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jueves, 30 de enero de 2014

Los evangelios apócrifos: ¿contienen verdades ocultas sobre Jesús?

"ES UN gran descubrimiento que seguramente va a molestar a muchos”, advirtió un experto. “Cambia la historia de los inicios del cristianismo”, declaró una profesora. Estas son solo dos de las opiniones que generó la publicación del Evangelio de Judas, un texto que permaneció en paradero desconocido durante más de dieciséis siglos.

Los evangelios apócrifos han despertado mucho interés en los últimos años. Hay quienes creen que estos textos revelan cruciales episodios y enseñanzas de la vida de Jesús que se mantuvieron ocultos por mucho tiempo. Pero ¿qué son en realidad los evangelios apócrifos? ¿De veras revelan verdades sobre Jesús y el cristianismo que no aparecen en la Biblia?

Evangelios canónicos y apócrifos

Entre los años 41 y 98 de nuestra era, Mateo, Marcos, Lucas y Juan pusieron por escrito “la historia de Jesucristo” (Mateo 1:1). Estos relatos sobre las “buenas nuevas” de Jesucristo suelen llamarse evangelios (Marcos 1:1).

Es posible que hayan circulado tradiciones orales y otros escritos sobre Jesús. Sin embargo, solo estos cuatro Evangelios se consideran inspirados por Dios y, por tanto, integrantes del canon de las Sagradas Escrituras. En otras palabras, solo ellos pueden revelarnos “la certeza de las cosas” acerca de la vida de Jesús en la Tierra y sus enseñanzas (Lucas 1:1-4; Hechos 1:1, 2; 2 Timoteo 3:16, 17).

Todos los catálogos antiguos de las Escrituras Griegas Cristianas incluyen estos cuatro Evangelios. De modo que no hay razones para cuestionar su canonicidad, es decir, su pertenencia al conjunto de libros inspirados que componen la Palabra de Dios.

Con el paso de los años fueron apareciendo otros textos a los que también se llamó evangelios. Son los que hoy conocemos como evangelios apócrifos.
A finales del siglo II, Ireneo de Lyon escribió que los apóstatas del cristianismo contaban con “una multitud infinita de Escrituras apócrifas y bastardas [o ilegítimas], confeccionadas por ellos, para impresionar a los necios”. Por eso terminó siendo peligroso no solo leer los evangelios apócrifos, sino incluso poseerlos.

Aun así, diversos monjes y copistas de la Edad Media preservaron estos textos. Ya en el siglo XIX resurgió notablemente el interés por el tema. Como resultado, salieron a la luz muchas recopilaciones y ediciones críticas de libros apócrifos, entre los que se encontraban varios evangelios. Hoy día existen traducciones de estos libros en muchos de los principales idiomas.

Relatos poco creíbles

Algunos evangelios apócrifos suelen centrarse en personajes de los que se habla poco o nada en los Evangelios canónicos. Otros narran supuestas anécdotas de la infancia de Jesús. Veamos varios ejemplos.

▪ El Protoevangelio de Santiago, también llamado “Natividad de María”, trata del nacimiento y la infancia de María y su posterior matrimonio con José. Muchos lo describen como una ficción religiosa e incluso una leyenda, y con razón. Es una obra escrita para glorificar a María y defender la idea de que siempre fue virgen (Mateo 1:24, 25; 13:55, 56).

▪ El Evangelio de la Infancia del Pseudo Tomás registra sucesos de cuando Jesús tenía entre 5 y 12 años de edad y le atribuye una serie de milagros bastante difíciles de creer (compárese con Juan 2:11). Presenta a Jesús como un niño caprichoso y de mal genio, que utiliza sus poderes para vengarse de maestros, vecinos y otros niños, a quienes a veces ciega, deja inválidos o incluso mata.

▪ Algunos libros apócrifos, como el Evangelio de Pedro, se centran en el juicio, la ejecución y la resurrección de Jesús. Otros escritos, como las Actas de Pilato —una sección de lo que se conoce como Evangelio de Nicodemo—, giran alrededor de personajes relacionados con esos sucesos. Sin embargo, como inventan hechos y personajes, pierden toda credibilidad. El Evangelio de Pedro trata de librar de cualquier responsabilidad a Poncio Pilato y describe la resurrección de Jesús de forma muy fantasiosa.

Los apócrifos y la apostasía

En diciembre de 1945, unos campesinos encontraron por casualidad 13 códices en papiro con un total de 52 textos cerca de la población de Nag Hammadi (Alto Egipto). Muchos atribuyen estos documentos del siglo IV a los gnósticos, que son miembros de una corriente filosófica y religiosa conocida como gnosticismo. Estos mezclaron elementos del misticismo, el paganismo, la filosofía griega, el judaísmo y el cristianismo, y corrompieron a muchos que se declaraban cristianos (1 Timoteo 6:20, 21).

Muchas ideas gnósticas aparecen en boca de Jesús en algunos de los textos de Nag Hammadi, como son el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe y el Evangelio de la Verdad. También se incluye entre los evangelios gnósticos el recientemente descubierto Evangelio de Judas. Este texto promueve una visión más positiva de Judas Iscariote, pues lo presenta como el único apóstol que realmente comprendía el papel de Jesús.

En opinión de un erudito en la materia, el texto describe a Jesús como “un maestro y revelador de sabiduría y conocimiento, pero no un salvador que muere por los pecados del mundo”. Los Evangelios inspirados, por el contrario, afirman que Jesús sí sacrificó su vida por los pecados de la humanidad (Mateo 20:28; 26:28; 1 Juan 2:1, 2). Está claro, pues, que la intención de los evangelios gnósticos no es aumentar nuestra fe en la Biblia, sino debilitarla (Hechos 20:30).

La superioridad de los Evangelios canónicos

Si se analizan detenidamente los evangelios apócrifos y se comparan con los canónicos, resulta obvio que los apócrifos no han sido inspirados por Dios (2 Timoteo 1:13). Sus autores nunca conocieron a Jesús ni a sus apóstoles, así que no pueden revelar ninguna verdad oculta acerca de él o del cristianismo. Al contrario, son relatos inexactos, inventados y fantasiosos que no ayudan a conocer ni a Jesús ni sus enseñanzas (1 Timoteo 4:1, 2).

En cambio, Mateo y Juan pertenecieron al grupo de los doce apóstoles, Marcos fue un colaborador cercano del apóstol Pedro, y Lucas del apóstol Pablo. Todos escribieron sus Evangelios dirigidos por el espíritu santo de Dios (2 Timoteo 3:14-17). Por eso, estos cuatro Evangelios contienen todo lo que se necesita para creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios (Juan 20:31).

La palabra apócrifo procede de un término griego que significa “cosa escondida, oculta”. En un principio designaba los libros que se destinaban a los miembros de una escuela de pensamiento en particular y que se ocultaban al público en general. Con el tiempo acabó calificando a aquellos escritos que no estaban incluidos en el auténtico canon bíblico.

Artículo publicado en la revista "La Atalaya" del 01 de Abril del 2012. Puede ser de su interés el tema "La Biblia y su mensaje"

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