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jueves, 15 de mayo de 2014

Enséñame a hacer tu voluntad

“Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios.” (SAL. 143:10)

Ver las cosas desde la elevada perspectiva del Creador nos permite andar en el camino que él aprueba (Is. 30:21).

Durante la mayor parte de su existencia, el rey David de Israel fue un sobresaliente ejemplo de alguien que tuvo presente la voluntad de Dios. Repasemos algunos episodios de su vida a fin de aprender de la conducta de un hombre que sirvió a Jehová con un corazón completo (1 Rey. 11:4).

DAVID REVERENCIÓ EL NOMBRE DE DIOS


Pensemos en el joven David cuando se enfrentó al campeón filisteo Goliat. ¿Qué lo impulsó a luchar con un gigante de casi 3 metros (9,5 pies) de altura y armado hasta los dientes? (1 Sam. 17:4, nota.) ¿Su valor? ¿Su fe en Dios? Es verdad que ambas cualidades tuvieron mucho que ver. Sin embargo, lo que lo motivó de un modo especial fue su respeto a Jehová y a su gran nombre. Indignado, David preguntó: “¿Pues quién es este filisteo incircunciso para que tenga que desafiar con escarnio a las líneas de batalla del Dios vivo?” (1 Sam. 17:26).

Ya frente a Goliat, le dijo: “Tú vienes a mí con una espada y con una lanza y con una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de las líneas de batalla de Israel, a quien tú has desafiado con escarnio” (1 Sam. 17:45).

Confiando en el Dios verdadero, derribó al imponente filisteo de una sola pedrada. Tal como en aquella ocasión, David confió en Jehová y tuvo su nombre en la más alta estima a lo largo de toda su vida. De hecho, instó a sus hermanos israelitas: “Jáctense en el santo nombre de él” (léase 1 Crónicas 16:8-10).

¿Se siente usted orgulloso de tener a Jehová como su Dios? (Jer. 9:24.) ¿Cómo reacciona cuando sus vecinos, compañeros o parientes hablan mal de él y se burlan de sus Testigos? ¿Sale en defensa del nombre de Jehová confiando en su apoyo? Claro está, hay un “tiempo de callar”, pero no hay que avergonzarse de ser testigos de Jehová y discípulos de Jesús (Ecl. 3:1, 7; Mar. 8:38).

Aunque debemos tratar con tacto y amabilidad a quienes no responden favorablemente a nuestro mensaje, nunca seamos como aquellos israelitas que “se aterrorizaron y tuvieron muchísimo miedo” al oír las provocaciones de Goliat (1 Sam. 17:11). Más bien, actuemos con decisión para santificar el nombre de Jehová. Nuestro deseo es ayudar a las personas a conocerlo como el Dios que es en realidad, y por eso usamos su Palabra escrita para que vean la importancia de acercarse a él (Sant. 4:8).

El enfrentamiento con Goliat nos enseña otra lección esencial. Cuando David llegó corriendo a la línea de batalla, preguntó: “¿Qué se le hará al hombre que derribe a ese filisteo allá y realmente aparte el oprobio de sobre Israel?”. En respuesta, los hombres de Israel le repitieron lo que ya habían dicho antes: “Al hombre que lo derribe, el rey lo enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su propia hija” (1 Sam. 17:25-27).

Pero la recompensa material no era la principal preocupación de David. Él tenía un objetivo mucho más noble: glorificar al Dios verdadero (léase 1 Samuel 17:46, 47). ¿Y nosotros? ¿Es nuestra principal preocupación hacernos un nombre en este mundo ganando riquezas y alcanzando un puesto prominente? Sin duda, queremos ser como David, quien cantó: “Oh, engrandezcan ustedes a Jehová conmigo, y juntos ensalcemos su nombre” (Sal. 34:3). Por consiguiente, confiemos en Jehová y antepongamos su nombre al nuestro (Mat. 6:9).

La valerosa actuación de David exigió que confiara por completo en Jehová. Aquel joven tenía una fe fuerte, y ello se debió en parte a que confió en Dios cuando era pastor (1 Sam. 17:34-37). Nosotros también necesitamos una fe fuerte para perseverar en el ministerio, sobre todo si no nos reciben amigablemente.

