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viernes, 21 de marzo de 2014

El comercio se internacionaliza.

LA EXPANSIÓN del comercio mundial estaba muy limitada en un principio debido a la escasez, lentitud y costo del transporte y las comunicaciones. El comercio marítimo era extremadamente lento. En las rutas terrestres abundaban los peligros. Pero esta situación iba a cambiar.

Durante el período helenístico, que abarcó desde 338 a. E.C. hasta 30 a. E.C., las ciudades mediterráneas se convirtieron en importantes centros comerciales. Entre ellas estaba Alejandría (Egipto), fundada por Alejandro Magno en 332 a. E.C.

No obstante, según el profesor Shepard B. Clough, “en el siglo II precristiano el Oriente helenístico empezó [...] a manifestar síntomas de estancamiento económico; en el siglo I la decadencia era patente”. Roma reemplazó a Grecia como potencia mundial. Más tarde, bajo la dominación romana, Alejandría llegó a ser una importante capital, solo superada por la misma Roma.

El Imperio Romano de Oriente, sucesor del de Occidente, alcanzó su cenit entre los siglos IX y XI. Su capital, Constantinopla (hoy Estambul), tenía una población de un millón de habitantes y era con diferencia la mayor ciudad del mundo. En ella se vendían las sedas, especias, tintes y perfumes del Este, y las pieles, ámbar, madera y hierro del Oeste, así que se convirtió en un importante puente económico entre Europa y Asia.

Sin embargo, en 1204, durante la cuarta cruzada, el Imperio sufrió un fuerte revés. Su capital fue sitiada y saqueada, víctima de la avaricia económica. Según The Collins Atlas of World History, “la ofensiva occidental en busca de la riqueza oriental fue el motor impulsor de las cruzadas”. Esto indica claramente que la iglesia, aunque supuestamente impulsada por el fervor religioso, tenía también otros motivos.

Entretanto, los comerciantes fundaron en la Europa medieval ferias comerciales, donde exhibían las mercancías de los distintos lugares por los que viajaban. La enciclopedia Salvat Universal dice sobre las importantes ferias que se celebraron en la región nororiental francesa de Champagne: “Las necesidades económicas que dimanaban de las transacciones comerciales provocaron muy pronto, junto a las simples operaciones de cambio, la aparición de compensaciones, de transferencias bancarias y el desarrollo del crédito. [...] A partir de la segunda mitad del siglo XII se afirmó el carácter financiero de las ferias de [Champagne], que se convirtieron en un lugar de pago ordinario de las compras realizadas en otras partes”.

Las conquistas de los turcos otomanos durante el siglo XV amenazaron con cortar las rutas comerciales entre Europa y Asia. Por consiguiente, los exploradores europeos fueron en busca de nuevas rutas. El navegante portugués Vasco de Gama lideró de 1497 a 1499 una expedición que rebasó con éxito el cabo de Buena Esperanza (África), y de este modo dio origen a una nueva ruta a la India, que contribuyó a que Portugal se convirtiera en una potencia mundial. La nueva ruta también despojó de su importancia comercial a Alejandría y a otros puertos mediterráneos.

Entretanto, España, el país vecino de Portugal, financiaba el viaje del navegante italiano Cristóbal Colón a la India navegando hacia el oeste alrededor del mundo. En 1492 —se cumplirán quinientos años el próximo mes de octubre— Colón alcanzó el hemisferio occidental. Los ingleses, por otra parte, en vez de intentar llegar al este navegando hacia el sur, como Vasco de Gama, o hacia el oeste, como Colón, siguieron buscando una ruta nororiental o noroccidental.

Todos estos viajes de exploración contribuyeron a internacionalizar el comercio. El comercio mundial desempeñó un papel importante en el descubrimiento de las Américas, demostrando así su enorme influencia en el devenir de la humanidad.

El poder económico forja imperios


El mundo del comercio ha forjado organizaciones poderosas. Según el libro By the Sweat of Thy Brow, puede citarse como ejemplo “una de las innovaciones socioeconómicas más trascendentales y duraderas del mundo antiguo: el gremio, o asociación de personas del mismo oficio”.

Estos gremios, precursores de influyentes organizaciones similares de la actualidad, además de conseguir ciertos objetivos loables, abusaron patentemente de su poder. Tanto fue así, que se dice que en el siglo XIV John Wycliffe denunció algunas de ellas como “falsas conspiradoras [...] maldecidas por Dios y por el hombre”.

El poder de los gremios y los sindicatos


  Para el siglo IV a. E.C., algunas ciudades mediterráneas se estaban especializando en ciertas mercancías, y los artesanos del mismo oficio se reunían en determinados barrios de esas ciudades. Estos gremios eran al principio de naturaleza religioso-social. La obra By the Sweat of Thy Brow nos dice que “cada una de las asociaciones tenía su patrón o patrona y sus miembros celebraban sus propios servicios religiosos comunales”.

