat organizó a los príncipes y a los levitas para una campaña de reanimación de la adoración pura de Jehová. Estos hombres viajaron por las ciudades de Judá enseñando a sus habitantes las leyes de Jehová. El rey defendió firmemente la adoración verdadera haciendo que se comentaran públicamente estas leyes. Sus súbditos debían escuchar y aprender. (2 Crónicas 17:1-6, 9.)

Testimonio mediante conversaciones
Dios mandó a la Tierra a su propio Hijo, Jesús, para que fuera Su Vocero. (Juan 1:14.) Durante la transfiguración de Jesús, tres de sus discípulos oyeron la propia voz de Dios que decía: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado; escúchenle”. (Mateo 17:5.) Obedecieron de buena gana.

Del mismo modo, Jesús mandó a sus apóstoles que declararan los propósitos de Dios a otras personas. Pero cuando a Jesús le faltaban unos seis meses para terminar su ministerio terrestre, dijo que la obra de predicar el Reino de los cielos era tan grande, que se necesitarían más discípulos. Enseñó a 70 hombres a hablar del Reino de Dios con extraños y los envió a difundir públicamente ese mensaje. (Lucas 10:1, 2, 9.)

Poco después de haber regresado al cielo para estar con su Padre, Jesús instó a sus seguidores a tomar la iniciativa de hablar a otros acerca de este mensaje, e incluso les dio este mandato: “Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado”. (Mateo 28:19, 20.)

Por todo el mundo, los cristianos de hoy día cumplen con esa comisión hablando de las buenas nuevas del Reino de Dios con sus vecinos. Estas conversaciones les permiten dar testimonio de la verdad sobre el Creador, Jehová. (Mateo 24:14.)

Conversaciones pacíficas y edificantes
¿De qué manera tenían que exponer sus creencias los discípulos de Jesús? No debían irritar a sus adversarios ni discutir con ellos, sino que debían buscar a los que quisieran oír las buenas nuevas y presentarles su fundamento bíblico.

Dios tomaba en consideración la reacción de las personas con las que hablaban los discípulos de su Hijo, tal como dijo Jesús: “El que los recibe a ustedes, me recibe también a mí, y el que me recibe a mí, recibe también al que me envió”. (Mateo 10:40.) ¡Qué desaire para Dios fue que la mayor parte de los contemporáneos de Jesús rechazara su mensaje!

El apóstol cristiano Pablo aconsejó: “El esclavo del Señor no tiene necesidad de pelear, sino de ser amable para con todos, capacitado para enseñar, manteniéndose reprimido bajo lo malo, instruyendo con apacibilidad a los que no están favorablemente dispuestos; ya que Dios quizás les dé arrepentimiento que conduzca a un conocimiento exacto de la verdad”. (2 Timoteo 2:24, 25.)

El modo en que Pablo proclamó en Grecia las buenas nuevas a los atenienses nos da un buen ejemplo. Razonó con los judíos en la sinagoga donde se reunían. Habló diariamente en la plaza de mercado con “los que por casualidad se hallaban allí”. Aunque indudablemente algunos solo deseaban escuchar ideas nuevas, Pablo habló con franqueza y bondad. Expuso a sus oyentes el mensaje de Dios, que los exhortaba a arrepentirse.

Su reacción fue muy parecida a la de la gente de hoy en día. “Algunos empezaron a mofarse, mientras que otros dijeron: ‘Te oiremos acerca de esto hasta en otra ocasión’.” Pablo no alargó la conversación innecesariamente. Tras haber predicado su mensaje, “salió de en medio de ellos”. (Hechos 17:16-34.)

Posteriormente, Pablo dijo a los cristianos de la congregación de Éfeso que ‘no se había retraído de decir ninguna de las cosas que fueran de provecho ni de enseñar públicamente y de casa en casa’. Además, había hablado ‘cabalmente acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en Jesucristo tanto a judíos como a griegos’. (Hechos 20:20, 21.)

Estos ejemplos bíblicos ponen de manifiesto que los siervos fieles de Dios de tiempos bíblicos hablaban de religión. Del mismo modo, ahora los testigos de Jehová obedecen ese mandato al hablar de religión con sus vecinos.

Conversaciones muy productivas
‘Oigan la Palabra de Dios.’ ‘Escuchen sus mandamientos.’ Estas exhortaciones aparecen muchas veces en la Biblia. Usted puede responder a ese mandato bíblico la próxima vez que le hablen los testigos de Jehová. Escuche el mensaje que le llevan procedente de la Biblia.

No es un mensaje político, sino que propugna un gobierno celestial dirigido por Dios: su Reino. Este es el medio que Dios usará para eliminar las causas de los conflictos actuales. (Daniel 2:44.) Después, este gobierno celestial de Dios transformará toda la Tierra en un paraíso semejante al jardín de Edén.

Los que oyen y se interesan tienen el deseo sincero de saber más. Esperan que se les dé razones que respalden las creencias que se les presentan. (1 Pedro 3:15.) Igual que un niño acribilla a sus padres a preguntas y espera que se le respondan, usted espera con toda razón que los Testigos le den respuestas con fundamento. Puede estar seguro de que regresarán con mucho gusto para seguir hablando sobre el mensaje bíblico con usted.

Quizás usted ya conoce algo de la Biblia. Tal vez perciba que lo que Dios espera de usted supone algunos cambios en su modo de vivir. No tema seguir adelante pensando que los requisitos de Dios le costarán muchos sacrificios. Le harán verdaderamente feliz; podrá experimentarlo a medida que vaya progresando.

En primer lugar, examine quién es Jehová, qué espera de usted y qué ofrece. Pida a los Testigos que le muestren qué dice la Biblia al respecto. Compruebe lo que le dicen en su propia Biblia. No cabe duda de que cuando vea que las enseñanzas religiosas de los Testigos son razonables, deseará investigar sobre muchas otras verdades provechosas de la Biblia que ellos pueden mostrarle. (Proverbios 27:17.)

Se le invita a conocer a los Testigos en su lugar de reunión: el Salón del Reino. Allí oirá discursos provechosos sobre la Palabra de Dios. Verá cómo les agrada hablar unos con otros sobre los propósitos de Dios. Permita que le ayuden a aprender la verdad acerca de la voluntad de Dios para nosotros hoy. Responda a la invitación que hace Dios de hablar sobre la adoración verdadera y recibirá su sonrisa de aprobación y vida eterna en el Paraíso. (Malaquías 3:16; Juan 17:3.)

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Abril de 1995. Para saber mas acerca de nuestras reuniones analice el video "¿Cómo son nuestras reuniones?". Ambos producidos por los testigos de Jehová.


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