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martes, 29 de julio de 2014

Hiroshima... una experiencia inolvidable

POR años ha sucedido lo mismo. Exactamente a las 8.15 de la mañana, un silencio cae sobre la multitud reunida en el Parque de la Paz, en Hiroshima. La multitud guarda un minuto de silencio en memoria de aquel momento catastrófico de hace 40 años. El 6 de agosto de 1945, una bomba atómica explotó sobre Hiroshima, Japón. En un instante, la ciudad quedó devastada y unas 80.000 personas perdieron la vida. Tres días después, otra bomba atómica destruyó la ciudad de Nagasaki y mató a unas 73.000 personas.

De todas partes del mundo, millares de personas vienen regularmente a conmemorar ese acontecimiento trascendental. Además de los acostumbrados desfiles, oraciones, servicios de conmemoración, y así por el estilo, hay acontecimientos especiales como la Conferencia Mundial de Alcaldes por la Paz mediante la Solidaridad entre las Ciudades... una reunión de los alcaldes de veintenas de ciudades del Japón y de alrededor del mundo.

Sobrevivientes cuentan su historia
Se han empleado grandes cantidades de papel para registrar las desgarradoras historias de los que sobrevivieron a las bombas. Aunque la mayoría de los sobrevivientes son ahora de mediana edad, todavía tienen vívidos recuerdos de “aquel día”. He aquí sus historias

Nobuyo Fukushima, quien recuerda bien su experiencia durante el estallido de la bomba en Hiroshima, relata: “Estaba limpiando las escaleras de mi casa cuando repentinamente un brillante destello y una terrible explosión me dejaron inconsciente. Cuando recobré el conocimiento, podía oír a mi madre que gritaba pidiendo ayuda. La casa estaba en ruinas. Creí que había ocurrido un terremoto. Cuando nos abrimos paso y salimos de la casa rumbo a la orilla del río, vi a muchos niños y a sus padres con la ropa reducida a jirones y pegada a la piel. No podía entender por qué tenían quemaduras tan graves.

”Cuando llegamos al hospital, este estaba atestado de gente. La cabeza y el rostro de muchas personas estaban cubiertos de sangre, mientras que otras tenían carne quemada que les colgaba en tiras. El cabello de algunas de ellas, chamuscado por el calor, estaba erizado. Otras, que tenían fragmentos de madera y de vidrio incrustados en el cuerpo, gemían profundamente. Tenían el rostro tan hinchado que era difícil distinguir entre una persona y otra. Todas parecían estar suplicando que se les diera agua, pero para cuando se les llevaba el agua, muchas ya no respiraban. Mi madre también murió tres meses después por los efectos de la bomba.

”La ciudad había llegado a ser un gran campo quemado completamente, donde solo aquí y allá entre las cenizas quedaba en pie una pared de hormigón que se desmoronaba. Por las noches había fuegos a la orilla del río donde se incineraba a los muertos. Recuerdo vívidamente el resplandor rojizo de las llamas y el horrible olor de los cuerpos quemándose, como si se estuviera asando a la parrilla pescado grasiento. Todavía me estremezco y me acongojo cuando pienso en ello”.

Tomiji Hironaka fue uno de los soldados enviados a Hiroshima inmediatamente después del estallido de la bomba para sacar a cualesquier sobrevivientes de la cárcel de allí. Aunque había sido militar por muchos años, lo que vio en Hiroshima hizo que él viera claramente el horror de la guerra.

“La carretera estaba repleta de camiones cargados de heridos. Las personas que todavía podían caminar se tambaleaban a lo largo de la orilla de la carretera. Muchas estaban casi desnudas, salvo en las partes donde trozos de tela se habían quemado y se habían adherido a la piel. Por todas partes había cadáveres amontonados, con la piel de un rojo vivo.

Las orillas del río estaban atestadas de gente que trataba de aliviar el dolor de sus quemaduras. Entre ellas vi a una madre, llena de quemaduras rojas, sujetando a su bebé, también gravemente quemado, y tratando lastimosamente de amamantarlo.

