La primera vez que nos tocamos no sentí nada… La segunda vez me sentí mareada, la tercera vez fue cálida, fue como si el calor de tu mano atravesara el traje, pero la cuarta vez me sentí feliz, feliz porque te sentiste preocupado por mí…
Rei Ayanami
. . .continúen morando con ellas de igual manera, de acuerdo con conocimiento, asignándoles honra como a un vaso más débil, el femenino, puesto que ustedes también son herederos con ellas del favor inmerecido de la vida, a fin de que sus oraciones no sean estorbadas.
(1 Pedro 3:7)
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