  Los gremios medievales tenían el propósito de ofrecer asistencia social a sus miembros y proteger el oficio en conjunto mediante la regulación y normalización de la producción, posiblemente controlando incluso los precios y los salarios. Algunos se hicieron monopolísticos, manipulando los precios por acuerdos secretos a fin de proteger el mercado del gremio e impedir la competencia desleal.

  A los antiguos gremios de oficios les sucedieron los gremios mercantiles del siglo XI, cuando los comerciantes viajeros los organizaron para protegerse de los peligros de los caminos. Sin embargo, los gremios perdieron con el tiempo su carácter original. Su ámbito local los llevó a perder su poder y prestigio a medida que los mercados regionales, nacionales e internacionales se hicieron más importantes y los comerciantes empezaron a eclipsar a los artesanos.

  A finales del siglo XVIII y principios del XIX, y como resultado de la Revolución Industrial, nacieron en Inglaterra y Estados Unidos los sindicatos como asociaciones de trabajadores de la misma profesión. Su origen fue en parte el de clubes sociales, pero acabaron convirtiéndose en movimientos de protesta contra el sistema político y social de la época.

  En la actualidad, algunos sindicatos se centran solo en fijar salarios, horarios, condiciones de trabajo y niveles de seguridad laboral, consiguiendo sus fines mediante la negociación colectiva o el recurso de la huelga. Otros, sin embargo, son de una manifiesta naturaleza política.

La Liga Hanseática

El comercio mundial incluso ha forjado imperios, siendo, sin duda, el británico el más importante. Pero antes de que este empezara a emerger en el siglo XVI, se produjeron en Europa otras aventuras comerciales que perseguían el influyente poder económico. Una de estas fue la Liga Hanseática.

La palabra del antiguo alto alemán Hanse, que significa “tropas”, se aplicó con el tiempo a cualquiera de los gremios o asociaciones de comerciantes que se formaron. A finales del siglo XII y principios del XIII, un Hanse ubicado en Lübeck, una ciudad del norte de Alemania, dominó el comercio báltico y relacionó a Alemania con Rusia y otros países bálticos. Entretanto, al oeste, el Hanse de la ciudad alemana de Colonia fortalecía las relaciones comerciales con Inglaterra y los Países Bajos.

Estas asociaciones mercantiles promulgaron leyes para defenderse a sí mismas y sus mercancías, regulando el comercio para el bien común. También combatieron la piratería y el robo por tierra y por mar. La expansión del comercio hizo cada vez más necesaria la mejora de la cooperación entre las distintas agrupaciones, de modo que para finales del siglo XIII, todas la ciudades importantes del norte de Alemania se habían unido en una sola liga, que llegó a conocerse como la Liga Hanseática.

Gracias a su ubicación geográfica, la liga controló la mayor parte del comercio septentrional. Al oeste, comerció con Inglaterra y los Países Bajos, naciones adelantadas económicamente, que, a su vez, mantenían relaciones comerciales con el Mediterráneo y el Oriente. Al este, tenía fácil acceso a Escandinavia y la Europa oriental. Además del comercio de la lana con Flandes, la liga controló el comercio pesquero con Noruega y Suecia, así como el de pieles con Rusia.

Aunque no era una federación política ni tenía una administración permanente, consiguió ejercer una gran influencia en su momento de mayor esplendor. Uno de sus logros más importantes fue la elaboración de un código de leyes marítimas y comerciales. Aunque se expandía a nuevos mercados, defendía los antiguos, utilizando la fuerza si era necesario. En la mayoría de los casos, su gran flota mercante podía vencer la resistencia poniendo en vigor embargos o bloqueos económicos.

La Liga Hanseática alcanzó su cenit a mediados del siglo XIV. Su decadencia empezó en el siglo XV, cuando los ingleses y los holandeses se hicieron fuertes y empezaron a dominar el comercio mundial. La guerra de los Treinta Años significó el principio del fin de la Liga. Sus miembros se reunieron por última vez en 1669. Solo unas pocas ciudades, entre ellas Lübeck, Hamburgo y Bremen, se enorgullecen aún de ser ciudades hansas, miembros relativamente impotentes de la que en su día fue una poderosa organización comercial.

Otros gigantes comerciales de mayor envergadura e influencia estaban esperando tomar el lugar de la Liga Hanseática.

Artículo publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de Enero de 1992. Para complementar lea el tema: "¿Cambiará algún día nuestro mundo?". También disponible en audio libro. Ambos editados y distribuidos por los testigos de Jehová.

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