Recuerdo bien el intenso sentimiento que tuve entonces. ‘¡Detesto la guerra! ¡Detesto la guerra!’ No obstante, había participado en matar, y me preguntaba: ‘¿Qué clase de conciencia tengo?’. Estaba muy consciente de mi culpa por derramamiento de sangre.”

Munehide Yanagi, un muchacho de 14 años de edad en aquel tiempo, sobrevivió milagrosamente al estallido de la bomba en Nagasaki. Estaba a solo 980 metros (3.200 pies) del lugar donde estalló la bomba. “Yo formaba parte del arreglo de movilización estudiantil que estaba asignado a construir refugios antiaéreos”, explica él.

“Mientras estábamos trabajando, oí el zumbido de un avión grande que sonaba como un fuerte estruendo. Precisamente cuando me preguntaba si era un avión estadounidense, oí el grito: ‘¡Tekki!’ [‘¡Avión enemigo!’]. Soltamos las cosas que habíamos estado cargando y corrimos con todas nuestras fuerzas hacia el refugio.

”En el momento en que llegué a la barrera de hormigón enfrente del refugio antiaéreo, hubo un inmenso destello de luz azul blancuzca y una tremenda explosión que me lanzó inconsciente a la parte de atrás del refugio. Lo próximo que supe fue que me despertaron los gritos angustiosos de ‘¡Aigo! ¡Aigo!’ [una expresión coreana que indica profunda emoción]. Los gritos provenían de alguien que tenía el rostro tiznado por el humo y estaba tan gravemente quemado que era difícil saber si era hombre o mujer.

”Afuera se sentía como una hoguera. Vi a uno de mis condiscípulos que estaba gravemente quemado. Su ropa había quedado hecha jirones, y se le desprendía la piel. Una muchacha que había estado trabajando conmigo se había desplomado en la carretera... había perdido la parte inferior de las piernas y suplicaba que le dieran agua. Yo no sabía dónde conseguir agua, pero hice cuanto pude por animarla.

”El fuego asoló la ciudad. Vi postes telefónicos consumidos que se estrellaban contra la calle, un tren ardiendo en las vías, y un caballo convulsionando debido al calor. El fuego incontenible me obligó a meterme en el río. Tenía calor y estaba asustado. De algún modo llegué a casa.” Más tarde, las encías de Munehide empezaron a sangrar y él comenzó a padecer de diarrea. Incluso ahora tiene hepatitis crónica. Pero se considera afortunado en comparación con muchos a quienes él vio aquel día.

Una lección para todos


La experiencia de las explosiones de bombas atómicas ciertamente dejaron una cicatriz profunda en la mente y la conciencia de muchas personas. Hasta las que han visto los efectos secundarios de las explosiones han quedado profundamente impresionadas por el horror y la destructividad de la guerra.

Hoy a casi 70 después del acontecimiento, la tensión entre las naciones está aumentando, y las reservas de armas nucleares están creciendo. El temor a una tercera guerra mundial y a una destrucción nuclear se vislumbra muy real. Es comprensible que cada vez más personas por todo el mundo estén instando a todas las naciones y los pueblos a recordar la tragedia de Hiroshima y Nagasaki como una lección para todos.

Pero ¿han acercado el mundo realmente a la verdadera paz algunos de esos esfuerzos? ¿Bastan los horrores de la guerra nuclear —el dolor, el sufrimiento y la destrucción— para hacer que la gente repudie la guerra? En realidad, ¿qué efecto duradero tuvo la tragedia de Hiroshima y Nagasaki en el Japón como nación, en lo que tiene que ver con la búsqueda de paz?

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de Agosto de 1985. (Nota: se actualizo el numero de años que han sucedido desde 1945 al presente 2014). Para ampliar lea la revista "La Atalaya" con el tema de portada ¿Es Dios cruel? Ambas distribuidas por los testigos de Jehová.

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