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jueves, 13 de febrero de 2014

No mire “a las cosas que deja atrás” (Primera parte)

“Nadie que ha puesto la mano en el arado y mira a las cosas que deja atrás es muy apto para el reino de Dios.” (LUC. 9:62)

“ACUÉRDENSE de la esposa de Lot.” (Luc. 17:32.)
Esta seria advertencia, dada por Jesucristo hace casi dos mil años, es hoy más importante que nunca. ¿A qué se refería? Para los judíos que lo escuchaban, la lección estaba clara como el agua. Ellos conocían muy bien el relato: mientras huía de Sodoma con su familia, aquella mujer desobedeció la orden de no mirar atrás y se transformó en una estatua de sal (léase Génesis 19:17, 26).

¿Por qué volvió la vista atrás? Pudo ser por curiosidad, por falta de fe, o tal vez porque añoraba lo que dejaba en aquella ciudad (Luc. 17:31). Sea cual sea la razón, pagó su desobediencia con la vida. ¡Murió el mismo día que los depravados habitantes de Sodoma y Gomorra! Con razón dijo Jesús: “Acuérdense de la esposa de Lot”.

Para los cristianos de hoy día, también es vital no mirar atrás. Jesús destacó esta idea cuando cierto hombre le preguntó si antes de hacerse discípulo podía ir a despedirse de su familia. Esta fue su respuesta: “Nadie que ha puesto la mano en el arado y mira a las cosas que deja atrás es muy apto para el reino de Dios” (Luc. 9:62). ¿Fue Jesús demasiado brusco o exigente con él? No. Él sabía que su petición no era más que una excusa para eludir su responsabilidad, y por eso lo comparó a un labrador que “mira a las cosas que deja atrás”. No importa si solo echa un vistazo rápido o si suelta el arado y se gira para mirar; en ambos casos está desatendiendo su obligación y puede dañar su trabajo.

Es de suma importancia que, en lugar de fijar la atención en el pasado, nos concentremos en lo que tenemos delante. La Biblia dice sin rodeos: “En cuanto a tus ojos, directamente adelante deben mirar, sí, tus propios ojos radiantes deben mirar con fijeza directamente enfrente de ti” (Pro. 4:25).

Hay una razón muy poderosa para que los cristianos no miremos hacia las cosas que dejamos atrás. ¿Cuál? Que vivimos en “los últimos días” (2 Tim. 3:1). Lo que se avecina no es la destrucción de dos ciudades depravadas, sino la de todo este mundo malvado. ¿Qué debemos hacer para no caer en el mismo error que la esposa de Lot? Lo primero es identificar qué cosas de nuestro pasado pueden hacer que volvamos la vista atrás (2 Cor. 2:11). Así pues, analicemos tres de ellas y veamos cómo evitar que atraigan nuestra mirada.

LOS VIEJOS TIEMPOS

Uno de los principales peligros es que idealicemos los viejos tiempos. Al pensar en cómo era nuestra vida antes, la memoria puede traicionarnos llevándonos a exagerar los buenos recuerdos y minimizar los problemas del pasado. Esta visión distorsionada del ayer puede hacer que nos invada la nostalgia. Pero la Biblia advierte: “Nunca preguntes por qué todo tiempo pasado fue mejor. No es de sabios hacer tales preguntas” (Ecl. 7:10, Nueva Versión Internacional). Pero ¿por qué es tan peligroso añorar los viejos tiempos?

Pensemos en lo que les sucedió a los israelitas en tiempos de Moisés. Aunque al principio los egipcios los trataban como invitados, tras la muerte de José “pusieron sobre ellos jefes de trabajos forzados con el propósito de oprimirlos mientras llevaban sus cargas” (Éxo. 1:11). De hecho, el faraón ordenó una horrible matanza de niños para impedir que el pueblo de Dios siguiera aumentando (Éxo. 1:15, 16, 22). Tan grave era su situación que Jehová le dijo a Moisés: “He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído el clamor de ellos a causa de los que los obligan a trabajar; porque conozco bien los dolores que sufren” (Éxo. 3:7).