Podemos cultivar esa fe confiando en Dios en nuestras actividades cotidianas. Por ejemplo, si utilizamos el transporte público, podríamos empezar conversaciones sobre la verdad bíblica con quienes vayan sentados junto a nosotros. ¿Y por qué no hablar con las personas que encontramos en la calle mientras vamos predicando de casa
en casa? (Hech. 20:20, 21.)

DAVID ESPERÓ EN JEHOVÁ
Otro ejemplo de la inclinación de David a confiar en Jehová tuvo que ver con Saúl, el primer rey de Israel. Por celos, este trató de clavarlo a la pared con una lanza en tres ocasiones, pero en todas ellas David esquivó el ataque y renunció a vengarse. Al final no tuvo más remedio que huir (1 Sam. 18:7-11; 19:10). Entonces, Saúl salió a perseguirlo en el desierto con tres mil hombres escogidos de todo Israel (1 Sam. 24:2).

Un día entró sin saberlo en la misma cueva en que estaban David y sus hombres. Este pudo aprovechar la oportunidad para acabar con aquel rey que lo quería ver muerto. Al fin y al cabo, la voluntad de Dios era que él lo reemplazara al frente de Israel (1 Sam. 16:1, 13). Y, de hecho, si hubiera seguido el consejo de sus hombres, lo habría matado.

Pero en vez de eso dijo: “Es inconcebible, de parte mía, desde el punto de vista de Jehová, que yo haga esta cosa a mi señor, el ungido de Jehová” (léase 1 Samuel 24:4-7). Saúl seguía siendo el rey ungido por Dios, y David no quería arrebatarle el trono, ya que Jehová aún le permitía sentarse en él. Al limitarse a cortarle la vestidura sin mangas, demostró que no tenía ninguna intención de hacerle daño (1 Sam. 24:11).

David volvió a tratar con respeto al ungido de Jehová la última vez que lo vio. David y Abisai llegaron al lugar donde Saúl estaba acampado y lo hallaron dormido. Aunque Abisai concluyó que Dios le había entregado a su enemigo y se ofreció para clavarlo en el suelo con su lanza, David se lo impidió (1 Sam. 26:8-11). Puesto que buscaba la guía divina, no permitió que la insistencia de su compañero debilitara su determinación de actuar en armonía con la voluntad de Jehová.

Nosotros también podemos afrontar situaciones en las que alguien, en vez de apoyarnos para que hagamos lo que Jehová desea, trate de presionarnos para que adoptemos su punto de vista humano. Al igual que Abisai, puede que incluso nos anime a actuar sin tomar en cuenta la voluntad divina sobre un asunto en particular. Para no ceder, debemos tener muy claro cómo ve Jehová la cuestión y estar decididos a seguir andando en sus caminos.

David le oró a Jehová: “Enséñame a hacer tu voluntad” (léase Salmo 143:5, 8, 10). En vez de confiar en sus propias ideas o ceder a la insistencia de los demás, anhelaba que Dios le enseñara sus caminos. Pudo decirle: “He meditado en toda tu actividad; de buena gana me mantuve intensamente interesado en la obra de tus propias manos”. Nosotros podemos comprender cuál es la voluntad divina profundizando en las Escrituras y meditando en los numerosos relatos bíblicos que revelan cómo ha tratado Jehová con los seres humanos.

DAVID COMPRENDÍA LOS PRINCIPIOS EN QUE SE BASABA LA LEY

También son dignos de imitar la comprensión que David tenía de los principios reflejados en la Ley y su deseo de regirse por ellos. Analicemos lo que ocurrió cuando expresó que tenía muchas ganas de “beber del agua de la cisterna de Belén”. Tres de sus hombres entraron por la fuerza en la ciudad —ocupada entonces por los filisteos— y volvieron con el agua.

Sin embargo, “David no consintió en beberla, sino que se la derramó a Jehová”. ¿Por qué? Él mismo explicó: “¡Es inconcebible, de parte mía, en lo que respecta a mi Dios, hacer esto! ¿Es la sangre de estos hombres lo que debería beber a riesgo de sus almas? Porque fue a riesgo de sus almas que la trajeron” (1 Crón. 11:15-19).