¡Qué inmensa alegría debieron de sentir al ser liberados de su esclavitud! Pensemos en todas las manifestaciones del poder de Jehová de que fueron testigos. Para empezar, habían visto cómo Jehová empleó su poder de forma espectacular y envió diez plagas contra el altivo faraón y su pueblo (léase Éxodo 6:1, 6, 7). En segundo lugar, los egipcios no solo los dejaron salir de Egipto, sino que se lo rogaron, y hasta les entregaron una gran cantidad de oro y plata. Tanto es así que la Biblia afirma que los israelitas “despojaron a los egipcios” de muchas de sus riquezas (Éxo. 12:33-36). Finalmente, tuvieron la alegría de presenciar el fin del faraón y sus soldados en el mar Rojo (Éxo. 14:30, 31). Sin duda, ser testigos presenciales de aquellos emocionantes sucesos fortaleció mucho su fe.

Por eso es tan sorprendente que, poco después de su milagrosa liberación, los israelitas comenzaran a murmurar. ¿De qué? ¡De la comida! Descontentos con lo que Jehová les proporcionaba, exclamaron en son de queja: “¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos de balde en Egipto, de los pepinos y las sandías y los puerros y las cebollas y el ajo! Pero ahora nuestra alma se halla seca. Nuestros ojos no se posan en cosa alguna sino en el maná” (Núm. 11:5, 6). Se habían vuelto tan miopes que pretendían volver al mismo lugar donde antes habían sido esclavos (Núm. 14:2-4). Su obsesión por las cosas que habían dejado atrás los llevó a perder la aprobación de Jehová (Núm. 11:10).

¿Qué nos enseña todo esto? Cuando afrontamos problemas, no debemos idealizar el pasado pensando que la vida que llevábamos, incluso antes de conocer la verdad, era mejor. Claro, no hay nada de malo en que meditemos en nuestros actos para aprender de ellos o que reflexionemos con cariño en los buenos recuerdos. Pero es importante que mantengamos una perspectiva realista. Si perdiéramos el equilibrio, podríamos llegar a sentirnos tan descontentos con nuestras circunstancias que deseáramos volver a nuestra vida anterior (léase 2 Pedro 2:20-22).

LOS SACRIFICIOS DEL PASADO
Lamentablemente, algunos cristianos ven sus sacrificios como oportunidades desaprovechadas. Tal vez renunciaron a cursar estudios avanzados, alcanzar un puesto importante o buscar cierta seguridad económica. O quizás dejaron atrás carreras muy lucrativas en el mundo de los negocios, el espectáculo, la educación o los deportes. Pero ven que ha pasado el tiempo, y el fin todavía no ha llegado. Entonces puede que fantaseen y se pregunten: “¿Adónde habría llegado yo si no hubiera hecho aquellos sacrificios?”.

El apóstol Pablo dejó atrás muchas oportunidades cuando se hizo cristiano (Fili. 3:4-6). ¿Alguna vez se arrepintió de haberlo hecho? Él mismo responde: “Cuantas cosas eran para mí ganancias, estas las he considerado pérdida a causa del Cristo. Pues considero también que todas las cosas son pérdida a causa del sobresaliente valor del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Por motivo de él he sufrido la pérdida de todas las cosas y las considero como un montón de basura, a fin de ganar a Cristo” (Fili. 3:7, 8). Tal como nadie añora una bolsa de basura que ha tirado al contenedor, Pablo nunca se arrepintió de haber desechado lo que el mundo le ofrecía. Para él, ya no tenía ningún valor.



Artículo publicado el 15 de Marzo del 2012, en la revista "La Atalaya". Para saber mas sobre la vida de los primeros Cristianos lea "Testimonio cabal" del Reino de Dios. También disponible en audio. Ambos distribuidos por los testigos de Jehová.

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