Como conocía la Ley, David sabía que la sangre no debía ingerirse, sino derramarse ante Jehová. También entendía el porqué, ya que la Ley indicaba que “el alma de la carne [es decir, su vida] está en la sangre”. Pero si aquello era agua y no sangre, ¿por qué se negó a beberla? Porque comprendía el principio en que se basaba ese requisito legal: que Jehová considera sagrada la sangre.

En vista de que estos tres hombres habían arriesgado su vida, David llegó a la conclusión de que beber esa agua habría sido una falta de respeto a la sangre de ellos. Por lo tanto, le resultaba inconcebible beberla. Más bien, razonó que debía derramarla en el suelo (Lev. 17:11; Deut. 12:23, 24).

David procuró que la Ley de Dios le llegara a lo más hondo de su ser. Por eso cantó: “En hacer tu voluntad, oh Dios mío, me he deleitado, y tu ley está dentro de mis entrañas” (Sal. 40:8). Estudió la ley divina y meditó profundamente en ella. Como confiaba en la sabiduría de los mandatos de Jehová, no solo obedecía la letra de la Ley mosaica, sino que también actuaba en armonía con su espíritu.

Al estudiar la Biblia, nos conviene meditar en lo que leemos y guardarlo en el corazón. Así podremos determinar lo que a Jehová le complace en cualquier situación que surja.

Salomón, el hijo de David, recibió muchas bendiciones de Jehová. No obstante, con el tiempo dejó de respetar la Ley de Dios. Por ejemplo, él sabía que los reyes israelitas tenían prohibido “multiplicarse esposas”, pero desobedeció ese mandato (Deut. 17:17). De hecho, se casó con muchas extranjeras.

Ya en su vejez, “sus esposas habían inclinado el corazón de él a seguir a otros dioses”. Sin importar las excusas que pusiera, el caso es que “empezó a hacer lo que era malo a los ojos de Jehová, y no siguió de lleno a Jehová como David su padre” (1 Rey. 11:1-6). ¡Qué importante es que nos dejemos guiar por las leyes y principios de la Palabra de Dios! Esto es esencial, por ejemplo, cuando uno planea casarse.

Si un no creyente se nos insinúa, ¿reflejará nuestra respuesta que pensamos como David, o como Salomón?

Los verdaderos cristianos están bajo el mandato de casarse “solo en el Señor” (1 Cor. 7:39). Si un cristiano opta por casarse, debe elegir un cónyuge dedicado y bautizado. Y si percibimos el espíritu de este requisito bíblico, no solo evitaremos casarnos con un no creyente, sino que también rechazaremos cualquier insinuación que nos haga.

El ejemplo de David en cuanto a buscar la guía divina también nos ayuda a resistir la tentación de ver pornografía. Lea los siguientes pasajes, piense en los principios que contienen y procure percibir la voluntad de Jehová a este respecto (léanse Salmo 119:37; Mateo 5:28, 29 y Colosenses 3:5).

Meditar en sus elevadas normas nos prepara para mantenernos alejados de la trampa de la pornografía.

TENGA PRESENTE EN TODO MOMENTO EL PUNTO DE VISTA DE DIOS


Aunque David fue ejemplar en muchos sentidos, a lo largo de su vida cometió varios pecados graves (2 Sam. 11:2-4, 14, 15, 22-27; 1 Crón. 21:1, 7). Sin embargo, en cada caso demostró su arrepentimiento. Puede decirse que anduvo con Dios “con integridad de corazón” (1 Rey. 9:4). ¿Por qué? Porque siempre trató de actuar en armonía con la voluntad divina.

A pesar de nuestra imperfección, podemos conservar el favor de Jehová. Con ese fin, estudiemos con empeño su Palabra, reflexionemos en lo aprendido y actuemos con decisión según lo que hemos guardado en el corazón. Así haremos nuestra la humilde solicitud que el salmista le hizo a Jehová: “Enséñame a hacer tu voluntad”.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" fechada el 15 de Noviembre del 2012. Para ampliar el tema lea el libro: "Ejemplos de fe"

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